Ascensores Imem se prepara para un futuro que ya no es el que era
Imem completa la transformación de la planta, que ha permitido automatizar la fábrica y adecuarse a los requerimientos de un mercado que ha cambiado radicalmente desde el comienzo de la crisis. Con la demanda nacional de ascensores estancada, el fabricante cántabro ha consolidado su presencia en mercados exteriores y ha dado forma a una estrategia centrada en el producto de mayores requerimientos técnicos, pero preparada para dar respuesta también a las grandes series, con la relación calidad precio como principal argumento. Las consecuencias del Brexit, principal incógnita a despejar para la empresa, que tiene en el Reino Unido su principal mercado
Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga
Los años pasados desde el comienzo de la crisis han estado marcados para Imem por los cambios, la incertidumbre y las dificultades, pero no han sido un tiempo perdido. El fabricante cántabro de ascensores está a punto de completar la primera fase de un programa de inversiones que ha transformado la planta de Peñacastillo, automatizando la producción y adecuando las estructuras para un mercado que ha cambiado radicalmente y que, de acuerdo a las previsiones que manejan los responsables de la planta, lo ha hecho de una forma si no definitiva, sí cuanto menos tan perdurable como para marcar una estrategia de largo recorrido en el tiempo. Con una presencia consolidada en los mercados exteriores, y con una sólida posición en el segmento de los ascensores especiales, la empresa cántabra ha aprovechado los años pasados para prepararse para la recuperación del mercado nacional y las series largas, pero asumiendo que ni lo uno ni lo otro se parecerán a lo que ha quedado atrás.
Durante los años del boom de la construcción, el mercado español llegó a demandar 40.000 ascensores al año, una cifra que hoy apenas alcanza la cota de los 8.000. El dato da cuenta de la profundidad y anchura de la brecha que se abrió en 2007, y que se llevó por delante a buena parte del sector. En ese momento, la actividad de fabricación en la planta de Imem dependía a partes iguales del mercado español y de la exportación, un reparto que no era el más común en unos años en los que el tirón de la demanda interna parecía capaz de absorber todo lo que se fabricase, y que fue clave para minimizar las consecuencias de lo que estaba por venir. A día de hoy, la producción de la fábrica de Peñacastillo se destina a la exportación en un porcentaje que supera ampliamente el 90%, lo que es consecuencia tanto de la contracción del mercado español como del refuerzo de la posición de Imem en los países donde ya había comenzado a trabajar antes de la recesión.
Los resultados de la apuesta por la exportación, iniciada mucho antes de que el mercado español se diera la vuelta, son también una referencia para calibrar alguna de las actuaciones acometidas por la empresa en los últimos años. Si en el apartado de exportación se han recogido los frutos de lo realizado entonces, las inversiones acometidas desde 2010, según un plan que todavía no ha concluido, buscan situar a Imem en disposición tanto para atender los mercados donde se ha hecho fuerte como para aprovechar las oportunidades que puedan presentarse en un futuro más o menos próximo en el mercado local, cuando este vaya recuperando parte del protagonismo que tuvo. “Tenemos la satisfacción de mirar atrás y ver que aunque estos años han sido difíciles, duros para nosotros y para nuestros clientes, también ha sido un tiempo que hemos sabido aprovechar, no ha sido un tiempo perdido. Estamos deseando que suene de nuevo el disparo de salida, porque creemos que estamos preparados para ello”, señala Antonio Pérez, director de Imem, que matiza su optimismo con un apunte que constituye una de las claves de los planes estratégicos de la empresa: “Lo que tenemos por delante no va a parecerse a lo que vivimos cuando se construían un millón de viviendas. Ninguna empresa puede pensar que aquello volverá, porque no va a ser así. Hay tendencias del mercado que nacieron con la crisis y que han venido para quedarse”.
El director de Imem considera que la competitividad será el concepto básico a partir del que diseñar cualquier estrategia, con el precio como principal argumento para satisfacer a una demanda que es cada vez más exigente a la hora de adquirir cualquier producto o servicio: “En cualquier actividad hay una enorme competencia, han desaparecido muchas empresas, pero las que quedan lo han conseguido ajustando enormemente los precios y adaptándose a unos clientes que cada vez cuidan más su dinero y en qué emplearlo. Es un fenómeno social, más que económico, que afecta a todos los sectores, y también al nuestro”. En la construcción, explica el director de Imem, no es previsible que la demanda se dirija al mismo tipo de viviendas que se ofertaban antes de la crisis, con mucho equipamiento, servicios, zonas ajardinadas… “Cosas que parecía que eran para siempre, pero que no lo son. Vamos hacia un modelo más ajustado en costes, y nuestro producto tiene que estar adaptado a eso. No digo que vayan a dejar de hacerse ese tipo de viviendas, pero no va a ser lo habitual”.
La automatización de la planta, un proceso de largo recorrido en el tiempo que ha incidido en todas las áreas, responde en buena medida a esa visión, buscando el doble objetivo de dar respuesta a la previsible demanda que se produzca en el ascensor convencional y, al mismo tiempo, consolidando e incluso incrementando la posición de privilegio que la empresa tiene en los elevadores especiales. Todo el plan de modernización, iniciado hace casi una década y todavía sin concluir totalmente, contempla una inversión total de unos 10 millones de euros, una cantidad que no incluye el que sería el siguiente paso: la construcción de una nueva nave que sumaría 7.000 metros cuadrados de superficie a la fábrica, una actuación pendiente de la correspondiente licencia para salir adelante. ”A veces tienes la sensación de ir en dirección contraria, metiéndote en inversiones cuando todo va mal, pero ya lo habíamos hecho en otras ocasiones y siempre nos había dado resultados. La filosofía siempre ha sido reinvertir los beneficios, devolver a la empresa lo que la empresa nos da”.
Antes de 2008, el plan estratégico de Imem planteaba llevar las cifras de facturación de la empresa hasta el entorno de los 50 millones. En los años de recesión el dato se ha estado moviendo entre los 30 y los 40 millones de euros anuales, como consecuencia de la contracción de la actividad. El nuevo plan estratégico, que arranca precisamente este ejercicio, plantea nuevamente el objetivo de los 50 millones de euros, a alcanzar en los próximos cinco años. Tanto por gama de producto como por la presencia en diferentes mercados, la posición de Imem es hoy más sólida que en tiempos del boom, cuando la pujanza del mercado español era un elemento distorsionador. En términos de producto, y además de la especialización en ascensores de elevados requerimientos técnicos, la empresa de Peñacastillo ha ido entrando en nuevos segmentos distintos al ascensor residencial, de oficinas o grandes edificios públicos, y con un gran potencial de crecimiento. Es el caso de los elevadores mixtos, pensados tanto para el transporte de personas como para mover determinadas cargas, cada vez más demandados, por ejemplo, en centros comerciales.
La incertidumbre británica
Se trata de un producto más cercano a lo industrial –a medio camino entre un montacargas y un ascensor– que tiene uno de sus principales focos de demanda en el Reino Unido. La de Imem en Inglaterra es una de esas historias de éxito que refrendan la estrategia de la empresa, que cubrió los primeros hitos de su internacionalización en Francia –con el metro de París como abanderado– pero a los que luego supo dar continuidad en tierras británicas, también con ejemplos de clientes y encargo de extraordinario relieve. Aunque seguido muy de cerca por Francia, el Reino Unido es hoy el principal mercado de la empresa cántabra, y a él se destina en torno al 40% de la producción de la planta de Peñacastillo. Desde que el pasado mes de junio los británicos aprobasen en referéndum la decisión de abandonar la Unión Europea, el Reino Unido es también una de las principales incertidumbres con las que convive Imem.
“Lo del Reino Unido es una complicación indudable, para nosotros es un excelente cliente y observamos con la mayor sensibilidad lo que allí sucede”, explica el gerente de Imem, que considera que las dudas sobre en qué puede quedar todo son especialmente perjudiciales: “Estamos en contacto permanente con nuestros clientes, y saben tan poco como nosotros. Mi impresión es que se han metido en un lío de resultado incierto. No creo que Europa se pueda permitir poner ahí una pared porque, dentro o fuera de la UE ,el Reino Unido tiene un peso económico importante para Europa. Estamos expectantes. Si de todo esto surge un impuesto aduanero, algo que nos suena prehistórico pero que lamentablemente podría darse, indudablemente sería un problema. El proteccionismo no es bueno para nadie”.
Un nuevo contrato para el metro de París
Ascensores Imem acaba de hacerse con un contrato para instalar ocho ascensores en la estación de Montmartre, en el metro de París. Se trata del proyecto más reciente para un cliente con el que la empresa cántabra trabaja desde el arranque del siglo, en una relación que todo indica que vivirá nuevos episodios en el futuro más inmediato. El ferrocarril subterráneo de la capital francesa tiene en marcha un ambicioso plan de ampliación que prevé la construcción de un nuevo cinturón en torno a la ciudad. “Es un proyecto enorme, que contempla que se construyan nuevas estaciones, a cargo de arquitectos de renombre. La ampliación se acomete por fases. Nuestra intención es presentar ofertas a todas, y somos optimistas”. El optimismo del director de Imem se asienta sobre bases sólidas: la empresa ya ha ganado los proyectos que han ido saliendo, y su historial de éxitos para ese cliente se aproxima al pleno. Imem cuenta con un departamento Metro, técnicos de la empresa cántabra que trabajan en exclusiva para el suburbano parisino.
“Eso no lo tienen otras empresas, y garantiza una completa adaptabilidad al proyecto. Nos sentamos con el arquitecto, con los ingenieros, estudiamos sus necesidades y proponemos las soluciones. Y, por supuesto, concurrrimos con las últimas tecnologías en comunicaciones”. En el metro de París, explica Antonio Pérez, cualquier usuario puede diseñar su itinerario a través de la web, y es obligado que ahí se recoja en tiempo real cualquier incidencia que pueda haber con las escaleras mecánicas o los ascensores, esto es, si están todos esos dispositivos en funcionamiento o no. Todo integrado en una gran red en la que los ascensores deben integrarse y facilitar la información sobre su disponibilidad. Por contrato, esta debe ser del 99,8%. “Y dentro de ese 0,02% del tiempo que nos permiten que el ascensor no esté operativo se incluyen las tareas de mantenimiento. La exigencia es máxima, y nuestros equipos la cumplen. De ahí que confiemos en seguir ganado proyectos”.