Bicis como las de antes
Cada vez es más habitual encontrarse con bicicletas antiguas rodando por las calles, modelos de hace treinta o cuarenta años restauradas para su uso diario. Es un fenómeno que tiene que ver con la nostalgia y también con la moda, y que alimenta un creciente mercado de repuesto, da trabajo a tiendas y talleres especializados y convoca a los aficionados a pruebas cicloturistas especialmente pensadas para ellos: ‘La Retrovisor’, organizada en Solares por el exciclista Enrique Aja, fue una de las pioneras, y la primera del norte de España. En su segunda edición, el pasado año, reunió a un centenar de participantes llegados de toda España.
Texto de Jaime del Olmo
Ya sea por nostalgia, por convencimiento o por moda, lo cierto es que cada vez es más habitual ver circular por las calles de Santander y Cantabria bicicletas antiguas, completamente restauradas, como recién sacadas de la fábrica, montadas generalmente por personas de mediana edad. ¡Ojo! Eso no quiere decir que todas las bicicletas sean de hace 40-50 años, y que los dueños se han afanado en cuidarlas al máximo a lo largo de estas décadas. Está de moda lo ‘vintage’, por lo que salen al mercado bicicletas modernas al estilo de los años 70, pero que nada tienen que ver, salvo en el aspecto, con los materiales y elementos empleados en aquella época. ¿Dónde se encuentran entonces aquellas bicis originales? Lamentablemente, sobre todo la gente que vivía en pisos por problemas de espacio, a medida que iba comprando bicicletas nuevas se iban deshaciendo de las antiguas; y la mayor parte de ellas acabaron en las chatarrerías. Por eso faltan tantas. Y las que quedan, hay que recuperarlas.
En nuestra región hay muchas tiendas especializadas en bicicletas, ya sea para venderlas nuevas, o para reparar y dar un lavado de cara a las antiguas. Este último es el caso de Ciclos Abad, en la calle Lope de Vega de Santander. Juan Jesús Abad, su propietario, no cree que la tendencia actual entre los cántabros sea la de revitalizar de forma espectacular la moda de usar bicicletas clásicas: “Algo de movimiento hay… yo reparo unas diez al año. Restaurar sale caro, no es tan barato como la gente piensa. Sólo pintar y ponerla como nueva cuesta dinero; puede suponer unos 500 euros entre pintura, cromado, radios nuevos, cubiertas… Unos frenos de varilla, el juego completo te puede costar unos 90 euros. Después habría que adaptarlo, que también tiene su trabajo y requiere su tiempo…”.
Para hacerse una idea de los precios aproximados que hay actualmente en el mercado, un juego de aletas de acero inoxidable cuesta 25 euros; una rueda delantera 42 euros; una trasera 44 euros; un juego de pedales cómodo 15 euros; una cubierta –de medidas 700×35 B– 14 euros; una cadena de una velocidad 12 euros; un piñón de 20 dientes 10 euros; o un timbre 10 euros. Juan Jesús Abad concluye: “Mercado hay, pero la gente quiere gangas, bicis baratas, viejas, para exponerlas en algún comercio o establecimiento”.
De la misma opinión es Salvador López, de Motopié en la Calle Nicolás Salmerón de Santander. Salva cree que la clientela es práctica y que por mucho cariño que tenga a una bicicleta antigua, lo más normal es que se adapte a los nuevos tiempos: “¿Repararla con recambios originales? Cuando les dices el precio se asustan y se buscan la vida por su cuenta. Lo más normal es que, si de verdad un cliente quiere volver a usar una bicicleta clásica que tuviera guardada en el trastero o el garaje, utilice piezas de ahora para adaptarlas a la bicicleta. Cuando les dices que una barra le puede costar 200 euros, casi prefieren comprarse una nueva que imite la imagen clásica… Los precios echan mucho para atrás y el mercado de verdad se encuentra por Internet. Hay páginas de compraventa de bicicletas, piezas, o incluso las grandes multinacionales como Amazon apuestan por este tipo de reclamo para potenciar su marca”.
En Internet hay una referencia que supera al resto por goleada: el portal Milanuncios.com. En Cantabria hay 134 ofertas para comprar bicicletas antiguas, que van desde los 20 euros (habría que ajustar los frenos y engrasarla, porque la cadena se sale) hasta la Vitus 979 de 1.500 euros, o los 1.050 euros que se piden por una bicicleta Alan de los años 80 impecable. Son de segunda mano; o mejor dicho, han pasado por varias generaciones. El mercado chino, a pesar de lo que pudiera parecer en un principio, no es un buen lugar para encontrar bicicletas o piezas clásicas. Allí lo que se hacen son réplicas muy económicas de bicicletas antiguas. Son totalmente modernas pero con toque “retro”.
Lo positivo de las bicicletas clásicas es que, a pesar de que cueste mucho dinero restaurarlas, el mantenimiento es mínimo. Así como las BTT sí generan un gasto grande porque se suelen usar más, lo bueno de las bicicletas antiguas es que, salvo si se sufre un percance en carretera, el gasto puede suponer comprar dos cubiertas, una cadena y cuatro zapatas. Pero el auge de ventas de este tipo de bicis lleva consigo lo que las rodea, los complementos para el ciclista; los fabricantes están apostando fuerte y están sacando al mercado portabidones antiguos, de aluminio, y seguro que habrá más artículos clásicos relacionados con el deporte de las dos ruedas. Perciben un nicho de mercado que están comenzando a explotar. Todo ello ayudará a que las tiendas actuales de bicicletas tengan una nueva oferta para sus clientes. Debido a la demanda, ya hay algunas firmas que están volviendo a fabricar bicicletas clásicas o de estilo retro, como Peugeot o Bianchi, que ha sacado un modelo ‘Fausto Coppi’, aunque los desarrollos están adaptados a los tiempos de ahora.
En relación con los aficionados que se interesan por estas bicicletas antiguas, y preguntando a alguno de los clientes de las tiendas cántabras que ofrecen servicios de reparación y restauración de clásicas, el perfil del cliente es el de una persona de mediana edad, de entre 30 y 50 años, que tenía una bicicleta del padre o el abuelo y la quiere recuperar y poner en condiciones. Hay dos motivos principales: para hacer algo de deporte o por una cuestión sentimental, rememorar viejos tiempos con la bici que unos padres regalaron en su momento a su hijo o hija y que estaba arrinconada en la casa del pueblo, o en un garaje o trastero.
Cicloturismo en bicis cásicas
Pero para los que quieran practicar deporte con una bicicleta antigua, en Cantabria hay una cita ineludible cada año. Enrique Aja (natural de Solares, nacido en 1960) exciclista profesional de los años 80 entre otros equipos del Reynolds y Teka, con el que consiguió un triunfo de etapa en la Vuelta Ciclista a España de 1987, organiza desde hace dos años ‘La Retrovisor’, una marcha cicloturista no competitiva, sin tiempos, sin clasificaciones y, como la propia organización dice en la web, “con pausas para hablar y comentar vivencias, disfrutar del entorno y divertirnos con lo que nos apasiona: el ciclismo. Una mirada al pasado de nuestro ciclismo, el de nuestra juventud, de nuestra infancia. El ciclismo de épocas lejanas que conocemos por fotos, reportajes en blanco y negro, por historias de leyenda escritas o contadas por personas que las vivieron o que les fueron transmitidas. Historias siempre llenas de pasión, admiración y respeto a un ciclismo épico e inolvidable”.
Enrique Aja explica que la idea de organizar esta prueba es algo que viene de lejos: “Yo ya tenía la idea rondando mi cabeza hace muchísimos años, porque sabía el movimiento y lo que estaba surgiendo en Italia, y como también me gustan los coches y las motos clásicas, pensé en juntar un poco todo”. En ‘La Retrovisor’ las motos de enlace son clásicas (Vespas) y los coches de acompañamiento de equipo también (Seiscientos). Es una fiesta de lo clásico, y ese es el principal aliciente, explica su organizador. “Comenzamos en 2014, no llegábamos a los 50 participantes, y el año pasado ya tuvimos 100 de toda España. Nos acompañaron gente ilustre como Óscar Freire, Alfonso Gutiérrez, Iñaki Gastón, Miguel Ángel Martínez, Guillermo Arenas… lo bueno que tiene este tipo de marcha es que engancha. El que se anima, viene y hace por primera vez ‘La Retrovisor’, ve cómo se organiza, por dónde transcurre, y el ambiente que se vive en general, luego repite. Al terminar te vienen y te preguntan que dónde hay más pruebas de este tipo, o que por qué no se hace la “retrovisor” más días al año… Eso significa que les ha gustado la experiencia y que se lo han pasado bien”. En Barcelona, explica Enrique Aja, la primera prueba de este tipo que se organizó, ‘Les Pedals del Clips’, arrancó con 50 participantes, pero el año pasado ya tuvo 350. “Ha subido muy deprisa pero es que en Barcelona hay muchos más habitantes”.
Y es que esta moda por lo clásico no nació en Cantabria, ni mucho menos. Tampoco en España. En el año 1997 surgió en Italia ‘L´Eroica’. Una prueba de ciclismo clásico para proteger la Strada Bianche de la Toscana, carreteras antiguas realizadas en grava. Incluso el Giro de Italia ha pasado por ellas y hoy en día se hace en una prueba de la UCI Pro Tour. La ‘L´Eroica’ ha tenido 6.000 participantes de todo el mundo en la edición del 2015. Hace varios años creó una franquicia que ha sido comprada entre otros por el Reino Unido (Britannia), Japón, Estados Unidos (en California), y “L´Eroica Hispania”, adquirida por el gobierno de La Rioja y que se celebra en Cenicero. En este 2016, que es su segunda edición, esperan alcanzar los 1.000 participantes. Es importante para todo el cicloturismo español que esta prueba funcione, pues será motor fundamental de las otras pruebas organizadas en nuestra geografía.
Las pioneras en España fueron en el 2012 la citada ‘Les Pedals del Clips’, en San Martí de Sarroca (Barcelona), y ‘La Histórica’ en Abejar (Soria). Las siguieron ‘La Eduardo Bianchi’ en Cariñena ( Zaragoza), ‘La Monreal de Ariza’( Zaragoza), el ‘G.P. Canal de Castilla’ en Medina de Río Seco (Valladolid), y nuestra ‘La Retrovisor’ en Solares, primera que se organiza en el norte de España. Luego le siguió ‘La Retrobike’ en Balmaseda (Vizcaya). Para potenciar este tipo de eventos, ‘La Pedals del clips’, ‘La Histórica’, ‘La Monreal’, el ‘GP Canal de Castilla’, ‘La Retrovisor’ y ‘La Retrobike’. Se unieron para crear la ‘Retroibérica’ para promocionarse en conjunto.
Sin perder la esencia
Aja explica las condiciones para participar en ‘La Retrovisor’: “Puede hacerlo cualquiera. Sí lo hacemos a través de la federación, por temas de seguros y demás, pero no hay problema para que todo el que esté interesado pueda entrar. Así como en la de Peña Cabarga limitamos a mayores de 18 años por la dureza de la ascensión, aquí no hay limitaciones de ningún tipo, con 15 o 16 años pueden participar”. Eso sí, aunque esperan seguir creciendo hasta los 150 participantes (en verano se abrirán las inscripciones: el año pasado costó 25 euros apuntarse), la organización tampoco quiere que se pierda la esencia de la prueba: “La Retrovisor no es como la prueba de ‘Peña Cabarga’, ‘El Soplao’, o ‘La Quebrantahuesos’… No queremos ni pretendemos llegar a miles de participantes, ni es bueno ni interesante para nosotros. En cuanto una marcha se masifica, pierde ese encanto de lo familiar. Yo no quisiera que perdiera ese matiz de que todos nos conocemos, por lo que estaría bien llegar como mucho a los 300 participantes. No es una prueba competitiva, ni mucho menos; es una jornada para disfrutar en familia, con buenos amigos, para enseñar tu bicicleta, ver la de los demás, sus vestimentas… en definitiva, una jornada de convivencia rodeado de gente que ama el ciclismo y las bicicletas antiguas”.
Además, con este tipo de pruebas se revitaliza el comercio local, por lo que más sectores se ven beneficiados, como nos comenta Enrique: “En los próximos cuatro años va a haber unas 10 u 11 marchas cicloturistas de este tipo. Esto provoca que la gente se anime a poner en marcha esa bicicleta que tiene más o menos abandonada y ponerla a punto”. Al ver que va a haber una prueba en Balmaseda, otra en Solares, otra en Gijón, explica, al final se decide a restaurar su vieja bicicleta, para pasear una serie de días, y luego para participar en una serie de marchas. Eso conlleva pasar unos días en esa localidad, con su alojamiento correspondiente, su comida, cena… “Por esto y mucho más creo que hay mucho interés en recuperar las bicicletas clásicas. Hay tiendas especializadas que buscan este tipo de repuestos. Sucede como en los coches o motos clásicas, que a veces tienes dificultades en encontrar esa pieza que te falta, o un tornillo…”. Enrique Aja calcula que una bici antigua puede costar desde 200 euros, un modelo básico, hasta los 1.000 o 1.500 euros de las más cotizadas. “Empieza a haber un mercado que se está moviendo, y la gente tiene muchísimo interés en restaurar esa bicicleta que fue suya, o de su padre, o de su abuelo. Hay un poquito de nostalgia y un poquito de moda. Es verdad que una bici de una buena marca, con pedigrí, es cara, pero si lo que quieres es participar en ‘La Retrovisor’ o cualquier otra marcha de bicicletas clásicas, se pueden encontrar algunas muy económicas, de entre 200 y 300 euros”.