La Escuela de Cine y Televisión de Javier Cifrián y Carmen Gutiérrez cuenta con  más de 300 alumnos entre los que destacan talentos emergentes como los actores Jacobo Camarena u Óscar Saiz, que ya forman parte de grandes proyectos audiovisuales tras pasar por el trampolín de su sede en el Sardinero. Aunque las propuestas formativas de la escuela van más allá de convertirse en un intérprete profesional, los cursos de interpretación son el principal reclamo de un centro que atrae a alumnos de otras regiones y que se plantea crecer con nuevas sedes.

Ana Bringas | Septiembre 2024

Ser actor en Cantabria o formarse como tal suena difícil, de hecho hasta hace unos años era casi imposible conseguir una oportunidad sin salir a encontrarla, y es que esta región no es precisamente Hollywood. La lista de intérpretes naturales de la popularmente conocida como ‘tierruca’ que han tenido que partir para buscar oportunidades –y también formación– fuera de nuestras fronteras es extensa: Eduardo Noriega (‘Abre los ojos’, ‘El espinazo del diablo’, ‘Los otros’); Marta Hazas (‘Velvet’, ‘El internado’, ‘Las chicas del cable’); o Ruth Díaz (‘Tarde para la ira’, ‘Dolor y gloria’, ‘Ni una más’) son caras muy conocidas del panorama artístico español que en su juventud se mudaron a la capital española para forjar sus carreras y convertirse en lo que ahora son. Este también fue el caso del actor y director Javier Cifrián (Santander, 1973), quien dejó su ciudad natal en 1996 de manera forzosa para seguir su sueño.

Casi treinta años después, con una dilatada carrera a sus espaldas y su meta cumplida, Cifrián se redime con la Escuela de Cine y Televisión de Cantabria. Él, como actor y director, y Carmen Gutiérrez, como gestora cultural, fueron los encargados de impulsar el centro de formación que comenzó su actividad en 2015 y que, a día de hoy, registra una gran demanda por parte de los alumnos, que en este momento son más de 300 de entre 8 y 87 años. La academia funciona como un semillero de talentos en Cantabria para una nueva generación de intérpretes que ya están presentes en los repartos de series y películas.

Javier Cifrián, en el plató de la Escuela de Cine y Televisión, en Santander. Foto: Nacho Cubero.

La idea de poner en marcha una Escuela de Cine y Televisión en Santander surgió por la “espinita” de Javier Cifrián, que se inició en el mundo de la interpretación por casualidad. Recuerda cómo un amigo le invitó a una obra teatral en la que participaba en el Palacio de Festivales: “De repente me pegó un flechazo, supe que eso era lo que quería hacer con mi vida. Al día siguiente me apunté allí a un curso de cuatro horas semanales y me quedé con muchas ganas de seguir aprendiendo”, confiesa. En ese tiempo, el emblemático Palacio de Festivales santanderino constituía la única opción a la hora de recibir formación teatral en Cantabria, y los interesados en recibir clases en una escuela oficial de arte dramático debían escoger entre Madrid, Barcelona, Sevilla o una nueva alternativa: Canarias. Hasta allí viajó Cifrián porque, tal y como detalla, el profesorado provenía de las mejores escuelas de interpretación europeas.

Una vez graduado y ya durante el ascenso de su carrera, viajó por toda Europa de la mano de una compañía teatral y se introdujo en el cine y la televisión. En el transcurso de ese tiempo una idea resonaba de manera constante en su cabeza: “En mi tierra no hay nada de esto” y, con ella, la propuesta de tomar la iniciativa y “montar algo parecido”, pero esa sugerencia siempre llegaba en compañía de varios desafíos que la hacían parecer abocada al fracaso: “En Santander hay poca gente, no sé cuánto interés generará, dónde puedo encontrar apoyo…” eran interrogantes a los que finalmente al actor hizo frente y, con todo, se aventuró a pedir el respaldo del Gobierno de Cantabria, en concreto del área de Cultura, para emprender y convertir en realidad su escuela. “Nos cedieron un espacio los sábados por la mañana en el Palacio de Festivales”, explica, y allí, en el mismo espacio donde se produjo su flechazo con la interpretación, arrancó el germen de la actual academia.

“Los cursos se llenaban”, rememora con cierto regocijo, “entre 60 y 70 personas se quedaban fuera anualmente, lo que nos hizo ver que la idea funcionaba muy bien. Buscamos otras localizaciones para impartir clases de arte dramático y fuimos alquilando salas, pero nunca ofertábamos las suficientes plazas, daba igual si eran cursos dirigidos a niños o de interpretación para adultos. Así que hace tres años –los cumplirán en octubre– nos instalamos en la Plaza Rubén Darío del Sardinero”. En cuanto al local que alberga el centro, su director describe que son 150 metros cuadrados divididos en dos estancias: un hall de entrada y un plató diáfano que ocupa la mayor parte del espacio. En ese lugar es donde se desarrolla la acción: ”Aunque a veces nos desplazamos a rodar en la playa o los jardines aledaños al edificio”, matiza el actor santanderino.

Las clases

Hoy por hoy la Escuela de Cine y Televisión ofrece seis tipos de clases impartidas por profesionales en activo como Adrián Alonso, Lorena Güemes o el propio Javier Cifrián, que abarcan Cine y TV Infantil (de 8 a 12 años), Cine y TV Juvenil (de 12 a 17 años), Interpretación, Entrenamiento Actoral, Cine Musical y Curso de Cortometrajes. Este último se trata de una nueva propuesta que arrancará en octubre de este año de la mano de Guillermo Sanz, un galardonado cortometrajista cántabro. Cada semana se imparten 22 sesiones, de las cuales una veintena se desarrollan de lunes a sábado en su sede del Sardinero y las dos restantes en la filmoteca de Cantabria. A razón de 15 alumnos por clase, se traduce en unos 330 estudiantes en total y seis empleados fijos para atenderlos. Las tarifas de cada formación oscilan entre los 59 y los 89 euros mensuales y los 499 y 750 euros el curso completo que comprende de octubre a junio. Además, el negocio de Cifrián y Carmen Gutiérrez también gestiona el aula de teatro de la Universidad Europea del Atlántico y organiza diferentes campus, como los campamentos de cine del Ejecutivo de Cantabria u otros que se desarrollan en época estival o en periodos no lectivos en colaboración con ayuntamientos.

Alumnado y profesorado, tras una de las clases de la escuela. Foto: Nacho Cubero.

En efecto, las sinergias con organismos públicos, espacios culturales o centros educativos es uno de los principios de la escuela que protagoniza varios proyectos centrados en acercar el cine a municipios cántabros como Villaescusa, Los Corrales de Buelna o Camargo. Se trasladan hasta diferentes localidades para enseñar a los jóvenes de 12 a 17 años a producir cortometrajes que después se presentan al Festival de Santander. Asimismo, colaboran con la Consejería de Economía, Hacienda y Fondos Europeos en una iniciativa pensada para dar a conocer Europa a través del cine y también trabajan con colegios e institutos para inculcar el gusto por el séptimo arte.

No obstante, la línea de negocio más rentable es la interpretación de adultos. “En todos los cursos de esta materia hay lista de espera. Yo tengo una clase de entrenamiento actoral, dirigido a quienes quieren dedicarse de manera profesional a la actuación, con 17 alumnos desde hace cinco años y no se ha marchado ninguno”, especifica el director, a lo que añade que todas las plazas están cubiertas y “hay solicitudes de una treintena de personas”. Es evidente que hoy la escuela es una máquina bien engrasada que marcha sin obstáculos dada la demanda que registra, pero empezó siendo para sus fundadores una actividad complementaria. “La evolución de todo actor es pasarse a la dirección, pero creo que otro tipo de progreso es la docencia”, indica el intérprete que comenzó a dar clases de la mano de la actriz Rosa Casuso, quien le propuso iniciar un curso que constató el interés de los cántabros por este tipo de formación al quedarse 60 personas fuera. “Descubrí que la docencia me llena tanto o más que la interpretación, de hecho me han llamado para rodar algunas series que implican desplazarse a Madrid por un año y lo he rechazado. Con 50 años, no es que haya llegado a tocar techo y volver, pero me siento muy realizado con mi profesión. La aceptación que tiene la escuela nos está llenando mucho, estamos muy a gusto y se ha convertido en nuestro principal negocio, aunque siga trabajando en series y películas”, concede.

Éxito de la escuela

A la pregunta sobre la clave del éxito, Cifrián alude a su fórmula de trabajo, que se distancia de la más habitual -–el método Stanislavski, que pasa por utilizar la memoria emocional como principio para realizar una interpretación creíble– y utiliza en su lugar el juego teatral, que implica ‘jugar a ser’. El actor esgrime esta razón para justificar que su escuela cuente incluso con alumnos que se desplazan de otras comunidades: cinco alumnos del País Vasco, dos vienen de Asturias y, a los cursos intensivos de fin de semana, que cuentan con la participación de intérpretes y directores de renombre, acude incluso gente del extranjero, por eso y porque “muchos de los actores que han pasado por la aulas han sido seleccionado para rodar anuncios series y películas”. En esa categoría están Óscar Saiz (Santander, 1981) y Jacobo Camarena (Santander, 2003), ellos, como Javier, vivieron el “flechazo” de la interpretación.

A sus 20 años de edad, Camarena asegura que está “enamorado” de la profesión desde niño, y cuando vio la película de Bayona ‘Lo imposible’ algo se removió en él. “En mi vida había contemplado algo tan triste y bello a la vez. Era muy pequeño para saber que lo que sentía era pasión por la interpretación”. Sin embargo, una vez más la chispa de la casualidad –o el popular algoritmo de Instagram– hizo su efecto. “El móvil nos escucha, por eso me empezaron a aparecer anuncios de la Escuela de Cine y Televisión de Cantabria y empecé participando en un curso intensivo con 14 o 15 años”. Fue el impartido por Gracia Querejeta, al que siguió el taller de Devora Borque, directora de casting de la serie de TVE HIT. Así comenzó su carrera profesional, gracias al fichaje de Borque en la academia. Camarena se siente “muy agradecido”: “Era una muy buena manera de empezar en una producción de nivel nacional de la que yo era súper fan. La escuela es lo más, me encanta y mi primera oportunidad laboral vino con ellos. Es una suerte tener a Javi en Cantabria y que traiga a sus contactos a Santander”. Ahora el santanderino sigue formándose en su ciudad natal y tiene “algunos proyectos” entre manos de los que poco o nada puede desvelar.

Los actores Jacobo Camarena y Óscar Saiz, alumnos de la escuela. Foto: Nacho Cubero.

Más sonado es el debut de Óscar Saiz, quien, de la mano de Rodrigo Cortés, se ha adentrado en la industria cinematográfica con ‘Escape’, una película con Mario Casas como protagonista y Martin Scorsese en el papel de productor, todo después de pasar por las clases de Javier Cifrián. Su entrada a la interpretación vino precedida por unas lecciones de música. “Cantando me di cuenta de que se me daba bien interpretar, así empecé en la escuela”, manifiesta. “Ahora mismo ambas disciplinas están al mismo nivel, aunque de profesión soy informático”, destaca con cierta ironía cuando comenta lo que ha supuesto para él la interpretación: “He decidido quitar de mi vida lo que no me llena el alma”, por lo que ha dejado su trabajo para centrarse en su pasión, aunque admite que todavía no es consciente del salto. Sobre la interpretación detalla que “el salto es hacia dentro” y ahora “se siente más libre y se conoce más”.

Visto el rendimiento del negocio, Javier Cifrián, como director de la escuela proyecta un futuro con más sedes en Cantabria y también fuera de ella a largo plazo. “Hay pocos centros formativos así, centrados en cine y televisión y no tanto en teatro”, apunta y fija su vista en emplazamientos como Torrelavega para responder la demanda de la zona occidental o Castro Urdiales o Laredo para hacer lo propio con la oriental. “A lo largo de los años nos gustaría abrir en otras provincias”, concluye el actor.

El buque-hospital ‘Juan de la Cosa’ acompaña a los pescadores durante las temporadas del bonito, la anchoa y el pez espada, surcando las aguas del Gran Sol (al oeste de las islas británicas), el Golfo de Vizcaya y las Azores. Desde su botadura en 2006 ha atendido 5.553 consultas, la mayoría por contusiones y accidentes relacionados con anzuelos. Este buque, que forma dupla con el ‘Esperanza del Mar’, convierte a España en el único país europeo con dos hospitales públicos en alta mar.

Francisco Rouco | Septiembre 2024

Para el buque-hospital ‘Juan de la Cosa’, el año se divide en tres estaciones: la del bocarte (abril y mayo), la del bonito (entre junio y septiembre) y la del pez espada (entre octubre y marzo). Un periplo que le lleva a recorrer las aguas del Gran Sol, el Golfo de Vizcaya y las Azores siguiendo a la flota pesquera en turnos de 28 días de navegación. Cumplido ese plazo, regresa al puerto base, Santander, para las reparaciones, el aprovisionamiento y el cambio de turno de la tripulación. “Es un hospital en medio del mar, con quirófano y UCI”, explica Elena Martínez, directora del Instituto Social de la Marina (ISM), el organismo público al que pertenecen el ‘Juan de la Cosa’ y su hermano mayor, el ‘Esperanza del Mar’, el buque-hospital más grande del mundo, que apoya al ‘Juan de la Cosa’ en el Gran Sol. Ambos barcos forman un modelo de asistencia sanitaria público que es único en Europa y que también ayuda a barcos de otros países cuando es necesario (el 30 % de las asistencias se realizan a barcos no españoles). “Para la gente del mar es fundamental tener la seguridad de que hay un barco cerca si hay cualquier accidente, enfermedad o les hace falta algún suministro como agua o combustible”, subraya la directora del ISM.

El ‘Juan de la Cosa’ se botó en los astilleros de Gijón en 2006, tras dos años de construcción y un presupuesto de 17.008.426 euros. Mide 75,4 metros de eslora y 14 de manga, dimensiones que le permiten ser maniobrable sin que peligre su flotabilidad cuando se enfrenta a las olas de más de cinco metros del Gran Sol. Aunque tiene varias bandas rojas en los costados y un círculo con la bandera de la Unión Europea en la popa, es prácticamente blanco, con el piso de la cubierta verde esmeralda. Cuenta con ganchos de remolque, grúas, balsas salvavidas con capacidad para 16 personas y lanchas de rescate, además de un helipuerto para aparatos pequeños.

Una de las habitaciones para pacientes. Foto: Nacho Cubero.

Por dentro tiene suficientes camarotes como para albergar a 48 personas entre tripulación y pacientes, aunque su dotación habitual oscila entre las 28 y las 31. Forman parte de la tripulación los oficiales, los marineros, los buzos y los marmitones o cocineros. El personal sanitario incluye dos médicos, una enfermera y un marinero sanitario que atienden un quirófano, un laboratorio, una sala de curas, una de cuidados intensivos, una de radiografía y una de aislamiento para tratamientos de quemados, infecciones y problemas psiquiátricos. Además, el buque puede contactar con el Hospital Central de La Defensa Gómez Ulla, de Madrid, y el Centro Radio Médico Español, del ISM.

Las asistencias más habituales

Desde 2006, el buque-hospital ha atendido 5.553 consultas, de las cuales 4.194 fueron a través de la radio en comunicación con el barco afectado. De las presenciales, 770 se realizaron en el propio buque, tras trasladar allí a la persona herida, y 589 a bordo de los pesqueros socorridos. “Sobre todo tenemos consultas relacionadas con anzuelos, traumatismos e infecciones de las vías respiratorias”, afirma Ignacio Demis, segundo médico del ‘Juan de la Cosa’. “Y por celulitis”, subraya Ignacio antes de apostillar que esta dolencia va más allá de la parte estética: es la infección e inflamación de lesiones, traumatismos o heridas que, al trabajar los marineros con pescado, no terminan de curarse y se infectan.

El protocolo de atención del buque es inalterable. Todo comienza con una llamada por radio o por satélite que la tripulación transfiere al personal médico. En los camarotes con teléfono hay un póster con un cuestionario de 14 preguntas que sugiere cómo es ese interrogatorio entre el facultativo y la persona que precisa atención médica. Un recorrido que va desde las preguntas más contextuales (nombre, DNI, desde qué caladero se produce la llamada) hasta las más concisas (¿hay fiebre? ¿cuánta? ¿se mide el pulso? ¿cuál es?). El objetivo es que la conversación sea prolija, porque el diagnóstico médico empieza desde el momento en que se descuelga el aparato. “Estamos muy pendientes de los signos de alarma y del tono de voz de la persona que está llamando, porque tenemos que determinar el riesgo de gravedad para actuar cuanto antes”, explica Ignacio.

Si el diagnóstico telefónico apunta a una herida superficial o a un estado fácilmente remediable con un fármaco, el personal médico echa mano del llamado  “tumbaburras”, una libreta que incluye todos los medicamentos que deben tener los botiquines de los pesqueros. Con esta guía indican al paciente lo que debe tomar. Cuando el diagnóstico apunta a una situación peor, hay que involucrar más efectivos: si la embarcación accidentada está fuera del alcance del ‘Juan de la Cosa’, se llama a Salvamento Marítimo para que envíen un helicóptero; si es posible aproximarse con el barco, se pone rumbo hacia allí para que los facultativos puedan abordar el pesquero con la lancha de rescate.

Ignacio Demis, segundo médico, en el quirófano del barco. Foto: Nacho Cubero.

Una vez en la embarcación accidentada, el personal médico debe decidir si es suficiente con tratar al paciente allí y mantenerse al tanto de su evolución con un seguimiento telefónico, o si hay que trasladarlo al buque-hospital. Los traslados se reservan para los casos más aparatosos, cuando hay que utilizar alguna de las salas de tratamiento del buque, por ejemplo para una cirugía menor o una ecografía. También se traslada al paciente cuando el diagnóstico ‘in situ’ no despeja todas las incógnitas. Como cuando una médica diagnosticó un raro caso de filariasis linfática (también conocida como elefantiasis), una infección producida por un parásito. “En un edema de pierna como aquel –recuerda Ignacio– podías pensar en trombosis venosa profunda, en celulitis o en insuficiencia cardiaca, que son las causas más comunes, pero a ella se le pasó por la cabeza la filariasis linfática; la estudió y la diagnosticó”.

Otro episodio con final inesperado sucedió cuando el propio Ignacio sospechó un caso de apendicitis en un joven aquejado de fiebre y ligero dolor abdominal. Lo atendió en su embarcación y lo mandó al ‘Juan de la Cosa’ para hacerle una ecografía que resultó casi concluyente, al menos lo suficiente como para sacarle del mar y dejarle en casa. Poco después, el joven tuvo un absceso y se fue directo al quirófano. “Quizá al chico le salvamos la vida”, dice el segundo médico.

Buena consideración entre la flota pesquera

Para César Nates, presidente de la Federación de Cofradías de Pescadores de Cantabria, tener un buque-hospital como el ‘Juan de la Cosa’ desplazado con el grueso de la flota pesquera es un “lujo”, especialmente durante la temporada del bonito, cuando las concentraciones de barcos provocan muchos accidentes relacionados con anzuelos. “Normalmente sabemos cómo quitarlos, pero a veces se complican y te viene muy bien tener un quirófano en el que te lo extraen. Luego te arrimas al barco y regresa el herido; y si está bien, puedes seguir faenando. Te da mucho juego”, explica Nates, quien en varias ocasiones ha utilizado los servicios del ‘Juan de la Cosa’ y del ‘Esperanza del Mar’. La última el año pasado, cuando uno de sus pescadores se fracturó dos costillas y fue evacuado por el buque para su ingreso en el hospital.

Además de la atención médica, el ‘Juan de la Cosa’ también atiende otras situaciones, como las peticiones de suministros (especialmente de combustible y agua potable) o los muy habituales enganchones en las hélices de los pesqueros. “La mar está llena de basura, y no será porque la tiremos los de la flota de bajura –subraya Nates–. Muchas veces te enganchas a un cabo o a un trozo de red de arrastrero, y si te tienen que remolcar a puerto, nuestro seguro lo cubre, pero es una faena porque pierdes un día de pesca. Con el ‘Juan de la Cosa’ cuentas con sus buzos profesionales, que se tiran y te lo solucionan. Es una maravilla contar con su apoyo”.

“Este barco es muy apreciado, igual que el ‘Esperanza del Mar’», explica Jesús Manuel Alzola Medina, capitán del ‘Juan de la Cosa’, que llegó hace dos meses procedente del ‘Esperanza del Mar’, del que formaba parte desde 2017. “Es un orgullo profesional estar al mando de uno de estos barcos, por la labor que hace y la ayuda que prestamos a la flota pesquera en general y a todo el que nos necesite en la mar. Estos barcos salvan vidas”. Para el capitán, que reconoce estar orgulloso de su tripulación, este es un trabajo vocacional. “Como todos los marinos, tienes que ser de una manera especial para estar separado de la familia, estar aislado y trabajar en condiciones duras, aunque no son comparables a las de un pesquero, por supuesto, pero mentalmente tienes que estar preparado”.

Aintzane Eguiluz, segunda oficial de puente, lleva tres años y dos meses en el ‘Juan de la Cosa’. Hizo prácticas en el buque y, tras terminar sus estudios de Náutica en Bilbao, se presentó a las oposiciones. “En el futuro me veo aquí. Mientras las circunstancias no cambien y siga habiendo flota pesquera que nos necesite, este es el mejor sitio”.


 

Una mañana en el ‘Juan de la Cosa’

El buque-hospital partió hacia el abra del Sardinero –una zona cercana a la Isla de Mouro– en torno a las 11:00. Aunque el mar estaba aparentemente tranquilo, se recomendó a los periodistas y a las autoridades (entre quienes se encontraba la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz) que tomaran biodramina, un medicamento indicado para tratar el mareo. Dado que la sugerencia venía directamente del personal hospitalario, la mayoría accedió.

Tras abandonar el muelle de Raos, una maniobra que se pudo seguir desde el puente de mando, comenzó la visita guiada por las dependencias médicas del buque, a cargo de Ignacio Demis, segundo médico. Durante la explicación se hizo patente que el barco se movía: los pasamanos de los pasillos eran muy solicitados y ya había quien, por lo bajini, se lamentaba de no haber tomado la biodramina. Los comentarios no pasaron desapercibidos para Ignacio, que, cuando la mayoría de los visitantes había salido a cubierta para ver el simulacro, apostilló: “A ver si los canapés nos van a salir a devolver”.

Una vez fuera, era el momento del simulacro de rescate. No muy lejos del ‘Juan de la Cosa’ se encontraba una embarcación de Salvamento Marítimo que aparentaba tener un herido a bordo. Desde el buque-hospital se envió una lancha de rescate con personal médico y buzos (por si hubiera un volcado). Allí, el facultativo diagnosticó rotura de tobillo y mandó evacuar al herido en dos fases: primero al ‘Juan de la Cosa’ en lancha, y después a Valdecilla en helicóptero. Llegados a este punto es importante señalar que, si bien se trataba de un simulacro, quien representaba el papel de la víctima era una persona real, un estudiante que accedió a ser inmovilizado en camilla, trasladado de la barca de Salvamento Marítimo a la lancha de rescate del ‘Juan de la Cosa’ y de ahí izado, junto con la lancha, a la cubierta del buque-hospital (para su capitán, la maniobra más peligrosa de todas, porque se puede romper el cable y provocar un accidente: “Hay que mantener cautela y coordinación entre el patrón de la lancha, el operador del pescante y el capitán del barco”, explicó Jesús Manuel Alzola Medina).

Traslado del estudiante/paciente al ‘Juan de la Cosa’, durante el simulacro. Foto: Nacho Cubero.

Con el equipo desplazado y el herido en cubierta, el estudiante fue sustituido por un muñeco de prácticas para la siguiente fase del simulacro: su izado por cable al helicóptero de Salvamento Marítimo para su traslado a Valdecilla. En la operación intervino también un miembro de la tripulación del helicóptero, que se descolgó del aparato para asegurar la camilla y luego volver a él. En ese punto de la maniobra, con el helicóptero fijo en el aire, se hacían muy evidentes los vaivenes del barco. Entonces las olas apenas eran de dos metros, lo que provocaba que, de vez en cuando, hubiera que balancear el peso entre los pies para garantizar el equilibrio. Nada grave, pero sí resultaba interesante recordar que las olas durante el invierno en el Gran Sol superan los cinco metros.

Izado el muñeco al helicóptero, el aparato partió hacia Valdecilla y terminó el simulacro. Entonces llegó el turno del tentempié, que se ofreció en el comedor de la tripulación: quesos cántabros, embutidos, tortilla y canapés. Los bancos corridos se ocuparon enseguida y había algunas caras con colores no del todo naturales. A unos metros del comedor, que aglutinaba al 100% de las autoridades y a alrededor del 60% de los periodistas, estaba la sala de estar de la tripulación, tomada en ese momento por varias periodistas que estaban redactando sus crónicas.

Tras un rato, el barco inició su regreso al puerto con la sensación de haber hecho un buen trabajo. “Hacemos este tipo de simulacros a menudo, con Salvamento de Gijón, A Coruña o Santander, también con la Policía Nacional, la Guardia Civil y hasta los GEO”, explicó Haydée Fernández, primera oficial de puente, que lleva en el ‘Juan de la Cosa’ desde hace más de una década. “Para estar preparada, la gente tiene que practicar. Hoy había cinco almas ahí en el agua, y son responsabilidad de quien maneja, así que debes entrenar mucho para asegurarte de que todo el mundo está fino”.

La comercializadora cántabra de luz y gas prevé invertir 17 millones de euros en la construcción de una planta de esta energía renovable en Alconera (Badajoz). Su consejero delegado, José Francisco González Payno, confirma que proyectan otras dos plantas similares en Extremadura para posicionar a la compañía como líder en este ámbito, y apunta al papel esencial que el almacenamiento energético va a desempeñar en la evolución del sector.

Manuel Casino | @mcasino8 | Septiembre 2024

LoGOs Energía ha decidido hacer del biogás su estandarte para avanzar hacia la ansiada neutralidad en carbono. Una apuesta que esta empresa cántabra, creada hace poco más de cuatro años, materializará en los próximos meses con la construcción de una planta de biogás en Alconera (Badajoz) con la que aspira a perfilarse como líder en este ámbito en un futuro inmediato. Con una inversión de 17 millones de euros, la planta, que prevé impulsar la economía local con la creación de hasta una veintena de empleos directos, tendrá capacidad para tratar 253.000 toneladas de residuos al año, principalmente provenientes de instalaciones agrícolas y ganaderas de la provincia. Según sus cálculos, su producción permitirá abastecer con gas ‘verde’ a más de 6.300 hogares. Así lo ha explicado el consejero delegado de la comercializadora cántabra de energía, José Francisco González Payno, quien no duda en referirse al biogás como uno de los pilares de la estrategia de la compañía en su firme propósito de impulsar la transición hacia fuentes de energía más sostenibles.

De hecho, tras este proyecto, que actualmente se encuentra en tramitación administrativa, esta joven compañía con sede en Santander anuncia que ya trabaja en el proyecto de otras dos plantas de similares características en la comunidad extremeña, aunque sin querer adelantar aún cuáles serían sus emplazamientos. “Queremos que los proyectos los conozcan primero los vecinos, que sepan qué es una planta de biogás, qué beneficios conlleva y cómo contribuye a la sostenibilidad energética y a la generación de energía sostenible. Así lo hemos hecho con la planta de Alconera y así lo haremos con el resto”, advierte.

Lo que González Payno sí confirma es que detrás de esta decisión se encuentra el hecho de que Extremadura sea una zona con gran actividad agrícola y ganadera. “Las plantas de biogás ofrecen una solución eficaz a uno de los principales desafíos a los que se enfrentan ganaderos y agricultores, que no es otro que la gestión de los purines. Es evidente que su instalación cerca de las fuentes de estos residuos asegura un suministro constante de materia prima”, argumenta.

Comercializadora de luz y gas

LoGOs es una comercializadora de electricidad y gas especializada en atender las necesidades energéticas de negocios, empresas y autónomos, fundamentalmente, aunque su consejero delegado admite que también dedica una parte significativa de su actividad al mercado residencial. “Tenemos una sólida base de clientes porque somos muy competitivos en tarifas para estos colectivos”, aclara refiriéndose a los primeros. “Sabemos adaptarnos a las necesidades específicas de este tipo de clientes, en lugar de requerir que sean ellos los que se ajusten a nuestros servicios. Esta capacidad diferenciadora nos distingue de otras comercializadoras”, enfatiza.

José Francisco González Payno, consejero delegado de LoGOs Energía (i) y José Carlos Pérez Balza, director general de la empresa (d). Foto: Nacho Cubero.

Gracias a una extensa red de canales comerciales, la empresa comercializa su energía por todo el territorio nacional, aunque sus principales mercados se encuentran en Madrid, Castilla y León y la zona mediterránea, además de en Cantabria, así como en Portugal, un territorio en el que cuenta con la comercializadora PortuloGOs Energía, con sede en Lisboa y en el que en el 2023 obtuvieron un fuerte crecimiento.

LoGOs Energía, que emplea a cerca de medio centenar de personas en España –“casi todas de Cantabria y muchas procedentes de la Escuela Politécnica de Ingeniería de Minas y Energía, de Torrelavega”, según se apresura a concretar su consejero delegado– y otras quince en el vecino país, obtuvo el pasado ejercicio una facturación global aproximada de 100 millones de euros. “Nuestras expectativas son las de aumentar los números en ambos mercados y consolidar la compañía entre las principales empresas del sector energético en España”, precisa.

La empresa también ofrece a sus clientes la posibilidad de instalar paneles solares tanto en su negocio como en su domicilio y sigue de cerca los avances en tecnologías de hidrógeno, una opción energéticamente “prometedora” y que , aseguran, “nos entusiasma explorar” para posibles oportunidades futuras. De hecho, LoGOs es socio de la Asociación Española del Hidrógeno, la entidad encargada de fomentar el avance de esta tecnología para su utilización energética en aplicaciones industriales y comerciales.

El análisis de datos, la puerta a la innovación

Considerado uno de los mayores expertos en energías renovables y eficiencia energética en España, González Payno destaca la importancia del Big Data para la transformación profunda que hay que acometer en este y otros sectores. “El análisis del dato nos proporciona herramientas y conocimientos que nos permiten optimizar operaciones, mejorar la eficiencia y ofrecer servicios más personalizados a nuestros clientes. Desde previsiones de demanda, optimización y gestión de suministros, ofertas personalizadas a los clientes analizando su uso de energía”, explica el directivo de la empresa cántabra, que considera esa una de las principales claves competitivas de LoGOs: “No es que crea que el futuro pase por el análisis masivos de datos, es que es el presente porque nos dota de nuevas capacidades, nos posiciona para enfrentarnos a los desafíos y retos actuales y nos abre la puerta a la innovación en el desarrollo de nuevos productos y servicios. Saber aprovechar estas capacidades hace posible que te puedas posicionar mejor en un mercado tan dinámico como es el energético”, remarca.

Sobre la evolución del sector, el CEO de LoGOs destaca el papel “crucial” del almacenamiento energético toda vez que el desarrollo de determinadas renovables, como la solar y la eólica, dependen de condiciones ambientales que no siempre coinciden con los patrones de demanda de energía.  “Aquí es donde entra en juego el almacenamiento energético, permitiendo que la energía generada en momentos de baja demanda se almacene y se utilice cuando sea necesario. Este proceso no solo asegura un suministro continuo y confiable, sino que también optimiza el uso de recursos renovables, reduciendo la necesidad de depender de fuentes fósiles en momentos pico”, describe.

Oficinas centrales de LoGOs Energía, en Santander. La comercializadora cuenta con una plantilla de más de 50 personas, la mayoría de Cantabria. Foto: Nacho Cubero.

A su juicio, las baterías de iones de litio, el almacenamiento térmico y tecnologías emergentes como las baterías de flujo y el hidrógeno están transformando la forma en que almacenamos y utilizamos la energía. “De hecho –prosigue– diría que, en términos de evolución del sector, el almacenamiento de energía está impulsando la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías. A medida que sigamos avanzando hacia un sistema energético más limpio y eficiente, el papel del almacenamiento será cada vez más crucial para lograr un equilibrio entre la generación y el consumo”, recalca.

En ese camino sin retorno, González Payno reconoce que en los últimos años se observa un cambio significativo en la forma en que la sociedad percibe y utiliza la energía. “Cada vez más, las personas y las empresas están tomando decisiones más conscientes y racionales respecto al consumo energético”, subraya. Un cambio que, sostiene, se debe a la mayor concienciación sobre la importancia de la sostenibilidad y el impacto ambiental de nuestras acciones. “Hoy en día, los consumidores somos más conscientes de nuestra huella de carbono y buscamos activamente maneras de reducir el consumo energético. Esta tendencia se refleja en el creciente interés que despiertan las soluciones de eficiencia energética, la adopción de tecnologías renovables y el impulso hacia prácticas más sostenibles en el hogar y en el lugar de trabajo”, razona. Un proceso al que, en su opinión, también están contribuyendo de manera decidida los avances tecnológicos. “Las innovaciones en sistemas de gestión de energía, dispositivos inteligentes y energías renovables permiten a los usuarios monitorear y controlar su consumo de manera más eficiente que nunca”.

Principales retos

En su análisis de este sector en constante evolución por la necesidad de sostenibilidad, la innovación tecnológica y las expectativas cambiantes de los consumidores, el máximo responsable de LoGOs admite que sigue siendo un reto la transición hacia fuentes de energía más sostenibles, no solo en la búsqueda de nuevas fuentes, sino también en cuanto al mantenimiento y la eficiencia de las actuales. “La descarbonización, que debe ser global y el esfuerzo compartido por todos, requiere cambios sustanciales en la producción, distribución y consumo de energía, así como la adaptación a políticas y regulaciones ambientales cada vez más estrictas”, indica.

Sin olvidarse del almacenamiento, al que señala como otro de los principales desafíos al que se enfrenta el sector, González Payno defiende por encima de todo la obligación de las empresas de adaptarse a las necesidades y cambios del consumidor. “Los consumidores están cada vez más informados y demandan opciones energéticas más sostenibles y personalizadas. Este cambio requiere que las compañías de energía adoptemos un enfoque centrado en el cliente”, concluye.

 


Las plantas de biogás y su papel frente al cambio climático

Sobre las bondades de las plantas de biogás en la lucha contra el cambio climático, desde LoGOs Energía destacan, en primer lugar, la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. Según explican, el biogás se produce mediante la digestión anaerobia de materia orgánica, como residuos agrícolas, estiércol o desechos alimentarios. Durante este proceso, se captura el metano, un gas de efecto invernadero que es 25 veces más potente que el CO2. En lugar de liberarse a la atmósfera, el metano se convierte en una fuente de energía.

Además, recuerdan que el biogás puede reemplazar a los combustibles fósiles para la generación de electricidad y calor. Al usar biogás en lugar de combustibles como el carbón o el gas natural, se reduce la emisión de CO2, aclaran.

En segundo término, recalcan que este tipo de plantas permite una gestión de residuos sostenible, ya que los residuos orgánicos se transforman en una fuente de energía útil, lo que, subrayan, promueve una economía circular y reduce la presión sobre los recursos naturales.

Asimismo, reiteran que se trata de una fuente de energía renovable que puede utilizarse de manera continua, a diferencia de algunas otras fuentes renovables, como la solar o la eólica, que son intermitentes.

Por último, defienden que el biogás fomenta la agricultura sostenible. Y lo explican: “El proceso de digestión anaerobia produce digestato, un subproducto que puede ser utilizado como fertilizante orgánico. Esto reduce la necesidad de fertilizantes químicos. Además, el uso de este material como fertilizante mejora la calidad del suelo, aumentando su capacidad de retener carbono y promoviendo prácticas agrícolas más sostenibles”.

El programa ‘RuralEmprende’, que había venido desarrollándose en Cantabria en el Valle del Nansa y en Peñarrubia, además de en la andaluza Serranía de Ronda, se extiende a Valderredible, donde una veintena de emprendedores participan ya en la formación que les orienta en sus primeros pasos para convertir sus proyectos en empresas. De entre todos los proyectos presentados a ‘RuralEmprende’, tres recibirán un capital semilla y asesoramiento hasta finales de 2025.

Ana Bringas | Septiembre 2024

Es probable que al pensar en Valderredible su cabeza se llene de bonitos paisajes con el imponente Ebro como protagonista o con la presencia de alguna de esas pequeñas iglesias u otras construcciones del románico rural. También es posible que le atraviese el dato que posiciona a este término municipal como el de mayor extensión de la región cántabra o que sepa que son más de 50 –en concreto 53– las localidades que conforman el municipio. Quizás entre esos pensamientos no exista ninguno que se acerque al emprendimiento, la economía o los negocios más allá de la ya popular producción de patatas o la relevancia que ha tomado la ganadería en la zona. Pero lo cierto es que, además de ser una joya paisajística y natural, Valderredible es aún una comarca por explotar con mucho potencial y grandes ideas en ebullición que el programa ‘RuralEmprende’ de la Fundación Botín está tratando de poner en valor para que al reflexionar sobre este lugar el abanico de posibilidades sea mucho más amplio.

Financiada con fondos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico del Ejecutivo nacional, esta iniciativa, que nació en el Valle del Nansa y Peñarrubia en 2009,  viajó años más tarde hasta Andalucía y se extiende ahora al sur de Cantabria, busca fomentar el emprendimiento como palanca para afrontar el reto demográfico en lugares que tratan de paliar la despoblación. Por ello, se dirige a emprendedores de municipios rurales de menos de 5.000 habitantes que acceden a un programa de formación enfocado a mejorar la viabilidad y escalabilidad de sus proyectos superando los múltiples obstáculos de instalarse en pequeñas poblaciones. Un asesoramiento que ya existe y es más fácil encontrar en zonas urbanas y que gracias al programa se incorpora al medio rural.

Además de la ya mencionada lucha contra la despoblación, fomentar el emprendimiento, crear empleo y mejorar la calidad de vida de los vecinos son algunos de los estandartes de ‘RuralEmprende’, que seleccionará tres propuestas de entre sus veinte participantes valorando especialmente que la idea de negocio sea susceptible de ser desarrollada en los territorios del programa y por parte de personas que residan en la zona; su capacidad para generar empleo y favorecer el asentamiento de la población; su vocación de valorizar los recursos locales de forma respetuosa con el medio ambiente; y también de aquellos que promuevan las actividades agrícolas, ganaderas, forestales o agroindustriales.

Mario Romanillo en ‘Casa Roma’, el negocio que regenta, que combina el alojamiento rural con la organización de talleres, eventos y retiros. Foto: Nacho Cubero.

Psicología, hostelería rural y orientación educativa

Las que se han presentado son ideas innovadoras que combinan, en muchos casos, lo tradicional con prácticas más curiosas, como el proyecto de Luna Manolis que a una cafetería de las de siempre le agrega un espacio donde ejercer su trabajo como psicóloga clínica añadiendo también yoga y masajes para mejorar la salud física. Luna, de 26 años, es de San Martín de Elines, aunque ha pasado gran parte de su vida en Estados Unidos. Regresó a Valderredible tras la pandemia y su afición por la repostería –marcada por las costumbres y recetas estadounidenses– sumada a su profesión la llevaron a idear un futuro establecimiento que combine ambas pasiones, un pequeño local “con mucha luz y alegría”, donde vender bollería y café artesano y ayudar psicológicamente a sus clientes.

A diferencia de otros compañeros más experimentados, Luna confiesa que nunca ha llevado un negocio y asegura que está en el programa para aprender. Explica que ‘RuralEmprende’ “está muy bien” y, aunque no sabe si finalmente llevará a cabo su idea, dice estar “abierta a otras oportunidades y pivotar”. “Aquí en el mundo rural no hay muchas oportunidades si no estás en ganadería o hostelería, por eso emprender es importante y todos nos estamos llevando algo muy especial de este programa”, matiza la emprendedora cántabra.

En ello coincide Mario Romanillo. Él ya tiene su negocio en marcha desde las pasadas navidades: ‘Casa Roma’ es un alojamiento rural emplazado en un antiguo edificio reformado capaz de alojar a catorce personas. Además del alquiler vacacional, como emprendedor Mario pretende organizar talleres, eventos y retiros en la finca en colaboración con otros profesionales. La primera actividad tuvo lugar meses atrás, cuando desarrolló un taller de cocina japonesa con la participación de doce personas y la cooperación de una cocinera de origen nipón que regenta un negocio en la capital cántabra. Ahora agradece el asesoramiento y la información proporcionada por el programa y señala su “gran utilidad”.

Jorge Cuevas, uno de los emprendedores que participa en el programa y que tiene previsto poner en marcha su academia en septiembre. Foto: Nacho Cubero.

Jorge Cuevas, otro de los participantes en la iniciativa, centra su futuro negocio en la orientación de niños con necesidades especiales mediante sesiones tutorizadas que, si todo va como prevé, se empezarán a impartir en septiembre en su academia ‘Raíces y sueños’. En concreto, su proyecto consiste en ofrecer formación personalizada dirigida a aquellos alumnos que presenten dificultades para seguir las clases, así como un apoyo en inglés. Lo novedoso de la idea de Jorge, que es maestro de profesión y natural de Matamorosa, es que su academia será también campamento de verano en época no lectiva. Conocimientos sobre fauna y flora, primeros auxilios, sistemas de riego, técnicas de supervivencia básicas en la naturaleza o reconocimiento de huellas son algunos de los temas que tratará de enseñar a sus alumnos. Sobre la formación de ‘RuralEmprende’, Jorge hace una valoración muy positiva: “Es una pasada. No me lo esperaba”, apunta con sorpresa, destacando el nivel de la formación que se imparte en los cursos: “No puedes perder la atención porque los ponentes son brillantes y lo que enseñan es oro”. En la misma línea, desde la coordinación del programa indican que la formación es para sacar adelante un proyecto de vida, no un cursillo de emprendimiento.

Diversidad de sectores

Las propuestas de los participantes en ‘RuralEmprende’ son variadas, todas muy personales. Algunas de ellas se centran en el sector servicios, que es precisamente el que mayor presencia tiene en Valderredible tal y como se desprende de la información sobre la economía del municipio que aclara que un 32,63% del total de negocios pertenecen a este sector y por lo tanto marca con contundencia la actividad y acapara la mayor parte del empleo en el territorio. De estos datos también sobresale la existencia de promotoras del sector agrícola, en el que destaca la ya citada producción de patatas y su vinculación con la hostelería y el comercio; y el sector ganadero, donde resalta el vacuno cárnico de razas industriales. A ello se suman nuevas propuestas que se proclaman como alternativas económicas de interés y con un importante potencial de desarrollo como las plantaciones de arándanos o la producción de queso artesano. Por su parte, el ocio está presente pero en menor medida y es por el momento un complemento para la actividad turística. En este punto se debe subrayar que pese a que Valderredible cuenta con recursos turísticos muy válidos para atraer a visitantes, la mayoría de ellos se encuentran infrautilizados. Aún así, los emprendedores proyectan negocios que le otorgan gran peso a la naturaleza y el medio ambiente como lugar donde desarrollar actividades de recreo o expansión.

Un rico patrimonio natural, un extraordinario bagaje arquitectónico, una pequeña oferta de experiencias de viñedo, alojamientos, gastronomía, actividades de ocio… son algunos de los puntos fuertes del territorio en este sentido junto a los sectores que cargan actualmente con el peso de la economía del municipio y que aún pueden exprimirse más. Es precisamente lo que explora este programa de la Fundación Botín, que asimismo nombra otros recursos como elementos clave a explotar. Entre ellos, las diversas infraestructuras de interpretación presentes en la localidad que suponen un valioso reclamo para la atracción de visitantes o el potencial del capital relacional de personas y organizaciones vinculadas con el territorio.

Marta Cosío, que puso en marcha su negocio en 2009 con apoyo del programa ‘NansaEmprende’, tiene previsto inaugurar una segunda panadería en Ruente. Foto: Belén de Benito.

Esta es la primera edición del programa de emprendimiento de la Fundación Botín en el Real Valle de Valderredible, no obstante cuenta con antecedentes en Cantabria y fuera de ella. Ya se ha desarrollado con éxito en el Valle del Nansa y Peñarrubia en varias ocasiones, se puso en marcha en 2009 y desde entonces ha guiado en sus primeros pasos a emprendedores de todos los sectores. Marta Cosío formó parte del programa hace ya 13 años y consiguió hacerse con un segundo puesto con su propuesta de crear una zona de degustación en una panadería tradicional. Su negocio, ‘La Panadería de Puentenansa’, nació al jubilarse los dueños del establecimiento anterior y sigue funcionando a día de hoy. Marta, que es vecina de Cosío, recuerda que su participación fue muy enriquecedora: “Aprendes cosas que no sabes, empezando por cómo poner un precio”, rememora ahora que está a punto de inaugurar una segunda panadería en Ruente.

Más allá de las fronteras cántabras, en la Comarca Natural de la Serranía de Ronda, en Andalucía y a caballo entre Málaga y Cádiz, la primera experiencia del proyecto obtuvo la participación de 24 emprendedores el pasado año. La intención actual de la Fundación Botín es poder replicar el programa de fomento al emprendimiento –que ha ayudado ya a más de 250 personas– en otros territorios con la ayuda de diferentes socios.

Esta empresa educativa especializada en actividades extraescolares, que acaba de celebrar su décimo aniversario, apuesta por nuevas líneas de negocio orientadas a servicios sociales, por la conciliación y por la formación de futuros trabajadores del ocio y el tiempo libre. Además, la Escueluca advierte de la amenaza que representan las ETT para el sector, a las que acusa de “tirar” los precios en los concursos públicos.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Julio 2024

Una década de innovación educativa. De este modo anunciaba La Escueluca la celebración hace unas semanas de su décimo aniversario y ahora convalida Pablo Bellota, uno de los tres socios fundadores, junto a Ángel Lanza y Maite Gil, de esta empresa que, según explica, apuesta por un enfoque audaz e innovador para el aprendizaje alejado de las convenciones educativas tradicionales. “Creemos que la escuela adolece de la motivación necesaria y el disfrute por emprender. Por eso, ya sea en el ámbito formal o informal, nos centramos en unificar la cuestión educativa y lúdica, dos aspectos que, a nuestro juicio, deben ir de la mano. De ahí que intentemos siempre impregnar a todas nuestras actividades de ese enfoque más lúdico”, razona Bellota desde la sede social ubicada en la capital de Cantabria.

En su repaso de estos diez años, explica que esta empresa, especializada en un primer momento en actividades extraescolares en centros educativos de Cantabria, ha ido poco a poco abriéndose a nuevas líneas de negocio orientadas a los servicios sociales, fundamentalmente a través de programas municipales de intervención con menores en riesgo de exclusión, así como al ámbito de la conciliación, con la oferta de campamentos urbanos y campus educativos coincidiendo con los periodos no lectivos de los escolares. Un periplo en el que también destaca su constitución en Escuela Oficial de Tiempo Libre para ofrecer formación a los futuros profesionales de este sector que, admite, es muy estacional.

 

Pablo Bellota, Maite Gil y Ángel Lanza, socios promotores de La Escueluca, ante la sede de la empresa, en la calle General Dávila de Santander. Foto: Nacho Cubero.

Un paso que dieron en 2018 y que Bellota justifica en la necesidad de crear una cantera propia de trabajadores, a los que no duda en considerar el “pilar fundamental” de la empresa. “Necesitamos contar con una plantilla muy extensa para atender todas las actividades que ofrecemos. En los periodos álgidos, podemos llegar a superar los cien trabajadores, pero en general se trata de empleos con poca carga de horas de trabajo que se ajustan bien a perfiles de estudiantes de Magisterio, monitores de tiempo libre, educadores sociales y todos aquellos otros que tengan en su formación un componente social, educativo y de ocio”, aclara este joven empresario.

En todo caso, sostiene que el problema no es tanto de demanda, que la hay, sino de distribución geográfica. “En municipios como pueden ser Santander, Torrelavega o Laredo no tenemos demasiadas dificultades para encontrar personal cualificado, pero en entornos más rurales sí que nos cuesta dar con personas que quieran desarrollar estas actividades”, subraya. Por eso,  Bellota afirma que han realizado un llamamiento a los ayuntamientos alejados de los grandes núcleos urbanos a que “lancen” este tipo de cursos:  “Porque nos consta que existe una demanda real por parte de centros educativos de esas zonas que en muchas ocasiones no podemos hacer frente por falta de personal”.

Hacer más atractivo el sector pasa, en gran medida, por ofrecer mayor estabilidad laboral, un objetivo que Bellota asume que resulta complicado porque las extraescolares, dice, “son las que son, siempre a la misma hora y no se pueden duplicar”: “Prácticamente todos los trabajadores están a jornada completa durante los meses de verano, pero no así durante el resto del año. De ahí que estemos intentando orientar nuestra actividad hacia los servicios de sociales o de guardería, que son más estables y conllevan una mayor carga de horas de trabajo a lo largo del año. Sea como fuere, procuramos que nuestros empleados puedan compaginar varias actividades. Es decir, tener la menor plantilla con la mayor estabilidad posible. Pero, como digo, en este sector tan estacional no siempre es sencillo”, concede.

«Los trabajadores buenos nos los quitan porque, quieras o no, nuestros monitores trabajan en centros educativos, donde a la postre llevamos a cabo el 95% de nuestra actividad de extraescolares, que pueden ofrecerles una carga de trabajo y una estabilidad que nosotros no podemos». Pablo Bellota, cofundador de La Escueluca.

Como consecuencia de esta realidad, el cofundador de esta empresa educativa también advierte de las dificultades que tienen para retener el talento, que prefiere la mayor estabilidad laboral que les ofrece los colegios privados y concertados, o incluso la propia Administración a través de oposiciones públicas.  “Los trabajadores buenos nos los quitan porque, quieras o no, nuestros monitores trabajan en centros educativos, donde a la postre llevamos a cabo el 95% de nuestra actividad de extraescolares, que pueden ofrecerles una carga de trabajo y una estabilidad que nosotros no podemos. Y contra eso no podemos luchar. Ese es el mayor hándicap de este sector”, advierte.

Así las cosas, reconoce que el mayor volumen de trabajo de su empresa se concentra en julio y agosto, meses en los que los ingresos se triplican y que dan soporte a una buena parte de la facturación anual, que el pasado año rondó la cifra récord de 1,25 millones de euros, pero que tienen un pero: dependen en demasía de los contratos públicos. En este sentido, admite que solo ‘El Veranuco’ de Santander, un proyecto que llevan gestionando, con excepción de 2020, desde hace ocho años y que tienen prorrogado hasta 2025, les aporta alrededor de 400.000 euros anuales. “Es evidente que este programa nos da mucha estabilidad y tranquilidad para el resto del año y que dependemos de los contratos públicos para crecer, pero nuestro objetivo es poder subsistir sin ellos porque, al final, los proyectos públicos pueden salir o no salir”, conviene.

Escollos: la competencia de las ETT y la reforma laboral

Llegados a este punto, Bellota se refiere además a la creciente competencia que existe en el sector que, según sostiene, no proviene tanto de empresas de Cantabria como la suya –“fuertes seremos cuatro o cinco”, enfatiza– sino sobre todo de las grandes empresas de trabajo temporal (ETT’s) nacionales, a las que acusa de tirar los precios. “Adecco, Flexiplan o Eulen, por citar algunas de ellas, son empresas que van a precio. Si se presentan a la convocatoria de estos proyectos públicos, nos arrollan”, admite el portavoz de La Escueluca, que advierte sobre las implicaciones que puede tener adjudicar este tipo de servicios atendiendo únicamente a su coste: “Aquí no estamos hablando de limpiar un aula, estamos hablando de cuidar niños y de desarrollar actividades lúdicas con los mejores profesionales y los mejores materiales posibles. Por tanto, tirar los precios significa tirar la calidad del proyecto. Porque o lo haces barato, o lo haces bien, pero las dos cosas a la vez es bastante complicado”, enfatiza visiblemente molesto con el papel de estas ETT que, asegura, exclusivamente se ciñen a lo económico y que, a diferencia de su empresa, concurren en todos los sectores y en todas las comunidades autónomas. “Nosotros somos muy artesanos y trabajamos solo en Cantabria porque nos gusta hacer poco, pero bien hecho. No queremos entrar en esa pelea que nos llevaría a tener que reducir la calidad de nuestra propuesta”, resalta antes de incidir en que este escenario constituye la mayor amenaza en el ámbito de los concursos públicos.

“Vemos que, sistemáticamente, las empresas de Cantabria estamos perdiendo muchos proyectos que al final van a parar a manos de estas ETT”, argumenta Bellota, quien solicita una revisión de la Ley de Contratos del Sector Público para impedir que existan contratos de servicios y de atención de personas en los que exclusivamente se valoren los aspectos económicos. “Creemos que las condiciones técnicos deberían tener mucho más peso en este tipo de concursos y no, como ocurre en algunos casos con convocatorias del Gobierno de Cantabria, en los que el 100% son solo cuestiones económicas”, resuelve antes de citar como ejemplo el caso PROA+, el Programa para la Orientación, el Avance y el Enriquecimiento Educativo lanzado por el Ejecutivo regional en el que solo se tienen en cuenta criterios económicos. “Evidentemente, la calidad de este proyecto será la que sea”, asevera de forma un tanto enigmática.

Pablo Bellota, con el cartel del programa de actividades para este año. Foto: Nacho Cubero.

Por otro lado, el portavoz de La Escueluca asegura que otro de los principales problemas del sector descansa en la reforma laboral y la nueva categorización de los contratos, que les obliga a hacer fijos discontinuos a todos los trabajadores con contratos inferiores a un mes si no quieren que la Seguridad Social les cobre más de 20 euros por cada alta formalizada, aunque sea para desarrollar una actividad de animación de unas pocas horas. “Carece de sentido. Es una política que puede tener mucha lógica para determinados sectores, pero no para el nuestro. Con esta reforma el Gobierno ha puesto el pie en la nuca de las empresas. Una ley que nació para evitar la piratería en el sector está contribuyendo aún más a ella porque, en muchos casos, cuesta más dar de alta a un trabajador por solo tres horas que lo que cuesta el propio trabajador”, reflexiona.

Según detalla, esta situación les ha llevado a tener en sus diez años de existencia otras tantas inspecciones de Trabajo porque este organismo entiende que, al dar tantas altas y bajas laborales, son una empresa sospechosa. “No nos preocupa porque en nuestro caso tenemos todo regularizado, pero no entendemos por qué no se inspeccione con el mismo celo la actividad de otras empresas que facturan cientos de miles de euros pero que, como no dan altas, no son sospechosas, aunque sobre ellas pesen incluso denuncias de fraude”.

A su juicio, las leyes no se adaptan a empresas como la suya, por lo que reclama flexibilizar las fórmulas. Y pone varios ejemplos para explicarlo: “Si una familia nos llama un sábado para contratar a un monitor de animación para el día siguiente, ¿cómo doy de alta a ese trabajador? ¿Lo hago el lunes con carácter retroactivo? Obviamente, eso no se puede y perdemos esa actividad. Asimismo, tenemos un servicio de ocio con colegio de educación especial de Torrelavega en los que los monitores acompañan los fines de semana a menores con discapacidad a ir al cine o a cenar para socializar. ¿Qué ocurre si ese trabajador te llama el sábado por la mañana para decirte que está enfermo? ¿Cómo doy de alta a la persona que le sustituye? Al final, además, nosotros llevamos todos estos trámites con una gestoría, que los sábados está cerrada”, lamenta.

En cuanto a los servicios demandados, Bellota apunta a que las familias, cuando acuden a ellos, buscan ir más allá de la pura conciliación, a diferencia de lo que sucedía hace unos años cuando ese era el criterio fundamental: “Éramos ‘aparcamientos’ de niños de Primaria e Infantil”, describe gráficamente para marcar distancias con la situación actual, en la que se demanda más aprendizaje, algo más educativo y de mayor calidad humana “y, sobre todo, sentir que dejan a sus hijos en buenas manos”, sostiene.

Futuro optimista

De cara a este a este verano, Bellota avanza que las perspectivas son muy buenas, no solo porque llega la temporada alta gracias a los campus municipales, sino también porque les han surgido otras actividades extras en colegios y algún que otro ayuntamiento como el de Camargo, además de diferentes eventos de carácter lúdico para adultos en los que, destaca, al lado siempre hay una sección de niños, ya sean talleres, pintacaras, tatuajes o hinchables.

El cofundador de La Escueluca asegura que las mayores oportunidades del sector se presentan fundamentalmente en el ámbito de la conciliación que, a su entender, va a seguir siendo muy necesaria en los próximos años. En este sentido, defiende el calendario escolar de Cantabria, con periodos de descanso de una semana cada bimestre: “Tiene mucha razón de ser y nos gusta mucho desde el punto de vista pedagógico, pero aún más desde el punto de vista empresarial”.

“Lo que más trabajo nos lleva es concienciar a las familias de la importancia de complementar la educación formal con otras disciplinas y competencias que no se adquieren en las aulas pero que son igual de importantes”, señala, citando entre ellas el deporte, las artes escénicas o las plásticas a las que se refiere como las grandes olvidadas de la escuela tradicional.

Lo que tiene muy claro es que las actividades extraescolares en Cantabria son demasiado baratas comparadas con otras comunidades autónomas y otros servicios análogos. “Estamos hablando de que una extraescolar tiene un precio medio de 18 euros mensuales por cuatro clases de una hora de duración cada una, es decir, 4,5 euros por hora. Si lo comparamos con lo que puede ser una academia de idiomas o cualquier otro tipo de actividad diría que es un precio regalado. Pero es en lo que se mueve actualmente el sector y resulta muy complicado aumentarlo porque, al final, estamos trabajando en centros educativos –La Escueluca lo hace en 30 colegios– en los, quieras o no, las familias lo perciben como algo propio del centro, aunque, como su propio nombre indica, es extraescolar y voluntaria”, concluye.

La Cámara de Comercio de Cantabria promueve la interrelación entre las empresas con actividades que combinan el componente lúdico con la generación de contactos que abran la posibilidad a nuevas relaciones de negocio. Con la internacionalización, la sostenibilidad y la digitalización e innovación como ejes, el Club Cámara ofrece formación a medida, la posibilidad de usas las salas e infraestructura de la sede cameral y descuentos en las actividades que organiza la entidad. Con una cuota que va de los 100 euros que paga un autónomo a los 3.000 que abonan los ‘partners’, la plataforma, que cuenta actualmente con 250 socios, quiere alcanzar los 300 antes de que acabe el año.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Julio 2024

No es una iniciativa completamente nueva, y tampoco es la primera vez que la Cámara de Comercio de Cantabria busca nuevas vías para aumentar su catálogo de servicios y su atractivo para las empresas. Pero el renovado planteamiento que se ha realizado al Club Cámara dota a esta plataforma de argumentos para hablar, cuanto menos, de un cambio de naturaleza. Frente a la atonía y falta de definición que le ha caracterizado en muchos momentos desde que el conjunto de cámaras de comercio pusieran en marcha esta red, la de Cantabria ha conseguido activar varias vías que consiguieron aumentar su atractivo y utilidad. Lo que se pretende ahora es darle un nuevo empujón.

Francisco Dueñas es hoy el responsable del Club Cámara, tras heredar esas funciones de Ana González Pescador, a quien no duda en señalar como la ideóloga de la transformación que ahora le toca a él dotar de continuidad. De ella partió la idea de hacer pivotar el Club Cámara sobre el concepto ‘doing business’, poniendo los medios que puede articular la cámara al servicio de sus socios, pero sobre todo haciéndolo para alcanzar objetivos concretos en beneficio del conjunto. “Se trata de dar forma a un verdadera plataforma de negocios, ofreciendo ventajas específicas a los socios, recogiendo sus ideas y generando una red de contactos”, resume Dueñas.

Los diferentes ‘clubes’ a los que han ido dando forma las distintas cámaras españolas se concibieron como una alternativa para que estas entidades captasen socios dispuestos a abonar una cantidad determinada por pertenecer a ellos, sustituyendo así en cierto modo a lo fue la cuota cameral obligatoria con la que estas corporaciones de derecho público se financiaron hasta 2012. Pero lo cierto es que, más allá de ese objetivo genérico, pocas fueron las que concretaron qué hacer para que a una empresa determinada le compensase pagar una cantidad anual a cambio de la pertenencia a ese círculo empresarial. “No se ha hecho mucho, eso es cierto, y eso es lo que planteó cambiar Ana, dotando de contenido al club de manera que a sus socios les sea rentable el pago de la cuota. Y sobre todo queremos que quienes sea miembros del club nos usen, porque si nos usan salimos baratísimos”, asegura Francisco Dueñas.

Francisco Dueñas, responsable del Club Cámara, y Rosa Vega, vicesecretaria y directora de Operaciones de la Cámara de Comercio de Cantabria. Foto: Nacho Cubero.

Los miembros del Club Cámara pagan una cuota variable, que se fija en función de la facturación de las empresas y que va desde los 100 euros anuales que pagaría un autónomo a los 3.000 que corresponden a los ‘partner’, pasando por los 300 que abonan los colegios profesionales. A cambio de esa cantidad tienen derecho por ejemplo a un primer uso gratuito de las salas y equipos de la Cámara de Comercio, y a un descuento del 50% las siguientes. “Solo con eso ya hay muchos socios que rentabilizarían su pago, pero que es que lo que ofrecemos es mucho más que eso”, apunta el responsable del Club Cámara. Dueñas enumera alguna de esas ventajas: un 25% de descuento en las acciones formativas, con la posibilidad de diseñarlas a medida de lo que precisen los socios, apoyo a la asistencia jurídica de las empresas o la difusión de los logros y noticias generados por las empresas miembros en el boletín y las redes sociales del Club Cámara. A ello hay que añadir el amplio abanico de oportunidades que pueden generarse a partir de la interrelación entre quienes forman parte de la red, a la que sus responsables orientan en todo momento a la consecución de este objetivo.

Entre lo lúdico, lo social y lo profesional

Las jornadas organizadas en el marco del Club Cámara constituyen el principal escenario, aunque no el único, en el que pueden propiciarse esos contactos entre socios de los que luego pueden resultar oportunidades concretas de negocio. Son también el principal ejemplo del enfoque que se busca con la plataforma: aunar lo lúdico y lo social con lo empresarial, a través de eventos aptos tanto para desconectar del día a día como para presentar la propia empresa y conocer la del resto en un marco alejado de la rutina y los formalismos del día a día.

Como en otras áreas de la actividad del club, la organización de las jornadas está abierta a las sugerencias de los miembros. Es el caso, por ejemplo, de la organizada por Guppy el pasado 5 de marzo, con motivo de la celebración del Día Mundial de la Eficiencia Energética, reuniendo a un grupo de empresarios del Club Cámara para disputar una prueba de conducción eficiente con los vehículos eléctricos facilitados por esta empresa. Aunque el resultado era lo de menos, los ganadores de esta primera edición de la ECORuta fueron Ingram Micro, Edscha Santander, Grupo Amper e Incentro. “Lo cierto es que lo pasamos muy bien, y también fue una oportunidad para que los participantes se conocieran de una manera muy distinta a como lo hubieran hecho en un encuentro formal de sus empresas”, señala Francisco Dueñas, que considera que ese es solo un ejemplo de las actividades que pueden llevarse a cabo en el seno del club, tan variadas como lo sean las ideas de sus miembros.

Actualmente el Club Cámara cuenta con 250 socios, entre los que se cuentan la mayoría de las mayores empresas de Cantabria. El objetivo, apunta su responsable, es alcanzar los 300 miembros antes de que acabe el año, para lo que confía en las labores de difusión de la propia Cámara de Comercio y en las que puedan realizar los propios socios a partir de su experiencia, pero también en la incorporación de nuevas ventajas que añadan atractivo a esta plataforma empresarial. Menciona, por ejemplo, la posibilidad de que los socios puedan utilizar servicios similares a los que disfrutan en Cantabria en otros puntos de España, o incluso en el resto de Europa, aprovechando la extensión de la red cameral. Pero sobre todo insiste en la idea central que inspira el proyecto: que los socios utilicen la red, que aprovechen lo que esta ofrece pero, al tiempo, que propongan iniciativas que puedan encajar en lo que siempre han sido los elementos distintivos de la oferta cameral, y que lo son también de la plataforma: la internacionalización, la sostenibilidad y la digitalización e innovación.

En dos décadas en funcionamiento, Laboreso ha facilitado un primer acercamiento al mundo laboral a más de 10.000 estudiantes de entre 15 y 16 años. En Cantabria Negocios hemos contado con cuatro estudiantes (el más reciente, en abril de este año), a quienes hemos vuelto a contactar para preguntarles por sus impresiones de esta experiencia.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Julio 2024

En Cantabria Negocios atendimos en 2012 la primera llamada de Laboreso para solicitar nuestra participación en el programa. Pedro Rodríguez, el encargado de coordinar el programa desde la Cámara de Comercio de Cantabria, nos pidió acoger durante dos semanas a una alumna de 4º de ESO que había solicitado hacer sus prácticas de Laboreso –un nombre que hasta entonces no habíamos oído nunca– en una empresa periodística. Entonces conocimos a Sara Sánchez Portilla, con quien compartiríamos redacción durante 15 días. Su llegada nos planteó varias preguntas. La principal, desde luego, era qué trabajos encomendar a una estudiante que todavía no había completado la educación secundaria y que –a diferencia de lo que puede esperarse de alguien que hace sus prácticas durante la carrera, o una vez completada esta– entendíamos que no estaba preparada para asumir demasiados cometidos en una revista de información económica.

Sara acompañó a los periodistas de Cantabria Negocios a entrevistas y ruedas de prensa, realizó algunas labores de documentación y conoció de primera mano alguna de las claves del proceso de elaboración de la revista. Echando la vista atrás, y teniendo en cuenta las experiencias que siguieron a esa, no es difícil pensar que caímos en uno de los errores que Marino Pérez, artífice de Laboreso, considera más habituales entre quienes acogen a uno de estos alumnos: tratarlo como a un visitante, y no como a un trabajador más, en la medida que esto sea posible en cada caso.

Daniel Berbil de Juana, alumno de 4º de ESO en el IES La Marina, de Santa Cruz de Bezana, ha sido durante dos semanas del pasado mes de abril el último, por ahora, de los estudiantes de Laboreso que ha pasado por la redacción de esta revista. Suya ha sido la idea de hacer este reportaje (dividido en dos partes; la primera, aquí), y también su enfoque, buscando recoger no solo la información sobre el programa sino también la valoración de algunos de quienes habían participado antes que él en la iniciativa. Buscó su rastro en Internet, preparó las preguntas y realizó después las entrevistas a las fuentes. Con todo eso, y con la información recabada en Internet y en la propia hemeroteca de la revista, dio forma a un dosier que ha servido de base para redactar este reportaje. Todas ellas son tareas bastante más complejas que las que encargamos hace doce años a Sara, algo que tiene mucho más que ver con el error de planteamiento que sin duda tuvimos nosotros entonces que a las capacidades de la estudiante, que pasados los años terminó la carrera de periodismo y fue después colaboradora habitual de esta revista.

Sara Sánchez Portilla, estudiante de Laboreso en el curso 2011-2012

Sara Sánchez Portilla en la redacción de ‘Cantabria Negocios’ en 2012, cuando era alumna de Laboreso, y en su actual puesto de trabajo en la academia 3catorce. Fotos: Cea Benito y Nacho Cubero.

Sara Sánchez Portilla fue, en 2012, la primera alumna de Laboreso que realizó sus prácticas en Cantabria Negocios. Procedente del IES Astillero, participó en el programa cuando este solo estaba abierto a alumnos de diversificación –“los que habíamos repetido dos veces y no teníamos remedio”, dice– y eligió el periodismo para su primera experiencia laboral porque siempre quiso contar historias. “Quería ver cómo era, vivirlo desde dentro y, si me decepcionaba, pues que me decepcionase. No fue así, me encantó la experiencia, dos años después empecé la carrera y ahora soy periodista”.

Sara, que fue colaboradora habitual de esta revista entre los años 2019 y 2021, trabaja actualmente en la academia de oposiciones 3Catorce, donde lleva la comunicación, la web y las redes sociales. “Todo muy relacionado con el marketing, con preocuparse de que lo que quieres comunicar llegue al púbico adecuado. He ido experimentando trabajos y hoy estoy en este, siempre aprendiendo. Como cuando llegue a ‘Cantabria Negocios’ y la economía me asustaba muchísimo, pero lo conoces y te va gustando”, recuerda.

A Sara, que hace una valoración muy positiva de Laboreso, le alegra especialmente que el programa no se limite ahora a los alumnos de diversificación: “Es necesario para todos, porque es una experiencia brutal, tanto si sirve para confirmar que lo que quieres estudiar es eso, como si es para cambiar de idea, como sucedió con algunos compañeros. Al fin y al cabo las decisiones las vas tomando a partir de la experiencia que vives, y poder vivir un trabajo desde dentro cuando tienes 16 años es una oportunidad única”, asegura.

Laura Sanz San Emeterio, estudiante de Laboreso en el curso 2012-2013

Laura Sanz San Emeterio tomando notas en una rueda de prensa en el Ayuntamiento de Santander, en 2013. Abajo, en su trabajo como psicóloga en el centro de rehabilitación Cinesis, de Torrelavega. Fotos: Nacho Cubero.

Laura Sanz San Emeterio es psicóloga, neuropsicóloga para ser más exactos, en Cinesis, un centro de rehabilitación de Torrelavega en el que trabaja con adultos que han sufrido daños cerebrales y con niños con trastornos de desarrollo o con otros problemas que hayan podido desarrollar durante su infancia. Cuando realizó su estancia de dos semanas en Cantabria Negocios, en mayo de 2013, estudiaba 4º de ESO en el instituto de Las Llamas, de Santander, y quería conocer de primera mano el periodismo: “Es que en esa época quería ser periodista, o actriz, pero después tuve una asignatura de psicología, me enamoró y decidí que ese era mi camino”.

Aunque ni sus estudios ni su ocupación actual tienen que ver con el periodismo, Laura no vincula esas decisiones con su experiencia en Laboreso, cuyo valor cree que va más allá de esa labor de orientación: “Es una experiencia muy positiva, que es verdad que permite desde muy pequeña darte cuenta de si te quieres dedicar a algo o no. Pero no es solo eso, en Cantabria Negocios conocí la labor de un periodista, pero trabajar en una empresa también te permite conocerte a ti mismo”.

En su profesión, Laura trabaja la parte cognitiva de los pacientes, la atención, la memoria y todo aquello que puede ayudarles en la vida diaria. Pero no ha olvidado del todo el periodismo: “A veces publicamos algo en redes sociales sobre salud mental y demás, y me acuerdo de la etapa en ‘Cantabria Negocios’. Así que sí, también me ha servido para lo que hago ahora”.

Gabriel Iturregui, estudiante de Laboreso en el curso 2017-2018

Gabriel Iturregui durante su estancia en Cantabria Negocios como alumno de Laboreso, arriba, y en la actualidad, cuando cursa el cuarto año de la carrera de periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid. Foto: Nacho Cubero y Gabriel Iturregui.

Gabriel Iturregui llegó en 2018 a la redacción de Cantabria Negocios convencido ya de que iba a estudiar periodismo, tanto que está seguro de que no hubiera cambiado de opinión incluso si la experiencia no le hubiera gustado. Hoy está cursando el cuarto año de la carrera en la Universidad Carlos III de Madrid, al tiempo que realiza un periodo de prácticas en RTVE. Gabriel, que cree que los contenidos de la carrera son demasiado teóricos, considera que la experiencia directa en las empresas es fundamental, tanto para completar los estudios universitarios –“he aprendido más en un mes en RTVE que en casi cuatro años de carrera”– como en la educación secundaria.

“Laboreso me ayudó a saber cómo funciona una redacción y cómo funciona el mundo laboral. Creo que soy un caso excepcional por haber podido vivir esa experiencia, porque mis amigos son gente que a esa edad no sabía qué estudiar y no tuvieron la oportunidad de que este programa les ayudara a ver si les gusta algo o a descartarlo. Me parece necesario y muy útil”. Gabriel Iturregui, que también ha compaginado sus estudios con colaboraciones en el programa ‘Pick&Roll’, de ArcoFM, quiere orientar su carrera hacia el periodismo deportivo, probablemente a través de un master, pero con toda seguridad mediante las prácticas: “Porque donde realmente se aprende esta profesión es trabajando”.

Una experiencia que repetiría

Gabriel Berbil de Juana, en la redacción de Cantabria Negocios. Foto: Nacho Cubero.

Por Daniel Berbil de Juana

Sinceramente, al principio tenía un poco de miedo. Era mi primera vez en el mundo laboral y aunque esto es lo que yo quería hacer, estaba solo ante cualquier cosa. Pero con el pasar de los días, he ido perdiendo ese miedo, y me he sentido muy a gusto con la empresa. He aprendido lo que se vive dentro de una redacción, todo lo que hay detrás de una revista, y de una web, y cómo hacer una entrevista formal. Me llevo un buen recuerdo de ‘Cantabria Negocios’, y espero en un futuro seguir con esta gran profesión que tanto me gusta.

El trato ha sido excepcional, y la atención perfecta, y volvería a repetir la experiencia. Me he sentido muy a gusto con mis compañeros, y se me ha dado total libertad para dar forma a mis ideas y a lo que se me ha ido ocurriendo. Muchas gracias a ‘Cantabria Negocios’, y ojalá seguir manteniendo el contacto en un futuro.

Biscay Composites es una muy reciente empresa dedicada a la reparación y construcción de veleros de competición. Su sede está en Miengo, pero ahora mismo tiene a su equipo de 18 personas desplazado en Pisa, Italia, ocupado en construir un velero de competición patrocinado por Ferrari. Cuando el proyecto termine de aquí a dos años, sus dos fundadores esperan centrar su actividad en Cantabria y levantar desde su taller barcos y prototipos para toda Europa.

Francisco Rouco | Julio 2024

La vela oceánica de competición es una categoría deportiva tocada por la mística de la aventura. La versión siglo XXI de aquellas expediciones que se hacían durante el XIX para probar la intrepidez de sus navegantes, la fiabilidad de sus veleros y hasta dónde alcanzaba la influencia de los países que por entonces se repartían el mundo conocido. Como escenario de aventura-competición, el mar sigue siendo icónico. Una de las pruebas más populares en este sentido es The Ocean Race, considerada el gran maratón de las competiciones por equipos con escalas. Entre el puerto de salida, Alicante, y el de llegada, Génova, hay 60.000 kilómetros divididos en 11 etapas, unos 126 días de navegación.

Pero si hay un evento señalado como el desafío definitivo de la navegación de larga distancia, esa es la Vendée Globe, la vuelta al mundo por los mares del hemisferio sur en solitario, sin asistencias, sin escalas. Un recorrido de 45.000 kilómetros (aunque suele elevarse a los 52.000 para evitar los temporales) que en la prueba de 2016/2017 se completó en el menor tiempo hasta la fecha: 74 días, 3 horas, 35 minutos y 46 segundos. En la última edición, la de 2020/2021, el barco de uno de los participantes se partió por la mitad y varios de los competidores pasaron 12 horas peinando la zona desde donde se recibió la petición de socorro, cerca del Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica.

“La fabricación de barcos de regata es un mercado de mucha diversidad, pero nosotros estamos centrados en la náutica de alta competición, la Fórmula 1 del mar”, explica Borja Nebreda, cofundador junto con Rayco Pérez Miranda de Biscay Composites, una empresa con año y medio de actividad que se encuentra a caballo entre Miengo e Italia, donde está construyendo un barco completo patrocinado por Ferrari. La implicación del fabricante italiano no es casualidad, dado que algunos de los materiales que componen los veleros punteros de las regatas transoceánicas son semejantes a los que se utilizan en el motociclismo y el automovilismo de competición.

El velero Malizia III, último proyecto de Borja Nebreda antes de fundar Biscay Composites. Foto: Team Malizia.

En Biscay Composites usan materiales compuestos, como fibra de carbono y de vidrio y resinas, para la construcción, reparación y prototipado de barcos de regata que compiten por ser los más veloces en las pruebas oceánicas. Entre sus clientes se encuentran equipos que participan en estas competiciones como GUYOT Environnement, Team Dubreil o Malizia III. “Muchos de estos equipos tienen mucha experiencia, pero cuando usan barcos nuevos nosotros les ayudamos a mejorarlos, terminamos de perfeccionar su ‘performance’ [rendimiento]”, explica Borja.

Aunque la fabricación y reforma de barcos de competición es su línea principal de negocio, también utilizan su conocimiento sobre los materiales compuestos para otros sectores, como el prototipado de bicicletas para pruebas de resistencia o de sillas para bebés. “Asumimos estas cosas simples de vez en cuando, porque tampoco he montado esto para hacer dinero. Cojo los proyectos que más me gustan por el placer de lo que hago y de hacerlo con mi equipo, que son mis amigos, y con mis clientes, que muchos de ellos también son bastante amigos”.

Entre Santander y Pisa

Biscay Composites tiene su sede en Miengo, en una nave con una superficie de 500 metros cuadrados preparada para desarrollar proyectos pequeños que pronto se verá amplificada con un espacio mayor: 1.000 metros cuadrados, diáfanos, techos altos, con una cadena de pintura de 300 metros cuadrados y un aparcamiento para camiones grandes. Un futuro taller que, cuando esté terminado, servirá para construir barcos de competición. Pero de momento solo cuenta con algunas funcionalidades y equipamientos como hornos y cabinas de trabajo, además de herramientas y materiales. En su estado actual, ambas naves pueden fabricar componentes, paredes de compartimentos, botalones (palos largos que sobresalen del barco, normalmente por la parte delantera o proa) y cualquier tipo de estructura interna del barco. “Está todo bajo mínimos, a la espera de que nos lleguen proyectos”, explica Borja, que reconoce no sentir ninguna urgencia por que eso suceda, ya que su atención está en Italia.

Allí, en Pisa, el equipo de Biscay Composites está construyendo un barco patrocinado por Ferrari. El diseño es obra del reconocido arquitecto naval Guillaume Verdier, entre cuyos barcos se encuentra el ‘Comanche’, el velero monocasco que hasta 2023 ostentaba el récord de distancia recorrida en 24 horas: 1.145 km aproximadamente. La promesa que el francés ha hecho a los de Maranello es que su nuevo barco no solo será más rápido sino que también será capaz de mantener su velocidad durante más tiempo gracias a diversas innovaciones en su construcción. La labor de Biscay Composites es implementar estos diseños en un barco levantado desde cero.

“En Italia, me encargo de la coordinación de las 18 personas que forman parte del equipo allí; de la logística, las casas, los horarios de trabajo, el día a día, los entrenamientos…”, explica Borja, que añade que ha dado de alta a su equipo como autónomos y que facturan a través de la sede italiana de la empresa. “Así pagamos menos impuestos”.

Primera aventura en solitario

Borja Nebreda, cofundador de Biscay Composites, cuya sede está en Miengo. Foto: Borja Nebreda.

Tras 15 años trabajando como autónomo en 20 astilleros distintos y haber participado en la construcción de unos 30 barcos de competición, Borja sintió que “ya era hora”: “Acababa de terminar de coordinar la construcción de un barco en tiempo récord, con un equipo de 20 personas y un capital de 4 millones de euros. Entonces pensé que o me ponía por mi cuenta o iba a seguir siempre detrás de alguien”. Así que lo habló con su mujer y su hijo, que por entonces vivían en Países Bajos, y decidieron regresar al Cantábrico, no sin antes dudar si establecerse en la tierra natal de Borja, que es de Bilbao, o en Asturias, donde ya había vivido. “Al final escogimos Cantabria por la calidad de vida”.

Los inicios de Biscay Composites estuvieron marcados por una actividad intensa. En enero de 2023 llegó el primer proyecto: un equipo húngaro adquirió un barco con 12 años de antigüedad que quería preparar para competir. “El barco estaba muy bien de calidad y querían hacer algunas modificaciones como regatista: cambiar el techo, bajar la cubierta, arreglar los sistemas de lastres, cambiar la electrónica, sustituir las antenas… A nuestro nivel, necesitábamos un presupuesto de medio millón de euros, pero el cliente solo tenía 140.000 euros”, admite Borja. “Para mí fue un riesgo enorme, porque era un trabajo muy grande para haber empezado con la empresa de cero. Me atreví a hacer un trabajo con mínimos costes y tiempos ajustados para no perder dinero pero sí hacer un buen trabajo”. Fueron seis meses de actividad en los astilleros de Santander, un trabajo “muy empeñativo”, subraya el constructor usando un vocablo italiano, pero que terminaron bien, porque pudo pagar a proveedores y trabajadores y aún obtener un beneficio de en torno al 10 % de lo presupuestado. “Para mí, fue un ‘success’ [éxito]”.

Entre el comienzo del verano de 2023 y abril de 2024, el equipo concentró su actividad en Francia, donde encadenó tres proyectos importantes. El primero fue del equipo GUYOT, cuyo barco chocó en la última etapa de The Ocean Race y hubo que cambiar la proa y el botalón. Lo que parecía un proyecto puntual se convirtió en la reparación de verano, el ajuste que hacen los barcos de competición de cara a las pruebas de invierno. “De una calidad media-baja pasamos a una media-alta, con un presupuesto por horas que nos permitió montar la infraestructura de las naves de Miengo”. Después llegaron dos proyectos más, también en tierras galas: la recuperación del velero ganador de la Vendée Globe 1989/1990 y la rehabilitación de cinco barcos de fibra (dos de ellos pintados de nuevo por completo) en tres puertos distintos con 15 personas trabajando al mismo tiempo. “Fueron los seis meses más difíciles de toda mi vida, pero esto nos permitió reforzar al equipo y entrenarlo para lo que íbamos a tener que hacer en abril con Ferrari”, resume Borja.

Con la construcción del barco en Italia, el primero desde cero para Biscay Composites, Borja espera que la empresa se haga conocida entre los constructores en Europa, un sector en el que hay mucha más demanda de arreglos y construcción de barcos que equipos y astilleros capaces de llevarlos a cabo. Faltan instalaciones preparadas y los tiempos que exigen los equipos son urgentes. Cada año, los talleres cierran entre cinco y ocho contratos de construcción de barcos, pero solo finalizan uno o dos. “Nosotros queremos estar a la altura de los más renombrados y no construir más de un barco al año, siempre ofreciendo un servicio de calidad y bastante personal”. De momento, la actividad de Biscay Composites estará concentrada en Pisa, un proyecto que durará en torno a dos años.

El programa que promueve la estancia de alumnos de Secundaria en empresas cántabras cumplirá 20 años el próximo curso, un tiempo en el que ha propiciado que más de 10.000 estudiantes de entre 15 y 16 años establecieran así su primer contacto con el mundo del trabajo. Concebido como un medio para conectar la realidad laboral y el día a día de los institutos de enseñanza, Laboreso se plantea también como una herramienta para ayudar al alumno a orientar sus estudios pero, a decir por quienes han tomado parte en la experiencia desde uno u otro lado, termina por ser mucho más que todo eso.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Julio 2024

Pedro Rodríguez, encargado de coordinar el programa desde la Cámara de Comercio de Cantabria, no necesita hoy dar demasiadas explicaciones cuando llama a una empresa en busca de un lugar en el que pueda realizar sus prácticas alguno de los alumnos participantes en Laboreso. Nada que ver, desde luego, con lo que sucedía cuando, en 2005, se puso en marcha esta iniciativa, que promovía la estancia de estudiantes en los centros de trabajo para algo emparentado en cierto modo con las prácticas laborales, pero que tenía muy poco que ver con nada que se hubiera hecho anteriormente. La principal novedad estaba relacionada con la edad y la formación de los estudiantes: adolescentes de entre 15 y 16 años sin ningún conocimiento previo sobre el oficio o tipo de labor a realizar. Porque ese era, precisamente, el objetivo que se perseguía con una idea importada del Reino Unido y que no contaba con antecedente alguno en España: propiciar a los alumnos de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) un primer contacto con el mundo laboral, a través de estancias de 15 días en los centros de trabajo, cumpliendo el horario que correspondiera y realizando las tareas que les fueran encomendadas.

“La reacción inicial cuando lo proponemos suele ser de sorpresa, porque esto no son las prácticas de formación profesional que pueden conocer y se trata de gente muy joven. Afortunadamente contamos ya con una base de 2.500 empresas e incluso entre las que puedan no estar ahí, son muchas las que han oído hablar del Laboreso y es todo mucho más sencillo que antes”, admite Pedro Rodríguez, que coordina Laboreso desde su primera edición, en el curso 2005-2006.

Los orígenes de la iniciativa hay que buscarlos un poco antes que eso, durante la estancia en Reino Unido de Marino Pérez, profesor y orientador del Instituto de Educación Secundaria (IES) La Granja, de Heras. Marino, hoy jubilado, había obtenido en 1998 una plaza en el instituto Vicente Cañada Blanch, de Londres, lo que le permitió tomar contacto con el sistema educativo británico y, dentro de este, con lo que se conocía como ‘work experience’, el periodo de estancias en empresas que debían realizar los estudiantes que cursaban el equivalente a lo que aquí sería el tercer año de secundaria. “Uno de los criterios que guía a los centros españoles de educación en el exterior es adaptarse al lugar en el que están, y a mí me llamaron la atención sobre todo dos cosas del sistema educativo británico: la atención a la diversidad y esta estancia obligatoria de dos semanas en empresas para alumnos que tenían entre 14 y 15 años”, recuerda el profesor, que propuso trasladar esta ‘work experience’ –experiencia laboral, en su traducción literal– al instituto español de Londres en el que trabajaba. La idea fue bien acogida, lo que permitió a los estudiantes entonces matriculados en el Vicente Cañada Blanch convertirse en los primeros de un centro español que realizaban prácticas en empresas antes de haber alcanzado siquiera el último año de la educación secundaria obligatoria.

Marino Pérez, impulsor del modelo ‘work experience’ de Laboreso, en las escaleras del IES Santa Clara. Foto: Nacho Cubero.

Marino Pérez finalizó su estancia en Inglaterra en 2004 y, de vuelta a Cantabria, se trajo entre sus papeles la memoria del proyecto que había redactado a petición del consejero encargado del área educativa en la embajada española en la capital británica. Con ese documento bajo el brazo, inició un peregrinaje de despacho a despacho dando a conocer la idea y proponiendo su traslado a Cantabria. “Lo explicaba en los centros, y era bien acogido por los alumnos y por la mayoría de los compañeros profesores, aunque también hubo algunos que no lo entendían. En la consejería fue mucho más complicado, no lo veían y llegaron a decirme que era imposible, que ninguna empresa iba a aceptar a nadie”.

Aterrizaje de un modelo único

Como suele suceder en casos como este, en lo que lo más complicado es romper las inercias que impiden moverse por caminos distintos a los ya conocidos, el impulso definitivo llegó de la mano de personas concretas, y casi por casualidad: “Una compañera conocía a Isabel Cuesta, por entonces directora de Formación de la Cámara de Comercio, a la que le gustó mucho la idea. Después resultó que el secretario general de la Cámara, Antonio Mazarrasa, conocía la ‘work experience’ porque uno de sus hijos había estudiado en Inglaterra, y tenía un gran recuerdo de aquello”. Lograr la implicación de la Cámara de Comercio de Cantabria fue definitivo para que pudiera ponerse en marcha el proyecto, al salvarse así uno de los principales obstáculos: a quién correspondería la labor de poner en contacto a los centros de enseñanza con las empresas, buscando puestos que se ajustasen a lo solicitado por los estudiantes.

En Reino Unido esa labor de coordinación la realizan las ‘charities’, entidades sin ánimo de lucro que se ocupaban de la intermediación, financiándose a través de unas cuotas que abonaban a partes iguales los alumnos y los centros educativos. En Cantabria, una vez encajadas las piezas, sería la Cámara la encargada de la gestión de lo que ya se bautizó como Laboreso, y el Gobierno regional quien aportaría los fondos para financiarlo. Así las cosas, la iniciativa arrancó en el curso 2005-2006, con la participación de siete centros educativos, 58 empresas y 58 alumnos.

Pedro Rodríguez, coordinador del programa Laboreso desde la Cámara de Comercio de Cantabria. Foto: Nacho Cubero.

En aquella primera edición, y también en los cursos siguientes, el proyecto se desarrolló con algunas limitaciones y también con significativas diferencias respecto a su modelo británico, circunstancias ambas que tenían que ver el enfoque en cierto modo experimental que se dio a la iniciativa, pero también –cree Marino– con el escepticismo con que se contempló la idea en esa fase inicial por parte de los responsables de la consejería. La experiencia, por ejemplo, se limitó a los alumnos de diversificación –aquellos con necesidades educativas especiales o, en un resumen incompleto pero no del todo equivocado, a quienes les iba mal en sus estudios– y a cuarto de la ESO, en lugar de la vocación universal y para los estudiantes de tercero que tenía la ‘work experience’. Aunque fueron cambios que Marino Pérez considera que desvirtuaron la naturaleza y los objetivos del proyecto, lo cierto es que aquel arranque permitió demostrar que, al contrario de lo que pensaban algunos tanto en la consejería como en los institutos, era perfectamente posible materializar en Cantabria una idea como esa.

Aunque en buena medida ha terminado por verse de esa manera, el propósito principal de la ‘work experience’, o de Laboreso, no es tanto ayudar a los participantes a orientar sus estudios, sino enfrentarlos a la realidad del mundo laboral, a sus horarios, rutinas y a las jerarquías y organización de tareas inherentes a los centros de trabajo. Es ahí donde encaja esa vocación de universalidad que tiene el referente británico y que, aunque las sucesivas reformas han ido ampliando la base de estudiantes potencialmente beneficiarios del programa, su réplica cántabra está aún lejos de poder igualar. Con todo, tanto en las anécdotas que relata Marino Pérez como en los recuerdos de quienes han participado desde cualquiera de los lados en la experiencia son constantes los ejemplos que llevan a pensar no ya en que Laboreso cumpla con fines como esos, sino que alcanzan algunos otros que no estaban entre los inicialmente planteados.

Aprendizaje en dos direcciones

Quizá alguno de los más llamativos tiene que ver con la vía de doble sentido que Laboreso abre entre el mundo académico y las empresas. Porque el desconocimiento de lo laboral que existe en los alumnos, y que se pretende ayudar a paliar con el programa, no es mayor que el que tienen las empresas sobre los estudiantes, sus inquietudes,  conocimientos e intereses. Marino Pérez recuerda, por ejemplo, la emoción del propietario de un taller de reparación naval cuando supo que había algún alumno que quería tomar contacto con ese trabajo, que hasta entonces consideraba completamente ajeno a las inclinaciones de los adolescentes. También directamente relacionadas con la distancia entre esos dos mundos, la mayoría de las reticencias que suele plantearse una empresa a la hora de acoger a uno de estos alumnos tienen que ver con la capacidad, los saberes y la actitud a esperar de chavalas y chavales de 15 y 16 años, lo que en gran medida se asienta sobre prejuicios que el programa puede ayudar a combatir.

Que Laboreso también supone un aprendizaje para las empresas es la razón de fondo que explica por qué desde la Cámara de Comercio tienen hoy más fácil encontrar centros de trabajo en los que los alumnos de Laboreso puedan realizar sus prácticas. Aquellas 58 empresas con las que nació la experiencia en 2005 son ahora más de medio millar, y ello pese al relativo frenazo a las cifras que provocó la pandemia. La mayor parte de las que han participado alguna ocasión en Laboreso, repiten, en tanto que entre aquellas con las que se contacta por primera vez –Pedro Rodríguez explica que cada año intentan sumar nombres a la lista– son ya muy pocas las que no han oído hablar de la iniciativa, y habitualmente para bien.

Aunque el trabajo de incorporar empresas al programa sea ahora más fácil de lo que fue en sus inicios, ello no significa que sea sencillo sacar adelante la edición de cada curso. Laboreso cuenta con un presupuesto de 50.000 euros, aportados íntegramente por la Consejería de Educación del Gobierno de Cantabria, con los que se financia la gestión del proyecto por parte de la Cámara de Comercio. A ella corresponde coordinar a los diferentes centros educativos, recoger de estos las solicitudes de los alumnos sobre las profesiones que les gustaría conocer y encajar luego estas peticiones en las empresas que colaboran con la iniciativa. Para esto último, y además del rompecabezas que supone cuadrar preferencias con disponibilidad, hay que tener en cuenta el criterio de proximidad, horarios y oferta de transporte público, al tratarse de menores de edad que tienen limitada su capacidad para desplazarse por sus propios medios.

Un proyecto ya consolidado

La decisión final sobre qué alumnos participan en el programa corresponde a los centros, aunque la iniciativa ya no se limita a alumnos de diversificación. En la edición de este curso son 556 los participantes, la cifra más alta desde la crisis sanitaria, cuando el programa se readaptó al ser imposible la estancia en las empresas. En torno a este número, calcula Erika Ceballos, responsable de Formación de la Cámara de Comercio, se mueve el máximo de participantes que podrían gestionarse con los medios actuales. “En todo caso, el proyecto está muy consolidado”, destaca.

José Luis Blanco, director de Calidad y Equidad Educativa del Gobierno de Cantabria. Foto: Nacho Cubero.

José Luis Blanco, actual director de Calidad y Equidad Educativa del Gobierno de Cantabria, ocupó también ese cargo en la legislatura 2007-2011, cuando su implicación fue decisiva, según recuerda Marino Pérez, para que Laboreso dejara de estar limitado a los alumnos de diversificación y diera un gran salto adelante. Hoy reafirma su compromiso con la iniciativa y se declara abierto a todas las opciones para darle un nuevo impulso, incluido un incremento de la cantidad económica con que está dotado el programa: “Pero no creo que el problema principal sea el presupuesto. Hay que tener en cuenta que no solo los alumnos de Laboreso demandan prácticas en empresas, tenemos a todos los matriculados en la Formación Profesional y también un tejido productivo que en Cantabria no es especialmente grande y que está constituido sobre todo por pequeñas y medianas empresas. Yo creo que es ahí donde está el gran obstáculo”, señala Blanco, que por ello valora especialmente la labor que realiza la Cámara de Comercio para encontrar centros de trabajo para los alumnos, algo que puede ser relativamente fácil en Santander y Torrelavega, pero que admite que es enormemente complicado fuera de los entornos más urbanos. En lo que no expresa duda alguna es en la capacidad del programa para favorecer los objetivos que considera debe tener cualquier sistema educativo: generar personas capaces de integrarse en la sociedad con normalidad y plena capacidad, y en eso la incorporación al mundo laboral juega un papel, destaca, de especial relevancia. “Con Laboreso hemos tenido casos de chavales que estaban pensando en dejar los estudios y que, tras la estancia en las empresas y ese primer contacto con el trabajo, han vuelto al instituto convencidos de la necesidad de acabar la ESO y seguir su formación para poder dedicarse a aquello con lo que habían tomado contacto”, recuerda el director de Calidad Educativa del Gobierno cántabro.

Tras nacer en Cantabria hace ya casi veinte años, Laboreso ha sido replicado, con ese u otro nombre, en otras comunidades autónomas españolas, siempre con el asesoramiento inicial de la Cámara de Comercio. En Navarra se hace en un formato casi idéntico al cántabro, en tanto que en Asturias y en Madrid tiene un enfoque algo diferente, con intercambio de visitas entre los institutos y las empresas, más que con estancias de trabajo propiamente dichas. Una vez jubilado, Marino Pérez sigue desde la distancia este y otros avatares por los que pasa el proyecto que contribuyó decisivamente a poner en marcha, más o menos de acuerdo con las diferentes versiones que se han dado a la idea original, pero satisfecho de que esta haya salido adelante: “Me llevaría una gran frustración y me provocaría una gran tristeza si me entero que se cancela, pero mientras tenga continuidad me parece fabuloso, porque lo importante son los resultados, y estos siempre van a ser positivos”, concluye.

Los titulares de tres asesorías cántabras reflexionan sobre el presente y el futuro de una actividad en la que siguen echando de menos una interlocución directa con la Administración que les permita agilizar trámites, aclarar dudas y aumentar la productividad. Reconocen que la competencia ha aumentado de forma exponencial, censuran que cada vez asumen más carga de trabajo y reclaman por encima de todo la importancia del asesoramiento.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Julio 2024

Las asesorías y consultoras cántabras dan la batalla por perdida y asumen que su petición de crear un canal de comunicación directo con las administraciones y organismos públicos para agilizar trámites y aclarar o resolver dudas ha caído en saco roto. Así lo advierten los responsables de tres de estos despachos profesionales, que critican la pérdida de tiempo y de productividad que conlleva no atender esta solicitud propuesta hace ya algún tiempo. “La Administración continúa instalada en la cita previa, lo que ralentiza mucho las gestiones y hace que todo resulte más fatigoso”, coinciden en señalar los socios consultores y asesores de empresas de Cedenor, Alfonso Pariza y Pablo Girón, quienes también lamentan que el teletrabajo que impera en el sector público al menos dos días a la semana hace aún más complicado el contacto directo con el contribuyente.

“Todo sigue igual. Se imponen las nuevas tecnologías y la relación telemática por encima de la personal, lo que evidentemente tiene sus ventajas e inconvenientes”, conviene por su parte el socio y asesor fiscal de Gestisa, José Miguel Madrid, y corrobora su compañero y socio responsable del departamento jurídico de esta empresa, Javier Gurruchaga, para quien la cita previa no ha hecho más que dificultar la vida de los ciudadanos. “Debería existir una vía de acceso preferente para los profesionales que en el día a día estamos haciendo prácticamente la labor administrativa de los funcionarios. Sin embargo, lejos de contar con esto, creo que, en general, los servicios públicos se han deteriorado después de la pandemia”, subraya.

“No tener un interlocución directa con la Administración como la que teníamos antes supone una clara pérdida de tiempo”, ahonda D´Hers, antes de expresar su sensación de estar «acorralados”. “Aunque viajamos en el mismo barco, nos ven como el enemigo”, relata este profesor mercantil y auditor censor jurado de cuentas que se queja de que muchos funcionarios “piensen que somos unos señores con corbata que ganamos mucho dinero y que ayudamos a los contribuyentes a hacer trampas”.

Pablo Girón y Alfonso Pariza, socios asesores consultores de Cedenor. Foto: Nacho Cubero.

“¿Si hago la declaración de la renta, soy un asesor fiscal? ¿Qué responsabilidades y derechos tengo?”, se pregunta el director general de Seficosa, Carlos López d´Hers, para aclarar a continuación que un buen asesor es el que evita a su cliente problemas con la Administración: “No el que consigue pagar menos impuestos. O definimos un código ético y regulamos nuestra actividad o en el futuro tendremos problemas”, vaticina.

Un análisis que es compartido, aunque con matices, por el resto de asesores consultados. Así, Pariza coincide en que no hay nada nuevo bajo el sol, salvo que las dificultades para ejercer su trabajo van día a día en aumento. “Me da pereza ver cómo asuntos que se podrían resolver hablando en cuestión de unos pocos minutos se demoran por falta de interlocutores. Estamos al otro lado del mostrador, pero somos compañeros”, incide sobre la relación que hasta no hace mucho mantenían con los funcionarios y que le lleva a pensar que quienes organizan los sistemas de trabajo de las distintos organismos públicos con los que se relacionan están “muy lejos” de conocer cómo es el tejido empresarial de España. “Da la impresión de que desconocen la realidad de la calle”, enfatiza contrariado.

De su lado, Gurruchaga opina que esta falta de regulación de la profesión de asesor fiscal ha traído consigo que proliferen en el mercado muchos “piratas” y asesorías digitales que están tirando para abajo de los precios. “La competencia ha crecido de forma exponencial. Si además cuentas con una estructura como la nuestra, con alrededor de 45 trabajadores, es evidente que cada vez te cuesta más competir. La solución pasa por ofrecer un plus a nuestros clientes, aprovechar nuestra relación de confianza con ellos y ser punteros en lo que hacemos”, resuelve el socio responsable de la asesoría jurídica de Gestisa.

Reivindicar el asesoramiento

En lo que también están todos de acuerdo es en reivindicar la importancia del asesoramiento. “Nosotros no somos gestoría, somos asesoría”, aclara este abogado para evitar equívocos. Para su compañero José Miguel Madrid, el futuro de la profesión pasa por dejar de hacer trabajo material, aunque reconoce que cada vez hacen menos, para dedicarse a ser realmente asesores de las empresas e, incluso, asistir como asesor a los consejos de administración. “Tengo muchos empresas que presentan sus impuestos. Ahora una declaración de IVA de un alquiler se puede hacer por poco dinero a través de internet y en cuatro días lo hará la inteligencia artificial”, zanja este economista.

Al hilo de este asunto, y tras sostener que no hay un buen asesor fiscal que no dedique al menos un 20% de su tiempo a estudiar y leer para estar al día de la actualidad normativa, Gurruchaga expresa su preocupación por la evolución que pueda seguir la inteligencia artificial (IA) en su profesión. “Como colectivo, deberíamos transmitir que el saber humano en este campo nunca podrá ser suplido por la inteligencia artificial porque, al final, nuestro trabajo necesita en la mayoría de las ocasiones una decisión de carácter personal, al menos en mi ámbito como abogado. El asesoramiento es una cuestión de confianza, de relación personal. A un cliente puedes asesorarle sobre qué hacer con su patrimonio si lo conoces. Y eso no lo va a hacer nunca una máquina”, describe.

Por su parte, Pariza reconoce que la gran carga de trabajo que les ha impuesto la Administración a raíz de la pandemia, unido al escaso reconocimiento a la figura del asesor que, según asegura, existe en general entre los pequeños empresarios y autónomos, les han convertido en meros asesores administrativos. “Asesorar bien lleva su tiempo pero cada vez tenemos menos”, aclara este economista y socio consultor de Cedenor, quien apunta a las crecientes exigencias de unos y de otros como los principales culpables de este mal. Según explica, la Administración exige cada vez más revisiones y documentación que contribuyen a aumentar la incertidumbre y a crear un estado de confusión en el ciudadano: “Cuando, en más de la mitad de los casos, terminan en nada, se trata de requerimientos hechos a base de corta y pega de otros expedientes. o incluso de información que ya obra en su poder a la que, si quisieran, tendrían muy fácil acceso”.

Un argumento la que se suma su socio en esta empresa, Pablo Girón, a quien le gustaría que las pymes dedicaran más tiempo a la administración de sus negocios. “La digitalización ha cambiado la forma en que nos relacionamos con nuestro clientes, pero eso no significa necesariamente que sea mejor. Si antes los pequeños empresarios traían sus facturas y documentación en papel sin, en muchas ocasiones, revisar cuáles eran o no propias de la actividad, ahora lo hacen mediante multitud de correos electrónicos conforme a sus conocimientos en informática, lo que en ocasiones nos lleva más tiempo procesar”, remacha.

José Luis Magaldi, director del Departamento Laboral de Seficosa, junto al director general de esta asesoría, Carlos López d’Hers. Foto: Nacho Cubero.

D´Hers insiste también en reclamar la importancia del asesoramiento. “A nosotros nos interesa asesorar, pero el cliente rara vez viene buscando eso. Viene cuando tiene un problema con la Administración o tiene que pagar impuestos”, recalca. Según destaca, y coinciden el resto de profesionales consultados, la Agencia Tributaria ha incrementado “por tres o por cuatro” el número de inspecciones o comprobaciones en los últimos dos años, lo que les procura una carga adicional de trabajo. “No nos importa que hagan más inspecciones o solicitudes de información complementaria, el problema es que atender a estos requerimientos nos lleva mucho tiempo y nos obliga a contratar a más personal”, admite el máximo responsable de Seficosa, firma que actualmente emplea a 46 personas, cuatro más que el año pasado.

Girón, por su parte, confirma que las nuevas obligaciones en materia tributaria que vinieron por la pandemia se han quedado, y que en materia laboral y de la Seguridad Social hoy están destinando muchos más recursos para atender las necesidades y exigencias de la Administración. “La relación de los poderes públicos con el administrado se ha hecho más compleja”, apuntala Pariza para remarcar su idea de que la burocracia cada vez es mayor. “Previsiblemente en julio de 2025 entre en vigor la factura electrónica visada por la Agencia Tributaria, lo que conllevará la actualización de los sistemas y el envío inmediato de las facturas según se emitan”, recuerda el socio consultor de Cedenor.

“Estamos haciendo más por lo mismo”, subraya por su parte Madrid, para quien no se trata tanto de que haya aumentado la burocracia, sino del creciente número de declaraciones informativas que solicitan los organismos públicos. “Todo podía ser más fácil, aunque entiendo el interés de la Administración por combatir la economía sumergida. Está en todo su derecho”, concede.

Situación económica de la región

Además de en su trato con la Administración, la relación de las asesorías con sus clientes pone a estas empresas en una situación privilegiada para valorar el momento y las perspectivas de la economía. Sobre la situación económica de Cantabria, cada responsable apunta varias variables. Así, el director general de Seficosa sostiene que las empresas no están invirtiendo por la incertidumbre que existe a corto plazo. Y aunque reconoce que la morosidad se ha reducido “hasta casi ser inexistente”, asegura que otra cosa muy distinta es lo que ocurre con la productividad, la inversión o la creación de puestos de trabajo.

Sobre el mercado de trabajo, el director del Departamento Laboral de Seficosa, José Luis Magaldi, tercia en la conversación para alertar de que las dificultades que hoy existen para encontrar mano de obra en algunos sectores también se extienden o se extenderán a su profesión. “El 70% del personal que trabaja en nuestros departamentos se jubilará en los próximos diez años. Y nosotros no estamos en el mundo universitario para informar de las salidas profesionales que ofrecemos”, lamenta.

Pablo Girón, por su parte, conviene en que, a pesar de las altas tasas de desempleo, falta personal formado para ocupar puestos de trabajo en muchos sectores, aunque no especialmente en el suyo. “La desindustrialización brutal de Cantabria hace que seamos un región de servicios de empleos inestables y salarios ínfimos. Además, se están jubilando trabajadores con bases de cotización altas o muy altas y entrando a trabajar otros con bases mínimas e irregulares. Así va a resultar muy difícil que cuadren las cuentas del sistema de pensiones”, avisa antes de animarse a hacer un diagnóstico: “Sería muy necio por mi parte decir que Cantabria va bien”.

Javier Gurruchaga y José Miguel Madrid, socios del área legal y el área fiscal y contable, respectivamente, de Gestisa. Foto: Nacho Cubero.

Por último, Gurruchaga sostiene que la situación económica es mejor que hace cuatro años. “Hoy es difícil que un cliente te solicite que hagas un ERTE”, explica este asesor de Gestisa, antes de poner el acento en los concursos de acreedores de la persona física, una figura que, a diferencia de los de empresas –que, según asegura, han caído en picado­– “hoy es la estrella de los juzgados de lo Mercantil”.

Su socio y economista, José Miguel Madrid, mantiene que no ha sido, en general, un mal año. “Quizá los peores sean el sector de fabricación y la exportación. Con todo, Cantabria tiene un problema que es la dimensión del tejido productivo”, enfatiza.

Dicho esto, el responsable del área jurídica de Gestisa retoma la palabra para dar su opinión sobre el futuro de las asesorías. “La tendencia en nuestro sector va a ser agruparse y establecer alianzas en los próximos años. Si las empresas quieren crecer, será de forma inorgánica mediante fusiones o adquisiciones con el propósito de ocupar un hueco que queda entre las grandes compañías y las más pequeñas. El tamaño va ser imprescindible para competir”, concluye convencido.