Cantabria encadenó en 2023 un segundo año de crecimiento de la proporción de quienes realizan toda o parte de la jornada desde su domicilio, lo que supone acercarse a las cifras a las que se llegó durante la crisis sanitaria. Pese al repunte, y a situarse entre las comunidades autónomas en las que más se ha incrementado el dato, el teletrabajo en Cantabria sigue por debajo de la media española.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Abril 2024

Tras el impulso obligado en tiempos de confinamiento, y después del brusco frenazo y vuelta atrás una vez recuperada la normalidad, el teletrabajo en Cantabria ha encadenado dos años de crecimiento que han servido para acercar las cifras a las que se alcanzaron el año de la pandemia. Según recoge el Monitor Adecco de Oportunidades y Satisfacción en el Empleo, un estudio realizado a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística, un 10,4% de los trabajadores cántabros realizaron su labor a distancia ocasionalmente o más de la mitad de los días durante el año pasado, una proporción que se sitúa algo más de un punto porcentual por encima de la registrada en 2022 y que es casi dos más alta que la de 2021.

Con la referencia que aportan anteriores ediciones del mismo estudio, los datos del último año confirman a Cantabria como una de las comunidades autónomas en las que en mayor proporción se ha recuperado esta forma de trabajar después del bajón pospandémico –fue en la que más creció en 2022, y ha estado cerca de serlo también el pasado año–, lo que en todo caso no ha sido suficiente ni para llegar a la media española, ni para volver a la proporción de teletrabajadores a las que se llegó en 2020. Aquel año, en el que está modalidad se convirtió en obligada para muchos trabajadores y empresas durante buena parte del ejercicio, en Cantabria fueron un 11,1% quienes teletrabajaron.

Aunque no faltó entonces quien consideró el trabajo a distancia como una oportunidad para que regiones como Cantabria atrajeran a empleados de empresas de las grandes ciudades, lo cierto es que siguen siendo las comunidades autónomas con grandes concentraciones urbanas las que copan los primeros puestos en el ranking de penetración del teletrabajo, con Madrid en el primer lugar de forma muy destacada.

Más en las grandes concentraciones urbanas

Con todo, lo más significativo es que la evolución de las cifras desde 2019 ha ido en sentido contrario al que esperaban quienes pronosticaban que el teletrabajo desplazaría población desde las grandes ciudades a zonas menos pobladas. En la relación de comunidades autónomas en las que más se utilizaba el trabajo a distancia en 2019 era Galicia quien aparecía en lo más alto del listado, con un 10,3% de personas que efectuaban su labor fuera del centro de trabajo. El segundo puesto era para Extremadura, con un 10,2%, en tanto que Madrid se situaba apenas una décima por encima de la media española –entones en el 7,9%– en un discreto séptimo puesto. Desde entonces no solo ha escalado hasta el primero, sino que lo ha hecho superando el 20% de teletrabajadores.

Los autores del estudio apuntan a otro dato para destacar cómo el teletrabajo se concentra en Madrid y Cataluña: la primera alberga al 15,8% del total de ocupados, pero concentra al 26,3% de todos los teletrabajadores del país, en tanto que Cataluña, con el 17,5% de los ocupados de España, tiene el 19,1% de todos sus teletrabajadores. Así, entre ambas autonomías suman el 33,3% de todos los ocupados, pero alcanzan al 45,4% del colectivo de teletrabajadores españoles.

A pesar de esa tendencia general que favorece a las grandes concentraciones urbanas, y aunque sin llegar todavía a los datos de la pandemia, Cantabria sí ha conseguido situarse claramente por encima de la incidencia que el teletrabajo tenía el año anterior al Covid –un 7,5%–, pero lo cierto es que lo ha hecho alejándose de la media española y desmintiendo, por tanto, el atractivo que se le suponía como lugar desde el que emplearse a distancia.

El teletrabajo se utiliza más en las regiones con una economía más dinámica y no en las que, en principio, ofrecerían mejores condiciones en términos de calidad de vida o coste de la vivienda

Si nos fijamos en las regiones limítrofes, el estudio de Adecco vuelve a confirmar que el trabajo a distancia se utiliza más en las regiones con una economía más dinámica y no en las que, en principio, ofrecerían mejores condiciones en términos de calidad de vida o coste de la vivienda. Así, el País Vasco encadena siete trimestres consecutivos de incrementos y se sitúa a un paso de alcanzar la media nacional. Asturias, en cambio, es una de las tres comunidades autónomas, junto a Galicia y Canarias, en las que la incidencia del teletrabajo descendió en el cuatro trimestre del año pasado. Castilla y León, aunque sí registró un incremento en el porcentaje de quienes traban desde su domicilio, descendió varios puestos en el ranking que mide esa variable en las distintas comunidades autónomas.

La recuperación del teletrabajo en España no ha servido, sin embargo, para estrechar la brecha que nos separa del resto de Europa en esta modalidad de empleo. De hecho, la distancia con la media del conjunto de países de la UE aumentó en 2023, situándose en los 10,5 puntos porcentuales, dos más de los que había al finalizar 2022. Según estos datos, en Europa casi uno de cada cuatro trabajadores –el 24,1%– desarrollan la totalidad o parte de su jornada fuera del centro de trabajo, frente al 13,6% que lo hacen en España.

Las cifras de licitación pública, edificación y rehabilitación de viviendas retoman la senda de crecimiento que abandonaron en 2020 y consiguen situarse por encima del nivel previo a la pandemia, aunque siguen lejos de acercarse siquiera a las cotas anteriores a la crisis de 2008. El sector confía en que los fondos europeos contribuyan a dar un nuevo impulso a las cifras, tanto en vivienda como en obra pública, y que den continuidad al buen momento que vive la rehabilitación.

Con todas las reservas que puedan hacerse sobre la cuantía de las cifras, que está lejos de acercarse a las cotas que el sector considera que corresponderían a una actividad acorde al tamaño del mercado en Cantabria, la construcción cerró el pasado año el paréntesis que la crisis sanitaria abrió en la tímida recuperación que venía registrándose en los ejercicios previos. Tanto si hablamos de construcción de vivienda nueva, como si lo hacemos de obra civil o, sobre todo, de rehabilitación, el sector vivió en 2021 un buen momento que, de tener continuidad en próximos ejercicios, podría acercar la actividad a ese punto de equilibrio que sigue buscándose desde que el estallido de la burbuja inmobiliaria de 2008 pusiera fin a una situación literalmente irrepetible.

Aunque aquel frenazo tuviera como protagonista a la vivienda, la crisis financiera posterior hizo que el cataclismo se trasladara a todos los ámbitos y, en lo que respecta a la construcción, de forma especialmente notable a la inversión pública en infraestructuras. Si atendemos a las cifras del pasado año, y a lo que tiene que ver con Cantabria, probablemente es en ese ámbito en el que hay que buscar los indicios más claros de una recuperación que vaya más allá de lo puntual.

Tras la pausa del año 2020, cuando las cifras cayeron a niveles no muy por encima de los mínimos históricos, durante el pasado ejercicio se licitó en la región obra pública por valor de algo más de 381 millones de euros. El dato, recogido en las estadísticas que elabora Seopan, la patronal que reune a las grandes constructoras de obra civil, multiplica por más de tres la cifra del atípico 2020 y, lo que es más significativo, se sitúa un 55% por encima de la registrada en 2019, el último año antes de la pandemia. Si se amplía el foco temporal, el nivel de inversión alcanzado el pasado año es uno de los más altos desde 2010, superado únicamente por los algo más de 401 millones de euros que se licitaron en 2017. Un ejercicio, este último, que tuvo mucho de excepcional si tenemos en cuenta que la media de lo licitado desde el mencionado 2010 apenas supera los 200 millones de euros.

Al igual que en 2017, ha sido la inversión acometida por el Gobierno central el principal motor de la licitación pública en Cantabria durante el pasado ejercicio. Aunque en la comparación con 2019 también crece lo licitado por los ayuntamientos –un apreciable 59,02%– los casi 217 millones destinados a obra pública por la Administración Central en Cantabria durante 2021 son más del doble de los que se licitaron en 2019. La excepción al crecimiento de las cifras la puso la Administración autonómica, que se quedó ligeramente por debajo de la cantidad licitada hace dos años. Aun así, los 82,2 millones en inversión pública que el Gobierno de Cantabria sacó al mercado el año pasado son la segunda cifra más alta de la última década, superada únicamente por la de 2019.

En lo que respecta a Cantabria, la estadística de licitación pública del pasado ejercicio es llamativa también por otra circunstancia: a diferencia de lo que ha venido siendo habitual desde la crisis financiera, la evolución de lo licitado en la región ha sido mejor que el dato del conjunto de comunidades autónomas. Esta es una circunstancias que anteriormente solo se había producido cuando la comparación se hacía sobre lo licitado en los peores años para la inversión pública en la región –2012 y 2016– lo que bien puede considerarse un efecto puramente estadístico. Con esas excepciones, la inversión en obra pública siempre había crecido en el conjunto de España en una proporción superior a la que se daba en Cantabria.

El principal impulso a las cifras de 2021 llegó en la última parte del año, algo que podría ser indicativo de una tendencia que tendría que confirmarse este ejercicio. El año 2022 tendría que ser también el primero en el que se recogiera el efecto que los fondos europeos puedan tener sobre la actividad. Un ejercicio que será, por tanto, de la máxima relevancia para el sector.

Al igual que sucediera con la crisis financiera de 2008, las ventas de las empresas españolas en el exterior se reivindican como motores de la recuperación económica, superando el récord histórico y salvando los condicionantes del Bréxit y la ralentización del comercio mundial provocado por el colapso de las redes logísticas internacionales. Durante los primeros tres trimestres de este año, las exportaciones cántabras registraron un crecimiento superior al 21% en relación al atípico ejercicio anterior, pero también se situaron casi un 10% por encima de las de 2019 y superaron todos los registros anteriores para ese periodo.

La debilidad que tradicionalmente caracteriza a buena parte de los grandes indicadores económicos españoles, con el déficit público y la deuda pública y privada como ejemplos más destacados, tiene su contrapunto más claro en las exportaciones, que se han convertido tanto en un aval de la competitividad de la industria como en un salvavidas al que se agarra el PIB en situaciones en las que falla todo lo demás. Metidos de lleno en una de ellas, con el turismo paralizado por la crisis sanitaria y con la incertidumbre económica ralentizando las inversiones, las ventas de las empresas españolas en el exterior vuelven a aparecer, como tras la crisis financiera de 2008, como el gran elemento corrector de desequilibrios. Mucho antes de que la economía se acerque a las cotas prepandémicas, las exportaciones españolas no solo han recuperado ya el nivel que tenían en 2019, si no que se mueven en registros nunca antes alcanzados. En el caso de Cantabria, la tendencia se acompasa con la que se registra en el conjunto de España, superándola incluso si tenemos en cuenta los datos de los nueve primeros meses del año.

Entre enero y septiembre de este año, las empresas cántabras vendieron fuera de España productos por valor de 2.194 millones de euros, una cantidad que supera en un 21,75% la registrada en el mismo periodo de 2020 y, lo que es más significativo, en un 8,48% el dato de 2019. El registro es, de hecho, el más alto alcanzado por Cantabria durante los tres primeros trimestres de cualquier año anterior, superando en algo más de 100 millones de euros el récord anterior, que data del año 2012. En relación con las cifras del conjunto de comunidades autónomas, la evolución del dato cántabro se sitúa en niveles prácticamente equivalentes a la media española en la comparación con 2020 –apenas 0,15 puntos por debajo– y algo por encima –dos puntos porcentuales– en relación año 2019.

Aunque una parte de la fuerte recuperación de las exportaciones puede explicarse por el tirón de la demanda que no pudo satisfacerse durante el confinamiento, lo cierto es que el buen dato de lo que llevamos de ejercicio se produce en un contexto internacional que no ha sido especialmente favorable para ello. La crisis de suministros, la ralentización del comercio mundial a causa del colapso de las redes logísticas y el aumento de los costes de energía y transporte no son elementos que favorezcan las operaciones de venta más allá de las propias fronteras, lo que no hace sino dar más valor a la capacidad de la industria española para competir en el exterior.

Las medidas excepcionales para hacer frente a la crisis del Covid-19, y la esperanza de recuperar la actividad una vez pasada esta, ha llevado a un gran número de empresas a mantenerse abiertas a costa de incrementar su endeudamiento y comprometer sus posibilidades de supervivencia. Los expertos creen que es el momento de tomar decisiones para evitar que 2022 sea el año de los concursos liquidativos y la destrucción de empresas.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Mayo 2021

Al igual que sucede con el dato del empleo, ni el número de empresas que cierran, ni el de aquellas que se declaran insolventes, recoge el impacto de la crisis sanitaria al moverse en cotas muy inferiores a las que correspondería a un parón económico como el que vivimos. Si en el caso del empleo son los ERTE lo que sostienen las cifras en niveles engañosos, la supervivencia empresarial se explica por la aportación de los créditos ICO, combinada por una cada vez más endeble esperanza en una vuelta a la normalidad más o menos temprana. El riesgo, apuntan ya algunos expertos, es que esa suma de confianza y endeudamiento lleve a postergar decisiones que, a la larga, hagan más difícil la supervivencia de los negocios cuando todo esto pase.

El abogado economista Jorge Fernández Sanz intervino en alguno de los concursos de acreedores más relevantes a los que llevó la crisis de 2009 –Insago, Ecomasa o Greyco, por mencionar los más conocidos–, lo que le sitúa en condiciones de marcar distancias con la situación actual pero, igualmente, a advertir que es necesario tomar decisiones ya para evitar que la crisis económica derivada de la Covid-19 se cobre un alto precio en pérdida de tejido empresarial. El apoyo que hasta ahora han recibido las empresas en forma de ERTEs o ICOs, señala, están siendo una solución a corto plazo, pero con el riesgo de que el incremento de endeudamiento al que han llevado derive en una situación de deterioro irreversible para unas empresas que no estarían en situación de sobrevivir a una recuperación que no será tan rápida como llegó a pensarse en algunos momentos: “Un año y pico después del inicio de la crisis, creo que es hora de aplicar, desde ahora y especialmente durante la segunda mitad de 2021, una segunda línea de medidas extraordinarias de reestructuración temprana. Se trata de evitar que en 2022 se produzca una excesiva destrucción de patrimonio y tejido empresarial vía concurso liquidativo”.

El abogado economista Jorge Fernández Sanz, en su despacho.

La eficacia de los concursos de acreedores como instrumento para resolver las insolvencias de las empresas nunca ha encontrado en España el respaldo de los datos, de manera que el recursos a esta figura se ha visto siempre como el prólogo del cierre o, en el mejor de los casos, la venta de la unidad productiva en el proceso de liquidación de la sociedad en dificultades. Lo aprendido de ese pasado, señala el director de Fernández Sanz Abogados, debería servir para evitar que las dificultades que la actual crisis ha provocado en las empresas lleven a repetir los errores de entonces. El problema, admite, es ya son muchas las empresas que están viendo imposible poder cumplir con sus compromisos: “Se ha producido un incremento en el número de empresas en situación de insolvencia inminente que nos piden preparar el concurso liquidativo. El reto que hemos iniciado es aplicar de aquí a fin de año, medidas de reestructuración temprana que nos permitan evitar el concurso o, cuanto menos, que nos permitan llegar a él en la mejor situación posible”. Para conseguirlo, explica Jorge Fernández Sanz, es imprescindible tomar medidas de reestructuración temprana a través de cuatro tipos de acciones a valorar de manera sucesiva, de manera que si con la primera no se resuelve la incidencia, se pase a la segunda, y así sucesivamente: la reorganización operativa del negocio; recapitalizar la empresa a través de ampliaciones de capital y/o financiación externa; desinversión de activos u operativa; y por último, negociación del pago de la deuda con los acreedores. “Al concurso hay que llegar con los deberes hechos. Aquí es donde los mecanismos preconcursales son esenciales: preconcurso y acuerdo extrajudicial, refinanciación homologada o no, propuesta anticipada de convenio o prepacking (preparación anticipada de venta de unidades productivas). Son esenciales. Y funcionan”. Fernández Sanz señala que el objetivo de estos mecanismos es evitar llegar al procedimiento: “Si solo llegan al concurso el 10%, entonces el proceso ha sido un éxito. Lo que buscamos es resolver el conflicto y seguir funcionando”.

Segunda oportunidad

Teniendo en cuenta el impacto que la crisis sanitaria está teniendo en la hostelería y el comercio, y el peso que en ambos sectores tienen los autónomos, las previsibles dificultades financieras a las que se ven abocados buena parte de estos negocios pondrán a prueba la eficacia de la que se conoce como Ley de Segunda Oportunidad, el concurso de acreedores para las personas físicas. Aunque es un instrumento mucho menos conocido y utilizado que su equivalente para sociedades mercantiles, Fernández Sanz defiende su eficacia y recomienda a todo aquel que arrastre deudas que valore su uso: “Resumiendo mucho, consiste entregar lo que tienes para pagar y en el peor de los casos mantener un plan de pagos de cinco años, y así obtener la exoneración o perdón de todo lo que dejes impagado, salvo créditos públicos y de alimentos”.  Fernández Sanz asegura que no es un procedimiento caro –entre 1.500 y 3.000 euros, dependiendo de la deuda y el número de acreedores– con el que el deudor consigue poner el contador a cero y reincorporarse a la actividad económica, algo de lo que de otra manera quedarían excluidos.

Sede de la Seguridad Social, en Santander. Aunque algunos tribunales han exonerado las deudas públicas a quienes se acogen a la Ley de Segunda Oportunidad, eso es algo que nunca ha sucedido en Cantabria.

El principal obstáculo con el que hasta ahora se ha encontrado esta ley ha sido la no exoneración de los créditos públicos, de manera que las deudas con Seguridad Social y Hacienda quedan excluidos. Aunque algunos tribunales han exonerado también estas deudas apoyándose en una interpretación del Supremo que luego fue corregida en una nueva redacción de la Ley, Fernández Sanz lamenta que ese no haya sido nunca el caso de los tribunales cántabros: “Mientras el Supremo no vuelva a pronunciarse, no podemos dar esperanzas de que en Cantabria vaya a exonerarse el crédito público. En cambio, sí podemos decir que la aplicación de los créditos ICO sí será exonerable. Es una buena noticia”.

La limpieza y desinfección de oficinas, despachos y espacios púbicos está siendo una actividad clave desde el inicio de la crisis sanitaria, pero esta ha tenido un impacto desigual en las empresas que ofrecen estos servicios. Pese al crecimiento de la demanda asociado a las nuevas necesidades, el teletrabajo y la propia crisis sanitaria han provocado una contracción del mercado, tanto por la disminución en la carga de trabajo como en la presión a la baja sobre los precios. El balance final de todo ello se mueve entre el equilibrio y el descenso de facturación, y sobre todo abre la puerta a cambios que darán un vuelco a la forma de operar en el futuro.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Mayo 2021

De acuerdo a los datos recogidos en un estudio realizado por la consultora DBK de Informa, antes de la llegada de la pandemia durante la primavera de 2020, el sector de la limpieza acumulaba en España cuatro años consecutivos de crecimiento. Aunque podría pensarse que esa racha se vería prolongada debido al aumento de las necesidades de higiene y desinfección provocadas por la irrupción de la Covid-19, lo cierto es que ese mismo estudio adelanta ya –sin ponerle todavía cifras– una contracción del mercado que, aunque de forma desigual, redujo la demanda que atienden las empresas españolas que operan en este sector. Los efectos del cierre decretado durante el Estado de alarma, el impacto del teletrabajo y, en general, las consecuencias de la contracción de la economía son factores negativos que, según los cálculos de la consultora, terminan por contrarrestar los crecimientos de la actividad que hayan podido registrarse con motivo de la pandemia.

Tomás Turienzo, presidente de la Asociación Regional de Empresas de Limpieza de Edificios y Locales (Arelca) se remite a la heterogeneidad del sector y a la transformación que ha sufrido el mercado en los últimos meses para explicar lo difícil que resulta hacer cualquier balance general de la actividad: “Ha habido empresas que han sufrido restricciones fuertes, y otras que lo han notado menos o que incluso, con las desinfecciones, han visto crecer su actividad Pero esto último fue en un momento muy determinado, y ya se ha acabado”, señala el representante de las empresas, que considera que los factores que finalmente han tenido más peso son los directamente relacionados con la crisis: “Sigue habiendo muchos clientes que están en ERTE, o que tienen sus oficinas vacías porque están teletrabajando. Eso reduce el número y volumen de los servicios que nos encargan y, además, les lleva a renegociar contratos buscando una rebaja en el precio”.

Tomás Turienzo, presidente de la Asociación Regional de Empresas de Limpieza de Edificios y Locales (Arelca).

Como en otras crisis, la incertidumbre y la pérdida de actividad en las empresas clientes les lleva a buscar una reducción de costes equivalente a la caída de su propio mercado, y ahí la partida de limpieza es una de las primeras en las que se detiene la vista: “Nuestras facturas son por importes llamativos, porque nuestros servicios son intensos en mano de obra. Por poner un ejemplo, limpiar un gimnasio pueden suponer facturar unas 10.000 horas de trabajo al año. Eso es un volumen importante y el cliente intenta reducirlo en una proporción similar a la que ha bajado su propia rentabilidad”, explica Tomás Turienzo. Esa reducción, que normalmente busca concretarse con una reducción de horas, incide directamente sobre el empleo del sector.

En Cantabria la limpieza de oficinas, edificios y locales da trabajo a entre 5.000 y 6.000 trabajadores, empleados por entre 24 y 28 empresas. Estas cifras, señala el presidente de Arelca, son similares a las que existían antes de la crisis sanitaria, que sin embargo sí cree que ha podido tener incidencia en el número de trabajadores por cuenta propia que se dedican ahora a esta actividad: “Hay que tener en cuenta que este es un trabajo en el que no es difícil iniciarse como autónomo. También es un sector en el que existe mucha economía sumergida. De todos modos, aunque sí que ha podido crecer el número de quienes trabajan por cuenta propia, tampoco ha sido de una forma especialmente significativa”, señala el representante de las empresas de limpieza que, aun así, cree que el efecto último es que el mismo trabajo, o menos, se reparte entre más trabajadores.

A ello hay que añadir la competencia de las empresas de fuera de Cantabria. En sector de la limpieza conviven una mayoría de microempresas y pequeñas empresas locales, con un grupos de entre 14 o 16 grandes empresas –en algunos casos incluso multinacionales– con presencia en todo el país. Como referencia, Tomás Turienzo recuerda que al último concurso para el servicio de limpieza convocado por la Consejería de Educación de Cantabria concurrieron 21 empresas.

Oficinas, despachos, supermercados, centros educativos, centros médicos, instalaciones deportivas… el abanico de espacios en los que las empresas del sector prestan sus servicios es tan amplio como puede ser la tipología de quienes lo hacen. El nivel de especialización que tienen alguna de estas empresas hace que el impacto de la crisis en unas y otras haya sido muy distinto, con un aumento de la actividad en supermercados –por ejemplo– y una caída en las oficinas y centros de atención al público cerrados por la pandemia, con el teletrabajo incidiendo negativamente en la demanda que atienden la empresas de limpieza. El cierre de la hostelería, en cambio, ha tenido una incidencia menos, según explica el presidente de Arelca: “Es un sector muy especializado, que suele resolver sus necesidades de limpieza al margen de la oferta del sector. Sucede con bares y cafeterías, que suelen ocuparse de la limpieza con sus propios medios y también, aunque de otra manera, con los hoteles, que externalizan ese servicio recurriendo a empresas muy especializadas que trabajan solo en esa actividad”.

Cambio de modelo

Más allá del impacto que haya podido tener la crisis sanitaria en la actividad del sector durante el último año, el presidente de Arelca está convencido de que lo sucedido desde la irrupción de la pandemia de la Covid-19 llevará a un cambio en los usos y costumbres que incidirá en el conjunto de la economía y también, como no puede ser de otro modo, en la forma de prestar los servicios de limpieza. Algunas tendencias, señala, ya empezaban a dejarse notar antes de la crisis sanitaria, como sucede con los horarios, pero se han agudizado con tras la llegada de la crisis. Otras, como la pérdida de protagonismo de la oficina como lugar de trabajo, tienen un origen más directamente relacionado con las restricciones sanitarias, pero han abierto una puerta que difícilmente se cerrará cuando se supere la actual situación: “Vamos hacia jornadas de trabajo que acaben antes, y hacia espacios híbridos, en los que convivirá el trabajo presencial y a distancia. Eso va a suponer una reducción de la demanda de nuestros servicios, porque si trabajan tres personas donde antes trabajaban cinco, las necesidades de limpieza son menores”, señala Turienzo que cree que con los cambios habrá también oportunidades, aunque no sea fácil detectarlas aún: “Seguramente se abrirán también nichos de mercado nuevos, como la desinfección, aunque ese es todavía un campo por regular”.

Los primeros meses de la crisis sanitaria trajeron aparejados también  cambios en la cadena de suministros de las empresas de limpieza, con problemas puntuales de desabastecimiento y, en determinados productos, fuertes incrementos de precios. Con el paso del tiempo, la situación fue corrigiéndose: “Hubo mucha especulación y los precios se dispararon. La mayor parte bajaron después, pero todos están hoy más caros de lo que estaban antes de la pandemia”, señala Tomás Turienzo que, en todo caso, explica que el impacto de este precio en la rentabilidad de las empresas es relativamente limitado: “Los materiales suponen entre el 3 y el 4% de nuestros costes. Cuando suben, lógicamente ese incremento va a nuestra cuenta de resultados, pero el impacto es pequeño y se asume”.

Las ventas crecen a fuerte ritmo y se sitúan ya claramente por encima de las registradas en 2019, con un fuerte impulso de la demanda de vivienda unifamiliar. El mercado se ha visto favorecido por factores que han aflorado a raíz del confinamiento, como el teletrabajo y la búsqueda de entornos más amables en los que vivir, que también ha reforzado algunas tendencias que ya se estaban recuperando con anterioridad a la crisis sanitaria, con la vuelta de los inversores como elemento más significativo.

J. Carlos Arrondo | Julio 2021

Cuando a mediados del mes de marzo de 2020 la economía española quedó prácticamente en suspenso debido al confinamiento decretado contra la pandemia de COVID-19, es probable que entre los profesionales del sector inmobiliario cundiera el desánimo por ver cómo después de una década de lenta recuperación de las consecuencias de la gran recesión su negocio volvía a tocar fondo. Sin embargo, diversos indicadores señalan que el impacto negativo ha sido más efímero y moderado de lo temido. Según Funcas, desde el inicio del primer estado de alarma y durante aproximadamente dos meses y medio las transacciones en el mercado residencial cayeron el 40%. A partir de ese momento comenzó una recuperación lenta y sostenida que parece haberse acelerado en los primeros meses del presente año. De acuerdo con la última Estadística de Transmisiones de Derechos de la Propiedad publicada por el INE, en abril se llevaron a cabo 588 compraventas de viviendas en Cantabria, lo que supone  un crecimiento del 74% respecto al mismo mes de 2020, por encima del 66% de incremento medio en España. El dato se muestra aún más revelador si la comparación se establece en relación a abril de 2019, siendo el aumento actual del 24,5%, muy superior al modesto promedio nacional del 2,5%.

Carlos Blanco, presidente de la Federación de Inmobiliarias de Cantabria (Fican)

Carlos Blanco, presidente de la Federación de Inmobiliarias de Cantabria (Fican), alerta sobre la correcta interpretación de esos datos. Durante el confinamiento la actividad descendió a niveles mínimos y apenas se limitó a actuaciones de urgencia para personas que por diversas circunstancias requerían de sus servicios para poder disponer inmediatamente de una vivienda. Por tanto, estima que buena parte del incremento de las cifras actuales respecto a la de esos meses puede explicarse como un efecto rebote. Sin embargo, encuentra más significativa la comparación con la situación anterior a la pandemia: “Después de una crisis muy profunda, la recuperación estaba siendo sostenida en los últimos años. El afianzamiento de la demanda y la fortaleza en el nivel de precios, tanto en las ventas como en los alquileres de viviendas, ya fueron importantes en 2019”. En su opinión, a medida que fue superándose el primer impacto de la paralización de la actividad, el mercado ha regresado a esa evolución ascendente en casi todas las modalidades de operaciones: “Quizás ha habido un leve retroceso en el alquiler de viviendas de bajo precio, de 400 a 600 euros. En el resto se ha visto un aumento de la demanda en el alquiler y, por supuesto, un crecimiento más importante en las ventas”.

Una de las razones que explicarían esta tendencia al alza del mercado de la compraventa es el aumento en la demanda de vivienda como inversión, algo que ya venía siendo observado en 2019, pero a lo que la situación de incertidumbre derivada de la crisis sanitaria parece haber dado renovados bríos. “Excepto en los primeros meses de incertidumbre, a raíz de la pandemia ha habido un crecimiento claro y sostenido en la búsqueda de vivienda como refugio del  inversor que sigue viendo en el ladrillo, bien entendido, un valor seguro a medio o largo plazo”, explica el presidente de Fican. Junto a este perfil, cree que también está acudiendo al mercado una tipología muy variada de compradores con la característica común de un cambio en su percepción del ‘valor vivienda’: “Quien puede dedica sus esfuerzos y sus planes de vida primordialmente a la vivienda más que a otras cosas porque su valor como el lugar donde se pasan muchas horas ha subido”. El confinamiento y las posteriores restricciones, tanto de movilidad como a la hora de realizar actividades fuera del domicilio, han obligado a la mayor parte de la población a permanecer en él mucho más tiempo del que estaba acostumbrado.

Las limitaciones para realizar un buen número de actividades que eran usuales antes de la pandemia, sobre todo las relacionadas con el ocio, viajes, etc, han producido unos ahorros que a muchas personas les ha animado a plantearse modificaciones de calado en sus vidas que quizás antes tenían postergadas a un futuro indefinido. Este afán por mejorar se ha reflejado, por ejemplo, en el auge de las reformas en los últimos meses, pero también en el incremento de los cambios de vivienda. “Familias que tenían un proyecto para ‘más adelante’, para ‘cuando llegue el momento’, y que han podido hacer el esfuerzo lo han desarrollado porque la vivienda ha pasado a primer plano por delante de otros aspectos de su vida”, afirma Carlos Blanco, que explica cómo ha asimilado el negocio inmobiliario esta aceleración en la toma de decisiones: “La demanda ha sido firme y sostenida en prácticamente todos los ámbitos de nuestro sector. Quien no ha podido hacer mejoras o ha entendido que con eso no era suficiente, ha decidido cambiar de vivienda, lo mismo en alquiler que en venta”. Este fenómeno va acompañado de otra importante variación: el cliente está apostando cada vez más por la casa unifamiliar frente al piso.

Los últimos datos publicados por el Centro de Información Estadística del Notariado indican que entre enero y abril de este año se vendieron 2.466 viviendas en Cantabria. De ellas, 1.855 fueron pisos, el 33% más respecto al mismo periodo de 2020 y el 2% sobre el de 2019. Por su parte, las 611 casas unifamiliares vendidas suponen un incremento del 93% en relación al mismo cuatrimestre del año pasado y de algo más del 44% en comparación con el anterior. Esta tendencia alcista en este tipo de inmuebles también se ha reflejado en la media nacional, aunque en menor medida que en nuestra comunidad, con aumentos de casi el 62% y 16% frente a las cifras de los primeros cuatro meses de 2020 y 2019, respectivamente. El presidente de Fican aclara que las viviendas individuales siempre tienen su mercado, pero que su ritmo de venta se ha visto multiplicado por la pandemia: “Derivado del confinamiento, quien ha querido cambiar y tenía una vivienda sin balcón, ha buscado una que lo tuviera, o con algo más de terraza, o una casa con jardín. Yendo un poco más allá, ha buscado una casa en un entorno rural alejado de la ciudad. Todo el mundo ha querido mejorar”.

La pandemia no sólo ha modificado la percepción de las personas respecto a la necesidad de mejorar su hábitat, sino que ha producido cambios sustanciales en muchas vidas que incluyen el de su lugar de residencia. Profesionales que han empezado a desarrollar su trabajo a distancia o personas ya retiradas que han decidido aprovechar la crisis sanitaria para alejarse de zonas masificadas del país e instalarse en entornos más naturales, tranquilos o aislados son perfiles que también han contribuido al crecimiento del negocio inmobiliario. Según datos recientemente publicados por el INE en relación a los movimientos migratorios entre las comunidades Autónomas, Cantabria fue la sexta mayor receptora con un saldo neto de 2.622 personas. Carlos Blanco considera que esto se ha notado en el sector: “Debido a la pandemia hay gente que ha tomado la decisión de cambiar de vida  y nuestra región se ha beneficiado de esto. Personas que ya tenían alguna vinculación o que habían estado de vacaciones han escogido Cantabria porque les ha parecido un lugar maravilloso para vivir y emprender un nuevo camino. Los aumentos han venido de comunidades que tradicionalmente han comprado aquí: Madrid, País Vasco, Castilla y León. Pero nos han sorprendido también los incrementos desde otras zonas, como Cataluña”.

Cabe preguntarse si cuando se supere la crisis de la COVID-19 se mantendrán las tendencias ya apuntadas y realzadas durante este periodo, desde subordinar cualquier otro tipo de gasto a poner en práctica cuanto antes proyectos vitales para alcanzar una vivienda mejor hasta priorizar la búsqueda de casas que ofrezcan posibilidades de esparcimiento al aire libre o incluso cierta distancia con los núcleos urbanos más densamente poblados. El presidente de la Federación de Inmobiliarias de Cantabria entiende que, de una forma más o menos acentuada, es un cambio de mentalidad que ha venido para quedarse: “Ha calado en todos nosotros y ya es un hábito de consumo. En parte es fruto del corto plazo, pero creemos que de alguna manera se va a mantener”. Admite que no es capaz de determinar a qué nivel van a seguir produciéndose, pero su conocimiento del día a día del sector le permite observar algún patrón de comportamiento que está asentándose entre profesionales que cambian su vida en las grandes ciudades por otra en una zona rural de nuestra comunidad: “Lo único que necesitan es una buena conexión a internet para desarrollar su actividad laboral de una forma cómoda y en un entorno como el nuestro perciben una mejora de su nivel de vida”.

El sector inmobiliario de Cantabria es optimista sobre cómo evolucionará en adelante el mercado. Carlos Blanco apunta que se ha producido cierto efecto rebote anticipado a la recuperación general de la economía, pero cree que va a tener continuidad en el futuro: “Prevemos que va a seguir esta demanda sostenida, que vamos a seguir con este nivel de operaciones, y entendemos que nos vamos a beneficiar de un aumento en la inversión, tanto propia como de la compra del foráneo de Cantabria”. A estas buenas sensaciones se une la perspectiva de la llegada de los fondos de recuperación europeos, que en alguna de sus modalidades contempla la movilización de unos 7.000 millones de euros para la reforma y rehabilitación de viviendas. Para el presidente de Fican esto les va a impactar de lleno, tanto de una manera indirecta como directa: “Nosotros somos  un reflejo de la economía y de la sociedad; si hay otros que están dañados y pueden verse beneficiados, al final somos vasos comunicantes. Pero es que además estos fondos van a contribuir a la mejora de las viviendas y esto va a generar más movimiento en la compraventa y en el alquiler. Sin duda son buenas noticias que van a incidir positivamente en el sector inmobiliario”.

Por más que el efecto de la crisis haya sido moderado y el mercado haya reaccionado bien una vez superado el primer impacto negativo, para las empresas y profesionales de la intermediación inmobiliaria han sido meses de puesta a prueba de su capacidad de adaptación a unas circunstancias muy difíciles. “No cabe duda de que en nuestro trabajo es necesario el trato personal y directo, tanto con vendedores como con compradores. La situación requería un cambio y nos hemos amoldado. Hemos utilizado todas las herramientas necesarias para desarrollar el trabajo de la manera más profesional posible y esto ha funcionado. Al principio, con el confinamiento, hemos hecho mucha visita virtual; incluso hasta hace bien poco, con potenciales compradores o vendedores de otras provincias que no podían acercarse por los cierres perimetrales”, destaca el representante del sector en Cantabria, para quien su nivel de profesionalidad es lo que ha logrado que no se resintiera la calidad de un servicio forzado a prestarse en condiciones anómalas: “Está bien disponer de estas herramientas y utilizarlas a favor de nuestros clientes cuando pueda ser necesario, en ciertas circunstancias, pero no cabe duda de que en la medida en que hemos podido volver al trato directo, lo hemos hecho”.

Pendientes de la actualización del censo de empresas, de agentes inmobiliarios y de profesionales, el presidente de Fican no se atreve a cuantificar aún cómo se ha saldado el año de la pandemia, aunque reconoce haber detectado en sus consultas internas algunos movimientos: “En los primeros momentos hubo empresas que se vieron abocadas a una cierta marcha atrás y algunas se han visto obligadas a hacer un ERTE. Después, con un volumen de trabajo sostenido, se ha ido normalizando la situación y actualmente hay un leve repunte respecto a las empresas y profesionales que había antes de la pandemia”. Carlos Blanco es consciente de que es un momento de cambios, no solo en su gremio, sino en toda la economía, y que el futuro postcrisis exigirá un esfuerzo para adaptarse a ellos, aunque no va a cambiar su labor de velar por el buen desarrollo de las operaciones inmobiliarias: “Estamos desarrollando nuevas tecnologías, pero sin dejar atrás el trato directo que necesita el cliente, tanto en la compraventa como en el alquiler, a nivel jurídico, formal y de todo tipo. Le apoyamos y le acompañamos para que no se sienta solo, resolviendo cualquier incidencia que pueda surgir. Con mucha profesionalidad desarrollamos una labor que es muy importante para la vida de las personas”.

Los responsables de tres asesorías cántabras analizan el desempeño de sus despachos profesionales desde que hace algo más de un año se desatara esta crisis a la que en ningún caso se atreven a poner fecha de caducidad antes del finales de 2022. Meses, según conceden, de una carga “brutal” de trabajo bajo un aluvión de normas y decretos, muchos de ellos improvisados cuando no contradictorios. Valoran la fidelización de sus clientes, a los que reconocen haber prestado más servicios por lo mismo, y censuran por insuficientes y tardías las ayudas para tratar de socorrer a las empresas en dificultades. Consideran que aún se producirán cierres empresariales y que la recuperación económica será antes que la del empleo,al que auguran fuertes turbulencias con el final de los ERTE.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Mayo 2021

De súper caótico a excepcionalmente especial pasando por novedoso del que sacar algunas enseñanzas. Así caracterizan los responsables de tres asesorías y consultorías cántabras el espiral de trabajo en el que se han visto envueltos durante este largo año de pandemia. Los tres, sin excepción, coinciden en que sus despachos profesionales han tenido que hacer frente a una “ingente” carga de trabajo en unas condiciones especialmente difíciles, ya fuera por la imposición del teletrabajo, las restricciones de movilidad que han afectado a sus clientes o por el aluvión de normas y decretos al que se han enfrentado “un día sí y otro también”

“Ha habido un gran descontrol legislativo, informativo y sanitario. Y no sé en qué orden”, clama el economista y consejero de Cedenor Alfonso Pariza, que critica “la disparidad de opiniones y de toma de medidas” a lo largo de estos últimos doce meses. “En general, ha existido mucha contradicción, lo que ha hecho aún más complicada la labor de quienes teníamos que interpretarlo”, asegura.

En la misma línea se expresa el socio director del Grupo HFC Consultores, Ramón Cifrián, quien censura la maraña normativa muchas veces “improvisada” con la que han tenido que lidiar. “La tarea más difícil ha sido el análisis e interpretación de los decretos que se sucedían a toda velocidad”, resuelve.

Tampoco se aparta de este discurso su colega y uno de los gerentes de Gestisa, José Moreiras, para quien raro era el día en que no salía un decreto que modificaba al publicado el día anterior. “Teníamos que estar muy atentos por si aparecía algo nuevo sobre lo mismo. Entiendo que en aquellos primeros momentos no era fácil legislar, pero las modificaciones de las modificaciones eran muchas veces continuas”, aclara.

A este caos normativo, Pariza añade otros dos factores que, a su juicio, han contribuido a dificultar el trabajo. De un lado, alude tanto al cierre durante un largo periodo de las oficinas de las diferentes administraciones como al hecho de que, una vez abiertas, para cualquier gestión haya que pedir cita previa, que en ocasiones se eternizan en el tiempo. “Se ha perdido mucho de la agilidad de tantos años de conocimiento del funcionariado que a nosotros nos permitía manejarnos con mayor rapidez para solucionar los problemas de nuestros clientes”, afirma.

La tramitación de ERTE, de créditos ICO y la adapación a una normativa que cambiaba cada día ha multiplicado el trabajo en las asesorías durante el último año.

De otro, sostiene que esta crisis, que ha afectado a prácticamente todos los sectores productivos, ha generado “angustias financieras y problemas de pago y de tesorería” a algunos clientes que, al final, han terminado por verse reflejadas en los acuerdos profesionales que mantenían. “Tenemos una fidelización muy alta de clientes y por eso hemos seguido trabajando con ellos, pese a que en algunos casos hemos empezado a tener ciertas demoras en la atención de nuestras minutas”, concede antes de explicar que en su despacho han tenido casos de todo tipo, desde suspensiones de cuotas, hasta reducciones temporales que confían en recuperar en un futuro.

Esta situación también ha afectado al resto de despachos, tal y como reconoce Cifrián, quien igualmente cita a la elevada fidelidad de su clientela. “Son clientes de toda la vida a los que hemos tratado de ayudar mediante moratorias y fórmulas de aplazamiento de cuotas, pero a los que en muchos casos hemos hecho trabajos, sobre todo de tramitación de ayudas y subvenciones, que no les hemos facturado”, describe.

Su casuística es compartida por el gerente de Gestisa, que admite que a los clientes de los sectores más expuestos a la crisis les han prestado servicios que no han cobrado. “Más que renegociaciones de contratos o reducciones de cuotas, que algunas sí ha habido, aunque no muchas, lo que nos ha tocado es hacer más por lo mismo”, afirma.

Una vuelta de tuerca a su trabajo diario que los tres despachos han llevado a cabo con la misma plantilla y mayoritariamente de forma presencial, según confirman sus responsables.

“Hemos reutilizado nuestros recursos derivando personal de otras áreas para que apuntalaran el departamento laboral”, explica Moreiras. “Esta sobrecarga de trabajo ha puesto a prueba a todo el personal de la asesoría”, confiesa por su parte Cifrián, mientras que Pariza pone el ojo en las tensiones generadas por la avalancha de tramitaciones que han tenido que soportar durante todos estos meses: “No es lo mismo carga de trabajo que tensiones”, clarifica este economista para tratar de explicar lo que ha ocurrido en Cedenor. Así, afirma que toda la tramitación de los créditos ICO les ha reportado “muchísimo trabajo” no retribuido, mientras que los ERTE, que al principio de la pandemia también generaron enorme labor, han provocado después “mucha tensión” en su seguimiento “por la mala gestión del SEPE derivada en gran medida por la falta de personal”.

En este aspecto, el socio director de HFC Consultores conviene en que el embrollo no ha estado en la complejidad de los asuntos a realizar, sino en el elevadísimo número de solicitudes que tramitar. “El problema viene del volumen”, subraya.

De otro lado, Pariza resalta que su despacho aún mantiene “numerosas discusiones con las administraciones públicas por criterios de interpretación”. Así, asegura “que ningún otro año habían recibido tantas declaraciones paralelas del IRPF de 2020 por, según resalta, “cantidades muy pequeñas y sin tener en cuenta que la campaña de la renta del pasado año se llevó a cabo en unas condiciones heroicas”.

En lo que también coinciden estos tres asesores es en que la pandemia ha acelerado la digitalización de sus despachos y de muchos de sus clientes, aunque conceden que todavía hay algunos, sobre todo los más “tradicionales y de mayor edad”, que “siguen viniendo a traer los papeles a la asesoría”.

Alfonso Pariza, director de Cedenor.

Es lo que le sucede a Gestisa, donde su gerente admite que a gran parte de su clientela, integrada mayoritariamente por pequeñas empresas y comercios, aún le cuesta digitalizarse y prefieren mantener el trato directo son sus asesores.

Cifrián, por su parte, destaca que, aunque el perfil de sus clientes es igualmente el de una pyme, cada vez se comunican más por medios digitales. “Lo agradecen ellos y nosotros”, proclama al tiempo que concede que este proceso les ha permitido reducir las visitas a clientes y de clientes. La digitalización ha venido para quedarse en línea con lo que defiende nuestro país y el resto de Europa”, resume.

Ayudas insuficientes

A la hora de analizar y valorar las medidas económicas adoptadas por el Gobierno de España para ayudar a empresas y autónomos a superar esta crisis, la crítica es prácticamente unánime. En este sentido, el consejero de Cedenor no duda en calificarlas de manifiestamente mejorables: “Han sido insuficientes y cuando han llegado, si es que han llegado, ha sido muy tarde”, recalca para criticar, a renglón seguido, el uso y destino de los créditos ICO. “El Gobierno ha puesto muchísimo dinero en avales ICO pero no ha hecho suficiente seguimiento de estos préstamos que los bancos han utilizado, en muchos ocasiones, para sanear los riegos con sus clientes cuando, obviamente, este no era el objetivo previsto por la normativa”.

“Escasas y extemporáneas”. Así las tilda por su parte Moreiras, quien igualmente considera que “han llegado bastante tarde y, en algunos casos, nunca”. “Si pretendes ayudar, ayuda cuando hay que ayudar porque hay trabajadores que no han cobrado el ERTE”, insiste este gestor experto en Sociedades que se declara a título personal “contrario” a las subvenciones.

De su lado, el socio de HFC Consultores, aunque reconoce que las cosas podrían haberse hecho de una forma más ordenada, prefiere quedarse con la parte positiva. “Gran parte del empresariado ha podido resistir gracias a los préstamos ICO y a la posibilidad de acogerse a los ERTE, dos balones de oxígeno que han permitido a las empresas sobrellevar esta pandemia”. Con todo, Cifrián también comparte que las ayudas directas no han funcionado bien. “Han llegado tarde, mal y nunca y han generado mucha confusión”, apunta para subrayar que la gestión de los dineros públicos “no han sido la que debiera”.

En cuanto a las aprobadas por el Ejecutivo regional o las administraciones locales, los tres resaltan que han mantenido parecido perfil a las estatales, aunque con “menos ceros”.

“Sus recursos son más limitados y han hecho lo que han podido”, opina Cifrián que, en cualquier caso, critica la tremenda burocracia en su gestión, incluida para la propia Sodercan, que a su juicio “no ha contado con el personal suficiente para poder agilizar su tramitación”.

Impacto en la economía

Sobre los efectos económicos de esta pandemia, tanto Pariza como Cifrián y Moreiras convienen en que la crisis ya se ha llevado a empresas por delante, especialmente en aquellos sectores que se han visto más afectados por las restricciones.

José Moreiras, socio y uno de los gerentes de Gestisa.

Así lo estima el primero de ellos, que expresa su preocupación por lo ocurrido con las empresas de ocio nocturno, cerrado a cal y canto, o del sector de la distribución, donde “la capilaridad es tremenda y alrededor del 50% de las plantillas están en ERTE”.

Pero no son los únicos. El consejero de Cedenor considera que el sector industrial también se ha visto muy afectado al igual que lo ha hecho el turismo hotelero, un gremio en el que augura la llegada a España “de grandes grupos empresariales para hacerse con paquetes de hostelería”.

Pese a que se registrarán aún más cierres, sostiene que la caída de negocio no será tan pronunciada porque “se sustituirán unos muertos por otros nacimientos” y el país y esta región “seguirán siendo potencias turísticas”.

Cifrián, por su parte, fía el impacto a lo que ocurra una vez concluya la actual moratoria que pesa sobre el deber de presentar concurso de acreedores, aunque advierte que los problemas que tienen algunas empresas “no se arreglan en tres meses”, lo que le hace prever que aumente la insolvencia empresarial. “Quiero ser optimista, pero el efecto de la ola económica todavía no lo hemos llegado a palpar. Viene con retardo y cuando llegue tendríamos que hacer todo lo posible para que las empresas que eran viables en 2019 lo sigan siendo en 2022. No nos podemos permitir que cierren. Si no, el cementerio de los concurso de acreedores va a ser demasiado grande”, previene.

El gerente de Gestisa, por su lado, confía en que no se cumplan algunas expectativas que apuntan a que entre el 20 y el 25% de las empresas van a caer o verse muy afectadas, un porcentaje que según explica incluso se incrementa hasta el 30% en el caso de Cantabria. “¿Cuál será finalmente el impacto? Dependerá del nivel de aguante de cada uno, aunque está claro que algunos pequeños negocios no volverán a abrir su puertas”, resuelve.

Sobre el empleo

Lo que sí teme Moreiras es que muchas empresas se vean abocadas, para evitar su cierre, a transformar los ERTE en ERE, lo que de producirse dispararía el desempleo.

Así lo valora también Pariza, quien aventura que una vez terminen los ERTE se destruirá entre el 15 y el 20% de ese empleo y que el país cerrará el ejercicio con más de 700.000 parados más. “Lo veo bastante feo de aquí a dos años”, puntualiza sobre la base de que España, a diferencia de otros países de su entorno, necesita crecer mucho para generar empleo. “Es un mal endémico del sistema productivo español”, advierte al tiempo que muestra su preocupación por “un nivel de endeudamiento público como nunca en España, a pesar de todo el dinero que está llegando de Europa”.

Cifrián, por su parte, abunda en esta idea y considera “que la recuperación económica avanzará a mayor ritmo que la del empleo”, que ya partía, además, de unos niveles que no eran nada buenos. “La contratación tardará más en recuperarse y será en buena parte diferente a la que conocemos”, enfatiza para explicar que determinadas habilidades y profesiones van a dejar de ser necesarias. “El ejemplo lo tenemos ya en los bancos y sus ajustes irán trascendiendo a otros sectores”, predice. Por eso, reclama la necesidad de poner el foco en la formación, “que es lo que nos va permitir generar y cubrir el empleo del futuro”.

Ramón Cifrián, socio director de HFC-Grupo Consultores.

En lo que estos tres asesores muestran más reservas es en poner fecha a la salida de esta crisis y la vuelta a los niveles de actividad económica precovid. Aunque con cautela, el socio director de HFC Consultores estima que este hecho no ocurrirá hasta finales de 2022. “Hace falta un año entero de cierta normalidad para hacer una lectura de qué empresas han aguantado”, avisa convencido, no obstante, de que a partir de este otoño “ya pegaremos un salto”.

“Es complicadísimo”, revela Moreiras, quien también calcula que habrá que esperar al menos un año y medio para volver a ser lo que éramos. “Ya no vamos a retroceder, pero la salida será muy suave y poco a poco”, sentencia.

El más cauto es Pariza, quien advierte de que en cualquier caso la recuperación “va ser muchísimo más lenta de lo que algunos nos quieren vender”. “Va a ver mucha asimetría en la salida de la crisis”, subraya sin querer aventurar plazos. “No me atrevo. Y el que lo haga es un temerario o le pagan por decirlo; o las dos cosas”, concluye con cierta socarronería.

Tomás Cobo Castro es desde hace poco más de un mes el nuevo presidente de los más de 252.000 médicos colegiados en España. Especialista en Anestesiología y Reanimación, se declara médico de pasillo de hospital, crítico con la Ley de Eutanasia y defensor del pasaporte de vacunación covid, que asegura no es nada nuevo porque ya existe para otras patologías. Sostiene que en España no faltan médicos y sí más plazas MIR para que los nuevos titulados puedan formarse, también fuera de nuestras fronteras. Apuesta por crear sinergias y una mayor conciliación con la sanidad privada para acercar la salud a los ciudadanos y reconoce que durante esta pandemia le hubiera gustado que el Gobierno de España hubiera contado más con la opinión del colectivo.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Abril 2021

Pregunta.– “No tenéis a un gran científico ni a un gran investigador como presidente, pero os puedo asegurar que tenéis a un médico hasta las trancas, que es lo que he hecho toda mi vida”. Con esta palabras, agradeció su reciente elección como presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España. ¿Usted nació ya médico?
Respuesta.– No. De hecho, no tengo antecedentes en mi familia. A partir de los 16 años me empezó a llamar mucho la atención la medicina y enfoqué hacia ella lo que luego ha sido y es mi vida. Dije lo de médico hasta las trancas porque tradicionalmente los presidentes de los colegios de médicos, cuando llegaban a la presidencia, era como el culmen a una carrera científica e investigadora de gran prestigio. Yo, sin embargo, no correspondo a esa figura. Pero lo que sí he sido toda mi etapa profesional es un médico asistencial, de pasillo de hospital y de centro de Atención Primaria. Mi vida ha sido completamente asistencial y he tenido muy poco tiempo para realizar acciones de investigación científica de altura. También es verdad que he querido desarrollar mi profesión en el ámbito de la cooperación internacional. Por eso dije lo que dije. Me siento médico y muy cerca de los pacientes.

P.– Critica que los médicos en España, además de estar peor pagados que sus colegas europeos, no cobran lo mismo, a igual desempeño, en todas las comunidades. ¿La brecha salarial no es solo cuestión de género, que también?
R.– Vivimos en una España divergente con 17servicios de salud diferentes. Efectivamente existe una brecha salarial en su conjunto pero sin ninguna duda existe una brecha de género que es conjunta. Es paradójico que haya comunidades autónomas en las que se paguen las guardias de una manera y haya otras en que lo hagan de un modo inferior o superior haciendo exactamente el mismo trabajo. Sobre la brecha salarial de género, hace tiempo creamos el Observatorio de Género y Profesión para conocer cómo estaba la profesión en España y ahora tenemos en marcha una encuesta de género en la que queremos recoger la percepción que tiene la profesión médica sobre temas importantes como son el techo de cristal, la brecha salarial, el acoso laboral o la conciliación. En este sentido, hay que tener en cuenta que, por debajo de 45 años, hay más médicas que médicos, un porcentaje que llega a ser casi del 70% a medida que bajamos en la franja de edad. Las mujeres, además, representan el 73% de los ingresos en las universidades.

Tomás Cobo Castro, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España, frente a la sede del Colegio de Médicos de Cantabria, que presidió entre los años 2011 y 2017.

P.– La crisis sanitaria ha desvelado que nuestra sanidad pública no era tan buena como creíamos. ¿Urge aumentar el gasto para al menos llegar a la media de la UE?
R.- Aquí hay dos temas. De un lado, el modelo sanitario que tenemos, que ha costado muchísimo construirlo, y que es el modelo universal, público y gratuito, eje del estado de bienestar social. Del otro, el sistema, que es el encargado de mantener el modelo. Sin duda, para mantener este modelo firme y potente necesitamos más inversión, que el sistema aporte más. Además, el modelo español es casi similar, con alguna variación, al que existe en Europa pero no al que existe al otro lado del océano, lo que provoca injusticia social. A partir de este modelo universal, público y gratuito lo que hay que crear son sinergias y conciliación con la sanidad privada.

P.– Un reciente estudio ponía de manifiesto que un 57% de los españoles son partidarios de aumentar la colaboración público-privada en sanidad para garantizar una correcta asistencia. ¿Lo ve usted también necesario?
R.– Pero sin ninguna duda. Todo lo que sea promocionar la salud, la prevención de las enfermedades y el diagnóstico y el tratamiento lo más eficaz posible, sin ninguna duda. Pero siempre que mantengamos el modelo. Ya existe la colaboración público privada y no atenta contra el modelo. Por ejemplo, aquí en Cantabria se operan listas de operaciones quirúrgicas en el Hospital de Santa Clotilde desde hace muchísimos años. Con gobiernos de un color y de otro. ¿Con qué objetivo? Claramente con el de acelerar las cirugías, los tratamientos y los diagnósticos de los pacientes. Y eso es generar sinergias, no demonizar a la sanidad privada. Hay margen de conciliación y de crear sinergias sin ningún género de dudas. De hecho, se hace. Quizá haya que potenciarlo. Pero hay que tener en cuenta que, dentro del modelo que tenemos, hoy no se entiende que los hospitales funcionen de 8 de la mañana a tres de la tarde y que los quirófanos estén como norma parados a partir de esa hora. Eso también hay que agilizarlo.

P.– ¿Faltan médicos en España –existen 3,9 facultativos por cada 1.000 habitantes, cunado la media en la OCDE es de 3,4– o el problema estriba más en el reparto de especialidades?
R.– En España no faltan médicos. Tenemos una bolsa de más de 7.500 profesionales que terminan la carrera y no pueden acceder a formación especializada ni incorporarse al Sistema Nacional de Salud. Lo que nos faltan son plazas MIR para que estos titulados puedan formarse. Porque se da la paradoja de que tenemos que importar médicos de fuera para cubrir las plazas de atención especializada. Es muy simple: lo que hay que convocar son más plazas MIR, más centros de docencia y agilizar y movilizar esa bolsa de profesionales porque no puede ser que realicemos un esfuerzo tremendo en formar a médicos con una altísima calidad para luego dejarles en la estacada. Y para eso es clave que la Administración y el ministro o ministra de turno cuenten con la profesión.

P.– Los expertos sostienen que al coronavirus no se le vence en la UCI de los hospitales, sino en la calle y en los centros de salud. Sin embargo, el gasto sanitario sigue muy centrado en la atención hospitalaria y muy poco en la primaria. ¿Nos hemos olvidado de la prevención y promoción de la salud?
R.– Sí. Con una precariedad del 50% es muy difícil que la medicina familiar y comunitaria ejerza su profesión. La Atención Primaria (AP) ha sido una de los grandes perjudicadas en los últimos años por los recortes y necesita un refuerzo sin ninguna duda. Las carteras de hoy en día de los médicos de Atención Primaria son abrumadoras. Sí que ha habido un tiempo en que la medicina ha sido mucho más hospitalaria, mucho más de grandes hospitales e hIperespecializada en la que se ha desatendido a los profesionales de AP, que son tan especialistas como los que trabajan en el entorno hospitalario. La pandemia ha puesto de manifiesto que se necesita un empuje a esta parcela de salud y que hay tres herramientas claves –el uso de la mascarilla, el lavado frecuente de manos y el distanciamiento social– que sabemos que funcionan y que son de la más elemental solidaridad. Son una lucha directa y eficaz contra el coronavirus que podemos utilizar cada uno de nosotros en cada instante de nuestra vida. Hablamos de solidaridad, pero también creo que hace falta educación cívica para que cumplamos estas medidas con naturalidad y sin que tenga que venir la policía a decírnoslo.

P.– De los últimos cinco ministros de Sanidad –cuatro de ellos mujeres–, ninguno ha permanecido en el cargo más de 20 meses. ¿Reflejo de la precariedad y temporalidad que vive la profesión?
R.– No. Es un ejemplo de las circunstancias políticas en las que vivimos. Teniendo en cuenta el modelo sanitario al que me refería antes, que es la columna vertebral de ese bienestar social del que todos presumimos, pero especialmente los políticos, resulta llamativo el hecho de que se haya dado tan poca importancia a quién es el ministro de Sanidad. Y digo poca importancia porque los relevos son tan rápidos que es obvio que no hay alguien ahí de peso capaz de mantenerlo, no ya al titular de la cartera, sino a los equipos que trabajan a su lado. Es cierto que el ministerio de Sanidad ha perdido competencias en favor de las comunidades autónomas, pero no podemos olvidar que, pese a ello, sigue siendo el coordinador de todo el SNS. Últimamente estamos viendo que el Consejo Interterritorial toma más relevancia y se reúne con más frecuencia y fluidez. Pues a ver si compactamos eso. Pero en este vaivén político en el que estamos ya no es solo un problema del ministerio, sino también vemos cómo bailan las consejerías autonómicas de Sanidad. ¿Si sería deseable que el ministro fuera médico? Yo creo que sí. Sería mucho más fácil comunicarse con un ministro o ministra que fuera sanitario. Dicho esto, yo comprendo que el titular de Sanidad cumple una labor institucional y que tienen que ser los equipos que tiene alrededor los que estén. En este caso, sí quiero subrayar que el director general de Ordenación Sanitaria, Vicent Martínez, es un cirujano pediátrico de altísimo nivel asistencial y un conocedor profundo de la realidad asistencial y de la sanidad pública en España.

P.–Son muchos los que censuran la excesiva politización del sistema público de salud. ¿Necesitamos instituciones con menos política y más conocimiento experto?
R.– Sin ninguna duda. La política ha penetrado hasta dentro del SNS de tal forma que, cuando hay un cambio de Administración, de cualquier signo, inmediatamente se cambian los gerentes de los hospitales. Es decir, la gerencia de los hospitales son ya cargos políticos. Hombre, sería deseable que esos cargos perduraran más en el tiempo para dar mayor solidez y más facilidad de interlocución a los jefes de servicio, que esos sí son figuras absolutamente claves para el buen funcionamiento de los hospitales. Y éstos tienen la necesidad de tener un interlocutor que sea el mismo durante un tiempo prudente que, en ningún caso, puede ser menos de cuatro años. Porque si cada vez que cambian el gerente, cada uno de los jefes de servicios le tiene que ir a contar cuál es el plan de su departamento, pues realmente entonces tenemos un problema.

P.– Asegura que su organización médica es un asesor gratuito del Ministerio de Sanidad. ¿Le hubiera gustado que su voz hubiera tenido más protagonismo en esta pandemia?
R.– Sí, sin duda. Me hubiera gustado que nos hubieran hecho más caso y que se hubiera contado más con nosotros.

P.– ¿Cómo valora la gestión de la pandemia por parte del Gobierno?
R.– Hablar a toro pasado es muy fácil. En medicina hablamos del ‘minuto de oro’ cuando tienes que salvar un paciente politraumatizado. Luego viene la ‘hora de oro’ en la que tienes que conseguir estabilizarle y trasladarle a un hospital. Pues bien. En este caso creo que al principio por lo menos perdimos dos o tres semanas de oro. Fue cuando nos llevó el ‘tsunami’ por delante y nos encontramos sin equipos de protección individual, sin normas claras de qué teníamos que hacer… Ahí sí que perdimos un tiempo precioso, aunque insisto que esto es muy fácil decirlo ahora. Pero lo que tenemos que sacar de aquí es lo positivo, que ha sido la capacidad del modelo de adaptarse a un impacto tremendo gracias al esfuerzo de todos los profesionales sanitarios. Nos hemos adaptado con mínimos medios y hemos conseguido montar unidades híper especializadas en poquísimo tiempo. Eso es lo bueno. De ahí la importancia de la formación médica continuada en competencias transversales.

P.– Sanidad mantiene su objetivo de llegar al 70% de la población vacunada al final del verano. ¿Lo ve realista?
R.– La bola de cristal. Dependerá de lo que pase con la vacuna de AstraZeneca. Ahora están produciendo la de Johnson & Johnson… Estamos en un periodo de incertidumbre y no me atrevo a aventurar cifras. Lo que sí es cierto es que antes íbamos al paso y ahora parece que empezamos a ir progresivamente al trote. Ojalá muy pronto podamos ir al galope. En cualquier caso, tengo que decir que me consta que se está haciendo todo lo posible y que no hay ninguna demonización de los médicos de la atención privada, aunque se ha dado la paradoja de que todavía tengamos profesionales de este sector mayores de 55 años sin vacunar.

P.– El CGCOM solicitó hace unas semanas al Ministerio de Sanidad la revisión de su estrategia de vacunación con el fin de dinamizar el ritmo de inmunización y eliminar las trabas autoimpuestas que exceden las recomendaciones de organismos como la EMA y la OMS. ¿Es partidario de extender la de AstraZeneca a los mayores de 55 años?
R.– Nos referíamos a la de AstraZeneca. Lo que pedíamos es que si tenemos vacunas, que se pongan ya. Aún está por demostrar que existe un vínculo entre esta vacuna y los casos de trombos y complicaciones que se han conocido. En esto hay diversas teorías. Hay científicos más conservadores que abogan por que no se inoculen hasta que haya la máxima seguridad y otros más intrépidos que defienden su uso. Bueno, esto sucede en la medicina todos los días. Hay profesionales más intrépidos y otros más conservadores. Este es el debate y de ahí sacar una conclusión.

P.– Los retrasos en la entrega de algunas vacunas cuestionan las prácticas seguidas por algunas empresas farmacéuticas, más preocupadas al parecer por obtener beneficios que por salvaguardar la ética empresarial. ¿Con la salud se negocia?
R.– Las farmacéuticas tienen un buen negocio. Y tanto. En los años 60, le preguntaron a un joven directivo de una grandísima industria farmacéutica qué es lo que querría para su empresa, que cuál era su objetivo; a lo que respondió: hombre, yo vender a los sanos porque los enfermos son muy pocos. Comprendo que tenga que haber negocio, porque para eso está la industria, pero que sea un negocio adecuado. Es decir, que el beneficio que obtengan sea el justo y adecuado porque están trabajando para la salud. Lo que no puede ser son las cifras escandalosas que a veces vemos. Aquí volvemos una vez más al modelo, pero sin demonizar a la industria, que creo que ha colaborado, en particular en España en el tema de la formación médica continuada. Pero tenemos que ser muy cuidadosos con el tema de conflicto de intereses de compañeros que, en un momento dado, puedan tenerlo con el sector. Que lo que enseñemos en esos cursos no esté dirigido hacia un terreno en particular, sino que sea equilibrado, científico y con cero influencia y conflicto de intereses. De otro lado, deberíamos exigir también una justicia distributiva de las vacunas para que lleguen a los países en desarrollo. Aquí tenemos que reclamar un esfuerzo tanto a las farmacéuticas como a los gobiernos de Europa y del mundo.

P.– ¿Comparte la propuesta de crear un pasaporte de vacunación para facilitar la movilidad?
R.– Sí, pero si ya existe para otras patologías. No es nada nuevo. Yo cuando voy a África tengo que llevar mi pasaporte de vacunación y, si no, no me dejan entrar. ¿Por qué lo vamos a excluir para la covid? Claro que estoy a favor de la identificación porque su uso facilitará sin duda la libre circulación de personas. ¿Discriminará a quien aún no haya sido vacunado? Hombre, pues sí, pero estamos hablando de meses. Lo que nos hace falta son dosis, y creo que van a llegar.

P.– Usted ha criticado que la Ley de Eutanasia, aprobada hace unos días, desprotege al médico al permitir crear un registro de objetores que se nieguen a practicarla. Sus defensores aseguran que se trata de una norma extraordinariamente garantista con el paciente, pero ¿lo es también con los profesionales sanitarios?
R.– En este asunto hay cierta confusión entre lo que es la sedación terminal, los cuidados paliativos, la eutanasia como tal… Hay que hacer un ejercicio pedagógico desde la profesión para tratar de explicarlo. Nuestro código deontológico, que es la esencia de los colegios médicos, lo que apuesta es por la vida y no contemplamos la eutanasia como un acto médico en ningún caso. Pero también nos obliga a cumplir la ley. Dicho esto, creo que en esta norma hay un artículo, el 16, en el que se habla del registro de objetores que tiene una mala redacción y que, a mi juicio, es discriminatorio y vulnera la protección de datos. Además, parece que exige una objeción absoluta cuando depende de cada paciente. Cada vida es diferente y única y no se puede plantear una objeción absoluta. Nos preocupa cómo se va a aplicar la ley porque deja en vilo cantidad de incertidumbres que queremos ver y en las que queremos ahondar. ¿Se va a privatizar? ¿Van a existir conciertos y centros de eutanasia o se va a llevar a cabo dentro del modelo sanitario que tenemos, que es en el único entorno en el que creo que se debería hacer? Insisto, el papel lo aguanta todo, pero aún pesan demasiadas incertidumbres.

P.– Hay quien sostiene que en Cantabria contamos con unas infraestructuras hospitalarias espectaculares pero infrautilizadas, y que el mayor peligro que tiene Valdecilla es quedarse vacío por falta de contenido en una serie de años. ¿Lo comparte?
R.– No. Valdecilla es un centro de referencia europeo y mundial en determinados ámbitos. Ahí está el ejemplo del Hospital Virtual. Es una grandísima suerte que en una comunidad pequeña como Cantabria tengamos un centro hospitalario como es Valdecilla. Y al tiempo tenemos otros dos hospitales, como son Sierrallana y Laredo, junto con el de Reinosa, que son las puntas, los arietes de este modelo en el que apostamos por acercar la salud a las personas. ¿Tendremos que potenciar y seguir trabajando por Valdecilla? Pues sin duda, pero yo creo que es un hospital moderno, del siglo XXI y que durante esta pandemia ha sido ejemplar y ha soportado muy bien el impacto, seguramente uno de los que mejor lo ha hecho de España. No podemos olvidar que vamos hacia la europeización, hacia grandes hospitales de referencia en los que haya especialistas altamente cualificados que operen las patologías que no son comunes. Estoy convencido de que Valdecilla irá muy bien y de que el Hospital Virtual seguirá siendo un referente en el mundo.

La iniciativa para aumentar el catálogo de razas de vacas amparadas por la indicación geográfica protegida ‘Carne de Cantabria’ busca mejorar la rentabilidad de las explotaciones cárnicas de la región que hoy no pueden lucir una etiqueta que ha logrado el reconocimiento de mercado y que puede suponer mejoras de hasta el 40% en el precio que se paga por los animales. La incorporación de nuevas razas supondría incrementar en cerca de 9.000 cabezas el censo de ganado de la IGP, dando cobertura a cerca del 90% de la carne que se produce en Cantabria.

Cristina Bartolomé |  @criskyraMarzo 2021

Si se cumplen las previsiones y objetivos que manejan todas las partes, la indicación geográfica protegida (IGP) Carne de Cantabria previsiblemente avalará nuevas razas de ganado vacuno próximamente. Este sello de calidad contempla actualmente las razas tudanca, monchina, asturiana de los valles, asturiana de la montaña, parda de montaña y limusina, y avala su producción a base de alimentación y manejo tradicionales en Cantabria. Pero también la carne de las razas pirenaica, charolesa, blonda de Aquitania y fleckvieh, que igualmente se crían por parte de ganaderos de Cantabria, podrían comercializarse bajo esta marca. De ser así, tras el previsible visto bueno de Bruselas a la modificación del reglamento de la IGP, podrían verse beneficiadas con la ampliación más de 200 explotaciones de la región, con un censo aproximado de unas 10.000 reses, según los cálculos que realiza la Consejería de desarrollo Rural, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente de Cantabria.

La modificación es posible gracias a que la carne de estas razas responde a los estándares exigidos, según defiende la Federación de Asociaciones de Criadores de Ganado Vacuno de Razas Cárnicas de Cantabria, promotora de la iniciativa, que cuenta con el apoyo de la Oficina de Calidad Alimentaria de Cantabria (Odeca), el organismo que regula y controla las denominaciones de origen y los distintivos de calidad de los productos elaborados en la región. Además, recientemente un informe encargado por la Consejería a la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza avala su incorporación. Este estudio determina que son el sistema de manejo y la alimentación de los animales los elementos prioritarios para alcanzar el sello de calidad. Según asegura Lorenzo González, presidente de la federación que agrupa a los criadores de razas cárnicas, las explotaciones ya “han hecho todos los deberes” y cumplen con las condiciones exigidas para incluirse en la IGP.

Modificación del pliego de condiciones

Interior de un establo en una explotación ganadera cárnica de Cantabria.

Los nuevos pasos se decidieron en una reunión del consejero de Desarrollo Rural Guillermo Blanco con técnicos, directores generales y las asociaciones de criadores. En ese encuentro se decidió encargar el informe a la Universidad de Zaragoza y se planteó una modificación menor del reglamento que rige la IGP: “Lleva menos trámite en Madrid y Bruselas, ya que no hay que modificar el pliego entero”, asegura González. La modificación del reglamento, –que data de 2001, cuando se creó la marca– ya ha sido aprobada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, y se espera que salga en el BOC este mes de marzo. Si no hay alegaciones, irá a Bruselas, donde espera que se le dé el visto bueno definitivo. Según explica la Consejería de Desarrollo Rural, Ganadería y Alimentación, la modificación se refiere a la descripción del producto, la prueba del origen, el método de obtención, la estructura u organismo de control y el etiquetado.

Razas y productos

Se introducen nuevas razas de ganado vacuno como aptas para suministrar carne a la IGP Carne de Cantabria incluyendo las pirenaica, charolesa, blonda de Aquitania y fleckvieh y la modificación de la mención de la raza pardo – alpina por parda de montaña.  Además, se propone ampliar la lista de los productos amparados por la IGP. Esto se debe a la necesidad de adaptar su identificación y nomenclatura a la denominación de venta aplicable a la carne de vacuno de acuerdo a la normativa vigente, en relación con la categoría del animal, que se establece en función de su sexo y edad.

Esta modificación se refiere a la inclusión de la ternera blanca y la carne de vaca –animales de más de cuarenta y ocho meses– que se añaden a las carnes de ternera rosa, añojo, novilla y buey. “Con esto se benefician todas las razas”, asegura Lorenzo González, que calcula que  entre las razas que ya cuentan con la IGP y las que se van a incluir ahora, va a estar protegido con el sello Carne de Cantabria el 90% de la carne que se produce en la región.

La modificación incluye también un cambio en el organismo de control sustituyendo el consejo regulador por la Oficina de Calidad Alimentaria, Odeca, que asume las funciones de autoridad competente. El consejo regulador se mantiene, aunque adscrito a la Unidad de Apoyo Técnico de la Odeca, y se modifican sus funciones de inspección, que quedan definidas por la autoridad competente en base a la Ley 3/2000, de 24 de julio, de creación del Organismo Autónomo Oficina de Calidad Alimentaria.

Esto supone, por otro lado, que la inscripción de los animales se solicite a la Odeca, en vez de al consejo regulador, de acuerdo a la legislación vigente. Por último, también se solicita que sea la Ley 3/2000, de 24 de julio, por la que se crea el Organismo Autónomo Oficina de Calidad Alimentaria, la referencia normativa, eliminando las ya derogadas. Lo que no asumiría la Odeca sería la expedición de las etiquetas y contraetiquetas, ya que no se corresponde con la práctica de este organismo.

Impacto en los precios

Lorenzo González, presidente de la Federación de Asociaciones de Criadores de Ganado Vacuno de Razas Cárnicas de Cantabria.

Incluir la carne de estas nuevas razas en la IGP significará una mejora económica para los ganaderos, según las previsiones que manejan sus impulsores. De acuerdo a estas, los ganaderos pasarán de cobrar 3 euros el kilo de carne a 4,20 euros: “Nos sale rentable ya que actualmente no se paga lo que ceban los animales”, asegura el presidente de la federación: “Con ese aumento del precio se saca un sueldo y se puede reinvertir en la explotación”. Como ejemplo, de un ternero tudanco cebado, que podría producir unos 162 kilos de carne, podrían obtenerse casi 200 euros más de beneficio. Por ello Lorenzo González prevé que todos los ganaderos que tengan estas razas entrarán en la IGP.  Lorenzo considera que con estos cambios “se va a hacer justicia, antes no lo habíamos conseguido y esto es un éxito”. Cabe preguntarse, entonces, por qué no se tomó la decisión antes: “No lo veía la administración, pero ahora se planteó de otra manera y dieron ese paso adelante. Creo que la administración temió perder el pliego que ya había para las otras razas y prefirió no arriesgarse”. El presidente de la Federación de Asociaciones de Criadores de Ganado Vacuno de Razas Cárnicas de Cantabria considera que habrá una buena comercialización teniendo en cuenta que ahora se está dando salida a la carne de la IGP a través de la comercializadora Agrocantabria, que distribuye esta carne en la región a grandes superficies y carnicerías y “se vende bien tanto en Cantabria como fuera”.

Requisitos de calidad

El reglamento de la indicación geográfica protegida Carne de Cantabria enumera de forma muy concreta las características de la carne y el sistema de alimentación de las reses. El resultado es una carne de muy alta calidad y con un engrasamiento excepcional. El proceso incluye que los becerros han de ser amamantados por la madre durante un mínimo de tres meses en Cantabria. Posteriormente la alimentación se adaptará a las tradiciones de aprovechamiento de pastos de la comunidad autónoma y al menos un 50% será en forma de forrajes producidos en Cantabria. Durante la fase de acabado y en la alimentación suplementaria solo se utilizan productos autorizados. En todo el proceso están prohibidos los productos que interfieran en el ritmo normal de crecimiento del animal. Todo este proceso se traduce en unas características fisicoquímicas y organolépticas determinadas.  “Quien no haga todo el proceso para la IGP puede ser expulsado de la marca”, recalca Lorenzo González.

De hecho, el informe elaborado por la Universidad de Zaragoza valora especialmente las prácticas de cría y alimentación con amamantamiento, junto con el aprovechamiento tradicional de los pastos. Lorenzo González abunda que los piensos deben ser homologados por la Comunidad Europea, son similares a los ecológicos y están compuestos de hierba autóctona, maíz sembrado por los productores, cebada, harina y otros subproductos. A eso se añade la alimentación en los pastos naturales de Cantabria.

Y como ejemplo de las medidas de bienestar animal que ponen en práctica los ganaderos de la región, entre otras, cita la llamada “cama caliente”, en la que los terneros descansan sobre paja: “Así están limpios, siempre secos y mucho más cómodos”. El resultado es que su carne “no está estresada”. Además incide en las ventilaciones de las explotaciones y en el uso de aireadores en verano, con lo que se eliminan los gases del abono.

Un paso positivo para el medio rural cántabro

Juan José Velarde, es presidente de la Asociación de Vaca Charolesa de Cantabria, una de las razas beneficiadas de la proyectada ampliación de la IGP. Se muestra satisfecho con la medida porque significaría dar un valor añadido para los animales: “Nos supondría grandes beneficios porque vamos a poder cebar terneros hasta el final, hacer la cría hasta su sacrificio sin tener que exportarlos a otras comunidades a mitad de producción”.  Velarde calcula que la diferencia podría ser de entre 150 y 200 euros de beneficios por animal. Además, estar dentro de la IGP Carne de Cantabria significa también que podrán vender los terneros de cruce entre charolesa y tudanca para sementales dentro de la marca.

Juan José Velarde, presidente de la Asociación de Vaca Charolesa de Cantabria, junto a alguno de los ejemplares de esta raza, en su explotación.

Por lo demás, no prevé ningún cambio en el tratamiento de los ejemplares de charolesa: “Usamos las mismas técnicas que las razas que ya están en la IGP”, asegura, y se muestra contento de que este paso se podría dar en breve, calcula que en junio haya luz verde desde Bruselas.

Valora que esta medida puede ser un acicate para quedarse en las zonas rurales: “No es un trabajo de 8 horas, pero bueno, teniendo una salud y si la gente funciona, es una razón más para quedarte en el pueblo. Es una forma de vida y si medidas como éstas la mejoran, más gente se animará a vivir de este sector”.

A todo ello, indica, se suma que la sociedad se decanta actualmente por conocer productos nuevos y también por consumir productos ‘kilómetro cero’: “Es muy interesante este tipo de mejoras para que la gente se anime a trabajar en esto”.

 

José Luis Gochicoa, consejero de Obras Públicas del Gobierno de Cantabria, repasa en esta entrevista los principales retos de su departamento en una legislatura en la que ha perdido las competencias en Vivienda, pero añade las de Ordenación del Territorio y Urbanismo.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Febrero 2020

La futura Ley del Suelo, más clara y simple, cuya tramitación administrativa espera iniciar a finales de este trimestre; el PROT, que establezca las bases para generar riqueza y conseguir un desarrollo sostenible para Cantabria; o el nuevo plan de carreteras, que debería entrar en vigor antes de cuatro años, son algunos de los objetivos que este ingeniero de Caminos, Canales y Puertos tiene marcados en rojo. Además, no quita ojo a la integración ferroviaria en los grandes núcleos urbanos de la región ni a la mejora de la operatividad de los puertos autonómicos, y confía en que el Gobierno de España cumpla los compromisos inversores comprometidos, aunque reconoce que le da miedo cómo pueden afectar los acuerdos con los independentistas en tareas que nada tienen que ver con el régimen económico, del que comparte su visión progresista.

Pregunta.– A punto de cumplir un año en el cargo, ¿qué valoración hace de este periodo a caballo de dos legislaturas?

Respuesta.– Ha sido un periodo muy intenso, especialmente en esta segunda etapa en la que, además de a los retos ya previstos, hemos tenido que hacer frente a otros que han ido surgiendo derivados de las inundaciones, la problemática de los ríos y los efectos que, en general, está teniendo el cambio climático en Cantabria.

P.– La licitación pública cayó un 40% en Cantabria entre enero y noviembre de 2019, según los datos del Ministerio de Fomento recogidos por el Instituto Cántabro de Estadística (Icane). Este descenso, contrasta además con el incremento registrado en el conjunto del país, que rozó el 10%. Con estos números, parece claro que las administraciones públicas están lejos de cumplir un papel relevante como dinamizadoras de la construcción en la región.

R.– Más que de licitación, donde una obra del Ministerio de Fomento te puede condicionar esas cifras, a mí me gusta hablar más de obra ejecutada o en ejecución. En este sentido, tengo que decir que a lo largo del pasado año se ha iniciado la ejecución de muchas obras en Cantabria derivadas de licitaciones municipales, a las que habría que añadir las promovidas por el Gobierno regional en los entornos urbanos de Santander y Torrelavega o las que estamos empezando a licitar en el puerto. En suma, le puedo asegurar que actualmente se está ejecutando mucha más obra que durante el periodo en que el PP gobernaba en España. De hecho, durante los pasado meses de noviembre y diciembre hemos tenido problemas para iniciar obras de asfaltado porque las empresas no daban abasto. Dicho esto, creo que lo peor de la crisis en la construcción ya pasó. Es evidente que la burbuja inmobiliaria trajo consigo efectos negativos en el mercado laboral al desplazar a este sector a muchos trabajadores que acudían atraídos por los buenos salarios que se ofrecían. Y eso tampoco es bueno. Tan malos son las crestas como los valles. Mi objetivo es intentar que se note lo mínimo posible los periodos electorales en ejecución de obra pública. Hay que dar estabilidad al sector. Por eso se ha licitado tanta obra en diciembre, del orden de 30 millones de euros.

P.– En la presentación de las cuentas de su departamento para 2020, anunció una inversión de más de 86 millones de euros para impulsar las infraestructuras de la región, de los que casi el 45% se destinarán a actuaciones en la red viaria. ¿Cantabria necesita con urgencia un nuevo Plan de Carreteras?

R.– Cantabria está desarrollando el vigente plan de carreteras, pero antes de terminar la legislatura deberíamos contar con un nuevo plan porque para entonces ya estará listo o en ejecución el 90% del actual. En cualquier caso, tenemos identificadas algunas necesidades que no están en este plan y que sí deberían figurar en el próximo. Me refiero a carreteras que  presentan un estado de conservación deficiente o que necesitan mejoras. En este nuevo plan tendremos en cuenta carreteras que son de titularidad municipal pero que, o bien dan acceso a lugares estratégicos para la comunidad autónoma (vertederos, centros turísticos…), o bien carreteras que unen dos términos municipales y dan acceso a núcleos de población (acceso a Bejes), pero que los ayuntamientos por sí solos no pueden sufragar.

P.– Una de las principales novedades del presupuesto de su Consejería es la creación de un Fondo de Derribos, dotado con 6,3 millones de euros, para garantizar el cumplimiento de las obligaciones derivadas de las sentencias judiciales. ¿Prevé iniciar este ejercicio la construcción de viviendas que sustituyan a las que hayan sido ‘condenadas’ por los tribunales?

R.- En Arnuero tenemos ya el proyecto muy avanzado. De hecho, se lo hemos enseñado a los 102 vecinos afectados para que nos digan quiénes estarían interesados en estas viviendas de sustitución. A partir de ahí, esperamos poder licitar las obras este mismo año. Estamos hablando de entre 70 y 80 viviendas, en función de que los vecinos estén finalmente de acuerdo con este proyecto, que mayoritariamente creo que lo van a estar.

P.– En esta legislatura, su Consejería ha asumido nuevas competencias y ha perdido otras. Así, Vivienda ha dejado de estar en su estructura, pero sin embargo mantiene Gesvican, la empresa pública promotora de vivienda de protección oficial. ¿Cómo lo explica?

R.– Vamos a ver. La explicación nace porque ya en otras comunidades autónomas la vivienda se encuadra dentro de las políticas sociales. Sin embargo, la parte más técnica, la que se refiere a la empresa que ejecuta viviendas o al propio servicio de arquitectura, se mantiene en Obras Públicas porque entendemos que este departamento conoce probablemente mejor las cuestiones técnicas que una consejería de orden social. En cualquier caso, la directora general de Vivienda forma parte del Consejo de Administración de Gesvican.

P.– Según los últimos datos sobre calificaciones definitivas de VPO, el mercado de este tipo de viviendas está prácticamente paralizado en la región, especialmente en cuanto a la promoción de viviendas destinadas a la venta (no hubo ninguna desde 2018 y septiembre de 2019). ¿A qué obedece esta falta de interés?

R.– Aunque esta pregunta correspondería más a Vivienda, creo que en primer lugar habría que achacarlo a que la vivienda libre, sobre todo fuera de los entornos urbanos, ha bajado mucho de precio y, por tanto, se pueden comprar viviendas de este tipo a precios similares a las de VPO. En segundo lugar, yo apuntaría al hecho de que la demanda de los jóvenes se centra en el alquiler mas que en la compraventa. Seguramente por la dificultad de acceder a financiación, pero también por temas incluso culturales. En este sentido, nos estamos acercando a Europa donde la mayor movilidad laboral que se demanda a los jóvenes hace que prefieran vivir en régimen de alquiler que permite más flexibilidad.

P.– Asume Ordenación del Territorio y Urbanismo, área en la que espera que antes de fin de año esté listo por fin el borrador de la futura Ley del Suelo, un texto que, según sus propias palabras, no contendrá novedades sustanciales con relación a lo que ya estaba planteado y que vendrá a clarificar, simplificar y mejorar la actual normativa. ¿En qué aspectos en concreto?

R.– Bien. Se va a clarificar un aspecto básico que genera muchas interpretaciones diversas entre los ayuntamientos y el Gobierno como es la clasificación del suelo urbano y suelo no urbanizable especialmente protegido. Tanto en la Ley del Suelo como en otros instrumentos a posteriori pero que ya estamos redactando vamos a intentar que todo el mundo tenga claro lo que es o no suelo urbano y cómo clasificar el suelo de forma homogénea. Que cualquier técnico, con independencia de quién sea, tenga claro los criterios para ello. Por su parte, se simplifica porque en el suelo urbano desaparece el consolidado y no consolidado; y en el urbanizable desaparece la diferenciación entre residual y delimitado, es decir, solo hay un urbano, solo hay un urbanizable. Finalmente, también se agiliza con pequeñas herramientas las posibilidades de regeneración urbana o, dicho de otro modo, las posibilidades de actuar sobre el suelo urbano ya existente. Es un tema complicado, pero con pequeñas medidas pretendemos agilizar el desarrollo de promociones dentro del suelo urbano reduciendo, por ejemplo, los niveles de espacio libres o de determinados equipamientos que, por su cuantía, podían en ocasiones hacer inviable la operación. La nueva Ley del Suelo está muy avanzada y espero poder iniciar su tramitación administrativa a finales de este primer trimestre del año o comienzos del siguiente.

P.– Igualmente confía en aprobar a mitad de legislatura el Plan Regional de Ordenación del Territorio, actualmente en fase de redacción con una visión más economicista. ¿Cuáles son las principales directrices que van a guiar este documento?

R.– Efectivamente. Veíamos que hacían falta estudios económicos que no estaban suficientemente detallados que nos permitieran conocer las fortalezas y demandas de sectores tan importantes como el industrial en cuanto a necesidades de suelo. Y necesitábamos también ver cuáles son las oportunidades de Cantabria en los diferentes sectores y establecer parámetros que nos ayuden en la toma de decisiones. Así, se habla mucho del uso rústico-agrícola frente al industrial en un determinado ámbito. Tenemos datos de productividad del suelo agrícola en cuanto a número de trabajadores por hectárea que ponen de manifiesto que la riqueza que genera el suelo industrial es muy superior en términos de trabajo por metro cuadrado de superficie a la que puedan proporcionar otros usos como el agropecuario. Esto es un dato importante porque en el PROT, aun debiendo conservar suelo disponible, sobre todo aquel que tenga valores para no hipotecar nunca el futuro de Cantabria y para medioambientalmente garantizar la residencia, tenemos que ser capaces de ver en qué ámbitos necesitamos posiblemente sacrificar una parte pequeña de ese suelo para poder generar riqueza económica que posibilite el desarrollo de la región. En este sentido, estableceremos áreas, tal y como ya estableció en su día el POL, en las que entendamos que deben potenciarse actuaciones estratégicas de carácter productivo, industrial, logístico… Y también estableceremos áreas donde entendamos que puede desarrollarse una energía eólica que hasta la fecha tantos problemas ha tenido para implantarse en Cantabria. Por eso es ordenación y no protección. Porque hay que ver necesidades y valores y dónde conjugan mejor dentro del territorio para generar riqueza y un desarrollo sostenible.

P.– Algunos municipios, entre ellos el de Santander, están pendientes de aprobar sus planes generales de ordenación urbana, instrumentos sin duda claves para su desarrollo urbanístico y para promover la actividad del sector de la construcción y obra pública. ¿Tiene su departamento algún margen de maniobra para acelerar o intervenir sobre estos planeamientos que tanto se demoran en el tiempo? ¿No se pueden articular fórmulas más dinámicas que faciliten el día a día en las ciudades?

R.– El planeamiento urbanístico es competencia de los ayuntamientos. Nosotros no podemos proponer en su  sustitución. Lo que sí podemos hacer cuando los planes pasan por la CROTU es intentar agilizarlos al máximo a través de dos cosas: ese marco legal que es la Ley del Suelo, que al clarificar y simplificar esperamos que pueda dar lugar a una reducción de los plazos en la redacción de los planes y, sobre todo, en que no haya tantas discrepancias entre lo que aprueba un ayuntamiento inicialmente y lo que posteriormente tiene que aprobar definitivamente por motivos legales. Y en segundo lugar, yendo de la mano con los ayuntamientos ayudándoles en todo aquello en lo que podamos colaborar, pero desde el inicio para que luego no haya sorpresas en su aprobación.  En definitiva, marco legal y colaboración. Y en esa labor estamos.

P.– La Ley de Contratos del Sector Público vino a poner coto a las bajas temerarias. Más allá de si este problema persiste o no, dado la ambigüedad en su redactado, lo que algunas empresas reclaman incluso con más insistencia es que se cumplan los pliegos de contratación. ¿Comparte o ve razonable esta preocupación?

R.– Vamos a ver. Esta ley tuvo tantas enmiendas en su articulado durante su proceso parlamentario que tiene amplias contradicciones entre objetivos y artículo e incluso dentro de los propios artículos. El tema de las bajas temerarias está sujeto especialmente a la interpretación de un tribunal administrativo especial, con sede en Madrid, que hasta la fecha ha mantenido opiniones más bien favorables a su aceptación. De hecho, nosotros hemos tenido algún proyecto en el que, habiendo justificado que no procedía esa baja temeraria, finalmente tuvimos que aceptarla porque así lo determinó este tribunal. Esta situación no ha cambiado y lo cierto es que, aunque cuando a nosotros no nos gusta como Administración la existencia de estas bajas, en determinadas circunstancias no nos queda más remedio que aceptarlas por cuestiones de legalidad. Es un tema muy complejo. De otro lado, esta Consejería hace cumplir los pliegos siempre. Sin ningún género de dudas y en todos sus aspectos. No hay ninguna obra pública de nuestra competencia en la que haya habido alguna queja sobre la calidad de su ejecución.

P.– En materia portuaria, ha avanzado su idea de que el Puerto de Laredo se convierta en el referente del norte de España. ¿Deseo o realidad?

R.– En el Puerto de Laredo ya se ha visto un cambio muy importante durante la anterior legislatura. La marina seca, uno de los elementos más destacados del puerto, ha habido días que no daba abasto para extraer embarcaciones para su reparación. Por su parte, el turismo de tránsito, fundamentalmente de extranjeros, roza las 2.000 pernoctaciones  en verano. Además, se ha abierto una primera concesión de hostelería y ya hay empresas del sector interesadas en una segunda. Por otro lado, se está construyendo un edificio que permitirá contar con talleres de mantenimiento para poder aprovechar de la mejor manera posible esa marina seca. Es decir, se está invirtiendo y el sector privado tiene interés en potenciar digamos esta parte seca. De otro lado, se está incrementado de forma paulatina el número de embarcaciones que pernoctan en este puerto, con días que han superado las 300 o 400 embarcaciones. Por tanto, creo que sí, que se va por el buen camino. Por último, también se ha rebajado un 20% la tarifa previa anual de atraque, lo que confío servirá de incentivo para que cada vez un mayor número de embarcaciones se planteen estar todo el año en Laredo. Todo ello hace que entremos de lleno a competir con garantías en calidad  de servicios y precios con otros puertos del norte, especialmente de Vizcaya.

P.– Los proyectos para la reordenación ferroviaria de Santander y el soterramiento de las vías en Torrelavega parten de situaciones diferentes –el primero estaba mucho más avanzado que el segundo, que salió a información pública en octubre–, pero siguen caminos muy diferentes por divergencias políticas. El Gobierno de Cantabria recoge este ejercicio 4,7 millones de euros para la actuación en la capital del Besaya y está a la espera de lo que ocurra en el proceso de participación pública comprometido por el PP y Ciudadanos en Santander. ¿El segundo acabará adelantando al primero?

R.– Podría ser. Torrelavega tiene un muy amplio consenso político y social en cuanto a la solución a determinar. Por eso esperamos que este año se pueda aprobar el estudio informativo y que el proyecto sea una realidad en esta legislatura. En Santander, por su parte, estamos esperando a ver si existe ese consenso político para que de alguna forma la solución propuesta sea la definitiva y la que todo el mundo quiere. Lo único que esperamos es que esto no signifique un retraso de muchos años. El Ministerio de Fomento presentará su opción al Ayuntamiento probablemente este mes de febrero para que, a partir de ahí, puedan opinar con elementos de juicio suficientes porque hasta ahora no los había.

P.– Los compromisos alcanzados con el Gobierno de España en materia de infraestructuras e inversiones pendientes en Cantabria, incluso el propio Gobierno regional, estuvieron a punto de saltar por los aires tras el ‘no’ de su predecesor en la Consejería y actual diputado nacional del PRC, José María Mazón, a la investidura del presidente Sánchez. Tras la tempestad, ¿ha vuelto la calma o aún existe riesgo de borrasca?

R.¬– Nosotros estamos muy tranquilos de que haya un gobierno socialista en el Estado. Además, los interlocutores básicos siguen siendo los mismos y los ministerios más inversores, Fomento y Medio Ambiente, siguen contando con las mismas personas con las que mantenemos una relación fluida. Lo único que nos da miedo a los regionalistas es cómo puede afectar el pacto con ERC en tareas que nada tienen que ver con el régimen económico, con el que estamos de acuerdo que sea progresista. Pero siempre estaremos en contra de cualquier medida que suponga concesiones al independentismo. Esas son nuestras líneas rojas. Dicho esto, creemos y esperamos que la sensatez del Gobierno de España, que en general cuenta con un buen plantel de ministros, sea suficiente para asegurar las inversiones comprometidas en Cantabria.