Manuel Vila, presidente del Clúster de la Industria de Defensa, destaca en esta entrevista la vocación nacional de esta iniciativa de la que ya participan 80 empresas, instituciones y entidades de carácter público, el 60% de ellas de Cantabria, y recalca su objetivo de mediar entre las pymes del sector y las Fuerzas Armadas, además de atraer a otras empresas con capacidades productivas y tecnológicas que se pueden aplicar a la defensa y no lo saben.
Manuel Casino | @mcasino8 | Octubre 2024
Pregunta.– El Clúster de la Industria de Defensa cumplirá muy pronto cinco años de su fundación. ¿Qué valoración hace de este quinquenio?
Respuesta.– La idea surgió hace cinco años, a raíz de una jornada en el Colegio de Economistas de Cantabria sobre la importancia de la industria de defensa en la economía y el interés desbordado que este asunto suscitó entre las empresas que acudieron a este evento. Aquello derivó en una iniciativa para poner en marcha una asociación de empresas que quisieran tener relación con las Fuerzas Armadas (FF AA). Así nació el clúster, que debo decir ha sido muy difícil de arrancar en una región tan pequeña como Cantabria y tan carente de empresas tractoras en el sector. Pese a ello, constatamos que sí existía un interés sorprendente y le diría que casi exagerado. No sin dificultades, el clúster se ha ido consolidando poco a poco y ahora mismo es una asociación que engloba a 80 empresas, instituciones y entidades de carácter público, la mayor parte de ellas de Cantabria, pero que tiene vocación nacional.
P.– Un clúster con sede en Cantabria, pero del que también participan muchas empresas, instituciones y centros de investigación de otras comunidades. ¿Por qué aquí?
R.– Lo que se entiende por industria de defensa, en Cantabria es testimonial. La clave está en que no solo estamos hablando de sistemas de defensa. Ni mucho menos. Estamos hablando de todos aquellos suministros que son necesarios para el desenvolvimiento de las FF AA. En el caso del clúster, hablamos de empresas de microelectrónica y de telecomunicaciones, de textil para los uniformes, de alimentos e incluso de cremas de protección solar. Hablamos de servicios no convencionales que, en principio, puede parecer que nada tienen que ver con las Fuerzas Armadas y que, sin embargo, son imprescindibles para los soldados. Al final, la industria de defensa no se trata solo de sistemas de armamento, sino de todo aquello que permite que las Fuerzas Armadas puedan operar con normalidad. Y, desde ese punto de vista, la vocación del clúster es la de atraer empresas que puedan ser suministradoras desde fuera del sector hacia Defensa. Por ejemplo, todas aquellas que tengan tecnología dual, entendida como aquella tecnología civil que sirve también para la industria de defensa.
P.– Del Clúster participan empresas que procuran servicios básicos o avanzados para las Fuerzas Armadas que poco a nada tienen que ver con lo que generalmente se entiende por defensa. ¿Convendría empezar por explicar mejor qué se entiende por industria de defensa?
R.– Sí. A ver. Si nos ponemos digamos estrictos, no es industria ni es de defensa. Es decir, cuando uno habla de industria piensa en fabricar algo, y aquí estamos hablando de servicios avanzados y de construcción de equipos o de desarrollo de tecnología, incluso de formación. Engloba todo lo que sea susceptible de ser comprado por el Ministerio de Defensa. Desde ese punto de vista, no sería estrictamente industria. Y en cuanto que sea defensa, no se aplica solo a ese ministerio en sí sino también, en un ámbito más amplio, a lo que es la seguridad. Y en muchos casos hablamos de tecnología dual que también excede estrictamente de la defensa. Sin embargo, la terminología acota muy bien cuál es la idea de las empresas que pertenecen al clúster y que, básicamente, es la de ser útiles a la defensa española desde el punto de vista de cubrir una necesidad que, de otro modo, tendría que ser satisfecha por empresas extranjeras, lo que traería consigo problemas de dependencia y de falta de autonomía estratégica.
Manuel Vila, presidente del Clúster de la Industria de Defensa. Foto: Nacho Cubero.
P.– Uno de sus objetivos principales es conectar la industria de defensa con las Fuerzas Armadas, especialmente en el caso de pymes que no tienen ese contacto directo y natural del que seguramente sí gozan las grandes empresas del sector. ¿Son el puente que se necesita para unir ambos mundos?
R.– Sí, claro. Las grandes empresas tienen un trato directo y natural con el Ministerio de Defensa, que contrata a los grandes desarrolladores de sistemas de defensa como pueden ser fundamentalmente Airbus, Navantia, Indra, Santa Bárbara y otro tipo de grandes conglomerados. Todos estas empresas y algunas más están englobadas en veteranas asociaciones como Tedae o Aesmide, que representan muy bien sus intereses y tienen una excelente conexión entre el ministerio y la industria. Pero eso es otra cuestión. El foco de nuestro clúster no tiene nada que ver con eso. No queremos ser un lobby. Lo que pretendemos es hacer de puente entre la industria de defensa, definida como lo he hecho antes en un sentido más amplio, y las Fuerzas Armadas de forma que, todas aquellas empresas que no contratan directamente con Defensa, puedan tener acceso directo a los miembros de las FF AA que, de alguna forma, están definiendo y poniendo en marcha la política de defensa del Gobierno. ¿Para qué? Pues básicamente para conocer por dónde van los tiros, y nunca mejor dicho. Es decir, para conocer cuáles son las necesidades industriales y tecnológicas previsibles en los próximos años y que así las empresas puedan orientar sus inversiones y sus programas de I+D+i hacia esos campos. Saberlo de primera mano nos aporta mucha más flexibilidad que no a través de esos grandes sistemistas que a la postre son los que las van a contratar. Por utilizar la terminología propia del sector de la automoción, si ellos son el Tier 1, el Clúster de la Industria de Defensa (CID) quiere facilitar al Tier 2 e incluso al Tier 3, es decir a los subcontratistas de Navantia y a los subcontratistas de los subcontratistas de Navantia, ese contacto directo con las FF AA, y al revés. Porque no solo es interés de las empresas saber qué es lo que quiere Defensa, sino que también las Fuerzas Armadas desean tener un contacto con la industria más allá de esa primera capa que conforman las grandes compañías.
P.– La Estrategia Industrial de Defensa establece que la industria de defensa en España se agrupa principalmente en tres grandes corredores industriales: el corredor Norte, el corredor Centro-Mediterráneo y el corredor Sur. En el caso del primero, que se prolonga hasta Zaragoza, destaca el polo naval de El Ferrol y las capacidades de producción en otras zonas de vehículos terrestres, de munición y componentes armamentísticos, así como de componentes y subcomponentes para el sector aeronáutico o el desarrollo de sistemas aeroespaciales. Pero, ¿qué papel juegan aquí las empresas cántabras?
R.– Primer tema. El CID no representa a las empresas de Cantabria del sector. Como le decía al principio, tiene vocación nacional. Otra cosa es que haya nacido aquí y que la mayor parte de sus miembros sean ahora mismo de aquí. Cantabria se integra en ese corredor Norte. Otra cosa es que definir la política industrial de Defensa desde un punto de vista geográfico sea, en nuestra opinión, un planteamiento mejorable. Si nos centramos en Cantabria, el problema es que no existe, al menos de momento, una empresa tractora que dé un enfoque más sectorial a lo que es la industria de defensa. Pero también es verdad que tratamos de trabajar para que la dinámica de incremento presupuestario de estos años y los venideros acabe atrayendo alguna inversión significativa a Cantabria.
P.– Seguridad y defensa. ¿Hablamos de lo mismo?
R.– No. Hablamos de cuestiones muy diferentes. Lamentablemente, en España a todos los niveles civiles se interpreta que Defensa es una parte de Seguridad. Y eso no es así. En época de paz, son dos conceptos paralelos, muy interrelacionados, pero donde cada uno cumple su papel. En época de guerra, sin embargo, la Defensa lo engloba todo y es la Seguridad la que pasa a ser parte de Defensa. Es justo al revés de como lo pensamos los civiles. Por eso, cuando se habla de la Estrategia de Seguridad Nacional tenemos que ser muy conscientes de que no hablamos de la Estrategia de Defensa Nacional.
P.– Una industria sólida, competitiva y a la vanguardia tecnológica. ¿Estoy hablando de su sector?
R.– Es una industria a la vanguardia tecnológica y competitiva por necesidad porque, aunque ahora mismo la política industrial del Gobierno, que es muy acertada, pretenda comprar en España lo máximo posible, las Fuerzas Armadas no se pueden permitir el lujo de por comprar en territorio nacional tener peor calidad en sus materiales. Por tanto, tenemos que ser competitivos por necesidad. En cuanto a la solidez, todo depende de que haya una financiación de los programas a largo plazo. Y eso no se puede hacer como ha venido haciéndose hasta ahora con los Programas Especiales de Armamento (PEAs). Se tiene que aprobar una ley de financiación de la Defensa consensuada por las principales fuerzas políticas del arco parlamentario y con vocación de largo plazo, de una generación.
El principal problema en esta industria y en otras muchas es la falta de profesionales capacitados a todos los niveles, tanto en lo que es fabricación o generación de servicios básicos como a nivel de ingeniería.
P.– La industria de defensa es altamente demandante de tecnología y también de talento. ¿En cuál de los dos ámbitos andamos más escasos?
R.– Lo cierto es que no andamos sobrados en ninguno. Ambos conceptos están muy relacionados, ya que la tecnología al final proviene del talento, no solo, pero sí fundamentalmente. En España hay talento, no menos que en los países de nuestro entorno, pero siempre ha habido menos recursos para poderlo desarrollar. Probablemente, ese talento ni aquí ni en el resto de Europa sea suficiente. Faltan profesionales. El principal problema en esta industria y en otras muchas es la falta de profesionales capacitados a todos los niveles, tanto en lo que es fabricación o generación de servicios básicos como a nivel de ingeniería. Es un problema muy difícil de resolver. Sí es verdad que en Cantabria hay un grupo de empresas en el Pctcan relacionadas con las comunicaciones en general, con las de Defensa en particular, que serían un pequeño ‘hub’ muy sectorial en el área de Santander. Y eso proviene de la bondad de la formación universitaria en Cantabria en esa rama de la tecnología.
P.– Desde el sector se lamenta la escasa cultura de defensa y seguridad que existe en la sociedad española, lo que, según sostiene, dificulta el reconocimiento del valor estratégico de esta industria y su contribución al desarrollo económico, social y tecnológico del país. ¿Lo comparte?
R.– No solo lo comparto. El problema fundamental de la Defensa con mayúscula es la falta de cultura en defensa en general. Lo que, curiosamente, viene a ser lo mismo que la falta de formación en historia. Lo mal que se imparte la historia en España es el germen de esta carencia lamentable que ocurre más aquí que desde luego en otros países de nuestro entorno. En general, Defensa está mal vista porque se asocia a la dictadura de Franco. Aunque es evidente que no tiene nada que ver, así se ha visto a lo largo de las ultimas décadas. Tampoco ayuda mucho los vaivenes que durante el siglo XIX dieron lugar posteriormente a la Guerra Civil. Parece mentira, pero prácticamente medio siglo de democracia no ha servido para borrar del subconsciente esa rémora. Y todo empeño por conseguirlo es poco. Hay que actuar en los colegios y enseñar la historia sin complejos. Tampoco estaría de más reforzar el estudio de la filosofía, porque es pensamiento crítico. Con todo, las Fuerzas Armadas están haciendo una labor de acercamiento a la sociedad civil espectacular. Lo que ocurre es que partimos de una base muy baja. En Cantabria, por ejemplo, es encomiable la labor que en este sentido está desarrollando el delegado de Defensa, el coronel Emiliano Blanco.
P.– Hay empresas que ni siquiera saben que sus productos o desarrollos tecnológicos pueden ser de aplicación para la Defensa. ¿Verdad o mentira?
R.– Verdad. Hay empresas con tecnologías que se pueden aplicar a la defensa y no lo saben. O lo intuyen, pero no saben cómo llegar a ese mercado. Le pongo un ejemplo: la tecnología BIM, que se aplicaba en la construcción de grandes proyectos de obra civil, ahora mismo se está utilizando con mucho éxito en proyectos de Defensa.
P.– Diría que Defensa es excesivamente dependiente del exterior y que aún está muy lejos de conseguir el nivel óptimo de autonomía estratégica?
R.– Sí, pero gracias a las políticas que se han puesto en marcha, que es algo que ha hecho bien este Gobierno, digamos que nos estamos acercando al óptimo, al que seguramente nunca llegaremos, pero al menos vamos por el buen camino. La Estrategia Industrial de Defensa de 2023 tiene tres parámetros fundamentales: conseguir esa autonomía estratégica, consolidar una base industrial y tecnológica nacional y, por último, contribuir a la Europa de la Defensa. Este último vector es un poco contradictorio con los dos primeros. ¿Por qué? Porque cualquier integración de la industria de defensa española con nuestros colegas europeos más que integración sería absorción, por el mero tamaño relativo de nuestra industria en relación a sus competidores. Por ponerle un ejemplo: Indra, nuestra empresa de referencia, es siete u ocho veces menor que Thales, su análoga en Francia. Colaborar, sí; pero integrarse, no lo veo, al margen de que los intereses defensivos europeos no tengan por qué coincidir al 100% con los españoles, que de hecho no lo hacen.
P.– Acabamos de saber que la inversión española en Defensa se sitúa en el 1,28% del PIB, muy por debajo del 2% acordado en la Alianza Atlántica, un porcentaje que España planea alcanzar en 2029. ¿Vamos tarde y mal?
R.– Vamos tarde, pero vamos. No bien pero, viendo el vaso medio lleno, este 1,28% es un 30% más que como estábamos hace dos o tres años, que no pasábamos del 1% desde la crisis de 2008. Por fin hemos empezado a caminar. Hay que ser optimistas y ser conscientes de que no se puede doblar el presupuesto de un año para otro, incluso desde un punto de vista humano porque no hay recursos en las Fuerzas Armadas para gestionar un incremento de ese calibre. Creo que el ritmo que se está imprimiendo es el adecuado en el sentido de que lo perfecto es enemigo de lo bueno. Otra cosa es que no podemos parar y este año no tenemos presupuesto ni lo vamos a tener. Ya empezamos mal, pero…
Manuel Vila, junto al almirante Ricardo Atanasio Hernández López y el vicerrector de Transferencia del Conocimiento de la Universidad de Cantabria, Daniel Pérez, durante la jornada ‘La Armada y la innovación en la industria y la academia’, celebrada en Santander en marzo de 2023.
P.– Sin embargo, varios grupos políticos que apoyan e incluso forman parte del actual Gobierno de España se oponen frontalmente a incrementar el gasto en Defensa al considerar que, de hacerlo, se estaría contribuyendo de manera decisiva a la escalada bélica y a la guerra. ¿Qué dice usted?
R.– La lógica de la disuasión y de la estrategia o de la guerra, para evitarla, tiene que ser una lógica paradójica. No es una lógica convencional ni de sentido común, que son cosas totalmente diferentes. Los políticos que entienden la Defensa con parámetros de lógica colaborativa, es decir, de sentido común, no van a poder entender nunca cómo funciona la disuasión y la Defensa. Al final, se necesita lógica estratégica o paradójica para poder gestionar situaciones de crisis. Ser político, además, no es sinónimo de estar preparado para gestionar determinados asuntos. Por otro lado, algunos de los grupos que están apoyando a este gobierno, lamentablemente tienen como prioridad el debilitamiento de España. Por lo tanto, no les interesa que España sea una potencia ni económica, ni cultural, ni militar a nivel internacional. Evidentemente no van a estar de acuerdo con reforzar ese papel. Sin embargo, incluso visto desde su punto de vista, es un error, porque cualquier ataque a España, sea en cuestiones de ciberseguridad, de guerra híbrida o de lo que sea, a ellos les va a perjudicar igualmente.
P.– ¿En qué es puntera la industria de defensa española?
R.– La industria naval es puntera. También lo somos en guerra electrónica y comunicaciones. A pesar de formar parte de un conglomerado europeo, desde un punto de vista aeronáutico tampoco lo hacemos mal. Digamos que, en general, estamos en un nivel medio-alto internacional.
P.– ¿Cuáles diría que son las principales amenazas a las que se enfrenta esta industria?
R.– Creo que el principal riesgo ya los hemos apuntado antes, y no es otro que la falta de mano de obra cualificada. En segundo término, citaría la falta de financiación a largo plazo.
P.– ¿Y sus principales nichos de mercado?
R.– Hay nichos que están muy en boga, como puede ser el desarrollo de vehículos autónomos, ya sean marítimos, aéreos o terrestres. También empieza a ser muy pujante el uso de la inteligencia artificial en todo tipo de ámbitos de la defensa y siguen siéndolo el desarrollo de determinadas armas y sistemas electrónicos de defensa, misiles hipersónicos… La lista es tan larga que no sabría decirle. Pero al margen de esto, en esa capa de pequeñas empresas que conforman los que hemos convenido en llamar Tier 2 y Tier 3 hay tal cúmulo de tecnologías en desarrollo que sería incapaz de nombrar ni a un 10%. En nanotecnología de tejidos, en soldadura con láser, en fabricación aditiva…