El titular de Industria repasa las actuaciones seguidas por su departamento desde que asumió el cargo, hace ahora casi año y medio; saca pecho por los buenos datos en materia de empleo del sector, los mejores en muchos años, según destaca; y apunta a la falta de ayudas a la cogeneración como el principal problema que lastra la producción industrial en la región. Entre las medidas adoptadas para atraer inversión, Eduardo Arasti enumera la reforma fiscal emprendida este año y que anuncia tendrá continuidad en el próximo, la creación de casi dos millones de metros cuadrados de nuevo suelo industrial en tres emplazamientos estratégicos y el primer Plan de Internacionalización o la recién presentada Agenda Digital, dos iniciativas que asegura ayudarán a mejorar la competitividad del tejido empresarial.

Manuel Casino | @mcasino8 | Enero 2025

Pregunta.– La industria en Cantabria no acaba de despegar. De hecho, la contribución del sector industrial al PIB regional en 2023 se situó por debajo del 20%. Este año, ¿seguirá por los mismos derroteros o espera un cambio de tendencia?

Respuesta.– Yo le puedo decir cómo encontramos la comunidad hace casi un año y medio y cómo está ahora. Cuando llegamos al Gobierno, el sector industrial de Cantabria estaba en recesión técnica. Concretamente, los hornos de las electrointensivas estaban apagados, la producción deslocalizada y el futuro de empresas emblemáticas seriamente comprometido, y le pongo el ejemplo de Siemens Gamesa. Le doy un dato. Ahora mismo, con cifras de octubre, en la industria hay 2.206 desempleados, lo que supone el mejor dato de la serie histórica en todos los sectores, también en el de la industria. En el último año, el paro en este sector ha disminuido un 12,18% y, según el último dato de la EPA, en el sector industrial de Cantabria trabajan 45.100 personas, que son 3.500 más que hace doce meses y representa un incremento del 8,41%, el mejor dato de los últimos dieciséis años. Con estas cifras de empleo, que son lo más importante, el cambio ha sido notable. Hay, además, otros indicadores que son positivos. En lo que va de año, las exportaciones en Cantabria han subido un 3%, mientras que la media en España ha descendido un 0,9%, y el tráfico de mercancías en el puerto de Santander está batiendo todos los registros. Esto ¿qué indica? Pues confianza, seguridad jurídica… Usted se ha referido al PIB industrial, que es tanto como decir el Índice de Producción Industrial (IPI). Pues bien, este índice, aunque en el último mes ha crecido un 15,23%, en variación anual ha disminuido un 5,2%. Resulta llamativo que con unos datos de empleo tan positivos lo que produce la industria salga negativo. ¿Por qué ocurre esto? Si lo analizamos por sectores, vemos que el de la madera y el corcho ha aumentado en el último año un 27,27%; que la fabricación de madera y equipo eléctrico lo ha hecho en un 15,8%; la fabricación de productos minerales no metálicos, un 12,8%; la metalurgia, un 4,4%; y la industria química, un 1,2%. ¿Qué es lo que falla entonces? Los dos problemas fundamentales están, de un lado, en el sector de suministro de energía eléctrica, el segundo en importancia en el cálculo del IPI, que ha disminuido un 28,9% en el último año. De otro, el sector de fabricantes de componentes de la automoción, que ha caído un 13,4% en los últimos doce meses.

P.- ¿A qué achaca esa caída tan importante en la aportación de la energía al IPI?

R.- La cuestión está en la cogeneración, que es un problema nacional. La cogeneración de alta eficiencia recibe por la electricidad que genera una retribución regulada, adicional al mercado diario, durante su vida útil, que es de veinticinco años. Lo que ocurre es que desde 2012 no se han convocado subastas de potencia para la cogeneración, lo que ha impedido a las empresas poder invertir en nuevas plantas de cogeneración y, sobre todo, en la renovación tecnológica de las ya existentes. La consecuencia de todo esto es que el 25% de toda la cogeneración en España ya no recibe retribución regulada, un porcentaje que se calcula llegará al 40% en dos años. Esta situación contrasta con lo que pasa en países como Italia o Alemania, donde las cogeneraciones duplican y triplican a España en esta faceta. El sector lo que reclama es que el Gobierno convoque las subastas de 1.200 MW previstas en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) y que fueron anunciadas en 2022. Nuestras principales cogeneraciones han cumplido ya, o están cerca de cumplir, su vida útil regulatoria, o sencillamente han dejado de producir por la incertidumbre asociada a esta retribución regulada. De hecho, las dos mayores cogeneraciones cántabras están paradas: Solvay, desde febrero; y Dynasol, desde esta primavera. Esto explica perfectamente el descenso del sector energético y del IPI. ¿Solución? Que el Gobierno de España convoque ya estas subastas de potencia para la cogeneración. Es la única manera de que las empresas puedan invertir en nuevas plantas o renovar tecnológicamente las que ya existen. Si ya hubiera salido, ni la cogeneración de Solvay ni la de Dynasol estarían cerradas y nuestro IPI no sería negativo, sino positivo.

P.- En el caso de la automoción la caída es menor, pero entiendo que muy significativa por el peso que tiene ese sector en la región.

R.- Hay que tener en cuenta la situación mundial que atraviesa el automóvil, con el anuncio de cierres de plantas por parte de algunos de los principales fabricantes. Con todo, y a pesar de esta situación, insisto en que nuestro datos en materia de empleo, que son los más fundamentales, no es que sean buenos, es que son los mejores de la serie histórica en cuanto a afiliación y, en cuanto a paro, tenemos la segunda tasa más baja de toda España.

P.– ¿Qué hace falta para que la industria de Cantabria recupere el protagonismo que tuvo en épocas anteriores?

R.– Lo primero, como ya le he apuntado, sacar las subastas de cogeneración porque es muy importante para ayudar a las empresas a que compitan. Y son muchas empresas. En segundo lugar, destinar parte de lo que el Estado recauda en concepto de derechos de emisión de gases de efecto invernadero, que en nuestro caso son aproximadamente 3.584 millones de euros, a ayudas a las empresas electrointensivas. La Comisión Europea permite destinar como máximo el 25% de esa recaudación, que es lo que destinan países como Francia o Alemania. Nosotros destinamos 300 millones, que es menos del 9%. Por tanto, para lo mismo que ellos deberíamos prácticamente triplicar nuestras ayudas. En vez de destinar 300, destinar 900 millones. Esto resulta importante porque el precio final de la energía en España, que es cierto que ha disminuido, aún es el triple que en Francia y el doble que en Alemania. En resumen, estas ayudas a la cogeneración y a las empresas electrointensivas son dos medidas que se deberían de tomar ya, a corto plazo.

P.– Hace unos meses, la patronal reclamaba al Gobierno de Cantabria decisiones valientes para mantener y consolidar el tejido industrial y pedía acompasar los ritmos de los empresarios a los de la Administración que, a su juicio, son mucho más lentos. ¿Han tomado nota?

R.– Hablemos de hechos y de qué medidas hemos tomado para ayudar a la industria e incentivar la inversión. Nada mas llegar al gobierno, una de las cosas que dije es que no había que paralizar nada y sí, en cambio, agilizar todo. Hemos agilizado La Pasiega porque en Cantabria tenemos un problema, que es que no tenemos suelo industrial. El ritmo de las obras, que se circunscriben a la etapa 1 de la Fase 1, van por encima de lo previsto. Además, para recortar plazos hemos tramitado conjuntamente el resto del proyecto, lo que nos va permitir que el Centro Logístico, que estaba previsto para 2032, se termine en septiembre de 2030.

P.– Ya que cita La Pasiega, hace escasos días, la comisión de Industria del Congreso aprobó una iniciativa del PP para que el Gobierno de España se comprometa con la construcción de la estación intermodal en La Pasiega. Si finalmente este acuerdo no llegara a materializarse, ¿Cantabria estaría en condiciones de asumir en solitario la inversión necesaria?

R.– Vamos a ver. En primer lugar, la intermodal. Como sabe, el Gobierno de España siempre dijo que esta estación la iba a llevar a cabo Adif, lo que tiene toda la lógica del mundo por ser el administrador de infraestructuras ferroviarias. Eso es lo que dijeron. Pero cuando hubo un cambio de gobierno, lo primero que dijo Adif es que la intermodal no tenía demanda y que, por tanto, no era rentable financieramente ni tampoco técnicamente viable porque quedaba encajonada entre taludes de nueve metros. Nosotros, nada mas llegar, rebatimos todo esto. Y el pasado 30 de mayo, en una nota técnica que remitimos a Adif, demostramos que sí había demanda, que sí había rentabilidad económica y que sí era viable. Y lo cuantificamos. La siguiente manifestación de fuentes oficiales del Ministerio de Transportes fue que no era de interés del Estado. Y nosotros también rebatimos esta cuestión porque si alguien está interesado y a alguien beneficia esta estación es al Puerto de Santander, y no al polígono de la Pasiega, que se va a llenar sí o sí porque en Cantabria no hay suelo industrial. Además, la terminal de Muriedas ya está tensionada y la de Torrelavega se saturará en 2030. Espero, por tanto, que el Estado no se pegue un tiro en el pie y se perjudique a sí mismo. Una cosa es que crea que la intermodal se va a hacer porque, entre cosas, el Gobierno de España se dará cuenta de que a quien beneficia es a sí mismo, y otra cosa distinta es que crea que Cantabria deba asumir algo que no le corresponde. Mire, Cantabria es un sándwich entre dos infraestructuras ferroviarias importantísimas: la variante de Pajares, de 4.000 millones de euros; y la Y vasca, de 6.000 millones, que no han pagado ni vascos ni asturianos, sino todos los españoles. Y aquí estamos hablando de que nos tengamos que costear 35 millones de euros. En fin, creo que en la próxima reunión política, que por cierto la presidenta Sáenz de Buruaga ya ha pedido cita al ministro, se acuerden los términos concretos para llevar a cabo la intermodal del centro logístico de La Pasiega.

 

Eduardo Arasti, consejero de Industria, Empleo, Innovación y Comercio el Gobierno de Cantabria. Foto: Nacho Cubero.

P.– Por su parte, la Cámara de Comercio ha expresado su preocupación por la escasa motivación que existe en las nuevas generaciones, no ya solo para trabajar en la industria, sino también para ser empresario del sector. ¿Lo comparte?

R.– No me gusta entrar en este tipo de debates. Sí que es cierto que al empresariado hay que ponerle las cosas lo más sencillas posibles por parte de las administraciones. Pero si subes los impuestos hasta llegar a ser casi confiscatorios, eso lógicamente frena la inversión. Es una invitación a que la inversión huya hacia otras territorios con una fiscalidad más atractiva. Si, además, el propio Gobierno de España demoniza al empresario, hasta llegar a insultar públicamente a un empresario de la talla de Amancio Ortega; y cuando no pones en valor la labor tan importante que genera el empresario, que es quien genera empleo, inversión y riqueza… Hay que poner fácil la labor al mundo empresarial. ¿Cómo? Lo primero, con una reforma fiscal para poner freno a la huida a la inversión. En 2024 hemos bajado todos los impuestos y el próximo año se van a introducir dos nuevas deducciones en el IRPF para captar inversión extranjera y para que personas físicas trasladen su residencia habitual a Cantabria. Pero otro manera de apoyarles es desarrollando suelo industrial, y nosotros ya hemos puesto encima de la mesa el desarrollo de nuevo suelo en Guarnizo Sur, en Villaescusa-Parbayón y en Penagos, con 830.000. Tres emplazamientos estratégicos que suman cerca de dos millones de metros cuadrados. Es el inicio. Por otro lado, el nuevo Plan Director de Desarrollo de Suelo de Cantabria, que se licitará próximamente, se va a centrar en dos líneas de trabajo: el desarrollo de áreas industriales con necesidades de grandes parcelas, de entre 30.000 y un millón de metros cuadrados; y el desarrollo de áreas que acojan, reordenen y faciliten el crecimiento de las pymes, de 2.000 hasta 10.000 metros cuadrados.

P.– Cantabria lleva años a la cola de la inversión extranjera en España. ¿A qué achaca esta nula capacidad para atraer proyectos empresariales de capital extranjero?

R.– Llevamos ocho años en que no se ha incentivado la inversión, ni nacional ni extranjera. Para empezar, como le he dicho, los impuestos eran prácticamente confiscatorios y, precisamente, para frenar esa huida de inversores hacia otros territorios hemos puesto en marcha la citada reforma fiscal. Además, hemos reestructurado Sodercan para que, en lugar de ser un organismo que otorgue subvenciones, sea un organismo que atraiga inversiones. De ahí, por ejemplo, ha llegado la posible inversión de Lifthium Energy, del grupo portugués Joao de Mello. Si finalmente se solucionan todos los problemas, esta empresa podría invertir en Cantabria 500 millones de euros y crear 180 puestos de trabajo en su fábrica de Torrelavega para la producción de hidróxido de litio. Estamos trabajando para que esta inversión sea positiva y soy moderadamente optimista en que finalmente sea así. [con posterioridad a esta entrevista, la compañía renunció a los 21 millones de euros concedidos en el PERTE del vehículo eléctrico (VEC III) porque, según aseguró, los plazos y condiciones establecidos no han podido encajar con la planificación del proyecto]. Si la fiscalidad es negativa; si no hay suelo industrial; y si las ayudas a la cogeneración son inferiores a las que se conceden en países como Italia o Alemania, el empresario se va a esos otros países. Si, además, el precio final de la energía es el triple que en Francia y el doble que en Alemania, pues el empresario se irá a esos países. Y ya ha pasado. Aquí hay empresas que han deslocalizado su producción a su filial francesa. Alguna empresa electrointensiva lo ha hecho. Estamos tomando un conjunto de medidas, fiscales, de suelo industrial, de ayudas… Por ejemplo, una medida que hemos tomado en la Ley de Simplificación Administrativa es la relacionada con la normativa de declaración de proyectos empresariales estratégicos. Esto nos lo han pedido empresas que quieren venir a Cantabria Es decir, mediante esta nueva normativa, cuando una empresa tenga una repercusión importante en la economía regional puede ser declarada por el Gobierno de Cantabria proyecto estratégico, lo que simplificará y agilizará al máximo todos los trámites que conlleva su instalación.

«En Cantabria hay cantidad de empleos bien retribuidos que no se cubren. No está alineada la oferta con la demanda de empleo. Cantabria tiene una tasa de desempleo del 7%, la segunda más baja de España.»

P.– ¿En qué sectores productivos puede Cantabria presentar una posición competitiva y atractiva para los inversores internacionales?

R.– Vamos a ver. El sector de componentes del automóvil, claramente. Pero también hay otros. Le doy algunos datos. El más importante por porcentaje en el PIB industrial es el sector de alimentación, que representa el 16,28%. En segundo lugar, la industria química, que supone el 12,5%; el suministro de energía eléctrica, el 10%; y fabricación de productos metálicos, otro 10%. Por su parte, en términos de empleo el más importante sigue siendo el agroalimentario, con el 21,3% del empleo industrial, seguido de la fabricación de productos metálicos, con el 18,6%; y en tercer lugar la fabricación de material y equipo de transporte, con el 9%. Pero veo oportunidad de negocio en el sector tecnológico porque demanda mucha mano de obra cualificada, que no la hay, pero la va a haber, y genera más valor añadido. En Cantabria hay cantidad de empleos bien retribuidos que no se cubren. No está alineada la oferta con la demanda de empleo. Cantabria tiene una tasa de desempleo del 7%, la segunda más baja de España. Por lo tanto, hay problemas de cubrir plazas en todos los sectores. Precisamente para cubrir esa demanda de las empresas la Agenda Digital va a proporcionar soluciones para formar personas cualificadas en competencias digitales.

P.– También ha avanzado para antes de fin de año el primer Plan de Internacionalización de Cantabria para apoyar la salida al exterior de las empresas cántabras. ¿La escasa propensión a exportar de nuestro tejido industrial se justifica en el pequeño tamaño de las empresas o hay otros factores que lo explican?

R.– Hay varios factores, pero sin duda el principal es el tamaño. Lo que llama la atención es que, como usted ha dicho, sea el primer plan. Es decir, que este tema nunca se había planificado convenientemente. Sus objetivos pasan por incrementar el número de empresas exportadoras de la región, diversificar los destinos de las exportaciones cántabras, potenciar la incorporación de talento y fomentar la innovación y la digitalización en la internacionalización. Este plan, que se presentará antes de fin de año, tiene como principal novedad su enfoque sectorial, abandonando los enfoques generalistas y centrándose en proporcionar formación y asesoramiento especializado a las empresas de cada sector, ayudándolas a comprender los requisitos legales, culturales y logísticos específicos para que puedan operar de forma exitosa en los mercados extranjeros. Por ejemplo, en fomento de la inversión de I+D+i, una de las medidas es llevar acabo un servicio de asistencia técnica para incrementar la presencia de empresas cántabras en programas de ayudas de fomento a la I+D+i nacionales y europeos. Es una oportunidad que hasta el momento el tejido empresarial de Cantabria está desperdiciando. Y estas ayudas son la antesala de la inversión.

P.– ¿Los fondos europeos están siendo el revulsivo que se esperaba o se están desaprovechando?

R.– Se están desaprovechando, pero no por los fondos en sí, sino porque muchas empresas, sobre todo pequeñas y medianas, no son capaces de aprovecharlos como se debería. De ahí que queramos acompañarlos en ese proceso para que puedan ser capaces de captar todas las ayudas que puedan con este proyecto denominado Actuación Singular para el Fomento de la Innovación en el Tejido Empresarial de Cantabria (Asfitec).

P.– Los elevados costes de la energía; las deslocalizaciones; la falta de talento, de perfiles profesionales o de relevo generacional en las empresas; la escasa internacionalización, el déficit en infraestructuras… ¿Cuál es a su juicio la mayor amenaza no ya para crecer, sino para mantener la industria que ya tenemos?

R.– Esto es acción, reacción. Ante cada problema la Administración tiene que reaccionar. Es decir, todo el mundo está de acuerdo que para atraer inversión una herramienta fundamental es la fiscalidad. Un ejemplo paradigmático es Irlanda. Pero, además, tienes también que proporcionar a las empresas suelo industrial. Creo que una comunidad autónoma, cualquiera, debería tener siempre en reserva suelo industrial. Siempre. El suelo es un activo que no se puede malbaratar. Tiene que esperar a proyectos importantes desde el punto de vista social y esperar la oportunidad de crear empleo. Y también tiene que tener gente formada para ocupar puestos. Si no, tampoco vendrán empresas. Tiene que tener ayudas por parte de la región y de la nación. Si no ayudas a las empresas que tienen plantas de cogeneración, se irán a otro sitio. Y le voy a dar algunas cifras para que entienda su importancia. En 2019, la cogeneración en España produjo 29.615 GWh de energía eléctrica, lo que representó el 11,4% del toda la energía producida. En 2023, esta producción disminuyó a 17.455 GWh, es decir, un 41% menos, lo que redujo su participación al 6,5%. Esto da una idea del destrozo que se ha hecho a la cogeneración con la falta de convocatoria de las subastas. En Cantabria, por su parte, la producción fue de 1.583 GWh en 2019, que cayó a 557 GWh en 2023, es decir, un 65% menos. Con todo, ahora mismo la cogeneración en Cantabria representa el 5,3% de la potencia instalada en España. Además, si quieres tener empresas electrointensivas, y en Cantabria hay unas cuantas –Global Steel Wire (GSW), Ferroatlántica, Solvay, Reinosa Forgings & Castings, Bondalti, Birla Carbón, Nissan, Derivados del Flúor, Saint Gobain PAM, Sidenor, Fundiciones Carg y Hergom– y les das menos del 9% de ayudas, mientras que en Europa les están dando el 25%, tú no les estás ayudando. Estas empresas están en inferioridad competitiva. Y eso es competencia del Gobierno de España. Está muy bien hablar del cambio climático, pero hay que combatirlo.

P.– ¿Y nuestra mayor oportunidad?

R.– La mayor oportunidad es aprovechar la revolución tecnológica. Lo hemos visto en el pasado. Los países con mayor bienestar y libertad son los que supieron aprovechar en siglos pasados las revoluciones industriales que se produjeron. Ahora hay una revolución tecnológica que está cambiando nuestra manera de vivir y que va a cambiar profundamente el tejido productivo. Insisto en que la mayor oportunidad de Cantabria es aprovechar las nuevas tecnologías para impulsar la competitividad. Si eres más competitivo, venderás más, producirás más empleo y, en consecuencia, tendrás mayor bienestar y riqueza. De ahí la primera Agenda Digital de Cantabria que creemos imprescindible para coger ese tren. Ese tren no lo podemos perder ahora. Porque, además, la digitalización afecta a todas las empresas, no solo a las industriales. Pero este sector, en concreto, genera mucho empleo de un nivel de formación elevado, que lo tenemos porque contamos con universidades que forman muy bien a los alumnos, y que, además, supondría un modo de fidelizar y fijar a la población.

 

Carlos Montes, responsable de vivienda en Cantabria, analiza en esta entrevista la crisis que vive el sector ante la escasez de oferta y la falta de nuevas viviendas. Para tratar de superar este problema, que reconoce poliédrico, defiende la necesidad de ofrecer mayor seguridad jurídica y deducciones fiscales a los propietarios, reducir las cargas administrativas y fortalecer el parque público.

Manuel Casino | @mcasino8 | Enero 2025

Pregunta.– La vivienda está en crisis. ¿En su peor crisis?

Respuesta.– Bueno, desde hace unos años para acá, sin lugar a dudas. Venimos de la época del boom y de la época de desarrollismo de las décadas de los años 50 y 60 en las que la gente tenía la capacidad de elegir si quería entrar en la vivienda en forma de compra o de alquiler. Han sido quizá tres generaciones que han podido elegir. Ahora, sin embargo, nos encontramos en un momento en el que es complicado que los jóvenes puedan hacerlo. En eso estamos trabajando para tratar entre todos de revertir esta situación. Y creo que lo vamos a conseguir.

P.– Muchos ciudadanos han salido recientemente a la calle para expresar su malestar por esta grave situación que afecta a cada vez más y más personas. Sin duda, el acceso a la vivienda es un problema en el que influyen muchos factores, pero ¿por dónde cree que empieza la solución?

R.– La solución no es fácil. Es poliédrica. Y no solo tiene que ver con la Administración, ni solo con el mercado, ni solo con el sector y ni solo tampoco con los ciudadanos. Es un compendio de muchísimas cosas. Desde el lado de la Administración, desde luego sí tenemos detectado que la solución pasa por generar seguridad jurídica en los propietarios. Y hablo en el ámbito del alquiler. Desde el punto de vista de la compra, la Administración tiene que hacer un esfuerzo por reducir cargas administrativas, que es uno de los proyectos de este Ejecutivo regional, a través de la Ley de Simplificación Administrativa. El 18 de noviembre se ha publicado en el Boletín Oficial de Cantabria (BOC) el decreto por el cual se derogan las cédulas de habitabilidad, que para nosotros era uno de los ejes fundamentales. Queríamos dar la vuelta al cajón de toda la normativa y en eso estamos. Es un decreto que viene del año 91 y que era totalmente anacrónico. Y no lo hemos quitado porque sí. Tenemos un sistema lo suficientemente garantista ya, con un sistema de colegios profesionales, de notarios y registradores y de controles desde los propios ayuntamientos sobre todas las viviendas que se ponen en el mercado. Además, desde el punto de vista de la gestión del propio departamento, con esta modificación conseguimos que seis trabajadores que estaban dedicados de forma exclusiva a esta labor, pasen ahora a apoyar técnicamente el control y supervisión de las ayudas a la rehabilitación que desde esa dirección general se tramitan, sean de fondos europeos o del plan estatal En cuanto a la vivienda protegida, tenemos claro que la Administración tiene que estar detrás de esos ciudadanos que tienen problemas de acceso. Tenemos que fortalecer el parque público y, en esa línea, se enmarca el proyecto que ya tenemos en ejecución de 30 de esas 285 viviendas que en una primera fase van a completar este parque público.

P.– Varios expertos apuntaban hace unos días que Cantabria se asoma a un horizonte lleno de oportunidades para comprar y vender viviendas. ¿Lo cree usted también así?

R.– Es matizable. Desde luego sí que parece que los indicadores del mercado de vivienda libre indican una cierta recuperación, pero es cierto que hay una demanda no satisfecha que tiene que ver con una clase media que, digamos, aún tiene dificultades de acceso al mercado hipotecario. Creo que, no ya a nivel estatal, sino a nivel europeo, hace falta articular algún mecanismo que permita mayor dinamismo en este mercado hipotecario.

Carlos Montes, en su despacho durante la entrevista. Foto: Nacho Cubero.

P.– Se calcula que en España, uno de cada cinco inquilinos destina más del 40% de sus ingresos a la vivienda, lo que complica la situación económica de muchos hogares. ¿Cantabria está en esa media?

R.– Sí. Vamos a ver. Por eso apuntaba antes que una de las soluciones para dinamizar el mercado del alquiler tiene que ver con la seguridad jurídica. ¿Y por qué? Porque la estructura de la propiedad en Cantabria está atomizada, es decir, que las viviendas son propiedad de particulares y no de grandes fondos de inversión. Si en Cantabria existen 50.000 viviendas vacías, ¿qué lleva a un propietario que tiene su vivienda vacía a no ponerla en rentabilidad? Desde que en mayo de 2023 entró en vigor la Ley estatal de Vivienda tenemos un dato muy significativo de la patronal de las inmobiliarias, que indica que se ha retirado del mercado el 37% de la oferta. Entendemos que esta retirada tiene que ver lógicamente con que el propietario no se siente cómodo poniendo su vivienda en alquiler. La ley no ofrece garantías. Creo que el derecho a una vivienda y el derecho a la propiedad no se pueden enfrentar como ha tratado de enfrentar y están logrando con esta norma estatal. Lo que tenemos que hacer es aunar ambos derechos y buscar un punto en común. Generar seguridad jurídica en el propietario porque el problema de la vivienda en alquiler no son los propietarios, son una parte muy importante de la solución. Nosotros estamos por una política en positivo y por unas deducciones fiscales que animen a estos propietarios a poner sus viviendas en alquiler. Un dato también muy significativo es que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en su último informe, dice que, de media, se tardan 23 meses en un alzamiento. No puede ser que tardemos de media casi dos años en que un propietario recupere su vivienda. Eso genera temor.

P.– Afirma que en Cantabria hay alrededor de 50.000 viviendas vacías que no salen al mercado. Ha puesto en marcha rebajas fiscales para incentivar a los propietarios a que cambien de opinión, pero ¿no sería también necesario avanzar en mejorar la seguridad jurídica? ¿Observa ya un cambio de tendencia?

R.– La seguridad jurídica y las deducciones fiscales tienen que ir de la mano. Lo que ocurre es que la Ley estatal de Vivienda, en sus disposiciones adicionales, modificó la Ley de Enjuiciamiento Civil, que es medular para este tema. Nosotros, como comunidad autónoma, no podemos modificar esta ley, es competencia del Estado. Todas esta serie de trabas que se ponen a la recuperación de una vivienda desincentivan desde el temor. En las conferencias sectoriales a las que acude el consejero [Roberto Media] siempre se esgrime este argumento y se pide a la ministra que recapacite porque, lógicamente, la solución a nivel estatal tiene que conjugarse y estar conforme con todos los agentes. Sí que es cierto que muchas comunidades están pidiendo esta modificación para, a la vez de incentivar fiscalmente, quitar trabas a la recuperación de la vivienda. También la declaración de zonas tensionadas, que es potestad de las comunidades autónomas y que nosotros vamos a aplicar, pero que viene dibujada en esa ley, genera desconfianza y temor. Y otro desincentivo es el incremento del Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) por vivienda desocupada. Frente a ello, insisto que nuestra hoja de ruta es política en positivo e incentivadora. No tenemos previsiones. Todas y cada una de las 50.000 viviendas serían importantes. Pero si consiguiéremos que se pusieran en el mercado 10.000 o 15.000 viviendas estaríamos en unas condiciones muy diferentes que, seguramente, conllevaría una rebaja de precios.

P.– ¿Hay déficit de viviendas en Cantabria?

R.– Sí, sí, desde luego. Desde el punto de vista del alquiler y también de compra. Parece que desde determinados sectores se está abocando a los jóvenes a que no puedan decidir. Y nosotros queremos que sí puedan hacerlo. Que haya un dinamismo en el mercado que permita acceder en condiciones dignas al alquiler, pero también hay que incentivar la compra, que en España es un tema cultural y a la que muchas personas quieren optar. De hecho, uno de los ejes presupuestarios de cara a 2025 es incremento en un 30% de las ayudas de hasta 10.800 euros a la adquisición de viviendas para jóvenes menores de 35 años en municipios de menos de 5.000 habitantes. Y a lo largo del ejercicio, si hubiera más peticiones, estamos dispuestos a ampliar esta partida que está cuajando y que tiene éxito.

«Entiendo que los precios seguirán incrementándose en 2025. No solo de incentivos fiscales vive el incremento de la oferta en el mercado de alquiler.»

P.– El consejero Roberto Media sostiene, y usted acaba de corroborar, que desde que entró en vigor la Ley estatal de Vivienda, la oferta de inmuebles en alquiler en la Cantabria ha caído un 37%, mientras que la demanda ha crecido un 17%. Así las cosas, ¿es esperable que los precios no dejen de subir?

R.– Entiendo que los precios seguirán incrementándose en 2025. No solo de incentivos fiscales vive el incremento de la oferta en el mercado de alquiler. Manifestaciones como hace unos días hubo en Madrid del Sindicato de Inquilinas, que abogaban por hacer una huelga de alquileres, también desincentivan. Y si el Ministerio de Vivienda y Agencia Urbana no sale a corregir completamente esas declaraciones, el temor seguirá presente. Y, ¿en qué se mide el temor? En el número de viviendas que desaparece del mercado de alquiler. Está claro. Le podremos poner todas las puertas que queremos al campo, pero si insistimos en confrontar un derecho con otro nunca vamos a conseguir nada.

P.– La ‘okupación’ es un tema que preocupa en Cantabria?

R.– Por supuesto. Un solo caso nos preocupa y muchísimo. Y no hay uno, hay muchos. Y donde ocurre, la situación que genera es tremenda, desoladora. Lo primero que provoca es un conflicto vecinal brutal y una bajada del precio de las viviendas del entorno. Pero también una sensación de impotencia en todos los vecinos, que se ven incapaces de que el sistema les garantice una convivencia normalizada.

P.– El Gobierno regional ha retrasado la presentación del proyecto de Ley de Vivienda de Cantabria hasta finales del primer semestre de 2025. ¿Qué podemos esperar de ella?

R.– Cantabria tiene las competencias exclusivas en materia de vivienda. En cuanto a normativa, el tema de la vivienda tiene muchísimos frentes: Ley de Propiedad Horizontal (LPH), de Enjuiciamiento Civil, de Arrendamientos Urbanos, además de las normativas de notaría y registro, que también incide sobre ella. En el ámbito de nuestras competencias, la ley dibujará toda serie de garantías para que todo lo que entre en el mercado cumpla escrupulosamente la legalidad. También vamos a regular los colectivos profesionales que tienen que ver con el tráfico de vivienda, como son los agentes inmobiliarios, los administradores de fincas… Desde luego que vamos a buscar cualquier resquicio competencial para ofrecer seguridad jurídica a los propietarios en el caso del alquiler, y hacer más sencillo, desde el punto de vista administrativo, la generación de vivienda. Y eso no obsta para que haya los controles precisos que tenga que haber. Pero no más.

P.– Defiende el trabajo realizado por su departamento para reducir la carga administrativa y ahorrar burocracia y tiempo al ciudadano. ¿En qué lo vamos a notar?

R.– Por ejemplo, la reorganización interna del personal que le he apuntado antes y que ya está trabajando en la verificación y comprobación de ayudas a la rehabilitación, optimizando recursos humanos y materiales. Se trata de muchos pequeños detalles en todos y cada uno de los procedimientos para modificar y eliminar todo lo que es superfluo.

P.– ¿Falta personal?

R.– Sí. Desde luego. Le pongo un ejemplo: con la llegada del Bono de Alquiler Joven, que nos han asignado 3,8 millones de euros, necesito cinco personas que no tengo para verificar los requisitos de los solicitantes y hacer la prelación de un proceso que es en concurrencia competitiva. Al igual que los fondos europeos establecieron un porcentaje de costes indirectos que, digamos, podíamos cargar contra esos fondos, el Ministerio es completamente reacio a dejarnos imputar personal a esa partida. Lo hemos pedido por activa y por pasiva. El Ministerio también nos había prometido una herramienta informática centralizada a nivel estatal, que es fundamental para, de forma conjunta, seguir todas las comunidades autónomas el mismo procedimiento para el Bono Joven. Pues bien, esa herramienta aún no ha llegado.

Carlos Montes, a la derecha, junto al consejero de Fomento, la presidenta de Cantabria, el gerente de Gesvican y el alcalde de Reinosa, en el acto de inicio de las obras para construir 19 viviendas de protección oficial en la capital campurriana.

P.– El Ejecutivo regional ha anunciado la construcción de 285 viviendas de VPO en régimen de alquiler asequible con una inversión que asciende a más de 42 millones en nueve ayuntamientos de la región, pero lamenta el nulo apoyo económico recibido hasta ahora por parte del Gobierno de España para este tipo de iniciativas. ¿Confía en que cambien las tornas?

R.– De momento, en este programa, no. Dentro de la partida de fondos europeos destinados a vivienda hay un programa que es el de construcción de vivienda de alquiler asequible, dibujado con trece millones de euros. El Ejecutivo regional anterior no tenía proyectos que soportaran esa partida y, en palabras de la anterior consejera, ese montante se iba a devolver. El 21 de julio de 2023 tomé posesión del cargo. Y a los tres días estaba en el Ministerio con los acuerdos para optimizar esos trece millones, que son parte –el 30%– de la inversión para este programa de vivienda asequible. Tenga en cuenta que el actual parque público de vivienda lo componen 400 viviendas, que están ocupadas en su totalidad. Ahora nosotros con este proyecto vamos a poner 285 viviendas en una primera fase. Estamos pidiendo corresponsabilidad al Ministerio porque, repito, los fondos europeos ponen el 30% de esos recursos y el 70% restante son a costa el Gobierno de Cantabria.

P.– El consejero Media ha adelantado su intención de acudir a la colaboración privada para construir 212 viviendas protegidas en régimen de alquiler asequible. ¿Qué puede hacer el Gobierno para hacer más atractiva la VPO a la iniciativa privada, si es que se puede hacer algo?

R.– De esas 285 viviendas, 212 salen de forma inmediata a licitación de constitución de derecho de superficie. Es un modelo de colaboración público-privada que llega para quedarse porque el real decreto que desarrolla este plan estatal, en su exposición de motivos, dice que preferentemente se adoptará este modelo. Todas las comunidades autónomas, salvo dos, tienen ya procesos de licitación. A buen seguro que esta licitación va a tener buen acogida entre la iniciativa privada.

P.– Aunque no es de su competencia directa, uno de los factores que inciden en la falta de vivienda es la proliferación de pisos turísticos, muchos de ellos ilegales. ¿Cómo se puede combatir?

R.– Efectivamente no es de nuestra competencia, pero los datos que manejamos en esta dirección general es que, frente a esas 50.000 viviendas vacías, que representan el 14% del parque edificado en Cantabria, ahora mismo los pisos turísticos están por debajo del 4%. Desde esta dirección general y desde la Consejería de Fomento nos estamos centrando en ese 14%, que es lo que nos preocupa. En cualquier caso, el tema de los pisos turísticos también es poliédrico y muy complejo. Aquí tiene mucho que decir la LPH, que es competencia del Estado, al igual que ocurre con la fiscalidad en el IRPF. La comunidad autónoma en cuanto a las condiciones que deben de cumplir como alojamiento turístico; los ayuntamientos, en cuanto a los modelos que quieren para su municipio; y las comunidades de propietarios.

P.– Algunas comunidades llevan tiempo explorando la posibilidad de limitar la compra de viviendas por parte de extranjeros. ¿Ustedes también se lo han planteado?

R.– Para nada. Sí que es cierto que ese mercado extranjero no es en Cantabria tan significativo como puede ser en otras zonas de España. Pero si lo fuera, tampoco entraría en los planes de este gobierno.

P.– El departamento que usted dirige contará el próximo año con un presupuesto de cerca de 23,5 millones de euros, un 8,7% más que en 2024. ¿A qué lo va a destinar, fundamentalmente?

R.– Tenemos líneas estratégicas. Ayudas directas a la compra de vivienda para jóvenes, que aumenta un 30%; también incrementamos un 300% una partida que hemos innovado en ella para la rehabilitación de edificios públicos de ayuntamientos y juntas vecinales en la que este año hemos incorporado una novedad para la puesta en valor de vivienda existente o de cambio de uso y su puesta a disposición del parque público. Evidentemente, los fondos nunca son suficientes. Pero a lo largo del año hacemos modificaciones presupuestarias para optimizar aquellas líneas que tienen más éxito.

Ileana Soler, presidenta de la Asociación Cántabra de Empresas de Nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (Ascentic). Foto: Nacho Cubero.

La nueva presidenta de Ascentic reflexiona en esta entrevista sobre el presente y el futuro del sector TIC en la región. Ingeniera informática de formación y también directora de World Worldgrid, Ileana Soler admite que sus principales retos pasan por captar talento y aumentar la competitividad de los asociados y por acercar a las pymes y pequeños ayuntamientos soluciones tecnológicas que les permitan cubrir la brecha digital.

Manuel Casino | @mcasino8 | Diciembre 2024

Pregunta.– El ecosistema tecnológico en Cantabria está integrado por un total de 35 empresas que emplean a unos 1.800 trabajadores. ¿Estamos donde teníamos que estar o tenemos mucho margen de crecimiento?

Respuesta.– Creo que tenemos muchísimo margen de crecimiento porque el grueso de las compañías está inmerso en procesos de transformación digital y, por tanto, requieren cada vez más servicios asociados a las nuevas tecnologías de la información.

P.– ¿Podría convertirse en el nuevo motor de la economía regional?

R.– Puede convertirse en un motor, y de hecho del algún modo ya lo es, pero de ahí a convertirse en el principal motor de la economía en Cantabria, que hoy es el sector turístico, hay un trecho. Me resulta difícil pensar que el sector TIC pueda sustituir al turismo como principal motor, pero obviamente sí aspiramos a aumentar nuestra contribución al desarrollo económico de la región.

P.– Asegura que el principal reto de Ascentic en la región es mejorar la comunicación. ¿Hasta ahora no han sabido explicarse todo lo bien que deberían?

R.– Ascentic tiene muchos retos. Este es uno más y creemos que podemos mejorar la comunicación, tanto interna como externamente. Pero los principales retos del sector son otros: encontrar talento, poder competir con empresas de otras regiones o incluso de otros países, globalizarnos…

P.– También ha recalcado su decidida apuesta por la formación de nuevos perfiles tecnológico, sean universitarios o de Formación Profesional. ¿Andamos escasos de talento tecnológico, especialmente femenino?

R.– En general, andamos escasos de talento tecnológico porque en las carreras STEM [aquellas relacionadas con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, según las siglas inglesas de Science, Technology, Engineering y Mathematics] el número de alumnos que se pueden matricular es muy bajo, especialmente si lo comparamos con la cantidad de alumnos con buenas notas que se quieren matricular. Ante esta situación, desde Ascentic, en colaboración con otras entidades, se han puesto en marcha una serie de programas dedicados a la formación TIC para que, una vez adquieran la formación, puedan incorporarse a las empresas del sector. Este es el caso, por ejemplo, de un proyecto formativo que espero dé comienzo en breve en el nuevo Centro de Iniciativas Empresariales (CIE) del Ayuntamiento de Santander. Por volver a su pregunta, las carreras asociadas al sector TIC, ya sea universitarias o de FP, no tienen ninguna restricción de género. Pero sí es cierto que hay muchas menos mujeres matriculadas en estos estudios técnicos. Habría que poner en marcha algunas acciones para que las jóvenes se sientan atraídas por estos perfiles.

«Es cierto que hay muchas menos mujeres matriculadas en estos estudios técnicos. Habría que poner en marcha algunas acciones para que las jóvenes se sientan atraídas por estos perfiles».

P.– El sector digital en España reclama impulsar la colaboración público-privada para innovar. ¿Cooperamos poco?

R.– Creo que se colabora, pero que también se podrían hacer cosas adicionales. Por ejemplo, desde Ascentic y la Consejería de Industria del Gobierno de Cantabria estamos intentado organizar que de algún modo empresas del sector TIC hagan pruebas de concepto (POC) para que, cuando llegue la hora de la verdad, esas compañías locales estén mejor posicionadas para licitar o concurrir a los grandes contratos. Dicho esto, es evidente que en el ámbito de la colaboración siempre se puede mejorar.

P.– Varias comunidades autónomas presumen de haber puesto en su punto de mira la adopción de todo tipo de iniciativas que faciliten el acceso de las empresas a tecnologías habilitadoras y la transferencia de conocimiento innovador hacia las empresas. ¿Es también el caso de Cantabria?

R.– A ver. De hecho, estamos trabajando en diferentes iniciativas, fundamentalmente con la Dirección General de Innovación del Ejecutivo regional. Por ejemplo, Innovación acaba de poner en marcha, con la colaboración de Ascentic y también de otras entidades, una Agenda Digital, que creo se va a publicar en breve [la presidenta regional, María José Sáenz de Buruaga, confirmó el pasado 26 de septiembre su presentación en octubre] que promoverá el emprendimiento, la creación de talento, la colaboración público-privada, el posicionamiento de Cantabria en el mundo digital… Con esta Agenda Digital estimo que Cantabria va a estar perfectamente ubicada en el contexto digital.

Ileana Soler fue elegida presidenta de Ascentic el pasado mes de junio. En las semanas posteriores completó una ronda de encuentros con las diferentes administraciones, como la Consejería de Industria. Foto: Nacho Cubero.

P.– Es verdad que la transformación digital está en boca de todos, pero no todas las empresas, especialmente las más pequeñas, tienen capacidad para afrontar el salto tecnológico. ¿Qué pueden hacer desde Ascentic para ponérselo más fácil?

R.– Lo queremos tratar con los socios. Estamos viendo, pero para eso también tenemos que detectar socios interesados en participar en estos desarrollos, cómo definir no ya un ‘Kit Digital’, sino un ‘offering’, es decir, un paquete de soluciones orientado a diferentes tamaños de empresa para que éstas pueden cubrir esa brecha digital. Pero no únicamente lo queremos poner a disposición de las pymes, sino también de los ayuntamientos pequeños que tampoco disponen de un paquete completo que les permita hacer frente a sus retos tecnológicos, incluido el de la ciberseguridad.

P.– Ya que lo menciona, ¿la ciberseguridad se ha convertido en el objetivo número uno para las empresas tecnológicas?

R.– No sé si en el objetivo número uno, pero seguro que está entre los tres primeros. Todos los días vemos compañías que están sujetas a ataques de todo tipo. Cualquier compañía, aunque tenga solo tres empleados, debe tener una ciberseguridad mínima. Y esa es precisamente una de las brechas que hay que cubrir. Hay que desarrollar digamos un importante trabajo educativo para que las empresas comprendan la necesidad de adoptar decisiones que a lo mejor hace veinte años ni se planteaban. Tienen que tener obligatoriamente una estrategia de ciberseguridad y para las pymes y ayuntamientos pequeños tiene que haber soluciones asequibles, sencillas y eficaces.

«Todos los días vemos compañías que están sujetas a ataques de todo tipo. Cualquier compañía, aunque tenga solo tres empleados, debe tener una ciberseguridad mínima».

P.– Hace años reclamaban la necesidad de que los empresarios cántabros terminaran de creerse que pueden ser competitivos en un mercado global. ¿Lo somos?

R.– Dar ese salto a la internacionalización requiere de mucha inversión inicial, porque uno no acaba de tener un cliente internacional así de la nada. En cualquier caso, creo que el empresario cántabro ya no es igual. Ha cambiado mucho. Lo veo en Ascentic, donde al principio solo estaban empresas de cierto tamaño a las que les costaba mucho colaborar unas con otras porque, entre otras cosas, no existía esa mentalidad, que las multinacionales en cambio sí tienen en su ADN, de que colaborando se genera negocio. Pero eso también está cambiando. Ahora han surgido muchísimas compañías TIC que son jóvenes y que tienen esa mentalidad. Y las más maduras, también se están adaptando a ese cambio.

P.– Diferentes expertos denuncian que el sector digital en Europa ha sufrido un auténtico tsunami regulatorio en los últimos cinco años. ¿Hay que simplificar y reducir la carga regulatoria?

R.– Todo lo que sea reducir trabajo administrativo y burocracia que no aporta valor es conveniente, sea en el sector que sea. Pero creo que la regulación específica con respecto a cómo prestamos los servicios de TIC se limita a aspectos que difícilmente se pueden suprimir. Me refiero, por ejemplo, a la Ley Orgánica de Protección de Datos, a temas de ciberseguridad, y también a otros ámbitos que son generales todos los sectores, como los planes de igualdad, de auditorías de calidad, medioambientales, de cuotas que favorezcan la integración de otros colectivos… Un sector que conozco que sí está sujeto a cambios regulatorios brutales es el de la energía, lo que sin duda afecta a nuestro sector como consumidores de energía que somos, aunque su impacto se ha ido limitando porque ahora utilizamos mucho el ‘cloud’.

P.– El alto coste de la energía no solo juega en contra de la industria actual, sino del interés de impulsar actividades digitales de alto valor añadido, cuyo consumo energético es alto. Los centros de datos consumen hoy un 2,7% de la demanda europea, pero se espera que a final de la década copen ya el 28%. ¿Así es difícil competir?

R.– Obviamente. Al otro lado de la frontera, en Francia, tenemos un país con un coste de la energía mucho más barato que en España. Aquí hemos seguido una política de creación de un mix energético que particularmente me gusta como ciudadana y que dista mucho de la seguida en Francia, donde prima la energía nuclear, pero que desde un punto de vista pragmático no permite que nuestra electricidad sea igual de barata que en Francia. En nuestro sector, con el uso creciente del ‘cloud’ que le decía antes, el uso de energía es más indirecto.

La presidenta de Ascentic, en las instalaciones de Atos Worldgrid, la empresa que dirige en el Parque Científico y Tecnológico de Cantabria. Foto: Nacho Cubero.

P.– Apenas cuatro compañías europeas aparecen en la clasificación de las 50 mayores tecnológicas del mundo. ¿Faltan tecnológicas o que estas al menos tengan más cuerpo y tamaño para poder competir con Estados Unidos o China?

R.– No. Siempre pueden faltar empresas tecnológicas porque van apareciendo nuevos nichos. Al final, cuando los clientes están favoreciendo todo el rato el coste, competir con empresas estadounidenses, chinas o indias es bastante complejo si no prestas un servicio diferencial. Por desgracia, uno de sus principales drivers de todos nuestros clientes para hacer grandes contratos es el coste. Otra cosa es que todos nuestros clientes también hacen proyectos más pequeños en los que a lo mejor lo que buscan es una empresa de nicho y no tanto que sea caro o barato. Por tanto, tenemos que buscar y encontrar un valor diferencial. Uno es el idioma; otro es la cultura, o la comprensión de la regulación. Y también tenemos que elevar la productividad. Si quieres mantener el ADN cántabro, tienes que elevar la productividad o lo vas a tener muy difícil. Por suerte, esta competencia con Estados Unidos o China se produce en los contratos grandes. No creo que una compañía china venga a competir con una pyme de Cantabria por un contrato de 100.000 euros. Y debajo de esos grandes contratos existe mucha vida y también mucha subcontratación. En nuestro mundo de Ascentic hay muchísimas pymes trabajando para clientes de Cantabria y otros lugares que no son de gran magnitud, sino más de nicho. El sector TIC es muy variopinto, pero ¿en qué somos buenos en Ascentic? Por ejemplo, contamos con socios punteros en soluciones para el sector de la automoción, en software de investigación, en inteligencia artificial y gestión de datos…

P.– ¿Cuál cree que va a ser la tecnología más disruptiva en los próximos años, la IA, la gestión de los datos, la computación cuántica…?

R.– Si quisiera ser glamurosa, diría que la inteligencia artificial, pero todavía la tengo que ver haciendo cosas absolutamente útiles para los negocios de las empresas. Ya está penetrando en los procesos de negocios reales e intentando hacer pequeñas mejoras, pero aún no la veo haciendo procesos completos o casi completos. Me inclino más por la explotación de los datos. Hoy en día se dispone ya de muchísima información que se está recogiendo y otra que aún no se ha recogido. Estamos en algunos casos en la fase de recogida. Pero luego hay que usarlos. Y hacerlo para cosas inteligentes.

P.– El uso de las nuevas tecnologías anuncia la destrucción de muchos empleos tradicionales pero también la creación de otros nuevos. Al final, ¿cómo cree que quedará la balanza?

R.– El hecho de que se automaticen procesos o se utilice la robótica obviamente va a generar la necesidad de algunos empleos que requerirán de más formación. En el sector TIC, por ejemplo, intentamos automatizar parte de los proyectos, pero reciclando a las personas que antes se ocupaban de ellos en nuevas ocupaciones de alto valor añadido. Es decir, no reducimos plantillas, sino al revés, las aumentamos continuamente. Pero a nivel macro no tengo respuesta, aunque es evidente que se avanza claramente hacia la especialización. Es una cuestión de país. Pero hay servicios que nunca van a poder ser robotizados porque nadie va a querer ver a ningún robot haciendo esa tarea. Hay servicios que el valor añadido se lo da el ser humano, nunca un robot.

En dos décadas en funcionamiento, Laboreso ha facilitado un primer acercamiento al mundo laboral a más de 10.000 estudiantes de entre 15 y 16 años. En Cantabria Negocios hemos contado con cuatro estudiantes (el más reciente, en abril de este año), a quienes hemos vuelto a contactar para preguntarles por sus impresiones de esta experiencia.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Julio 2024

En Cantabria Negocios atendimos en 2012 la primera llamada de Laboreso para solicitar nuestra participación en el programa. Pedro Rodríguez, el encargado de coordinar el programa desde la Cámara de Comercio de Cantabria, nos pidió acoger durante dos semanas a una alumna de 4º de ESO que había solicitado hacer sus prácticas de Laboreso –un nombre que hasta entonces no habíamos oído nunca– en una empresa periodística. Entonces conocimos a Sara Sánchez Portilla, con quien compartiríamos redacción durante 15 días. Su llegada nos planteó varias preguntas. La principal, desde luego, era qué trabajos encomendar a una estudiante que todavía no había completado la educación secundaria y que –a diferencia de lo que puede esperarse de alguien que hace sus prácticas durante la carrera, o una vez completada esta– entendíamos que no estaba preparada para asumir demasiados cometidos en una revista de información económica.

Sara acompañó a los periodistas de Cantabria Negocios a entrevistas y ruedas de prensa, realizó algunas labores de documentación y conoció de primera mano alguna de las claves del proceso de elaboración de la revista. Echando la vista atrás, y teniendo en cuenta las experiencias que siguieron a esa, no es difícil pensar que caímos en uno de los errores que Marino Pérez, artífice de Laboreso, considera más habituales entre quienes acogen a uno de estos alumnos: tratarlo como a un visitante, y no como a un trabajador más, en la medida que esto sea posible en cada caso.

Daniel Berbil de Juana, alumno de 4º de ESO en el IES La Marina, de Santa Cruz de Bezana, ha sido durante dos semanas del pasado mes de abril el último, por ahora, de los estudiantes de Laboreso que ha pasado por la redacción de esta revista. Suya ha sido la idea de hacer este reportaje (dividido en dos partes; la primera, aquí), y también su enfoque, buscando recoger no solo la información sobre el programa sino también la valoración de algunos de quienes habían participado antes que él en la iniciativa. Buscó su rastro en Internet, preparó las preguntas y realizó después las entrevistas a las fuentes. Con todo eso, y con la información recabada en Internet y en la propia hemeroteca de la revista, dio forma a un dosier que ha servido de base para redactar este reportaje. Todas ellas son tareas bastante más complejas que las que encargamos hace doce años a Sara, algo que tiene mucho más que ver con el error de planteamiento que sin duda tuvimos nosotros entonces que a las capacidades de la estudiante, que pasados los años terminó la carrera de periodismo y fue después colaboradora habitual de esta revista.

Sara Sánchez Portilla, estudiante de Laboreso en el curso 2011-2012

Sara Sánchez Portilla en la redacción de ‘Cantabria Negocios’ en 2012, cuando era alumna de Laboreso, y en su actual puesto de trabajo en la academia 3catorce. Fotos: Cea Benito y Nacho Cubero.

Sara Sánchez Portilla fue, en 2012, la primera alumna de Laboreso que realizó sus prácticas en Cantabria Negocios. Procedente del IES Astillero, participó en el programa cuando este solo estaba abierto a alumnos de diversificación –“los que habíamos repetido dos veces y no teníamos remedio”, dice– y eligió el periodismo para su primera experiencia laboral porque siempre quiso contar historias. “Quería ver cómo era, vivirlo desde dentro y, si me decepcionaba, pues que me decepcionase. No fue así, me encantó la experiencia, dos años después empecé la carrera y ahora soy periodista”.

Sara, que fue colaboradora habitual de esta revista entre los años 2019 y 2021, trabaja actualmente en la academia de oposiciones 3Catorce, donde lleva la comunicación, la web y las redes sociales. “Todo muy relacionado con el marketing, con preocuparse de que lo que quieres comunicar llegue al púbico adecuado. He ido experimentando trabajos y hoy estoy en este, siempre aprendiendo. Como cuando llegue a ‘Cantabria Negocios’ y la economía me asustaba muchísimo, pero lo conoces y te va gustando”, recuerda.

A Sara, que hace una valoración muy positiva de Laboreso, le alegra especialmente que el programa no se limite ahora a los alumnos de diversificación: “Es necesario para todos, porque es una experiencia brutal, tanto si sirve para confirmar que lo que quieres estudiar es eso, como si es para cambiar de idea, como sucedió con algunos compañeros. Al fin y al cabo las decisiones las vas tomando a partir de la experiencia que vives, y poder vivir un trabajo desde dentro cuando tienes 16 años es una oportunidad única”, asegura.

Laura Sanz San Emeterio, estudiante de Laboreso en el curso 2012-2013

Laura Sanz San Emeterio tomando notas en una rueda de prensa en el Ayuntamiento de Santander, en 2013. Abajo, en su trabajo como psicóloga en el centro de rehabilitación Cinesis, de Torrelavega. Fotos: Nacho Cubero.

Laura Sanz San Emeterio es psicóloga, neuropsicóloga para ser más exactos, en Cinesis, un centro de rehabilitación de Torrelavega en el que trabaja con adultos que han sufrido daños cerebrales y con niños con trastornos de desarrollo o con otros problemas que hayan podido desarrollar durante su infancia. Cuando realizó su estancia de dos semanas en Cantabria Negocios, en mayo de 2013, estudiaba 4º de ESO en el instituto de Las Llamas, de Santander, y quería conocer de primera mano el periodismo: “Es que en esa época quería ser periodista, o actriz, pero después tuve una asignatura de psicología, me enamoró y decidí que ese era mi camino”.

Aunque ni sus estudios ni su ocupación actual tienen que ver con el periodismo, Laura no vincula esas decisiones con su experiencia en Laboreso, cuyo valor cree que va más allá de esa labor de orientación: “Es una experiencia muy positiva, que es verdad que permite desde muy pequeña darte cuenta de si te quieres dedicar a algo o no. Pero no es solo eso, en Cantabria Negocios conocí la labor de un periodista, pero trabajar en una empresa también te permite conocerte a ti mismo”.

En su profesión, Laura trabaja la parte cognitiva de los pacientes, la atención, la memoria y todo aquello que puede ayudarles en la vida diaria. Pero no ha olvidado del todo el periodismo: “A veces publicamos algo en redes sociales sobre salud mental y demás, y me acuerdo de la etapa en ‘Cantabria Negocios’. Así que sí, también me ha servido para lo que hago ahora”.

Gabriel Iturregui, estudiante de Laboreso en el curso 2017-2018

Gabriel Iturregui durante su estancia en Cantabria Negocios como alumno de Laboreso, arriba, y en la actualidad, cuando cursa el cuarto año de la carrera de periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid. Foto: Nacho Cubero y Gabriel Iturregui.

Gabriel Iturregui llegó en 2018 a la redacción de Cantabria Negocios convencido ya de que iba a estudiar periodismo, tanto que está seguro de que no hubiera cambiado de opinión incluso si la experiencia no le hubiera gustado. Hoy está cursando el cuarto año de la carrera en la Universidad Carlos III de Madrid, al tiempo que realiza un periodo de prácticas en RTVE. Gabriel, que cree que los contenidos de la carrera son demasiado teóricos, considera que la experiencia directa en las empresas es fundamental, tanto para completar los estudios universitarios –“he aprendido más en un mes en RTVE que en casi cuatro años de carrera”– como en la educación secundaria.

“Laboreso me ayudó a saber cómo funciona una redacción y cómo funciona el mundo laboral. Creo que soy un caso excepcional por haber podido vivir esa experiencia, porque mis amigos son gente que a esa edad no sabía qué estudiar y no tuvieron la oportunidad de que este programa les ayudara a ver si les gusta algo o a descartarlo. Me parece necesario y muy útil”. Gabriel Iturregui, que también ha compaginado sus estudios con colaboraciones en el programa ‘Pick&Roll’, de ArcoFM, quiere orientar su carrera hacia el periodismo deportivo, probablemente a través de un master, pero con toda seguridad mediante las prácticas: “Porque donde realmente se aprende esta profesión es trabajando”.

Una experiencia que repetiría

Gabriel Berbil de Juana, en la redacción de Cantabria Negocios. Foto: Nacho Cubero.

Por Daniel Berbil de Juana

Sinceramente, al principio tenía un poco de miedo. Era mi primera vez en el mundo laboral y aunque esto es lo que yo quería hacer, estaba solo ante cualquier cosa. Pero con el pasar de los días, he ido perdiendo ese miedo, y me he sentido muy a gusto con la empresa. He aprendido lo que se vive dentro de una redacción, todo lo que hay detrás de una revista, y de una web, y cómo hacer una entrevista formal. Me llevo un buen recuerdo de ‘Cantabria Negocios’, y espero en un futuro seguir con esta gran profesión que tanto me gusta.

El trato ha sido excepcional, y la atención perfecta, y volvería a repetir la experiencia. Me he sentido muy a gusto con mis compañeros, y se me ha dado total libertad para dar forma a mis ideas y a lo que se me ha ido ocurriendo. Muchas gracias a ‘Cantabria Negocios’, y ojalá seguir manteniendo el contacto en un futuro.

El máximo responsable de la sanidad cántabra aborda en esta entrevista los principales retos a los que se enfrenta el sistema sanitario público. César Pascual propone gestionar bien la demanda y no tanto la oferta, un objetivo para el que defiende promover el trabajo comunitario y preventivo, el fomento de estilos de vida saludables y del autocuidado. Además, considera que Cantabria cuenta con un entorno público privilegiado para generar un ecosistema sanitario que favorezca la economía de la salud y la transición hacia un modelo productivo basado en el conocimiento.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Mayo 2024

Pregunta.– Sostiene que el envejecimiento de la población, las patologías crónicas y la incorporación de tecnología son, junto a la falta de profesionales, los principales retos a los que se enfrenta la sanidad en Cantabria. ¿Por este orden?

Respuesta.– El orden no importa. Son los retos fundamentales a los que se tiene que enfrentar la sanidad cántabra y española. España es un país que está envejeciendo a un ritmo muy alto y con una tasa de natalidad muy baja. Asociado a este envejecimiento van las patologías crónicas. Cuando se diseñó nuestro sistema sanitario, hace ya más de cincuenta años, no se hizo para atender patologías crónicas y personas mayores, sino fundamentalmente patologías agudas y en personas más jóvenes. Por tanto, necesita transformarse. A esto debemos añadir un fenómeno nuevo, hasta ahora nunca visto en nuestro país, que es la falta de profesionales, que va a condicionar muchas de las cosas que a partir de ahora podamos hacer.

P.– Pero, ¿realmente faltan médicos?

R.– Vamos a ver. En cuanto a ratios, diríamos que no. Pero lo cierto es que sí faltan para cubrir algunos puestos de trabajo. A la hora de la verdad, yo puedo explicar que España tiene la ratio de médicos más alta de Europa, pero al vecino de un pueblo que desde hace seis meses no tiene médico este discurso no le va a convencer. Por tanto, sí que es verdad que estamos en una transición complicada en la cual para el modelo asistencial que teníamos diseñado no tenemos suficientes médicos. El problema es la falta de relevo generacional, especialmente en el ámbito de la medicina de familia que resulta poco atractiva para las nuevas generaciones.

P.– ¿Está la sanidad cántabra preparada para superar estos retos?

R.– Nos falta algo, como a todas. Estamos muy bien posicionados porque afortunadamente tenemos una amplia cobertura de profesionales y, en este sentido, no estamos tan deficitarios como lo están otros territorios pero, por otro lado, somos una comunidad, como el resto de las del norte de España, con una tasa de envejecimiento mayor, lo que nos plantea un reto importante. En cualquier caso, hay que decir que somos una región muy afortunada en recursos asistenciales que nos sitúan por encima de la media española y tenemos un verdadero lujo que se llama Valdecilla.

P.– ¿En qué áreas sanitarias la falta de profesionales es más preocupante?

R.– Básicamente vamos a tener muchos problemas con Atención Primaria (AP), sobre todo en las zonas rurales. Porque este año se jubilan casi el triple que residentes terminan la especialidad en la región, muchos de los cuales no son de Cantabria y es esperable que vuelvan a su lugar de origen. Por tanto, ahí vamos a tener un déficit muy importante que, evidentemente, va a tener más impacto en la zona rural que en la urbana porque es más atractivo vivir en esta que en aquella. Con todo, esto no quiere decir que no tengamos también problemas en el ámbito hospitalario, especialmente en el hospital de Laredo, que tiene un déficit estructural de plazas no cubiertas que nos obliga a hacer una política diferente para tratar de hacer esas plazas atractivas tanto a profesionales de Cantabria como de fuera.

P.– ¿Qué futuro le espera entonces al hospital comarcal de Laredo, un centro sobre el que antes de llegar ustedes al Gobierno advertían que corría el riesgo de acabar desmantelado?

R.– Como le comentaba, nos obligará a hacer un replanteamiento del hospital. Lo que hay que hacer es una estrategia a medio plazo. De nada vale poner parches. Y esa estrategia significa que probablemente tengamos que revisar su cartera de servicios, sus dotaciones, su plantilla… Y, a partir de ahí, emprender un nuevo proyecto ilusionante para que los profesionales a los que ahora no les resulta atractivo ir a este hospital quieran tomar las plazas. Me resulta especialmente extraño que un hospital como el de Laredo, a media hora de Santander y a media hora de Bilbao, que hace unos años funcionaba muy bien y sí era atractivo, ahora no sea capaz de incorporar profesionales cuando estamos viendo que en otros puntos de España, más aislados, peor situados y menos atractivos, sí consiguen profesionales.

P.– ¿A qué lo achaca?

R.– Creo que ha sido un proceso paulatino, como de dejación. Ha ido languideciendo sin que nadie se preocupara por ello y ahora nos encontramos en este punto. Hay que fomentar alianzas estratégicas de Laredo con Valdecilla para que los profesionales jóvenes puedan tener posibilidades de desarrollo profesional, y crear redes en Cantabria para la atención de determinados procesos que supongan también un incentivo para que a estos jóvenes profesionales, que son nativos digitales y demandan tecnologías, les resulte interesante ir a Laredo.

César Pascual, consejero de Salud del Gobierno de Cantabria. Foto: Nacho Cubero.

P.– Asegura que la clave del sistema pasa por gestionar bien la demanda y no tanto la oferta, un objetivo que obliga a cambiar la mentalidad y la forma de trabajar. ¿Hacia qué modelo?

R.– En nuestro modelo asistencial, normalmente estamos acostumbrados a responder modulando la oferta ante los picos de la demanda. Es decir, ¿tengo lista de espera quirúrgica? Mi respuesta es aumento el número de quirófanos y de profesionales. Que hay que hacerlo, pero no hay que centrarse solo en gestionar la oferta, sino que también tenemos que empezar a trabajar la prevención, el trabajo comunitario… Es decir, gestionar la demanda. Tratar de hacer diagnósticos precoces que eviten hospitalizaciones innecesarias e incluso cirugías. Básicamente, el sistema, que ha estado muy tensionado por la presión asistencial de consultas, ha descuidado la parte preventiva, de trabajo comunitario y también de salud pública, tal y como se vio durante la pandemia. Ahí es donde tenemos que volcarnos porque es la auténtica solución que tiene el sistema, que no puede crecer infinito.

P.– En cualquier caso, el gasto sanitario sigue muy centrado en la atención hospitalaria y muy poco en la primaria. ¿La AP sigue siendo la hermana pobre de los presupuestos, como lamentan desde la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (Fadsp)?

R.– No, no. La AP no es la hermana pobre, aunque pueda parecerlo. En Cantabria tenemos Valdecilla, un hospital de referencia y con un nivel de excelencia internacional que lógicamente necesita un presupuesto muy alto. No podemos generalizar. Si aplicáramos a rajatabla el porcentaje de que el 25% del presupuesto se destine a AP, esta estaría híper financiada. No estoy de acuerdo con esa afirmación, porque creo que está relativamente bien financiada, tenemos una buena cobertura de personal con muy pocas vacantes de momento, y tenemos una red muy amplia con muchos más consultorios rurales que municipios, además de los centros de salud. Por tanto, tenemos una red muy buena. Ahora, es cierto que, por las características de nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS), existe ‘hospitalescentrismo’, de forma que todo gira alrededor del hospital, que es el centro. Y esto ha impedido que la AP fuera más resolutiva. Sí que hay, por tanto, que cambiar un poco este perfil para que lo sea, aunque solo sea por egoísmo, porque necesitamos también reducir la presión asistencial por el hospital. Es más eficiente que la AP resuelva que no que vaya al hospital.

P.– ¿Nos hemos olvidado o no entonces de la prevención y promoción de la salud?

R.– Sí, sí. Ya lo he dicho antes de alguna manera. Hay que recuperar todo lo que es el trabajo comunitario y preventivo, el fomento de estilos de vida saludables y del autocuidado… Teniendo como tenemos un excelente Sistema Nacional de Salud, que es universal y gratuito, en nuestro país se ha generado una cultura de consumo de la sanidad. Los ciudadanos han descuidado el autocuidado. Para un dolor de cabeza no tienes que ir a un servicios de Urgencias. Además, hay que recuperar el rol que tienen otros agentes sanitarios, que están ahí, y darles más representación. Por ejemplo, la farmacia rural, que va a adquirir un papel muy importante ante el déficit de profesionales médicos y de enfermería que se espera en un par de años. Y también hay que meter a otros agentes en el sistema: necesitamos más psicólogos, más fisioterapeutas… Es decir, otras profesiones sanitarias que atienden muy bien las patologías crónicas que no necesariamente siempre tiene que ver un médico.

La farmacia rural va a adquirir un papel muy importante ante el déficit de profesionales médicos y de enfermería que se espera en un par de años.

P.– Las actuales cifras de las listas de espera, ¿son aceptables?

R.– No, para nada. Son absolutamente inaceptables. Hemos hecho un programa de reducción de listas de espera muy ambicioso que pasa por alcanzar en 2026 una media de 80 días para las intervenciones quirúrgicas, 40 días para las primeras consultas y 30 días en el caso de las pruebas diagnósticas. Es un programa de legislatura que creemos es realizable pero que va a requerir mucho esfuerzo, también de los profesionales. Requiere que haya una planificación como la que hemos hecho; que haya una voluntad política de sacarlo adelante con presupuesto, como lo hemos hecho; pero también requiere de la colaboración de los profesionales, que tengo que decir están colaborando estupendamente y entregados a reducir las demoras y las esperas. Pero es un proceso largo. Llevamos ya unos meses trabajando y estamos reduciendo los tiempos de espera. Desgraciadamente, los números de personas que siguen en lista de espera no se reducen en igual medida. Pero es lógico, porque el principal objetivo es que los pacientes no esperen. Es decir, reducir las demoras. Una vez conseguido esto, ya se podrá trabajar en rebajar el número absoluto, que también hay que bajarlo, porque ejerce una presión muy importante.

P.– Defiende que el talento, la innovación y la sostenibilidad son las herramientas fundamentales del sistema sanitario. ¿De cuál de las tres andados más necesitados?

R.– De los tres al tiempo. El talento es conocimiento más compromiso con la organización. Lo que ocurre en este momento es que los profesionales están ‘quemados’, y eso reduce su compromiso. Tenemos que mejorar sus condiciones laborales para recuperar su máximo nivel de compromiso. No estoy diciendo que no estén comprometidos. Estoy diciendo que están agotados y quemados y que en esa condiciones es muy difícil mantener altos niveles de compromiso. Nuestra obligación, por tanto, es mejorar sus condiciones de trabajo y también salariales para volver a recuperar esos niveles. Como conocimiento tienen mucho, ya tendríamos talento, pero al talento por sí solo en organizaciones que no innovan y no se transforman no le sacas rendimiento. Necesitamos innovar y enfoques nuevos de afrontar los problemas y que avancen conforme avanza la investigación médica. Y, finalmente, tenemos que ser sostenibles porque los presupuestos destinados a salud están llegando a unos límites que van a ser difícilmente sostenibles con los incrementos de costes que estamos soportando. El coste de los fármacos está absolutamente disparado, aunque es verdad que estos fármacos tan caros están curando enfermedades que hace unos cuantos años eran incurables. Y el coste de las tecnologías está también incrementándose porque la obsolescencia tecnológica es muy rápida. Por tanto, los presupuestos aumentan año tras año de forma exponencial y hay que definir estrategias de sostenibilidad si queremos garantizar la supervivencia del sistema tal y como lo conocemos.

P.– También aboga por incorporar herramientas de gestión que permitan pagar la productividad de los profesionales sanitarios. Un capítulo para el que ha anunciado diez millones de euros. ¿Puede concretar algo más?

R.– Bueno, diez millones de euros era para las listas de espera. Hemos aprobado recuperar la productividad, que se había quitado, porque no todo el mundo aporta lo mismo al sistema. Es lógico que tengamos un elemento de incentivación, independientemente del salario, que ese sí debe ser igual para todos, para aquel que produce más para el sistema, investiga más, innova más. Este año aún andaremos con porcentajes bajos porque es el primero en el que hemos recuperado el concepto, pero puede llegar a significar en torno al 1 o 1,5% del presupuesto destinado a gastos de personal.

P.– Tras convocar hace unos meses el proceso para estabilizar más de 2.100 plazas sanitarias en 76 categorías profesionales, su consejería se ha marcado el objetivo de reducir la tasa de temporalidad del personal sanitario se sitúe en torno al 8%. ¿En que porcentaje nos movemos actualmente ¿Por qué es tan alta la precariedad de los contratos en el sector sanitario?

R.– Si acabamos las ofertas tanto de estabilización como el concurso de méritos como la oferta pública de empleo (OPE) de 2019 llegaremos a esas cifras. Incluso menos, teniendo en cuenta que siempre hace falta un porcentaje de plazas que no sea estable para cubrir vacaciones, bajas y sustituciones, pero en límites razonables. El problema es que, por un lado, durante muchos años la tasa de reposición estuvo bloqueada por las autoridades europeas para hacer frente a la anterior crisis, lo que generó una bolsa de contratos temporales al no poderse sacar plazas en propiedad. Y de otro, que después no ha habido agilidad en sacarlas. Cuando se ha podido, no se han sacado hasta que la UE nos obligó a reducir y a hacer los programas de estabilización. Las OPE de estabilización se están haciendo por mandato europeo. Aquí no ha habido voluntad por parte de ningún gobierno. Todos los gobiernos han tenido que obedecer al mandato europeo de que a finales de 2024 tenemos que haber logrado la estabilización de todo ese personal temporal. Y nosotros lo vamos a hacer. Vamos lentos, sí, porque hemos tenido problemas informáticos que nos han retrasado. Pero vamos a llegar.

Tenemos que rediseñar todo lo que tiene que ver con la protonterapia porque ya no va a ser única en el sistema público, sino que va a haber once. No podemos permitirnos el lujo de hacer una inversión de más de cincuenta millones de euros y no sacarle rendimiento.

P.– Reclama la necesidad de invertir en I+D+i, pero lamenta que a corto plazo la capacidad inversora de su departamento está muy condicionada por el proyecto de la protonterapia, que absorbe gran parte del presupuesto. ¿Compensa esta apuesta?

R.– Yo soy muy realista y no me planteo si en su momento la apuesta fue la lógica o no. Lo que yo me planteo es que esa apuesta está hecha y, por tanto, a esos recursos extraordinarios vamos a sacarles la máxima rentabilidad. Tenemos que rediseñar todo lo que tiene que ver con la protonterapia porque ya no va a ser única en el sistema público, sino que va a haber once. No podemos permitirnos el lujo de hacer una inversión de más de cincuenta millones de euros y no sacarle rendimiento. Por tanto, hay que replantear todo el proyecto contando que hay otras diez protonterapias y que al lado tenemos una en San Sebastián que competirá con nosotros por los pacientes del sistema público. El proyecto original, cuando iba a ser única, era muy interesante pero no se logró financiación de fondos europeos ni de la Fundación Amancio Ortega y la decisión fue que se hiciera con presupuestos regionales. Insisto, no voy a discutir la conveniencia o no. Yo me encuentro con un hecho firme y por tanto todo mi planteamiento es a futuro para tratar de rentabilizar esta inversión y situarme en la vanguardia con tratamientos muy innovadores que no haga nadie puesto que los tratamientos digamos ‘normales’ de protonterapia se van a repartir entre once. Vayamos a lo nuevo, a lo innovador y seamos la puerta de entrada en España en tratamientos innovadores. No queda otra que hacer rentable esta inversión. Por eso, el proyecto, que estará operativo a finales de esta legislatura o comienzo de la siguiente, abarca más que la instalación de una máquina. Va con proyectos de innovación y de investigación, que es lo realmente importante, no cortar una cinta ni inaugurar una obra. Lo sustancial es diseñar un plan de futuro realizable que sea disruptivo e innovador. Y en eso estamos. También le digo que no importa ser los primeros. Ser los primeros de algo que hace todo el mundo no nos aporta nada. Tenemos que ser diferentes, no los primeros.

P.– A la salud mental, ¿se le presta toda la atención que merece?

R.– No, nunca se le ha prestado toda la atención que merece. Ahora estamos en camino de encarrilarlo, pero tenemos que recuperar el tiempo perdido. La salud mental sí que ha sido la hermana pobre de la sanidad española, no la Atención Primaria. De hecho, ni siquiera entró en la primera normativa de sanidad. Hubo que integrarla en el SNS y ponerla en marcha. En Cantabria siempre hemos ido un poquito por delante en este aspecto. Cuando se hicieron las transferencias sanitarias, aquí ya había una Dirección General de Salud Mental que no había en ningún otro sitio de España. Pero así y todo, siempre ha ido por detrás. Lo que ahora ha ocurrido es que con la pandemia han aflorado cuestiones latentes, que no se veían. No es que ahora tengamos una pandemia de salud mental, es que ahora aflora y la sociedad también ha cambiado. Antes si decías que ibas al psiquiatra te ponían un estigma de que estabas loco. Y ahora la gente lo entiende y no te estigmatiza.

P.– No faltan voces que critican el excesivo peso que la política juega en la sanidad. ¿No seria deseable reducir ese protagonismo para logar una visión más estratégica y no tan cortoplacista como ocurre hoy? ¿Ve posible un pacto de estado por la sanidad?

R.– Sería deseable un pacto político que diera estabilidad. De la política sanitaria hay que hablar. Pero una cosa es hablar de ello y otra muy distinta politizar la asistencia sanitaria. Y en nuestro país siempre ha habido un alto grado de politización de la asistencia sanitaria. Los intentos de hacer un pacto por la sanidad, que básicamente pasa por separar la política sanitaria de lo que es gestionar la sanidad, lamentablemente nunca han dado sus frutos. Y en este momento tampoco soy optimista de que se pueda conseguir. Creo que había que hacer una especie de Pactos de la Moncloa de la sanidad. Replicar aquel gran pacto con la sanidad dejando la asistencia sanitaria fuera de todo esto. Discutamos de política sanitaria, que hay muchas cosas de las que discutir. De si prohibimos o no el tabaco, de si hacemos una determinada prevención, de si vacunamos esto o lo otro, de la política de investigación, pero dejemos de estar todo el día con la batalla de las listas de espera, con los retrasos o las dotaciones. Eso es gestión, y hay personas de todos los colores políticos que gestionan muy bien, y otros que lo hacen muy mal. El problema es que la sanidad está contaminada por la política. Y lo dice un político. Es una realidad.

P.– Ya que lo menciona, en su lucha contra el tabaquismo el Ministerio de Sanidad acaba de poner sobre la mesa la posibilidad de prohibir fumar en terrazas. ¿Qué opinión le merece esta propuesta?

R.– Nosotros apostamos por promover espacios sin humo, no por prohibir. Creemos que es más realista y más factible promocionar espacios libres de humo en entornos abiertos. ¿Prohibir fumar en la playa? Pues creo que habría más motivos para hacerlo por la contaminación que suponen las colillas, que es brutal, que por el humo que probablemente, y más aquí en el norte con la brisa, se disipa pronto. Por tanto, hay que ser muy cuidadosos con las políticas porque al ciudadano le estamos prohibiendo todo. Por ejemplo, si un ayuntamiento quiere hacer de sus playas espacios sin humos, favorecerle con incentivos u otorgándole reconocimientos. Del mismo modo, premiaré a un hostelero que ha decidido que en su terraza no se fuma frente a otro que no lo hace. Y promoveré que este también lo haga. Pero instaurar una política de prohibición en todas partes… Además, las prohibiciones hay que hacerlas cumplir y es muy fácil hacerlo en espacios cerrados, pero no tanto en abiertos. Reitero que nosotros abogamos más por incentivar espacios libres de humo, también al aire libre. No obstante, si se aprueba la ley, nosotros no nos vamos a oponer.

El consejero de Salud de Cantabria, durante la entrevista. Foto: Nacho Cubero.

P.– Diferentes estudios han puesto de manifiesto que una mayoría de los españoles son partidarios de aumentar la colaboración público-privada en sanidad para garantizar una correcta asistencia. ¿Se encuentra usted entre ellos?

R.– La colaboración pública-privada existe y siempre ha existido. Sería imposible que todo fuera asistencia pública directa. Básicamente porque también hay picos de demanda y porque además aporta valor. La colaboración público-privada ha permitido avanzar al resto de la sanidad. Tenemos ejemplos muy claros en el país. En Cataluña, donde nadie duda de que existe una buena sanidad, todo es colaboración público-privada prácticamente. Voy a más. Los pacientes crónicos siempre han sido tratados en hospitales generalmente de órdenes religiosas y siguen siéndolo. Muchos de los pacientes psiquiátricos siguen siendo tratados en centros privados. Etc., etc. Es decir, la colaboración público-privada es un mecanismo para prestar un servicio público. Nos podrá gustar más o menos, pero lo que no puede es que el componente ideológico sea el que prime. ¿Esto quiere decir que tenemos que ir a un modelo 100% de colaboración público-privada? Para nada. La colaboración siempre será complementaria, nunca sustitutoria.

P.– ¿No teme las críticas que puede provocar que se deriven pacientes a la sanidad privada como consecuencia de lo que podría entenderse como un deterioro de la sanidad pública: como aquí no llegamos, en vez de invertir en mejorar lo público, derivamos a la privada?

R.– Eso será cuando usted demuestre que no se está invirtiendo en la pública. Cuando demuestras que no es así, que estás invirtiendo, por ejemplo, nuestro plan de listas de espera básicamente está destinado mayoritariamente a reforzar la actividad ordinaria de la sanidad pública, luego la extraordinaria y, en tercer lugar, complementariamente el apoyo con la sanidad privada. Creo que eso no deteriora la sanidad. Al contrario, contribuye a mantener un nivel de excelencia. En Santander, un hospital como Valdecilla no podría tener el nivel de excelencia que tiene sin contar con la actividad de los hospitales de Padre Menni y Santa Clotilde. Si los pacientes que atienden estos centros tuvieran que atenderlos Valdecilla, éste no podría tener ese nivel de excelencia. Sería imposible.

P.– El personal sanitario en Cantabria fue víctima el año pasado de 306 agresiones, un 19,5 por ciento más que en 2022, según sus propios datos conocidos recientemente. ¿A qué achaca este fuerte incremento?

R.– A una sociedad. Porque las agresiones se han incrementado en todos los ámbitos. Lo vemos día a día con el aumento de la violencia contra las mujeres, la violencia doméstica, contra los profesores. Vivimos en una sociedad en la que la violencia ha aumentado en términos generales. También en la sanidad. Además, las personas se han acostumbrado a consumir sanidad y lleva mal no obtener la prestación que quiere y de forma inmediata. Y eso genera una intolerancia. Afortunadamente, casi todas las agresiones son verbales, intolerables también, pero no físicas. Este es el nivel de agresividad que tenemos en la sociedad de hoy en día y la sanidad, obviamente, no es ajena a esta realidad. Además, es verdad también que el prestigio social de los médicos ha caído mucho en España, como en todos los países. Y esto, de alguna manera, también ha contribuido a que a estos profesionales no se les tenga el respeto que se les podía tener antes.

P.– ¿Qué papel puede desempeñar el Gobierno regional para favorecer a esa industria biosanitaria que se apunta como uno de los sectores que mayor potencial de desarrollo puede tener en Cantabria?

R.– Un papel fundamental. Las administraciones no están para innovar, están para favorecer a la industria innovadora, a los emprendedores. En el ámbito de la sanidad creo que contamos con un entorno privilegiado. Por eso está el proyecto del parque científico y tecnológico de La Residencia. Y hacer un ecosistema sanitario que favorezca la economía de la salud. Es decir, que favorezca la implantación de empresas relacionadas con la salud, que podrán ser farmacéuticas, tecnológicas, biomédicas… La Administración debe poner los pilares para que esta industria se asiente, no pretender hacerlo ella misma. Apoyar este emprendimiento para que las industrias cántabras y aquellas de fuera que quieran instalarse aquí nos permitan cambiar un poco el modelo productivo de la región hacia uno del conocimiento. Tenemos Valdecilla, dos institutos de investigación, un hospital virtual, la Facultad de Medicina con el apoyo además de dos institutos potentísimos como son los de Física y de Hidráulica, que también pueden colaborar. Por tanto, tenemos un entorno público excelente que puede favorecer, si conseguimos captar este emprendimiento privado, que seamos líderes. Y luego tenemos algunas aportaciones que no tiene nadie, como Cohorte Cantabria. Es decir, datos de población que son fundamentales en la innovación e investigación en medicina. Otras comunidades tienen historias clínicas, pero nosotros además tenemos este proyecto que nos da datos poblacionales. Cruzar datos clínicos y poblacionales en España solo se puede hacer aquí. Esto nos coloca en una posición muy favorable para el desarrollo de este ecosistema innovador. Lo que vamos a hacer en esta legislatura es poner las bases de este proyecto para que probablemente alguna industria ya se instale. Pero lógicamente después tiene que desarrollarse. Son inversiones muy importantes las que van a tener que hacer todo el mundo. Es un proyecto que Cantabria tiene que plantearse a medio y largo plazo, pero siendo conscientes del tamaño y de la población que tenemos. Nunca podremos competir con el ecosistema catalán o madrileño, que cuentan con tantos hospitales de nivel. Pero esto no le resta valor. En absoluto. Que la gente no piense solo en números. Si solo vienen diez empresas, que sean las más innovadores y disruptivas, que no vengan a hacer lo mismo que ya hacen otras.

El Ilustre Colegio Oficial de Economistas de Cantabria mantiene su apuesta por promover la formación, el empleo y las actividades sociales que contribuyan a dar mayor visibilidad al trabajo de sus más de 1.200 colegiados. Con más de una década en el cargo, Fernando García Andrés, su presidente, asegura que la economía regional no va mal, aunque reclama más inversión en innovación; sostiene que los sectores biosanitario, cultural y agroalimentario son los que presentan un mayor potencial de crecimiento en la región, y defiende la importancia de la formación dual, también en el ámbito universitario.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Marzo 2024

Pregunta.– Tras más de cinco años, el colegio acaba de culminar su fusión con el de Titulados Mercantiles y Empresariales de Cantabria y representa ahora a más de 1.200 profesionales. ¿Satisfecho? ¿Por qué se ha tardado tanto tiempo en cerrar este proceso?
Respuesta.– Sí, mucho. Porque el proceso ha sido al principio bastante arduo a la hora de ponernos de acuerdo, pero luego hemos convergido muy fácilmente en el proyecto común. Es cierto que el Colegio de Mercantiles ha dado muchas facilidades para llegar a este acuerdo. Cabe recordar que los consejos generales de ambos titulados se unificaron en 2011, un órgano al que ahora pertenecen alrededor de 70.000 profesionales en toda España, por lo que este proceso se ha llevado a cabo de arriba hacia abajo: primero los consejos y más tarde los colegios territoriales. El de Cantabria ha sido de los últimos en realizar esta unificación, una demora que se ha producido por las diferencias de planteamientos en cuanto a la unificación, que han ido solventándose de forma consensuada. El decreto autonómico nos dio la pauta de la proporción y composición de los miembros de la nueva junta directiva en función del número de colegiados de cada una de las dos corporaciones, que ha quedado integrada por doce representantes del antiguo colegio de Economistas y dos del de Titulados Mercantiles. ¿Qué nos falta para culminar esta fusión? Inscribir los estatutos en el Registro de Colegios Profesionales. Ese será el momento definitivo. Ahora estamos en esa transición, pero operativamente ya llevamos trabajando conjuntamente como un colegio único desde hace un año, aunque es cierto que los patrimonios aún no están consolidados, que será el siguiente paso.

P.– ¿Esta nueva etapa abre nuevos retos y desafíos para el colegio o en síntesis siguen siendo los mismos?
R.– El modelo y los objetivos van a ser prácticamente los mismos. La ventaja de la unificación es que a partir de ahora vamos a tener una voz única ante la Administración. Y con más fuerza. Pero, insisto, nuestros objetivos se van a seguir centrando en tres ámbitos: la formación, tanto técnica dirigida al colectivo de profesionales que ejerce por cuanta propia, como divulgativa sobre aspectos novedosos y de relevancia para la profesión; el empleo, potenciando la Agencia de Empleo para conseguir atraer a los titulados jóvenes, que es el colectivo más reacio a incorporarse a la organización colegial; y, finalmente, la promoción de actividades sociales para contribuir a dar mayor visibilidad a la imagen del economista en la sociedad.

P.– ¿Qué y en qué ha cambiado el papel de un economista durante estos once años que lleva al frente de la entidad?
R.– Ha cambiado mucho pero todavía tiene que cambiar más. El perfil del economista se tiene que adecuar o integrar más en otras disciplinas. Se da por hecho que un economista conoce los fundamentos básicos de la economía, pero las facultades no ofrecen aún a los estudiantes el manejo de ciertas disciplinas que son necesarias para mejorar su empleabilidad. Por ejemplo, saber dirigir equipos, manejar ingentes bases de datos o trabajar con la inteligencia artificial, conectar con otras profesiones como las de sociólogos y psicólogos, o con el mundo del Derecho… Por lo tanto, la formación de economista se convierte en una disciplina mucho más amplia. Eso es lo que está cambiando y a lo que se tienen que ir adaptando las nuevas promociones si quieren tener un mejor acceso al mercado laboral. El cambio es sustancial y afecta a todas las profesiones, más aún a los economistas que están en todas las actividades y en todos los ámbitos de la sociedad: Administración, empresa privada, despachos profesionales…

Fernando García Andrés, durante la entrevista. Foto: Nacho Cubero.

P.– ¿Cómo calificaría la situación de la economía en Cantabria?
R.– Si tengo que dar una calificación concreta, diría que no va mal, aunque es cierto que tenemos que mejorar en muchos ámbitos. Pero si vemos la trayectoria de los últimos años y nos comparamos con otras comunidades autónomas, tendríamos que decir que no somos de las mejores, pero tampoco de las peores. Según los datos que manejamos, estamos en mitad de la tabla. Hay variables que no crecen como debieran –el PIB regional ha crecido por debajo de la media en 2023–, pero hay otras, como la tasa de empleo, que estamos bastante mejor que la media nacional. En cualquier caso, creo que hay que poner el acento en la inversión en I+D+i, un campo en el que estamos mal y que es fundamental para el desarrollo de la economía.

P.– En sus previsiones de hace algunos meses pronosticaba un crecimiento de la economía de Cantabria del 2,9% en 2024, tres décimas por encima del previsto en España. Sin embargo, estudios más recientes rebajan este crecimiento hasta el 1,6%, una décima por encima de la media nacional. ¿Vamos a peor?
R.– No lo creo. Nos estamos comportando un poco en la línea del resto de España. Sabemos que las perspectivas de crecimiento del país están por encima de la media de la Unión Europea. Con las previsiones ocurre que a veces es muy difícil acertar. Puede ser que en aquel entonces fueran demasiado optimistas. Y yo lo soy por naturaleza.

P.– El Informe de Competitividad Regional 2023, elaborado por el Consejo General de Economistas, sitúa a Cantabria en el grupo de comunidades con un nivel competitivo relativo medio-bajo, junto a La Rioja, Aragón, Castilla-León y Galicia, y desciende una posición respecto al informe del ejercicio anterior, hasta el noveno puesto. ¿A qué achaca este empeoramiento?
R.– Considero que la economía hay que analizarla siempre con perspectiva y con una visión a medio y largo plazo. El descenso en una posición no es significativo, por cuanto seguimos estando en mitad de la tabla. Al final es un modelo que tiene en cuenta más de medio centenar de variables con una serie de ponderaciones de las que sale un índice sintético. Sirve para tener una referencia de cómo nos movemos, pero a mí no me preocupa caer un puesto porque a lo mejor en 2023 lo subimos. Soy más partidario de ver tendencias que datos puntuales. De dónde venimos y hacia dónde vamos. Eso es lo importante.

P.– De un tiempo a esta parte, el sector sanitario y el cultural son señalados como dos de los ámbitos claves y con mayor potencial de crecimiento en la región. ¿Ahí descansa gran parte de nuestro futuro?
R.– Son una parte importante. Pensamos que el sector biosanitario tiene mucho potencial. Nos hemos fijado un poco en el Parque Tecnológico de la Salud de Granada, que ha creado un ecosistema sanitario muy favorable que aquí también se puede replicar: los institutos de investigación Idival e ITEC, la Facultad de Medicina y la Universidad de Cantabria, el Hospital de Valdecilla y luego, a su alrededor, empresas en torno al clúster TERA, que está muy focalizado en nuevas tecnologías dirigidas al sector sanitario. Creo que, con el buque insignia que es Valdecilla, habría que aprovechar todo este potencial para desarrollar una industria ligada a la salud. En cuanto al sector cultural, a nadie se le escapa que el Mupac, Faro Santander, el centro asociado del Reina Sofía y el Centro Botín son polos de atracción para atraer un turismo de calidad, no de masas, que pueden generar buenos retornos a la economía regional. Son sin duda dos sectores importantes a los que añadiría el sector agroalimentario, que también habría que potenciar.

P.– Cantabria cuenta con una industria que aporta algo más del 20% del PIB regional pero, sin embargo, adolece de una verdadera política industrial o de un plan estratégico que guíe al sector en los próximos años, según critican numerosos expertos. ¿Qué opina usted?
R.– La industria, que en el pasado ha tenido un protagonismo mucho mayor que ahora, ha ido perdiendo peso y velocidad. Creo que sería conveniente tener un plan industrial que, en lugar de hacer un gran diagnóstico de la economía de Cantabria, porque casi todo el mundo ya conoce cuáles son nuestras debilidades y fortalezas, actuara y se centrara más en proyectos sectoriales muy concretos. Y le apunto dos o tres de los que ya hemos hablado: el sector biosanitario, el agroalimentario y la I+D+i.

Creo que hay que adoptar políticas de desarrollo del mundo rural que permitan fijar la población. Analizar los precios en origen, la competencia desleal… Si no proponemos una política activa, los jóvenes no van a querer trabajar en el campo

P.– El sector primario se ha lanzado a la calle para reclamar mejoras que permitan una supervivencia que cada vez ven más amenazada. ¿El campo se muere?
R.– Bueno. La tendencia es esa, desgraciadamente. Por eso creo que hay que adoptar políticas de desarrollo del mundo rural que permitan fijar la población. Analizar los precios en origen, la competencia desleal… Si no proponemos una política activa, los jóvenes no van a querer trabajar en el campo.

P.– Cantabria, al igual que España, acaba de cerrar un año histórico en materia de turismo. Si no se hacen bien las cosas, ¿podemos llegar a morir de éxito?
R.– Puede ser. El turismo en Cantabria tiene que virar hacia un turismo más de calidad; un turismo cultural y gastronómico que sepa aprovechar las ventajas paisajísticas y de todo índole con las que cuenta la región. Hay que reordenar el turismo.

P.– ¿Las deficientes comunicaciones, especialmente ferroviarias, son la principal china en el zapato de la economía regional?
R.– Es una de ellas. Pero me atrevería a decir que la más importante es la opción que se ha empezado a valorar desde hace muy poco tiempo, que es la conexión con Bilbao y la salida a Europa y hacia el eje mediterráneo, que creo que es más importante que la conexión con el centro de la península. De todos modos, creo que la propuesta que se hace ahora de un tren de altas prestaciones hasta Reinosa es mucho más racional, lógica y viable que la del AVE, que supone una macro inversión para ganar unos minutos. Quizá llegamos tarde, pero más vale tarde que nunca. La vía de comunicación con Bilbao teníamos que haberla planteado hace quizá más tiempo y no centrarnos tanto en buscar un AVE a Madrid.

P.– Tampoco faltan voces que critican la escasa vocación de internacionalización de nuestro tejido empresarial. ¿Lo comparte?
R.– Sí, sí existe, pero es un problema derivado del tamaño medio de nuestras empresas, que en Cantabria se sitúa por debajo de la media nacional, que a su vez está por debajo de la media europea. Esta realidad complica su internacionalización y la inversión en innovación. Ahí también los poderes públicos deberían apostar por superar estos déficit, porque la Administración está para propiciar un clima y un ambiente favorable a las empresas, pero no son un empresario. El Gobierno tiene que dar facilidades, especialmente en cuestiones de las que tanto se habla ahora como la de la simplificación administrativa. En este tema tiene que pasar de las palabras a los hechos.

Junta directiva del Colegio de economistas de Cantabria.

P.– Defiende la importancia de aprender trabajando y apuesta por desarrollar la formación dual como fórmula para un crecimiento de la economía duradero, sostenible e inclusivo. ¿Por qué no triunfa en España este modelo que sí lo hace en otros muchos países de nuestro entorno europeo?
R.– La formación dual se desarrolla fundamentalmente en el ámbito de la Formación Profesional, pero no así en la universidad, donde también deberían de proveerse programas de este tipo de formación con la empresa. No veo culpables, pero creo que tanto por parte de las empresas como de la Administración no se propicia esa formación dual que en otros países, como es Alemania, supone el 100% de la formación. En España, en cambio, el nivel es muy bajo, pese a que considero que es un modelo facilitador del empleo de los jóvenes. Creo que la Administración tendría que ser el ariete que promoviera esta formación y que habría que sensibilizar de su importancia en los círculos educativos y empresariales.

P.– Las nuevas generaciones de profesionales emigran fuera de Cantabria en busca de oportunidades laborales que aquí no encuentran. ¿Qué nos hace falta para retener y atraer talento?
R.– Creo que de la universidad salen promociones muy bien preparadas, y no solo me refiero al ámbito de la economía, sino también de las ingenierías y carreras técnicas. Lo que ocurre es que las empresas locales o no demandan los suficientes profesionales, o el talento emigra por cuestiones puramente económicas. Cuando una empresa tiene a bordo a un profesional que merece la pena tienen que intentar retenerle, lo que puede conseguir a través de la formación y de un salario atractivo. En Cantabria se puede explotar el salario en especie que es la calidad de vida. Pero creo que el factor más importante de que talento emigre es que aquí no hay las suficientes oportunidades. Estamos haciendo además una mala inversión porque estamos invirtiendo en formación de talento que luego se desarrolla profesionalmente en otros lugares.

P.– El puerto y el futuro polígono de La Pasiega aparecen, junto a la Universidad de Cantabria y el Instituto de Hidráulica Ambiental, como nuestros principales activos en la atracción de inversiones y en la creación de innovación y desarrollo. ¿Añadiría alguno más?
R.– El puerto tiene una importancia sustancial dentro de la economía regional que, junto al polígono logístico de La Pasiega, si finalmente se articula, puede crear unas sinergias y un efecto arrastre hacia otros sectores que sin duda impulsarán la economía. Me parece que La Pasiega, lo financie el Estado, la Unión Europea o Cantabria, supone una inversión con un retorno innegable. Lo que también hay que hacer es apoyar lo que ya tenemos y potenciar la innovación, la investigación y el desarrollo empresarial, no solo del sector público. Y hay que hacerlo además en un horizonte de medio y largo plazo, porque estas cuestiones no se consiguen de un año para otro. Los resultados de invertir en innovación y desarrollo empiezan a verse a partir de cuatro o cinco años. Pero vamos a ir viendo la tendencia y si conseguimos avanzar del actual 0,8% del PIB regional en I+D+i al 3% que propone la Unión Europea. No podemos olvidar que la innovación te permite ser más competitivo, aumentar la facturación y crear riqueza. Pero hoy es nuestro talón de Aquiles.

Afincado en Cantabria desde su etapa universitaria, el nuevo decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales se ha marcado el reto de modernizar la institución y de dar la vuelta a la tendencia descendente de colegiados. Fernando Rodríguez Puertas sostiene que la región cuenta con el conocimiento, las personas y una sociedad que valora la industria; que sin innovación no hay futuro, y que la energía en su sentido más amplio y la industria 4.0 son los sectores con mayores salidas laborales para su profesión. Considera que cada vez es más posible que por fin exista una política industrial seria y estima que Cantabria debe saber venderse mejor para captar más inversiones.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Marzo 2024

Pregunta.– La presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, aseguró al poco de tomar posesión de su cargo que uno de sus objetivos de cara a esta legislatura es elevar el peso de la industria hasta el 25% del PIB regional. ¿Lo considera viable?
Respuesta.– Que se haya realizado ya esa declaración de intereses es para felicitarse. Porque quiere decir que existe una preocupación real. La industria en Cantabria representa en torno al 20% del PIB y subir cinco puntos es, desde luego, todo un reto. ¿Posible? Totalmente, pero es un reto. Hace falta que empuje el gobierno y también toda la sociedad porque es un trabajo de todos. Lo que sí le puedo decir es que el Colegio colaborará con el Ejecutivo cántabro y con cualquier otra Administración que se empeñe en esta tarea.

P.– Pese a ello, no son pocas las voces que consideran que en Cantabria falta una política industrial seria. Usted, ¿qué opina?
R.– Si no hay política seria educativa, que es algo fundamental para un país, es difícil que las políticas industriales existan, tanto a nivel nacional como regional. Hay impulsos y hay planes parciales que, gracias a ellos, se sigue avanzando por sectores, pero realmente una política industrial continuista que vaya más allá del gobierno de turno no la hay ni la ha habido. Y es difícil que la haya. Dicho esto, creo que cada vez es más posible. Hubo un momento, en los años 80 y 90, de reconversión industrial salvaje que dejó un gran vacío en algunas zonas industriales. Lo veo en Ferrol, de donde provengo, que no ha avanzado casi nada en estos cuarenta años. Cuando la industria no se recupera y no hay algo que la sustituya, se crea un vacío económico y social muy grande. Creo que la Unión Europea se ha ido dando cuenta de esto y de ahí que en la década de 2010 apostara por ese objetivo de que la industria alcanzara como mínimo el 20% del PIB en todos los países. Los gobiernos lo ven cada más alcanzable. Y es mejor hacerlo tarde que nunca.

P.– Qué tecnología o sector diría que está llamado a liderar el desarrollo del sector industrial en Cantabria los próximos años?
R.– Por suerte tenemos varios que podrían hacerlo. Cantabria industrialmente está en ese 20% y solo hay otras cuatro o cinco regiones que estén en ese porcentaje. Tenemos un sector de la automoción muy potente, que suministra a todos los niveles a los fabricantes de automóviles; tenemos también un sector químico muy potente, liderado por Solvay y empresas como Armando Álvarez que son líderes en Europa en sus productos. También contamos con un sector agroalimentario que ha desarrollado una industria de enorme calidad y con un sector relacionado con la industria de las telecomunicaciones, que nació de la Universidad de Cantabria allá por los años 90, y que hoy en día cuenta con empresas de telecomunicaciones y de ciencias de la comunicación muy potentes. No veo, por tanto, un sector claro y prioritario. Cualquiera de estos que he citado puede liderarlo. Tenemos el conocimiento, las personas capaces y una sociedad que valora la industria. Por eso, creo que podría desarrollarse cualquier sector.

P.– Hace unas semanas se conoció que Cantabria contará en Torrelavega con una las de las mayores plantas de hidrógeno de España, un proyecto que sus promotores confían sirva para avanzar en la descarbonización de la economía y dar un nuevo impulso a la comarca del Besaya. ¿Cuál es su valoración?
R.– Pude asistir a la presentación de este proyecto y una de las cosas que más me gustó fue el ver que todos los intervinientes lo apoyaban, lo que es bastante difícil de conseguir porque en estos casos, en general, siempre suele haber detractores. Esto, de entrada, ya es un punto de partida magnífico. Por suerte, este proyecto está encuadrado dentro de la política europea de descarbonización. Se podría hablar mucho sobre si esta política es adecuada, sobre los tiempos o las formas, pero lo que es evidente es que la UE va a destinar mucho dinero para cumplir con este objetivo. Producir hidrógeno verde, que no es otra cosa que producir hidrógeno a partir de energía eléctrica que no genere CO2 u otro tipo de emisiones, puede ser un auténtico revulsivo. Máxime si se instala donde se instala, en una comarca que ha sido duramente castigada por la pérdida de industria. Creo que es un proyecto muy ilusionante, pero en el que hay que remar y empujar mucho para que salga adelante. Creo que se trata de un proyecto enfocado más hacia la exportación. Harían falta varias ‘Cantabrias’ para consumir todo el hidrógeno que se quiere producir. La base energética lo es todo. Sin la energía adecuada no hay nada. No hay industria, no hay sociedad, no hay desarrollo.

 

Fernando Rodríguez Puertas, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Cantabria. Foto: Nacho Cubero

P.– Las ayudas Next-Generation no han llegado al sector industrial, especialmente a las pymes, con el ritmo y la intensidad deseada. ¿Verdad o mentira?
R.– Bueno, es un tema que no he seguido especialmente, por lo que no me atrevería a dar un juicio de valor muy contundente. Todas las ayudas, al fin y al cabo, tienen un componente burocrático, de seguridad en la tramitación, que es enemigo de los tiempos, de la rapidez en ejecutarlas. Me consta que las ayudas existen y que llegan, pero siempre resulta más fácil dotarlo presupuestariamente que después ejecutarlo. El otro día me preguntaban qué que hacía falta para que lleguen industrias a Cantabria. A mi juicio, lo que hace falta para que lleguen y que las que hay se desarrollen es apoyo por parte del Gobierno y del entorno en el que se quieran instalar; hace falta suelo industrial, y después hace falta una Administración que facilite burocráticamente la instalación de esos proyectos. A los empresarios se les abren ventanas de oportunidad y buscan el mejor lugar para invertir el dinero. Si los obstáculos que encuentran son muy grandes, esos proyectos se van a otro sitio. La reducción burocrática es fundamental. Y dentro del margen discrecional que te permite la ley, Cantabria ha legislado y desarrollado demasiado la norma. Creo que hay mucho margen de mejora. Me consta que uno de los ejes del Gobierno cántabro en esta legislatura es la reducción de las cargas administrativas. Ya no solo en industria. Ojo, no hablo de la liberalización salvaje de nada, que eso no le gusta a nadie. Pero entre esto y una burocracia inacabable hay muchos términos medios muy adecuados. Y los ayuntamientos, en este tema, también tienen mucho que decir.

P.– La mayor amenaza percibida por el sector industrial a nivel nacional, por encima incluso de la inflación o la crisis de las materias primas, es la incertidumbre generada por las actuales tensiones geopolíticas. ¿Lo cree usted también así?
R.– Desde luego. Cuando vivimos nuestro día a día, solo vemos nuestro entorno laboral. Pero la maquinaria industrial logística es hoy a nivel mundial. Todos recordamos cuando un barco se atascó en el canal de Suez en 2021 y supuso una crisis en la industria del automóvil que todavía hoy la estamos pagando en los precios. Los efectos colaterales de la guerra de Israel en Gaza ya se están empezando a notar. Y casi nos hemos olvidado de que la energía eléctrica en Europa ha llegado a estar a precios diez veces superiores a los de 2020, lo que era totalmente inasumible. Es algo que tenemos que ver. Porque hoy en día deslocalizarse es algo muy fácil de hacer.

P.– Algunos estudios apuntan a que España necesitará 200.000 ingenieros más en diez años en una profesión marcada por la fuga de talento. ¿La culpa es de los bajos salarios o hay otros condicionantes?
R.– Los ingenieros, cuando ya se nos olvida el sufrimiento de la carrera, nos damos cuenta de que lo que te enseñan es a intentar resolver problemas y a buscar la solución más eficiente. Eso es exportable a cualquier sector. Siempre hemos siendo bastante polivalentes y tocamos muchos palos. Pero cada vez eso se va abriendo más y más. Hoy puedes encontrar ingenieros industriales en el Cuerpo de Inspectores de Hacienda, en el sector de la banca, los seguros, la logística, en grandes cadenas hoteleras… Como al final se trata de resolver problemas, y tenemos un perfil que se adapta bien a cualquier actividad, eso nos hace valer y que podamos trabajar en otros sectores. De ahí la falta de ingenieros en la industria. Pero no creo que los salarios en el sector industrial sean bajos en comparación con los del sector servicios o lo del sector primario, aunque sí lo son con relación a Europa. Lo que sí hay es grandes diferencias entre comunidades autónomas. Por ejemplo, el convenio colectivo del País Vasco en comparación con los del resto de España es tremenda. Hoy los mayores enemigos para la profesión son los que se van fuera. Es muy sencillo irse. Porque el problema del idioma ya no es, afortunadamente, una barrera. Después, cuando sales, también es verdad que te das cuenta de que tampoco es para tanto y de que en todas partes cuecen habas. Con el tiempo, todo el mundo desea regresar a España. Pero vamos mejorando el nivel de la industria española, que ya es muy alto. No somos el segundo productor europeo de automóviles por casualidad.

P.– En España existen en la actualidad alrededor de 60 ingenierías diferentes, cada una especializada en un ámbito. Tantas titulaciones llevan a muchos a no distinguir unos titulados de otros y a englobar dentro del mismo término de ingeniero a profesiones muy distintas, algunas de las cuales aún no tienen ni siquiera bien definidas las competencias que les corresponden. ¿Le preocupa esta situación?
P.– Sí, totalmente. En España, antes de Bolonia, había siete familias de ingenieros muy marcadas: agrónomos forestales, de minas, caminos, industriales, telecomunicaciones, navales y aeronáuticos. A partir de Bolonia, los que tienen la capacidad de crear las titulaciones son las universidades que, quizá intentado crear esas especialización que demandan los empresarios, fueron creando nuevos títulos. Hoy día, personas que hace veinte años serían ingenieros industriales tienen ahora 15 o 16 titulaciones en ese mismo ámbito. Esta diversificación lo que está generando es un problema en los colegios que, en general, ven descender su número de colegiados. ¿Por qué? Porque, como digo, se van creando otras ingenierías, que son por completo del ámbito industrial y que hace dos décadas estarían englobadas sin ninguna duda en este colegio. Lo que han hecho es cambiarles el nombre. Ante esta nueva realidad, es evidente que los colegios tenemos que hacer algo. ¿El qué? Desde luego cambiar porque cuando los tiempos avanzan y tú no te mueves, te suelen pasar por encima. Los colegios somos instituciones de derecho público que estamos obligados a defender la profesión. Nuestra profesión tiene unos decretos de atribuciones que muchísimas de estas otras ingenierías no tienen. De hecho, en algunas de ellas aparecen las primeras promociones y luego desaparecen, quedándose esos titulados en el limbo. La opinión mayoritaria del Consejo General no es abrir la mano a que cualquiera pueda ser ingeniero industrial, pero sí la de analizar el problema y ver qué se puede hacer. Y en eso estamos.

P.– El Gobierno de España aprobó a finales de 2023 un proyecto de ley para lograr la representación paritaria en los órganos de decisión tanto en el sector público como en el privado. La norma, que afecta también a los colegios profesionales, establece que cada uno de los sexos suponga, como mínimo, un 40 por ciento y da de plazo para cumplir con esta regla hasta junio de 2026.  En su caso, ¿cumplir con esta proporción pasa, obligatoriamente, por aumentar también el número de ingenieras, que apenas llega al 20%?
R.– Sí, desde luego lo es. Cuando yo estudié la carrera en mi promoción solo había dos o tres chicas. Por suerte cada vez son más. Hoy la media de mujeres matriculadas en alguna ingeniería representa en torno al 30 por ciento del total. En nuestro colegio, el porcentaje de colegiadas es hoy de prácticamente el 10%, pero en la Junta Directiva este porcentaje se eleva hasta el 27%. Son, además, mujeres de perfiles muy diferentes y líderes en sus áreas. Creo que en el colegio será muy fácil llegar a ese 40%. Aunque habría que preguntarles a ellas por qué no les resulta atractivo “estudiar ingeniería, creo que el crecimiento de nuevas tituladas es imparable.

El decano de los ingenieros industriales de Cantabria, en el centro acompañado del resto de miembros de la junta directiva del colegio: Manuel Hierro Fernández, Cristina Lanuza Rodríguez, Yolanda Lechuga Solaegui, Fernando Mantilla Peñalba, Jesús Pascual García, José Antonio Muñoz, Rafael Rodríguez Fernández, Rafael Canales Celada, Alejandro Pereda Jiménez y Beatriz Sancristóbal Marcano.

P.– Lo apuntaba usted antes: el perfil profesional del ingeniero industrial es altamente multidisciplinar. ¿Considera que esta versatilidad constituye una fortaleza o un riesgo en un mercado laboral cada vez más especializado?
R.– Creo que es un valor. Lo que demuestra es que puedes dedicarte a cualquier sector, pero que luego te tienes que especializar. Es decir, te da la oportunidad de abarcar un abanico muy amplio de oportunidades de trabajo, pero es indudable que la especialización es necesaria, y cada vez más. Lo que ocurre es que el marketing no es lo nuestro. No nos sabemos vender.

P.– A su juicio, ¿cuál es la actividad o el sector productivo que a corto plazo cuenta con mayores salidas para un ingeniero industrial?
R.– En dos sectores, que tienen en común que ahora cuentan con un impulso mundial, europeo y nacional en forma de políticas y fondos públicos nunca visto en el sector industrial, que son la energía en su sentido amplio (nuevas fuentes de energía, energías renovables, desarrollo de las existentes, su aplicación en otros sectores incluido el productivo…); y cualquier industria productiva que haya apostado decididamente por aplicar en sus procesos todo lo que significa la Industria 4.0, esto es, el desarrollo de la fabricación inteligente. Creo que el futuro para la profesión es bueno.

P.– Cantabria está a la cola de España en inversión productiva extranjera, según los últimos datos de la Secretaría de Estado de Comercio referidos a los nueve primeros meses de 2023. ¿A qué achaca que la comunidad cántabra despierte tan poco interés entre los inversores extranjeros?
R.– Los datos dicen que Cantabria es una región industrializada, aunque esto a la gente les sorprenda. Pero si Europa dijo que los países hicieran planes para que la industria llegara al 20% del PIB, y nosotros ya estamos en ese porcentaje, algo querrá decir. Que tuvimos más industria, desde luego, como todo el norte de España. Pero, insisto, somos una región industrializada. Sin embargo, si le preguntas a cualquiera de fuera cuáles son los valores que definen a Cantabria, a la industria no la menciona nadie. Esa imagen lastra las inversiones foráneas y es preciso abrirles los ojos porque tener una región para vivir tan agradable como la nuestra es una gran ventaja. Hay que explotarlo y ponerlo en valor. Tenemos polígonos industriales y un puerto que no para de crecer. No tiene ningún sentido que se invierta más en Asturias o en el País Vasco que en Cantabria. Tenemos que saber vendernos y ser atractivos porque el dinero, como me dijo una vez un profesor en la carrera, es el animal más huidizo que hay. Y hoy en día las normas que regulan las industrias son las ambientales, que son las mismas para toda Europa. No hay que tener miedo a que alguien venga con un proyecto industrial. Hay que recibirles con los brazos abiertos y creo que en Cantabria, esta parte, nos cuesta.

P.– ¿Cómo calificaría el estado de la innovación en Cantabria?
R.– Creo que ha crecido mucho desde 2008, coincidiendo con una política de innovación a nivel estatal para desarrollar parques tecnológicos. Los sectores van generando conocimiento, pero la innovación no es la investigación y el desarrollo, es la parte final. En Cantabria lo veo positiva, porque cada vez va a más, pero aún tendría que ser bastante más porque sin innovación no hay industria competitiva. El PCTCAN, que es una incubadora de empresas, está ahí, aunque no todas las que nacen pueden mantenerse. De cada cuatro o cinco ‘startups’ que empiezan solo llega una o dos a desarrollarse. Eso es normal. Si quieres que se desarrollen 1.000 empresas tienes que tener 5.000 que comiencen. Hay que invertir en innovación e incluirla como una parte más en la cuenta de resultados de las empresas. Siempre se ha innovado y la industria desarrolla soluciones tecnológicas que demanda el mercado. Eso es innovación, pero el salto es ser consciente de que tengo de dotar a la organización de medios y de personal para que solo estén pensando. Y creo que eso está ya superado. En Cantabria hay departamentos de innovación que trabajan solo en ello, como puede ser Sodercan o la dirección general de Innovación, Desarrollo Tecnológico y Emprendimiento Industrial. Pero las empresas también tienen que apoyar, del mismo modo que también lo tienen que hacer la universidad y los parques tecnológicos.

De cada cuatro o cinco ‘startups’ que empiezan solo llega una o dos a desarrollarse. Eso es normal. Si quieres que se desarrollen 1.000 empresas tienes que tener 5.000 que comiencen

P.– Al igual que usted, su predecesor en el cargo ya abogaba por abrir aún más el colegio a la sociedad y por hacerlo atractivo a los nuevos titulados. ¿Cómo piensa conseguirlo?
R.– El colegio tiene que modernizar su imagen. Vivimos en el mundo de la imagen. Soy absolutamente enemigo de vender imagen con humo dentro. Y nosotros no somos humo. Somos lo que somos, pero la imagen nos perjudica. Por tanto, hay que modernizar la imagen del colegio, tanto la física como la digital; abrirlo a la sociedad y, sobre todo, abrirlo a las nuevas generaciones. Nuestro objetivo prioritario son los jóvenes de 25 a 30 años, que son recién titulados y la etapa en la que creo que más les podemos ayudar a encontrar su futuro, pero sin olvidar tampoco al colegiado tradicional al que tenemos que ofrecer más servicios.

P.– Por último, dígame cuál es el mayor reto de su mandato. 
R.– Ya lo he apuntado antes. Lo resumiría en tres vértices: modernización, atraer nueva sabia y darles más servicios al colegiado para que se sienta integrado y note que el colegio es necesario, lo que a veces se desconoce. Al final de mi mandato me gustaría haber conseguido dar la vuelta a la tendencia descendente de colegiados, que la hay.  Tenemos que ser atractivos, pero ofreciéndoles algo.

Roberto Media, consejero de Fomento, Ordenación del Territorio y Medio Ambiente repasa la actualidad y los principales proyectos de su departamento, que quiere sea profundamente inversor para convertirse en uno de los motores económicos de la región. Entre sus objetivos,  Media habla de la necesidad de construir vivienda pública con el apoyo de la iniciativa privada y de aprobar un plan de carreteras hasta 2030 consensuado, a poder ser, con el resto de grupos parlamentarios. Anuncia que la nueva Ley de Vivienda de Cantabria llegará este año al Parlamento, que será exigente ante el Gobierno central para que cumpla sus acuerdos en materia de infraestructuras, y reitera su compromiso de contar con un nuevo Plan Regional de Ordenación Territorial (PROT) antes del final de esta legislatura.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Febrero 2024

Pregunta.– Al poco de tomar posesión de su cargo se comprometió a que su departamento sea uno de los motores económicos de la región durante esta legislatura. ¿Cómo piensa cumplir con este objetivo?
Respuesta.– Con mucha inversión, mucho trabajo y gestionando de forma mucho más rápida el presupuesto de la consejería, que este año asciende a 289 millones de euros, y que queremos poner encima de la mesa cuanto antes para que pueda generar actividad y empleo. Además, intentamos en los últimos meses del pasado año perder la menor cantidad posible de todo ese dinero que se había quedado sin gastar por todos aquellos problemas que arrastró el departamento y pusimos en marcha un importante plan de obras en los municipios. A partir de ahora, que contamos con este presupuesto que es bastante ambicioso, lo que no vamos a dejar es de gastar nada de lo que aparece reflejado en el mismo.

P.– Acaba de citarlo. Su consejería cuenta con un presupuesto de más de 289 millones de euros para este 2024, de los que el 60% están destinados íntegramente a inversiones “reales”. ¿Son las cuentas que necesita Cantabria?
R.– En un departamento como el nuestro nunca todo lo que se pone encima de la mesa es suficiente. Lógicamente, con más dinero podríamos hacer más inversiones, pero creo que los 175 millones de euros destinados a inversiones reales, más los Fondos de Recuperación y Resiliencia previstos en el presupuesto, que superan los 49,5 millones, más otros fondos que se van a ir incorporando a lo largo de esta anualidad procedentes de Europa, fundamentalmente para cubrir el agujero detectado en las ayudas para rehabilitación de viviendas, que rondarán los seis millones de euros, es un montante razonable para encarar el ejercicio.

P.– Una de sus apuestas pasa por dar un impulso a la vivienda pública. De hecho, la semana pasada avanzó su intención de poner en marcha el plan de construcción “más ambicioso de la historia de Cantabria” con la colaboración de sector privado. Sin embargo, ¿no cree que encarecer la vivienda y los alquileres para hacer rentables y atractivas este tipo de promociones pondrá aún más difícil el acceso a ellas de los personas con menos recursos, además de a los jóvenes?
R.– No, para nada. Lo dije el otro día en rueda de prensa. Hemos modificado el módulo autonómico de VPO porque, entre otras cuestiones, seguimos siendo tras esta modificación una de las comunidades autónomas más baratas, solo por detrás de Murcia, Castilla y León y Canarias. Lo que no podemos permitirnos es un mercado en la que la vivienda de protección oficial esté absolutamente por debajo del coste de construcción. Los resultados a la vista están. El anterior gobierno regional no ha construido ni una sola vivienda en los últimos años. El único que ha construido ha sido el Ayuntamiento de Santander. Y no podemos seguir en esa dinámica. Queremos que el Gobierno de Cantabria promueva viviendas y por eso está el plan que ya anunció hace meses la presidenta de 171 viviendas en una primera fase.  En este mes de febrero saldrán a licitación la construcción de las primeras ocho viviendas en Santillana del Mar y otras 19 en Reinosa, y en los próximos meses irán saliendo a concurso, de acuerdo con ese plan, 15 viviendas en Polanco, siete en Piélagos, 27 en Torrelavega, 28 en Santoña, tres en Marina de Cudeyo y cinco en Laredo. Habrá una segunda fase pero para ello necesitamos que estas viviendas sean rentables desde el punto de vista de la promoción. No podemos echar de la construcción de viviendas públicas a la iniciativa privada. Y en Cantabria, por la inacción del anterior Ejecutivo, se les había echado como demuestra que no haya habido ni una sola vivienda promovida por el sector privado en los últimos años. Eso es insostenible.
En cuanto al alquiler, en el caso de Santander y Cantabria estaríamos hablando de precios máximos de 519 euros; en el resto de municipios costeros, de 483; y en los restantes de 451 euros. Entiendo que son precios muy asequibles que no expulsan a nadie del mercado. Cuando echamos a las personas del mercado de VPO es cuando no construyen que, insisto, es lo que ha venido ocurriendo en Cantabria.

P.– Se calcula que en Cantabria existen 28.000 pisos vacíos que ustedes quieren sacar al mercado de alquiler a precios asequibles. ¿Qué tiene que cambiar para que este programa no sea un fracaso, tal y como le ocurrió cuando lo intentó al anterior Ejecutivo?
R.– Lo primero que necesitamos es seguridad jurídica. Se lo dije el otro día a la ministra en la Conferencia Sectorial. La Ley de Vivienda no puede ser una norma absolutamente sectaria e ideologizada. Lo que está claro es que los propietarios que tienen una vivienda vacía no ven, ahora mismo, sacarla al mercado como una posibilidad. Porque no saben si van a cobrar, no saben si la van a poder recuperar y no saben si van a poder sacar un rendimiento con unas mínimas garantías. Lo que tenemos que dar a esos propietarios es garantías. Pero estas garantías no son, como planteaba la ley en Cantabria, multarles por tener viviendas. Cuando una persona ha conseguido un patrimonio, ese patrimonio es suyo y la propiedad privada en España está garantizada por la Constitución. No se puede obligar a sacar sus viviendas al mercado, lo que hay que hacer es incentivarles con medidas fiscales y, sobre todo, de seguridad jurídica. La nueva Ley de Vivienda de Cantabria, que llegará al Parlamento a lo largo de este año, va a aportar esta serie de medidas, que sin duda redundarán en beneficio del mercado. Sobre el programa de Movilización de Vivienda Vacía al que aludía, es muy claro. La realidad es que a este plan autonómico, que garantiza al propietario cobrar la renta de alquiler durante siete años, solo se presentaron siete solicitudes en toda Cantabria. Eso quiere decir que algo ha fallado y es la seguridad jurídica.

El consejero muestra una comparativa gráfica. Foto: Nacho Cubero

P.– El Gobierno también ha modificado la conocida como Ley del Suelo retrotrayendo la regulación a la normativa de 2012 para, entre otros temas, permitir la construcción de vivienda unifamiliar en suelo rústico y dinamizar así económica y socialmente las zonas rurales. ¿No teme que el territorio se llene de hormigón, como aseguran que ocurrirá sus detractores?
R.– Esas dudas se solventan dándose un paseo por cualquier pueblo de Cantabria. Desde 2012 se puede construir en suelo rústico cumpliendo una serie de condiciones. Si haces ese recorrido por cualquier pueblo de la región, ves que no se ha producido ningún ataque a ningún suelo productivo, tal y como nos cuentan los grupos ecologistas y algunos partidos políticos que pretenden aprovecharse de estas cuestiones. Que en Cantabria existe mucha vivienda unifamiliar es de ahora y de siempre. No hay ningún problema en que sea así. Forma parte de nuestra tipología, de nuestro paisaje. El cambio partidista que el Partido Socialista introdujo en esta norma en la anterior legislatura, y pese a que se corrigieron algunas cuestiones durante su tramitación parlamentaria, no ha sido respaldado ni por los propios alcaldes, de todos los partidos políticos, ni por grupos parlamentarios que, aunque apoyaron esta ley, nunca la consideraban suya. Ahora hay una cosa clara. El PP ha ganado las elecciones autonómicas y teníamos un programa electoral en el que dijimos que lo íbamos a hacer. Ahí no hemos engañado a nadie. Los compromisos en política se cumplen. La nueva ley, que está en funcionamiento desde el pasado 1 de enero y que goza de una mayoría amplísima, respeta además la autonomía absoluta de los municipios, de forma que aquel que no quiera que exista en su término municipal un área de desarrollo rural, que es como así se llama en la ley, puede eliminarla. Me gustaría ver qué ayuntamiento en los próximos años, y de qué signo político, decide eliminar estas áreas. Supongo, por las noticias que tengo y por lo que me transmiten los alcaldes, que ningún municipio de Cantabria lo va a hacer. Por lo tanto, la ley no será tan mala, por mucho que algunos se empeñen en transmitir ese miedo que para nada se corresponde con la realidad.

P.– Ha garantizado la aprobación del Plan Regional de Ordenación Territorial de Cantabria (PROT) en esta esta legislatura. ¿Puede ser más concreto?
R.– Ya estamos trabajando en ello y es una garantía que se va a aprobar en esta legislatura. Queremos que sea un PROT que recoja una amplia mayoría del espectro parlamentario y creo que lo vamos a poder conseguir. Lo primero que hemos hecho es recopilar toda la documentación de los últimos ocho años para ver cuál es utilizable y, a partir de ahí, iremos dando los primeros pasos en la definición de este plan, que es el elemento más primordial que tiene la ordenación del territorio en Cantabria. Es un compromiso del Gobierno y Cantabria, cuando termine esta legislatura, tendrá un PROT.

P.– Sostiene que al Gobierno de España se le acumulan los compromisos pendientes con Cantabria en materia de infraestructuras. ¿Vislumbra una salida a este atolladero?
R.– He solicitado una reunión con el secretario de Estado de Transportes y Movilidad Sostenible [el encuentro ya se habrá celebrado días antes de la publicación de esta revista] en la que le trasladaré todas las reivindicaciones. Queremos que se vayan dando pasos. Para nosotros es prioritaria la conexión con el AVE a Reinosa, como también es básica la conexión ferroviaria con Bilbao y conocer qué ha pasado con el estudio informativo de este tren. Además, otro tema que nos preocupa muchísimo es el de la estación intermodal de La Pasiega.

P.– De todas las obras aún sin ejecutar o que no avanzan al ritmo deseado, según ha dicho usted, ¿cuál es la que más le preocupa?
R.– Como he dicho antes, el AVE a Reinosa es un tema que ya no tiene vuelta atrás. Lo que hay que hacer es avanzar en los proyectos y en la ejecución de las obras. Además, está el tema de los soterramientos de las vías, que es muy importante. En Torrelavega ya han empezado las obras de la vía auxiliar y de los servicios afectados y creo que a lo largo de 2025 ya podremos estar en condiciones de ver cómo se licitan estas obras de soterramiento. En el caso de Santander, los plazos ya se han marcado en las últimas reuniones mantenidas entre el Ayuntamiento, Adif y el Gobierno de Cantabria, y se prevé la finalización de las obras en 2028. En cambio, en Camargo, lo que ocurre es que no hay un papel hecho. Hay un borrador para esa integración y soterramiento de las vías por un importe de 12,5 millones de euros, pero que nunca se ha llegado a firmar. Por tanto, la firma de este convenio con el Ministerio va a ser una de mis reivindicaciones. De otro lado, también está la eliminación de los pasos a nivel, que supone un esfuerzo importantísimo para nosotros, incluyendo alguno más de los que estaban previstos por el anterior gobierno. A partir de ahí, el siguiente hito es el tren a Bilbao, en el que queremos poner todo el énfasis.

P.– Europa rechazó a finales del pasado año el tren Santander-Bilbao dejándolo fuera de la Red Básica Ampliada de la Red Transeuropea de Transportes. Esta negativa deja en manos del Ejecutivo central la financiación de esta conexión. Así las cosas, ¿qué esperanzas tiene de que este tren vea la luz?
R.– Hemos visto muchos ministros pasar por Cantabria diciendo que si este tren no lo financiaba Europa lo iba a financiar el Gobierno de España. Por lo tanto, es el momento de que si no lo hace la UE lo haga el Ejecutivo central. En cualquier caso, lo que hay que hacer es avanzar en los proyectos. Ya podemos pensar que lo financie uno u otro, pero si no hay proyecto que financiar no se financiará nada. El estudio informativo tiene que estar acabado, pero a día de hoy no lo conocemos. No sé si algún cántabro lo conocerá, pero desde luego que este Gobierno no lo conoce.

Mi consejería va a pagar la obra de la carretera que une La Solía con La Pasiega y que acaba en Zurita, del orden de 30 millones de euros. Todo esto tiene sentido si existe la estación intermodal.

P.– La nueva delegada del Gobierno, Eugenia Gómez de Diego, aseguró hace unos días que el estudio de viabilidad técnica y económica de la estación intermodal de La Pasiega está “a la espera”. ¿Tiene alguna novedad al respecto?
R.– Estaba a la espera antes de abril; estaba a espera para el verano; estaba a la espera en octubre… Estamos en febrero de 2024 y seguimos a la espera. No creo que un estudio de estas características necesite tantísimo tiempo para su elaboración. El Gobierno de Cantabria y los cántabros merecemos saber cuáles son las conclusiones de ese estudio. Porque aquí se nos ha dicho que era un compromiso irrenunciable de los gobiernos de Cantabria y de España. De hecho, el Ejecutivo central ya ha puesto dinero para financiar parte de las obras de esta infraestructura. Y el Gobierno de Cantabria también esta cumpliendo sus compromisos y está ejecutando la primera fase de La Pasiega. Mi consejería va a pagar la obra de la carretera que une La Solía con La Pasiega y que acaba en Zurita, del orden de 30 millones de euros. Todo esto tiene sentido si existe la estación intermodal. Y eso es una competencia exclusiva del Estado. Son ellos los que nos tienen que decir si lo van a hacer o no. La delegada del Gobierno ha reiterado que es un compromiso del Gobierno central. Pero no puede ser ‘sine die’, algún día habrá que concretarlo. Porque las obras siguen avanzando y a este paso vamos a terminar el envoltorio sin tener el eje principal.

P.– La llegada del AVE a Asturias ha agudizado el aislamiento de Cantabria, que no cuenta con un solo kilómetro de alta velocidad ni un plazo claro para su llegada. ¿Se atreve a poner una fecha para acabar con este retraso?
R.– Lo que yo espero es el compromiso de quien tiene que poner esa fecha, que es el Ministerio de Transportes. Ha habido problemas en la salida del AVE a Palencia y parece que las obras de los tramos avanzan ahora a un ritmo más razonable, pero necesitamos que los correspondientes a la parte de Cantabria se materialicen y que las licitaciones se lleven a cabo. No depende de nosotros, pero vamos a ser muy exigentes para que el Ministerio cumpla con los teóricos plazos, que es verdad que cada poco tiempo van cambiando, pero que necesitamos que sean definitivos. Espero que no tarde mucho en llegar el AVE a Reinosa, pero sobre todo espero en que no tarden mucho en darnos esos plazos para que yo se los pueda transmitir luego a los ciudadanos de Cantabria.

P.– Casi un año después de que saltara el ‘caso Obras Públicas’, los contratos investigados por presuntas irregularidades en su adjudicación siguen pendientes de ejecutar. ¿Por qué?
R.– Antes de volver a sacarlos a licitación, lo primero que hemos tenido que hacer es analizar cómo estaban esos pliegos para saber si había presupuestos inflados o mediciones que no eran las correctas. El primero de ellos ya salió a licitación a finales del pasado año y está a punto de adjudicarse; el resto lo hará a lo largo del primer semestre de este año. Pretendemos ajustarlos de un modo más razonable porque había contratos que se iban solapando unos con otros. Ahora lo que queremos es hacer contratos más grandes y con una finalización común. Esto nos exige una serie de tramitaciones. Hay una planificación que anunciaremos con detalle en las próximas semanas, pero esos contratos van a salir ya, además de forma bastante rápida. El único que va un poco más retrasado es el puente de Pedreña a Somo porque es una obra mucho más compleja.

El consejero Roberto Media, en su despacho. Foto: Nacho Cubero

P.– Acaba de conocerse que prepara el V Plan de Carreteras 2024-2030 que contempla 185 actuaciones, 17 de ellas de nuevos trazados. ¿Cuáles son las obras prioritarias?
R.– No es exactamente así. Hay un borrador de documento elaborado por el anterior Ejecutivo que es el que se ha sometido a evaluación previa medio ambiental y que es el que un medio de comunicación ha utilizado para hacer su información. Lógicamente, muchísimas de esas obras se van a mantener, pero va a ver otra serie de actuaciones que ahí no están previstas, como es la de Reinosa a Potes y alguna otra, a las que nosotros les damos más importancia. Vamos a acortar los plazos de la carretera de Requejada-Suances, donde estamos acabando ya el estudio informativo para someterlo a los trámites ambientales, y espero que en los próximos meses podamos sacarla a licitación. En las próximas semanas se sabrá cuál es el número de actuaciones exactas. En cuanto a los nuevos trazados que recogía ese documento antiguo, debo decir que hay algunos que incluso los ayuntamientos no los quieren. Entonces, antes de incluirlos o no en este nuevo plan habrá que hablarlo con los alcaldes. Lo que queremos es un plan más realista que el anterior, que recoja aquellas carreteras hasta el 2030 que sí podamos ejecutar. Y lo hablaremos previamente con el resto de grupos parlamentarios porque es un plan que no viene hecho solo por el PP. Queremos que sea un plan con vigencia en el futuro y que cuente con el apoyo de los distintos grupos parlamentarios.

P.– En relación con la carretera que conectará Reinosa con Potes, las previsiones del Gobierno regional calculan que se podría estar ejecutado en un periodo de entre 92 y 120 meses. ¿No se pueden agilizar los trámites administrativos para que las inversiones se puedan ejecutar de forma más rápida?
R.– ¡Qué más me gustaría a mí! Para que se haga una idea le diré que desde que se decide iniciar una obra de más de 50.000 euros hasta que se adjudica pasan entre diez y doce meses. Y eso si no se complica nada. En este caso estamos hablando de una obra compleja y no hemos querido engañar a nadie. Ojalá pudiéramos agilizarlos, pero los trámites administrativos son los que son y llevan muchísimo tiempo. Cuando hay que garantizar la seguridad jurídica en todos los trámites, los plazos son los que son.

P.– Tras dos décadas de intentos, parece que soplan buenos vientos para la energía eólica en Cantabria. ¿No cree que ya vamos un poco tarde para subirnos al tren del desarrollo eólico y que hay otras alternativas renovables que despiertan menos rechazo entre la población?
R.– Bueno. Cualquier actividad siempre genera un rechazo. El otro día hemos visto la presentación de una gran proyecto de hidrógeno verde en Torrelavega sobre los terrenos de Sniace que, si conseguimos que sea una realidad, y en eso estamos trabajando todos, va a suponer un antes y un después para la comarca del Besaya. Con los proyectos eólicos ocurre algo parecido. Tenemos un montón de empresas con proyectos eólicos encima de la mesa que han tenido cuando menos el olvido absoluto por parte de la Administración durante muchísimos años. Nosotros llegamos con el compromiso de que todo aquello que fuera utilizable se utilizara. Energía eólica, sí, pero no de cualquier manera. Hoy los ciudadanos de Cantabria son conscientes de que tanto el parque eólico del Escudo como los otros cinco de competencia autonómica que están en sus últimas fase de tramitación tienen la autorización de la CROTU. Queremos que las energías renovables sean un pilar esencial de nuestra acción de gobierno y por ello estamos trabajando. No vamos a levantar aerogeneradores en cualquier lugar, como se pretendió en la anterior legislatura, pero creo que en aquellos emplazamientos que la legislación lo permita es básico avanzar. Todos tenemos que poner nuestra granito de arena para contribuir a esa descarbonización de la que todos hablamos tanto pero cuyos proyectos siempre queremos que estén muy lejos de nuestro territorio. Y me refiero a los de siempre. A los de la Ley del Suelo, a los del no a los eólicos, el no a la depuradora de Vuelta Ostrera, pero sí 300 metros más allá … Los del no a todo, que están haciendo un flaco favor a los cántabros y al desarrollo de la economía de Cantabria. Por nuestra parte, no va a quedar e insisto que, si un proyecto cumple todos los trámites administrativos, tendrá el respaldo del Gobierno de Cantabria. Nos llenamos la boca con la necesidad de ayudar a las empresas y de mantener el tejido productivo y el empleo, pero nuestras empresas, a los costes actuales de la energía, es imposible que puedan ser competitivas. Y o las ayudamos, a van a tener problemas de cara al futuro. Y esas ayudas vendrán cuando aquí produzcamos energía limpia y barata. Todas las empresas altamente electrointensivas con las que nos hemos reunido claman por ello.

Tras veinte años al frente de un centro deportivo, Sylvia de Miguel regresa ilusionada a Torrelavega con el objetivo de desarrollar proyectos trasversales para el Grupo Siecsa, la empresa de sus padres en la que comenzó a trabajar y ha desarrollado toda su carrera profesional y de la que hoy es consejera. Licenciada en Administración y Dirección de Empresas (ADE), De Miguel reconoce que se apunta a un bombardeo y que lo suyo es la comunicación y la formación. Abrumada por el reconocimiento otorgado por la Asociación de Mujeres Empresarias de Cantabria (Admec), asegura que su mayor reto pasa por mejorar y hacer crecer el legado empresarial recibido y apuesta por una revisión de la educación con una clara visión de futuro.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Enero 2024

Pregunta.– De casta le viene al galgo. ¿Siempre quiso ser empresaria o soñó alguna vez con ser otra cosa?
Respuesta.– No. La verdad es que lo he tenido muy claro. Siempre he sabido que mi carrera profesional iba a estar vinculada a la empresa familiar. No he dudado en ningún momento. No tenía claro en qué responsabilidad, pero sí sabía desde muy pequeña a qué me iba a dedicar. Es lo que he visto en casa. Tengo el ejemplo de mis padres que se han dedicado toda su vida a la empresa y qué mejor que continuar con su legado.

P.– En Cantabria hay apellidos que lo dicen todo. Botín, Huerta, Álvarez, Lostal… ¿Y también De Miguel?
R.– Bueno. El apellido es algo que no se elige. Yo he tenido la fortuna de nacer en el seno de una familia muy emprendedora y al final no solamente se trata de un apellido, sino de intentar estar a la altura del mismo.

P.– Dice ser una apasionada de la gestión, la comunicación y la transformación digital. ¿De algo más?
R.– De la formación. Me siento una novata que necesita estar aprendiendo constantemente. Vivimos en un mundo en cambio permanente y la aceleración de este cambio es impresionante. Me gusta mucho la formación, la comunicación y la gestión de equipos. Es en los ámbitos profesionales en los que me siento más cómoda. Y creo que en la cuestión de la transformación digital es donde las siguientes generaciones de las empresas familiares más podemos aportar.

P.– La mujer va ganado poco a poco espacio en las grandes empresas, incluida la suya, pero quizá con más esfuerzo y tesón del necesario. ¿Aún se necesita visibilizar el trabajo de las mujeres para poder romper los moldes que asocian el mundo de la empresa a los hombres?
R.– El papel de la mujer es fundamental en cualquier proyecto. La sociedad y las empresas no se pueden permitir renunciar al 50 % del talento. Creo que cada vez estamos más implicadas en la toma de decisiones de las empresas dentro de un proceso que se ha ido construyendo de manera natural, si bien es cierto que en muchas ocasiones pecamos de discretas. Al final, nos gusta hacer, pero nos cuesta más dar ese paso hacia adelante y contarlo. En cualquier caso, tanto en Cantabria como en España contamos con grandes ejemplos de empresarias y directivas que están al frente de sus organizaciones y son una inspiración para las que venimos detrás. Se trata un poco de que con el ejemplo también inspiremos y empoderemos a las niñas. En este sentido, me gustaría destacar la labor de la Asociación de Mujeres Empresarias de Cantabria (Admec) para visibilizar el papel de la mujer en la empresa.

P.– ¿Por qué cuesta tanto retener el talento?
R.– Si lo supiera seguramente no estaría aquí trabajando (risas). Es uno de los retos. Las empresas debemos hacer un esfuerzo extra a la hora de desarrollar planes personalizados de gestión profesional para cada persona. Eso es algo en lo que venimos trabajando desde hace algún tiempo en todas las empresas del Grupo Siecsa. Tratar a cada trabajador de forma individualizada y poner en común las necesidades que nosotros tenemos como organización con las necesidades de desarrollo personal y profesional de cada empleado. Yo pongo el foco en la personalización y en la formación continua.

Sylvia de Miguel, junto a su padre, Juan de Miguel, presidente del Grupo Siecsa. Foto: Nacho Cubero

P.– Como mujer y empresaria, ¿cuál diría que es el mayor reto que tiene por delante?
R.– No haría distinción entre géneros. Nos enfrentamos por igual a desafíos como la retención de talento a la que ahora aludíamos, tratar de que nuestros equipos sigan siendo los mejores, o desarrollar nuevas actividades y apostar por la innovación para adaptarse a este mundo en perpetuo cambio. Personalmente, mi reto pasa por ser capaz de aportar valor real a la empresa. De intentar mejorar y hacer crecer el legado que mi hermana y yo vamos a recibir para seguir siendo líderes en los sectores en los que participamos.

P.– Hasta hace unos días se movía entre la gestión de una empresa constructora en Torrelavega y la dirección de un centro deportivo en Santander. ¿Qué tienen en común dos mundos tan diferentes?
R.– Al final en el centro de la gestión de cualquier empresa están las personas. Lo primero, el equipo; después, los clientes, los proveedores y todos los grupos de interés con los que trabajamos. Pero todos los sectores tienen en común que en el centro están las personas. Y en el Grupo Siecsa siempre lo hemos puesto por delante.

P.– Las nuevas generaciones ya no quieren subirse al andamio. De hecho, la construcción es un sector muy envejecido en el que sólo el 9 % de los trabajadores tiene menos de 29 años, según los cálculos de la Conferencia Nacional de la Construcción (CNC). ¿A qué lo achaca?
R.– El relevo generacional en la construcción es también un reto muy importante. Por eso, en Siecsa hemos puesto en marcha junto con la Fundación Laboral de la Construcción un programa dual para que los jóvenes que tengan inquietud, pero no tengan ni formación ni experiencia, reciban esa formación teórica-práctica compaginándola desde el primer minuto con un contrato laboral. De este modo, esperamos atraer ese talento joven hacia el sector de la construcción.

P.– Pese a que la automatización de procesos y el uso de las nuevas tecnologías ha aliviado la penosidad de muchas tareas manuales y ha aumentado el número de trabajadoras en perfiles más técnicos y cualificados, lo cierto es que las mujeres tan solo suponen el 11% de los 1,4 millones de empleados que actualmente trabajan en la construcción. ¿Lo encuentra sostenible?
R.– La construcción es obviamente un sector muy masculinizado. No es un secreto que hay determinados puestos en los que el trabajo es muy físico. Pese a ello, nosotros contamos con un plan de igualdad desde 2010, cuando estos planes aún no eran obligatorios. Siempre hemos apostado por un programa de desarrollo profesional igualitario para hombres y mujeres. Dicho esto, si bien es cierto que la mayoría de mujeres que trabajan en el Grupo Siecsa, que alcanzan el 30 % del total de la plantilla, lo hacen en puestos administrativos y directivos, también hay mujeres trabajando en la obra en diferentes perfiles profesionales.

P.– La construcción avanza hacia la industrialización, la sostenibilidad y la digitalización. ¿Hablamos ya de otros forma de hacer las obras?
R.– Sí. Básicamente porque desde el sector se apuesta por una construcción mucho más sostenible. Somos conscientes del impacto de las obras en un entorno que debemos de cuidar y legar en las mejores condiciones posibles. Estamos muy comprometidos con que ese desarrollo sea equilibrado. Hoy en día la sostenibilidad y la transformación digital nos permiten que muchos proyectos se gestionen de una manera más automatizada. Cada vez hay más tecnologías implicadas en el desarrollo de un proceso, desde la creación del proyecto hasta su ejecución. En todas las fases. Y hacia ahí debemos ir porque la tecnología nos ayuda a ser mucho más eficiente y a conseguir esa sostenibilidad que buscamos en el desarrollo del proyecto.

Sylvia de Miguel recibió el Premio Empresaria 2023 de la Asociación de Mujeres Empresarias de Cantabria (Admec). Foto: Nacho Cubero

P.– Hace cinco años decidió dejar de trabajar como franquiciados y apostar por crear su propia enseña de centros deportivos 100 % cántabra. ¿Satisfecha del resultado?
R.– Sí. Cuando empezamos no teníamos un conocimiento profundo del sector. Por eso nos unimos a la anterior cadena. Pero pasado el tiempo y con la experiencia adquirida, decidimos lanzar nuestra marca propia Move&Go. Y la verdad es que el resultado no ha podido ser más satisfactorio. Ya tenemos una imagen muy reconocida y los clientes saben cómo trabajamos. Hemos cogido lo mejor de una cadena nacional y le hemos aportado nuestro pellizco de Cantabria. De ser de aquí.

P.– Los gimnasios se han convertido en el lugar más importante tras tu trabajo y tu casa. ¿Son los nuevos bares del siglo XXI?
R.– Pues la verdad es que son espacios en los que se socializa muchísimo. Antes las personas iban más para adelgazar o ponerte en forma y ahora cada vez más asumen que hacer deporte forma parte de su salud física y mental. Lo ha incorporado a sus rutinas y hoy los gimnasios son espacios muy orientados a la salud y el ocio familiar. No solo vas a levantar pesas. Hoy tienes un abanico de actividades mucho más amplio que el que había hace veinte años cuando comenzamos en Torrelavega.

P.– El Instituto de la Empresa Familiar (IEF) reclamaba no hace mucho el papel de las empresas familiares en el desarrollo social y económico de España y de Cantabria, donde sus asociados representan el 92,1 % del tejido empresarial, generan el 82,5 % del empleo y suponen el 61,8% del PIB regional. ¿Perciben ese reconocimiento?
R.– A grandes rasgos, sí. La sociedad sabe que las empresas familiares somos generadoras de valor. Al final, hay dos cosas que nos definen: la visión a largo plazo, que queremos estar aquí mucho tiempo; y el arraigo al territorio, que somos cántabros, de Torrelavega para más señas, y que aquí vamos a tratar de seguir. Por tanto, la sociedad en general diría que sí, aunque hay cierta clase política que no da a la empresa familiar la importancia que realmente tiene. Nuestro objetivo no es tanto que se nos reconozca, sino que nos dejen trabajar.

P.– Esta organización demanda también una revisión fiscal que permita elevar los salarios sin perjudicar la competitividad de las compañías españolas. ¿Lo ve posible?
R.– Es fundamental para ser competitivos, no solo ya con relación a otras comunidades autónomas sino también a otros países del mundo. En un mercado global, la competitividad se abre a todas las empresas que operan hoy en día. El trabajo para conseguirlo se está haciendo y confío en que las negociaciones lideradas por el Instituto de la Empresa Familiar conjuntamente con la Asociación Cántabra de la Empresa Familiar (Acefam) den resultado. Soy optimista por naturaleza y, por eso, espero que, aunque seguramente no será fácil y llevará un tiempo, esta revisión fiscal sea el camino a seguir.

«Creo que la educación en general en España debe revisarse y hacerse, más allá de cuál sea el partido gobernante, con una visión clara de futuro. Porque al final nos jugamos el futuro como sociedad, como economía y como país»

P.– Por otro lado, muchos empresarios solicitan además una educación más trasversal para reducir la brecha entre las formación con la que cuentan los trabajadores y la que demandan las compañías. ¿Cada vez es más difícil encontrar perfiles profesionales adecuados?
R.– Creo que la educación en general en España debe revisarse y hacerse, más allá de cuál sea el partido gobernante, con una visión clara de futuro. Porque al final nos jugamos el futuro como sociedad, como economía y como país. Si las empresas nos estamos adaptando a ese cambio permanente al que me refería al principio, la educación también debe hacerlo. No puede ser que los jóvenes estudien con planes formativos que no han evolucionado nada en los últimos años y que siguen poniendo el foco en aspectos que ya no son tan necesarios. La empresa tiene que estar cerca de los colegios, de los institutos y la universidad para trabajar de una forma más estrecha y tener una relación que nos permita conocernos mejor unos a otros. Las instituciones deben hacer un esfuerzo por actualizarse. Nos cuesta encontrar personal que, al final, cuando lo encontramos, lo formamos nosotros. La experiencia se adquiere con el trabajo y la formación debe ser continua.

P.– Termino por donde empecé. He leído que tiene una vocación frustrada de escritora. ¿Lo ha superado?
R.– Diría que me gusta mucho comunicar en general. Y también escribir y transmitir. Pero solo escribo para mí [se ríe].

 

José María Lassalle, director del Foro de Humanismo Tecnológico de Esade, es doctor en Derecho, profesor universitario, consultor, analista, escritor y articulista, además de expolítico. Este santanderino apasionado de los libros analiza en esta entrevista el papel de la tecnología y de su relación con el ser humano al que emplaza, si no quiere ser sustituido, a preservar como algo absolutamente innegociable su creatividad y capacidad crítica para analizar los cambios. José María Lassalle aboga por el control democrático de las máquinas y por una cultura de los derechos digitales; defiende la necesidad de reinterpretar la educación, la salud y la política para poner la tecnología al servicio de la dignidad humana, y alerta de que el futuro del capitalismo tecnológico o es humanista, o nos aproximaremos a una realidad distópica.

Manuel Casino |  @mcasino8 | Diciembre 2022

Pregunta.– Se habla mucho de los beneficios de la tecnología y de su capacidad disruptiva pero muy poco de sus riesgos. ¿Echa de menos un mayor pensamiento crítico?
Respuesta.– Esa es la gran tarea que tenemos por delante: reflexionar críticamente sobre las potencialidades de la tecnología, que no es neutra. La tecnología es un poder, que, además, tiene una capacidad extraordinaria para propiciar el cambio de las personas y de las sociedades. Esos cambios pueden ser para bien o para mal. Y dependen de cómo el ser humano, la política y las sociedades afrontan el diseño de esos cambios.

P.– Sostiene que ya no cabe hablar de revolución, ni de transformación ni siquiera de transición digital, sino de consumación digital. ¿Nos hemos pasado de listos?
R.– Bueno. Estamos entrando en los umbrales de un cambio radical que incluso puede afectar a la naturaleza misma del ser humano. Y eso significa que, de igual manera que hablamos de un Antropoceno cuando nos referimos a los efectos del cambio climático, a lo mejor tenemos que empezar a hablar de un Antropoceno digital para referirnos a que la transformación digital de nuestras sociedades nos está exponiendo al riesgo de una falta de sostenibilidad tecnológica, de nuestra capacidad para asimilar y responsabilizarnos del poder que la tecnología nos está dando.

P.– Desde el foro que dirige asegura que el desarrollo de plataformas digitales sin reglas, ni valores, ni referentes éticos nos aboca hacia una automatización de la economía que, según afirma, amenaza la viabilidad de la democracia liberal y de las actuales reglas de mercado. ¿En manos de quién estamos?
R.– Pues estamos en manos de algoritmos que gestionan datos, que predicen comportamientos humanos y que están transformando el mercado tal y como lo hemos entendido en un mercado conductual. Hasta ahora, ese mercado conductual se ha basado en plataformas que desarrollan modelos de negocio sobre el uso de los datos que manejan los algoritmos. Ahora podemos empezar a apreciar que esos modelos de negocio también son modelos de poder. Por eso, es imprescindible el control democrático. Afortunadamente, Europa ha interiorizado que es una responsabilidad de las instituciones europeas regular el uso de la inteligencia artificial, los servicios digitales, el comercio electrónico, los metadatos… En fin, generar un marco de seguridad jurídica que nos ampare frente a un cambio tecnológico que es disruptivo en el sentido literal.

P.– ¿Urge por tanto poner límites al poder de las grandes corporaciones tecnológicas?
R.– Claro. Pero también la Unión Europea en el ámbito de sus competencias está tratando, y el Reglamento de Servicios Digitales y de Mercados Digitales así lo prevé, de limitar las capacidades de poder que tienen los llamados guardianes del sistema tecnológico y de acceso a las redes y a la sociedad de la información. De igual manera que Estados Unidos desarrolló al final del siglo XIX una legislación antitrust, que limitó el capitalismo industrial y dividió las grandes corporaciones de la industria del acero, de la banca o del petróleo, Europa está tratando de que, en las divisiones que ese mundo proyecta sobre el mercado europeo, también se limiten sus capacidades de hegemonización del mercado. Porque el monopolio es malo por principio. Porque aboca a la arbitrariedad. Es lo que está intentado la Administración Biden desde que ha llegado al gobierno, pero en lo que a día de hoy todavía no ha conseguido avanzar. Esa es la gran batalla política que libran, silenciosa pero muy profunda.

P.– Con un desarrollo económico volcado en lo tecnológico, y con todos los riesgos que ello comporta, ¿hay forma de evitar el choque entre humanismo y economía?
R.– Tendría que evitarse, pero las dinámicas por el momento no están siendo todo lo positivas que deberían ser. El futuro del capitalismo tecnológico o es humanista y, por lo tanto, establece criterios éticos que den sentido a la transformación digital mejorando los salarios de quienes se relacionan con la tecnología, incrementando los espacios de ocio y favoreciendo una lógica de bienestar social acorde con un entorno tecnologizado, o nos aproximaremos a una realidad distópica. Y es lo que, por ejemplo, Europa trata de hacer también con el desarrollo de la filosofía del humanismo digital, de que la tecnología no haga que el ser humano pierda su centralidad. Que el ser humano siga siendo la medida de todas las cosas.

P.– Reclama la necesidad de devolver a la persona la centralidad perdida frente a los datos, los algoritmos, la inteligencia artificial o la robótica. ¿Cómo se lleva a la práctica este relato humanista?
R.– Modificando los sesgos que introducen los algoritmos. Si reguláramos legalmente el algoritmo de la conversación, podríamos cambiar las dinámicas de polarización y de violencia dialéctica que caracteriza a una plataforma como Twitter. Porque este algoritmo lo que prima es la morbosidad del diálogo, refuerza el ruido en las conversaciones y atrae y destaca lo morboso. Y eso genera los bucles que están facilitando la polarización. ¿Por qué? Porque a través de esos algoritmos conversacionales, diseñados como digo para primar lo morboso, estamos radiografiando con datos los aspectos más reptilianos del comportamiento humano, que son básicos también para los perfiles comerciales. Y aquí es claro que hay un valor económico. Y de los que se trata es de limitar los efectos sociales que puede tener ese uso económico de perfilados.

P.– Cada vez trabajamos, nos entretenemos y nos comunicamos más online. ¿Nos estamos deshumanizando a marchas forzadas?
R.– Sí, porque la estructura del trabajo digital, tal y como la concebimos asociada al uso de dispositivos tecnológicos, aloja dentro una arquitectura cibernética y un diseño que lo que busca es estimular la adicción. Es decir, saca el aspecto más infantil vinculado al juego y al deseo adictivo del juego, lo que nos aboca a experiencias poco humanísticas. El tiempo real que se vincula al teletrabajo lo que está haciendo no es solo romper las barreras de la vida profesional y doméstica, porque ya nos llevamos el trabajo a casa y no somos capaces de perimetrar, sino que esta intensidad del uso tecnológico hace que no midamos el tiempo psicológicamente. De manera que, en términos reales, estamos trabajando más desde que teletrabajamos. Desde hace diez años, la OIT y el FMI reconocen que el valor del trabajo humano es cada vez menor porque la competitividad de las empresas se basa en una productividad ligada al uso de la tecnología: cuanta más tecnología utiliza un trabajador, más productivo es, pero menos valor tiene su trabajo. Esto explica, entre otras cosas, el colapso de rentas que afecta a la clase media porque daña directamente a los ingresos de los profesionales liberales, que ven cómo cada vez se paga menos por su trabajo. Y todo tiene una relación directa con la tecnología. Hay un indicador, en el que estoy trabajando, que establece que, si uno mide el incremento de facturación y lo relaciona con la inversión en transformación digital, y analiza el coste laboral, verá que los salarios van reduciéndose paulatinamente. Esto indica que hay un proceso de deshumanización, a pesar de que la tecnología es limpia y no nos mancha, aunque también contamina.

P.– En la vida digital, desnudamos y desguarnecemos nuestra privacidad sin tapujos ni recelos. De hecho, afirma que nunca como hasta ahora habíamos ayudado a las máquinas a conocernos tanto y aprender más de nosotros. ¿Ha llegado la hora de los derechos digitales?
R.– Sí. Es fundamental que introduzcamos unos derechos digitales. Esa es la dinámica en la que estamos desde hace unos años. El año pasado se aprobó la Carta de Derechos Digitales en España, pero que no tiene aún efecto normativo, y Europa acaba de elaborar también una declaración de derechos digitales. Lo que hace falta es desarrollar una cultura de derechos digitales semejante a las generaciones de los derechos fundamentales que han hecho posible la protección de la dignidad humana y que han sustentado a las democracias liberales en sus fundamentos éticos. Por tanto, es necesario que el ser humano sea protegido, no solamente en su privacidad y en su intimidad, que ya lo está siendo afortunadamente, sino que hay que profundizar mucho más frente a nuevas experiencias de aplicaciones tecnológicas tan poderosas como puedan ser el metaverso.

El pensador santanderino, que fue secretario de Estado de Cultura y Agenda Digital en el Gobierno de Mariano Rajoy, durante la conferencia inaugural de la jornada organizada por el Colegio de Economistas de Cantabria, que versó sobre humanismo tecnológico.

P.– En el mundo tecnológico, cada vez es más difícil distinguir entre lo verdadero y lo falso, entre hechos y ficción. ¿La verdad se ha relativizado?
R.– Es que el conocimiento ha sido sustituido por la información, que es distinto. Es decir, la información era procesada a través de una cadena de agregación de valor que aportaba el ser humano mediante el conocimiento especializado de los profesionales, de los académicos, de esa jerarquía epistémica que nació bajo la Ilustración y que ha definido nuestra cultura occidental en los últimos siglos. La irrupción de la desintermediación que ha traído consigo la tecnología ha roto esa clásica intermediación del conocimiento académico y especializado de los profesionales. Ahora, para poder operar sobre esa información, necesitamos nuevos modelos de conocimiento que ya no son humanos, sino que son ‘maquínicos’. Es la inteligencia artificial. Y claro, el conocimiento humano no es el conocimiento de las máquinas. Y la verdad humana no es la verdad calculable a través de un algoritmo que opera dentro de una inteligencia artificial. Esa es la diferencia que, entre otras razones, está haciendo que, cuando tratamos de explicar los malestares que acompañan a los fenómenos sociales contemporáneos, no le pongamos nombre, pero tiene que ver con la inquietud que nos provoca de asumir aquella reflexión de Isaac Asimov en la que decía que lo único inevitable serán las máquinas.

P.– Tal y como están hoy las cosas, en la convivencia entre el hombre y la tecnología, ¿las máquinas juegan con ventaja?
R.– Claro. Juegan con una ventaja enorme porque tienen capacidad de gestionar esa información que desborda la capacidad cognitiva del ser humano. Nos aturde en tiempo real la información que recibimos a través de las redes. Antes, como decía, esa información estaba intermediada, incluso cronológicamente porque accedíamos a ella a través de un periódico, de una radio o incluso de la televisión. Ahora nos movemos en un tiempo real y solo en información vinculada a lo que ocurre en el mundo, ya nos desborda la capacidad de asimilación. Si a eso le añadimos toda la información que genera el mundo y que somos capaces de registrar, estamos absolutamente desbordados. A lo mejor, una parte importante de la salud mental quizá tenga que ver en gran medida con estas dislocaciones emocionales que nos provocan no tener ya intermediaciones que nos alejan de los impactos de tanta información.

P.– Sin cauciones legales que lo regulen, el cibermundo campa a sus anchas. Si no se impone un control democrático, ¿estamos a las puertas del totalitarismo tecnológico?
R.– No sé si un totalitarismo tecnológico. La socióloga norteamericana Zuboff publicó ya hace unos años un ensayo que tituló ‘La era del capitalismo de vigilancia’ para definir el riesgo de generar un capitalismo que acabará con nuestra privacidad e intimidad. Eso China lo ha elevado a un estado de plataformas en las que controla todos los movimientos del ser humano dentro de sus fronteras. En nuestro caso, no sé si corremos el riesgo de evolucionar hacia una pesadilla orwelliana como ese capitalismo de vigilancia, pero sí es verdad que estamos siendo acostumbrados a no decidir y a que decida por nosotros un algoritmo en la mayor parte de los consumos digitales que hacemos y a no opinar, porque también estamos ya involucrados en procesos de normalización de opiniones a través de las redes sociales, donde nos alojamos en entornos confortables para lo que ya presuponemos que debe ser la manera de ver y de interpretar el mundo. Y eso nos restringe nuestra capacidad para equivocarnos, para aprender de nuestros errores y para evolucionar en nuestra manera de pensar y nos aboca a una mediocridad colectivizada.

P.– Para Ortega y Gasset no hay hombre sin técnica. Pero, al mismo tiempo, advierte del peligro de que el hombre, abrumado y absorto ante el sinfín de posibilidades que le brinda la técnica, se vuelva incapaz para determinar el contenido de su propia vida. Dígame, en este momento, sin duda el más intenso en cuanto a desarrollo tecnológico de toda la historia de la humanidad, ¿cómo podemos crear un auténtico proyecto vital que se aleje por completo de la pura servidumbre funcional de las máquinas?
R.– Esa es la tarea que tienen las sociedades democráticas de encauzar hacia un nuevo humanismo las capacidades que está liberando la tecnología para cambiar nuestras vidas. Hace falta reinterpretar la educación, la salud, la política…, y en cada uno de estos ámbitos poner la tecnología al servicio de la dignidad humana, que es una red sacra que debemos ser capaces de preservar. Y dentro de esa dignidad humana está la capacidad irrenunciable que atribuye al hombre un poder de emancipación crítica frente a la realidad. Y hay que trabajar por ello. Y eso empieza por la educación. Hace falta cambiar todo el sistema educativo y orientarlo hacia ese empoderamiento crítico, es decir, hacia cómo complementarnos idealmente con la máquina. El sistema educativo ya no puede seguir forjando profesionales que compitan con las máquinas, porque entonces perderán frente a ellas. Por tanto, falta revisitar cuál es el papel de nuestra complementariedad, y eso pasa por la creatividad. En su relación con las máquinas, el ser humano tiene que preservar como algo absolutamente innegociable la creatividad y la capacidad crítica para analizar los cambios. Como cedamos eso, seremos sustituidos.

P.– Sostiene que, hasta el momento, el balance del siglo XXI es el de un siglo profundamente antiliberal. Además, declara que el liberalismo está herido, mientras el populismo gana terreno y crece la nostalgia autoritaria en las democracias. Si seguimos por esta senda, ¿hay espacio para confiar en el futuro?
R.– Sí. Sigo pensando que el futuro nunca está escrito. Se vio en los años 30 y 40, cuando el mundo se veía abocado a ser dominado por el fascismo; y se vio después durante la Guerra Fría, cuando se pensaba lo mismo en relación al comunismo. No estoy convencido de que el futuro tenga que ser distópico. Pero sí creo que hace falta hacer el diagnóstico adecuado para identificar realmente dónde están los problemas que acompañan al desarrollo de la tecnología. La tecnología es una herramienta extraordinaria que ha permitido, desde las primeras transformaciones técnicas que experimenta el ser humano, convertirse en la especie dominante sobre el planeta. Las oportunidades que ha liberado la técnica son extraordinarias, pero necesitamos visualizar los riesgos y los peligros que tenemos por delante para sacar un mayor provecho de la tecnología que contribuya al bienestar humano. Debemos poner de manifiesto que las máquinas están para hacernos más fácil y mejor la vida.

P.– ¿Empatía, confianza, generosidad o solidaridad son valores en desuso?
R.– No lo creo. Porque la pandemia ha demostrado la fuerza secreta que acompaña a la colaboración, a la cooperación. Y el conflicto bélico en Ucrania nos demuestra ahora también que es necesario cooperar y ayudar a aquellos que sufren la arbitrariedad de una guerra ilegítima. Por tanto, no creo que estén en desuso, pero sí que están amenazados y que necesitan revitalizarse porque una parte fundamental del futuro pasa por la cooperación, por individuos que cooperan, no por individuos aislados. Y la cooperación necesita sentimientos, que no emociones, que nos llevan a la demagogia y pueden acompañar a los procesos totalitarios. Los sentimientos, en cambio, construyen una democracia porque la libertad es un sentimiento; la igualdad, también; y la solidaridad y la fraternidad son la expresión más palpable de lo que podemos entender como una educación sentimental, que es la base de nuestra civilización y de nuestra cultura.

P.– Reivindica un humanismo más sereno con respecto a la tecnología, que cultive la paciencia y la espera y fije límites a una técnica humana para que no sea inhumana. En este camino, ¿la política, la ética y el derecho deberían ser compañeros inseparables?
R.– Totalmente. Se construyen alrededor de la idea del límite. La ética y el derecho plantean límites y la política se basa en límites. Y lo que necesitamos para la tecnología son límites. El problema de la técnica, como plantea el filósofo francés Jacques Ellul, es que es un poder que ambiciona no tener límites. Es un poder fáustico, que se sale de los límites. Porque detrás de la lógica del conocimiento científico que alimenta el poder técnico y que está en los orígenes de la modernidad científica, está la ambición de llevar las fronteras de la realidad más allá de los límites. Y eso es lo que tenemos que ser capaces de educar. Eso plantea una nueva experiencia de los límites y, como dirían los griegos, una nueva ‘paideia’, una nueva educación. Tenemos que volver a aprender los límites