Charo Baqué, consejera delegada de Grupo Dromedario y premiada como empresaria cántabra del año por AMEC, ha desarrollado un modelo de gestión basado en el producto y en el largo plazo. Admite que le cuesta imaginarse en cualquier empresa no cafetera, no cree en crecer por crecer y destaca el compromiso de los trabajadores como una de las señas de identidad de la empresa que dirige.
Texto de José R. Esquiaga @josesquiaga Fotos de Nacho Cubero
Publicado en enero de 2013
Hay a quien pudo sorprender que Charo Baqué, consejera delegada de Café Dromedario, fuera reconocida como empresaria cántabra del año por la Asociación de Mujeres Empresarias de Cantabria (AMEC). Teniendo en cuenta que la premiada nació y vive en Durango, y que forma parte de una familia que da nombre a una de las empresas cafeteras más importantes de Vizcaya, las dudas sobre el premio pueden parecer razonables a quien no conozca la historia reciente de la largamente centenaria Café Dromedario, los caminos por los que los Baqué llegaron a Cantabria y la relación que se ha establecido entre unos y otros a lo largo de la última década y media. Los hermanos Baqué perdieron el control de la empresa que fundó su padre en uno de esos conflictos sucesorios más o menos habituales en las sociedades familiares. El choque entre dos ramas de la familia se resolvió en una subasta con sobres cerrados en los que cada parte pujó por la contraria, un proceso que, recordado hoy por Charo Baqué, despeja dudas sobre el grado de compromiso de la premiada con la empresa a la que llegó tras salir de la que sentía como suya: “Aquello tuvo mucho de sorteo a cara o cruz, y salió lo que entonces pensábamos que era cruz. Ahora sabemos que fue cara”. Hay también argumentos empresariales: desde la llegada de los Baqué –que entraron en Dromedario en 1999, con la compra del tercio de capital social que controlaba la familia Pascual, al que sumaron después el tercio de Enrique Zalduondo– la empresa cántabra ha adquiridos tres tostadores madrileños, trayendo la producción a la planta de Heras. El Grupo Dromedario factura hoy 18 millones de euros y da trabajo a un centenar de trabajadores, 47 de ellos en la fábrica cántabra. Cuando habla de la especial vinculación entre Dromedario y sus empleados, Alberto Vidal, director de marketing de la empresa, suele mencionar un ejemplo del que también habló Charo Baqué cuando recogió su premio: el una pareja que se conoció en la fábrica en los años veinte del siglo pasado, una de cuyas hijas trabajó después en Dromedario hasta su jubilación, cuando fue relevada por su sobrina. El caso es que Ramón Calva y María Morán, su hija Rosa y su nieta Noemí Calva son los abuelos, la madre y la prima de quien escribe estas líneas. Digamos que cuando Charo Baqué asegura que Dromedario es también, a su manera, una familia, uno sabe bien de lo que habla.
Pregunta.- Estamos en plena crisis y supongo que este ha sido un ejercicio difícil, pero cuanto menos en cuestión de premios, el cierre del año está siendo muy satisfactorio.
Respuesta.- Sí, y en el resto, en lo económico, tampoco nos podemos quejar. Es cierto que la hostelería, que es nuestro cliente principal, está sufriendo mucho, con descensos continuos en la facturación en los últimos años. Eso nos llega, claro, pero no lo estamos pasando tan mal como otros sectores.
P.- Si alguien te dice hace veinte años que ibas a ser reconocida como mujer empresaria de Cantabria, no te lo hubieras creído.
R.- La vida da unas vueltas increíbles. Hemos hablado otras veces de lo que sucedió: el conflicto en el seno de la empresa de la familia, Cafés Baqué, que terminó con nuestra salida. Venir a Cantabria, a Dromedario, y este premio. Inimaginable. Y fantástico. Es un premio que me han dado a mí pero que sé que no es mío, es de tu madre, de tus abuelos, de nuestros trabajadores, de nuestros clientes… Es el premio a una empresa que tiene una trayectoria centenaria, que en los últimos años ha tenido un impulso del que nos sentimos partícipes, es cierto. Y estamos muy contentos por ello.
P.- ¿Es muy distinta la gestión en una empresa familiar de lo que es en Dromedario?
R.- El Dromedario no es una empresa familiar en lo que se refiere al accionariado, pero sí tiene algunas similitudes en el día a día, por la relación que todos tenemos. Pero también hay muchas diferencias. Las empresas familiares, como nos pasó a nosotros, tienen conflictos familiares, no empresariales. Eso aquí no pasa. Pero la forma de interactuar entre los componentes de la empresa no es tan distinta. Somos muchos, pero nos conocemos todos. Queda muy cursi decirlo, pero es la verdad: somos una familia.
P.- Vosotros habéis tenido a Dromedario como competidor. La primera vez que hablé con Emilio y contigo, cuando llegasteis a la empresa, decíais que para vosotros siempre había sido un competidor muy respetado.
R.- Siempre lo fue. Además de competidores, también éramos socios en Comercial de Materias Primas, la empresa mayorista que adquiere el café en origen. Dromedario tenía una fuerte imagen de marca y una implantación en su mercado que no tenían otros tostadores, y que iba muy en la línea de lo que nosotros entendíamos que debía ser una empresa del sector. Un competidor serio, con voluntad de permanencia. Por eso entramos. Si hubiéramos tenido la oportunidad de entrar en otras, que no voy a mencionar, no lo habríamos hecho. Creíamos que había cosas que mejorar, pero también veíamos el potencial, las posibilidades. Y su cultura encajaba con nuestra forma de entender el negocio, con el producto en primer plano.
P.- ¿Y qué tal encajasteis vosotros?
R.- Tanto en Dromedario, como cuando luego compramos Casado o Cafés Pozo, o La Tostadora… siempre hemos seguido la misma filosofía: respetar lo que hay. Entendiendo que podemos aportar cosas positivas, pero también que una empresa es resultado de lo que se ha hecho en el pasado y de la gente que trabaja allí. Nunca hemos despedido a nadie porque sobre el puesto, hemos buscado soluciones. Aquí tampoco. Hemos prescindido de gente, claro, pero no por eso, o porque tengamos menos ventas. A largo plazo eso tiene unos beneficios mayores que el ahorro inmediato que podrías conseguir: el compromiso de los trabajadores es un valor fundamental para las empresas. Eso lo vemos todos los días en Dromedario, en el sentido de pertenencia a la empresa que tienen quienes trabajan aquí, y lo que ello supone. Eso existía antes de que nosotros llegáramos, y no sólo no se ha perdido sino que nos gusta pensar que se ha incrementado un poquito. Por esa coincidencia en la forma de entender la empresa de la que hablaba antes, creo que forzosamente teníamos que encajar bien.
P.- Cuesta imaginarte en una empresa que no sea cafetera. Aquí hablo con la empresaria del año, ¿te ves trasladando tu modelo de gestión a una empresa de otro sector?
R.- Toda mi vida profesional ha estado ligada al mundo del café. Supongo que en otro tipo de empresa hubiera gestionado de una forma similar, pero a mí también me cuesta verme en esa situación. En todo caso creo que la clave está en que te guste lo que haces. Nuestro padre nos transmitió eso, que trabajar con sentimiento, poner pasión en las cosas que haces, es fundamental y que en eso se basa el éxito. No es posible saber lo que hubiera hecho en otras circunstancias, pero sin duda hubiera buscado ese compromiso.
Alberto Vidal, que asiste a la conversación, recuerda aquí la figura de Chechu Baqué, padre de Charo, y las palabras que dirigía a los directivos de otras empresas en las reuniones de la asociación de empresas tostadoras: “Vosotros mañana seréis ejecutivos de compañías de cualquier otro sector, y yo seguiré vinculado al café, les decía. Curiosamente no se lo decía a los directivos de Nestlé, a quienes sí que reconocía un compromiso con el producto, muy similar al que él tenía. Para él la pasión por lo que hacía formaba parte inseparable de la gestión”.
P.- Centrándonos en el producto, aunque sin abandonar la cuestión de los premios, Dromedario ha ganado tres medallas de oro en el certamen cafetero más importante del mundo. ¿Qué aporta eso a la hora de salir al mercado?
P.- Nosotros ofrecemos calidad, y en la medida en que el consumidor sepa apreciarla eso será bueno para nosotros. Es cierto que el café como producto no tiene el reconocimiento que ha conseguido el vino, por ejemplo, pero nuestro empeño es ir por ahí, y en esa línea van nuestras acciones de formación a los clientes, o nuestras tiendas propias. ¿Qué significan los premios? Son un reconocimiento de que estamos haciendo las cosas bien. Nosotros lo sabemos, pero que lo digan otros, que te lo digan en una cata ciega en Italia, entre 113 cafés del mundo, es una satisfacción enorme. Ha supuesto una inyección de ánimo para todos nosotros, que además ha venido a coincidir en el tiempo con el premio que me han dado a mí. En un momento en el que todo son malas noticias, para los que formamos Dromedario esto ha sido un tremendo subidón.
P.- Siempre habéis expresado muchas reservas sobre la calidad media del café que se toma en España
R.- Cuando se habla de calidad hay datos que pueden ponerse sobre la mesa. En el mundo del café hay sobre todo dos variedades: el arábiga, que cotiza en la bolsa de Nueva York y que es la referencia en cuanto a calidad, y el robusta. El primero cuesta tres veces más y además este año ha disparado su precio. Pues bien, España va a batir en 2012 el récord de importación de robusta: 70%, frente al 30% de arábiga. Eso significa que el sector ha preferido bajar la calidad de la mezcla a subir precios, una consecuencia de la crisis económica pero, a mi modo de ver, también un error. Dromedario importa un 80% de arábiga, por un 20% de robusta.
Alberto Vidal, que lleva toda una vida en el mundo del café, pone en contexto las cifras que ha desgranado Charo Baqué: “Cuando yo empecé en esto, poco tiempo después de que se liberalizara la importación de café, España compraba un 60% de arábiga y un 40% de robusta. Y cuando aquello ya teníamos la conciencia de que el café en España no era excelente”.
P.- En España en cambio estamos convencidos de que somos muy cafeteros, pero las estadísticas de consumo lo desmienten.
R.- Influyen muchas cosas. Aquí se toma mucho espresso, que necesita menos gramaje, y el café tiene una enorme competencia en los bares, cosa que no sucede, o sucede en mucha menor medida, en los países donde más se consume. En Finlandia o Noruega se toman 12 kilos de café por persona y año, ocho en Francia. Aquí, cuatro. Son muchos factores los que explican la diferencia, pero es cierto que en todos esos países no compran apenas robusta.
P.- Apuesta por la calidad, fuerte subida de la materia prima y situación de crisis económica. ¿Cómo es posible conjugar todos esos factores?
R.- Hay que tomar decisiones importantes. Una opción, como decía, es importar café más barato y mantener los precios, a costa de la calidad. Eso es pan para hoy y hambre para mañana. Nosotros hemos subido dos veces los precios este año, sabiendo que íbamos a perder algún cliente. Fue una decisión muy difícil, que nos costó horas de sueño, pero el mercado nos ha respondido muy bien. Clientes que en su día dijeron que no podían llegar, que decidieron irse a la competencia, al cabo del tiempo han vuelto. Lo que nos dicen nuestros comerciales, y estoy pensando ahora el caso de Castilla y León, es que hemos ganado en imagen más de lo que hubiera conseguido la mejor campaña publicitaria. El mercado de café de España, que siempre ha sido diverso, ahora está partido en dos: las empresas que apuestan por calidad y las que apuestan por volumen. La brecha se ha hecho cada vez más ancha.
P.- Entiendo que buena parte de lo que explicas vale para la hostelería, y mucho menos para la alimentación.
R.- Son mercados que no tienen nada que ver. La posibilidad de trasladar una subida de precios en alimentación es muy limitada, pero también es un mercado mucho más pequeño. Los tostadores locales tenemos una presencia significativa en nuestros respectivos mercados, pero en términos globales nuestra cuota es pequeñísima. En los lineales mandan las multinacionales y las marcas blancas.
P.- ¿Cómo encaja ahí el modelo de las tiendas propias?
R.- Es fundamental. Ahora mismo el 60% de nuestras ventas al canal de alimentación las hacemos a través de nuestras tiendas, lo que supone cubrir todo el ciclo y no depender de nadie externo para llegar al consumidor con la calidad que queremos. El cliente llega a la tienda y pregunta qué café tenemos hoy, se interesa por tal o cual variedad… Es un cliente fiel, que vuelve, y que está dispuesto a pagar más por un producto de calidad que no puede encontrar en otro sitio.
P.- Teniendo en cuenta todas esas circunstancias, ¿qué efecto está teniendo la crisis sobre Dromedario?
R.- Como te decía, la hostelería está sufriendo muchísimo y nosotros no podemos ser ajenos a esa situación. Dicho esto, hay cosas positivas: tenemos más clientes que antes, y muchos son clientes fuertes, que quizá ahora vendan menos, pero que cuando la economía iba bien vendían mucho. Es cierto que los números son los que son, y que si vendes 100 a 120 clientes, cuando antes vendías 120 a 100, estás vendiendo 20 menos. Pero también es cierto que has ganado una base que te permite ser optimista de cara al futuro.
P.- Hablabas de la brecha entre calidad y volumen. Tras entrar en Dromedario adquiristeis también tostadores en Madrid, trayendo la producción a Cantabria. ¿Qué lugar ocupa el crecimiento dentro de vuestra estrategia?
R.- Siempre es importante optimizar la producción de la planta, pero nunca hemos querido crecer por crecer. Cuando hemos comprado ha sido porque la marca encajaba en nuestra estrategia, por mercado, por posicionamiento de producto, por cultura de empresa… También porque podíamos hacerlo. Suelo decir que una de las claves de Dromedario es gestionar la empresa como si siempre estuviésemos en crisis. Nunca hemos hecho locuras.
P.- Suele decirse que las crisis ofrecen buenas oportunidades para invertir.
R.- Nosotros siempre estamos atentos a lo que pueda haber, pero debe encajar en nuestra manera de hacer las cosas, y eso no es fácil de encontrar. Insisto en que no creemos en crecer por crecer.
P.- Fabricáis aquí vuestras propias cápsulas de café. ¿Cómo contempláis ese fenómeno?
R.- Las cápsulas de café son cómodas, y permiten que cualquiera consiga en casa un café de buena calidad. Eso no significa que no pueda conseguirse también con otras cafeteras, pero no podemos dejar de tener en cuenta esa circunstancia. También tiene que ver con una operación de marketing tremenda, en la que Nestlé ha trabajado durante veinte años. En cualquier caso es un mercado en el que hay que estar. Lo que tiene poco sentido es encontrar las máquinas y las cápsulas en la hostelería, donde cualquier profesional tiene que ser capaz de sacar un café de una calidad muy superior a la que dan esas máquinas. Y si no lo consigue, nosotros damos aquí cursos gratuitos para que pueda hacerlo. No garantizamos que sea capaz de hacer dibujos con la espuma de la leche, pero el café le saldrá perfecto.
P.- ¿Es legal fabricar cápsulas compatibles con la máquina de Nespresso?
R.- Es un tema complicado y nosotros no tenemos intención alguna de pleitear con Nestlé. Ellos pueden dedicar departamentos enteros a cualquier litigio que surja, pero una empresa como la nuestra no puede distraer recursos en eso. Entiendo que fabricar cápsulas para la máquina Nespresso, y venderlas como tal, supone entrar en un terreno peligroso, y puede haber argumentos legales para una demanda. Nosotros vamos a fabricar las cápsulas para nuestra propia máquina, y las venderemos en nuestras tiendas. Si el cliente nos pregunta si pueden utilizarse en una máquina Nespresso, le diremos que sí, que puede hacerlo.
P.- Diriges una empresa cántabra centenaria, pero tanto tú como tus hermanas vivís en Vizcaya. Eso te da una perspectiva interesante para valorar la relación entre Cantabria y el País Vasco.
R.- Hay cosas que nos llamaban mucho la atención al principio. Quizá porque venimos de un sitio donde de eso tenemos mucho, seguramente demasiado, me chocaba mucho que en Cantabria había poca autoestima, poco orgullo por lo propio. Creo que eso se ha corregido en gran medida, por diferentes circunstancias. Si me preguntas por la relación entre cántabros y vascos, no vamos a ocultar que en ocasiones hay recelos y desencuentros, pero también eso tiende a corregirse. En términos empresariales y económicos, creo que hay camino por recorrer, sinergias que podrían explorarse, en todos los ámbitos.
P.- Cuando te preguntaba al principio sobre cómo habíais encajado en la empresa, pensaba también en esa relación entre las dos regiones, que no siempre es fácil.
R.- Pudo haber unas dudas iniciales, que por otro lado pueden considerarse hasta cierto punto normales. A nuestros trabajadores les preguntaban: ¿pero de verdad van y vienen todos los días?… Con el tiempo esa desconfianza ha desaparecido, aunque ya digo que la relación de los cántabros con los vascos no siempre es fácil. Con todo eso, el que las empresarias cántabras me hayan dado este premio es algo que me ha llegado muy dentro, de verdad.