Contra el usar y tirar, la alargascencia
Alargar la vida de los productos y luchar contra la obsolescencia esta en el origen de un término en el que se agrupan todas aquellas iniciativas que buscan evitar el despilfarro de recursos económicos y ambientales asociados al cada vez menor ciclo de vida de los bienes de consumo. Fomentar las reparaciones, el comercio de artículos usados o el uso compartido son algunas de las líneas de actuación de un movimiento que empieza a encontrar el apoyo legislativo: la UE prepara una directiva que obligará a los fabricantes a facilitar repuestos y facilitar los arreglos, y ya hay países que han establecido un IVA reducido para los trabajos de reparación. Sobre la mesa está la posibilidad de crear miles de empleos y revitalizar un sector tradicional.
Por J. Carlos Arrondo
Es un hecho difícilmente discutible que el ciclo de vida de los bienes de consumo masivo tiende a ser cada vez menor. El modelo de fabricación, muchas veces a bajo coste y con reducidos estándares de calidad, y las agresivas políticas de comercialización fomentan la rápida obsolescencia de los productos, ya sea acelerando su deterioro o promoviendo una continua sucesión de innovaciones o de modas. El consumidor se ve abocado a sustituir sus electrodomésticos, sus dispositivos electrónicos, su ropa y su calzado o el mobiliario de su hogar con mayor frecuencia de lo que lo hacía antes. Además de afectar al bolsillo de los ciudadanos, la obsolescencia conlleva una utilización tan desmesurada de recursos y origina tal cantidad de residuos que se ha convertido en un problema a escala global. Distintos ámbitos públicos y privados consideran que la mejor estrategia que se puede adoptar actualmente es fomentar iniciativas que contribuyan a alargar la vida útil de los productos y su reutilización. De acuerdo con esta perspectiva, la reparación o la venta de artículos de ocasión son actividades con un alto potencial y capacidad de generar empleo en los próximos años.
En Amigos de la Tierra llevan años buscando la manera de frenar la obsolescencia, pero se han dado cuenta de que, sin normas que la regulen, desde la reacción poco pueden hacer ante una realidad promovida por grandes empresas. “Pensamos que quizás tendría mejores resultados ser proactivos y ver qué soluciones se podrían plantear desde la base. Vimos que existían negocios tradicionales que, sabiéndolo o no, estaban luchando contra la obsolescencia y pensamos que sería muy interesante ponerlos en valor y unificarlos en un directorio”, explica Alodia Pérez Muñoz, responsable de Recursos Naturales y Residuos. Así nació ‘Alargascencia’, una plataforma que reúne a más de mil establecimientos de toda España dedicados a la reparación, la compra y venta de segunda mano, el alquiler o el intercambio. Para la representante de la asociación ecologista es algo más que una herramienta en internet donde buscar estos servicios en un entorno cercano: “Es la visibilización de un sector cuyas actividades hacen innecesario fabricar de nuevo un producto, ya que permite alargar la vida de los que ya existen. Con su trabajo está aportando un valor medioambiental y social”.
El impacto sobre el medio ambiente que causa la ingente cantidad de residuos –sobre todo eléctricos y electrónicos– generados por la obsolescencia lleva preocupando desde hace tiempo a organizaciones conservacionistas de la naturaleza y ya está llegando a ámbitos mucho más alejados. En el recientemente celebrado Foro Económico Mundial de Davos se ha presentado el informe ‘Una nueva visión circular para la electrónica’, que alerta de que en el último año se desecharon 48,5 millones de toneladas de residuos eléctricos y electrónicos en el mundo, de los que sólo se tratan correctamente alrededor del 20%. Al ritmo actual y si no se adopta alguna medida al respecto, en 2050 se prevé que alcanzarán los 120 millones de toneladas anuales. “No tenemos la capacidad para gestionarlos adecuadamente y se acaban exportando a zonas empobrecidas, donde los residuos tóxicos y peligrosos acaban en vertederos sin ningún tipo de control”, señala Alodia Pérez Muñoz. Se sabe que algunos países africanos, como Ghana, son receptores de un tráfico ilegal de millones de toneladas anuales de basura electrónica.
El periodo medio de renovación de un móvil es menor a los dos años. En la Unión Europea se reemplazan cada mes unos 10 millones de teléfonos, cada uno de los cuales contiene en torno a 30 minerales, alguno muy escaso y más de la mitad con riesgo de agotarse a medio plazo. La responsable de Recursos Naturales y Residuos de Amigos de la Tierra advierte de las consecuencias que tiene aumentar su extracción: “Los productos nuevos requieren más recursos, que muchas veces se acaban expoliando de los países que acaban con nuestros residuos o generan conflictos, como en el Congo por el coltán. Es un problema global que con nuestra ‘guerrilla’ de la alargascencia queremos atajar”. Desde otra perspectiva, el informe presentado en Davos pone el acento en el valor de los materiales que contienen los dispositivos electrónicos desechados –estima que unos 55.000 millones de euros– y el despilfarro que supone no aprovecharlos mientras se continúan extrayendo más recursos de la naturaleza: hay cien veces más oro en una tonelada de móviles que en una tonelada de mineral de oro.
El documento ‘Una nueva visión circular para la electrónica’ –elaborado por la Plataforma para la Aceleración de la Economía Circular y la Coalición de Residuos Electrónicos de las Naciones Unidas– concluye que sustituir el actual modelo lineal –producir, usar y desechar– por otro circular, en el que se priorice la conversión de los residuos en recursos, reutilizar componentes o reparar los productos estropeados para alargar su vida, representa una gran oportunidad de crear millones de puestos de trabajo, mejores y más sostenibles, en todo el mundo. En la Unión Europea ya se contempla el concepto de la economía circular –reducir los residuos, reutilizar, reciclar– en su iniciativa de utilizar eficazmente los recursos dentro de la estrategia ‘Europa 2020’ y se ultima la aprobación de una normativa sobre reparaciones. No obstante, más allá del marco regulatorio, es crucial lograr la concienciación del consumidor como parte decisiva para alcanzar el reto de extender la vida de los artículos, algo que, además de suponerle un ahorro y traducirse en mejoras medioambientales, contribuye al impulso de pequeños negocios locales y a la generación de empleo.
Alodia Pérez Muñoz cree que es un sector en auge, cuyo potencial será reforzado por la Unión Europea: “Está tramitándose una Directiva que facilite estos negocios, que obligue a las empresas a tener piezas de recambio durante más años, a asegurar garantías y a facilitar la reparación. Hasta ahora se ha dejado en manos de los fabricantes, que prefieren vender otro producto que arreglar el que ya vendió”. Considera que habrá que esperar al alcance que finalmente tenga esta regulación de las reparaciones para ver su efectividad: “Por lo menos está sobre la mesa, aunque nos preocupa que su ambición quede por muy por debajo de lo que esperamos. Estaremos presionando para que sea lo más elevada posible”. Esta norma complementará a otra de 2008 sobre el reciclaje de residuos eléctricos y electrónicos, cuya trasposición en España –la Ley de residuos de 2011– ha despuntado a nivel europeo por establecer un porcentaje obligatorio de reutilización superior al de cualquier otro Estado.
Según la Directiva de 2008, el 80% de los residuos eléctricos y electrónicos deben ser reutilizados y reciclados. La experiencia muestra que, al no detallarse qué porcentaje corresponde a cada actividad, prácticamente todo acaba yendo al reciclaje. La singularidad de la ley española es que obliga a los fabricantes a poner los canales adecuados para que el 3% de los productos desechados sean reparados y vuelvan a ponerse en el mercado. “Creemos que es el camino porque la reutilización es más sostenible ambientalmente que el reciclaje y, según distintos estudios, reparar crea más puestos de trabajo”, afirma Alodia Pérez Muñoz. Reconoce que todavía no tienen muchos datos sobre cómo se está cumpliendo la ley, pero es consciente de que su éxito será complicado si no hay un mercado para esos artículos: “Hay que hacer un trabajo muy potente para dar el valor que tienen a la reparación y la reutilización. Es necesaria una apuesta firme de la Administración por este sector”.
Varios países europeos están poniendo en marcha iniciativas legislativas para la promoción de la economía circular. En Francia, en el marco de la Ley de transición energética, se están tomando medidas contra la obsolescencia programada y están trabajando en alargar a los cinco años la garantía de los productos. En Suecia se han establecido incentivos fiscales para fomentar las reparaciones, a las que han quitado el IVA. “Nos parece un ejemplo, porque visibiliza la importancia que tienen socialmente y abarata los precios”, indica la responsable de Recursos Naturales y Residuos de Amigos de la Tierra, asociación que ha lanzado una campaña –‘Se merecen un 10’– para pedir que en España se reduzca el IVA del 21 al 10% en los servicios de reparaciones, de alquiler y en la venta de segunda mano. Esta reducción ayudaría a paliar la dificultad para poner precios competitivos respecto al producto nuevo, uno de los principales problemas del sector según las encuestas realizadas entre los negocios de la plataforma ‘Alargascencia’.
Empresas cántabras en la plataforma Alargascencia
Entre los trece establecimientos cántabros adheridos a este directorio está Inforlab, cuya actividad consiste en la reparación y en la compraventa de equipos informáticos de segunda mano. “Lo que hacemos fundamentalmente son reparaciones, si es posible con piezas de ocasión. También compramos ordenadores usados, bien para repararlos y venderlos o bien para despiezarlos. Tenemos tienda en eBay con algo más de tres mil referencias de piezas, sobre todo de portátiles”, describe Alberto Pérez, uno de los dos socios del negocio, que confirma que el tener un stock de esas características les ofrece más posibilidades para reparar todo tipo de ordenadores: “La gente no quiere gastarse un dineral en un ordenador antiguo, por lo que procuramos buscar la pieza de ocasión para repararlo. Si no es posible, tendrá que ser con una pieza nueva”. Dar una solución plenamente satisfactoria al cliente que acude con un problema es fundamental en una actividad que sufre un fuerte intrusismo de particulares que, con conocimientos limitados y escasos medios, suelen realizar reparaciones defectuosas, alimentando así la desconfianza del consumidor hacia el sector.
“Lo que funciona es el ‘boca a boca’. La mayor parte de los que entran por la puerta vienen recomendados por otros”, aclara Alberto Pérez. El conocimiento de las necesidades del cliente les diferencia de las grandes tiendas que suelen desaconsejar las reparaciones, por demasiado costosas, animando a comprar un artículo nuevo: “Aprovechando que se ha roto puede interesar cambiarlo si se necesita uno más potente, pero para lo que lo utiliza mucha gente le merece la pena arreglarlo porque aún tienen un buen ordenador y con piezas de ocasión, perfectamente operativas, les va a salir mucho más barato”. Según su experiencia, el cliente muy joven, al que todo se le queda obsoleto y siempre quiere lo innovador, es el más proclive a la compra de productos nuevos. Contrasta con otro tipo de consumidor más mayor que no necesita esas novedades y prefiere reparar su antiguo equipo o comprar uno de ocasión de análogas prestaciones: “Los vendemos bien y muy rápido porque por 120 o 140 euros se puede comprar un ordenador verificado y totalmente actualizado”.
Desde su apertura en 2008, Inforlab no ha experimentado grandes altibajos. Independientemente de que durante los años más duros de la crisis económica el consumidor haya tirado algo más de las reparaciones y de la compra de ocasión, el negocio funciona en una línea muy estable y esta es la expectativa que percibe respecto al futuro inmediato: “La perspectiva es plana. No nos va mal, no vamos a cerrar, pero tampoco crecemos”, admite Alberto Pérez. Entiende que los incentivos fiscales, como la reducción del IVA en las reparaciones o, como en otros países, su supresión en la venta de artículos de segunda mano, sería el impulso que necesita para crecer un sector ventajoso tanto para compradores como para vendedores: “Podríamos ser incluso más baratos y si esto fuera para adelante podríamos contratar a alguna persona. La mayoría de los productos nuevos se fabrican fuera de España y no tiene sentido estar siempre comprando si se pueden reutilizar y dar trabajo a más gente”.
La responsable de Recursos Naturales y Residuos de Amigos de la Tierra coincide con esa visión de que la reparación y la reutilización son actividades que fomentan la actividad económica local y que debe apostarse por ellas como una opción sostenible y lógica. Pero, por muy concienciado que esté el consumidor, es necesario que las administraciones públicas sean el motor de su desarrollo: “Hasta que no haya una legislación es muy difícil que se modifiquen las conductas de los fabricantes, de os diseñadores o de los grandes mercados”. Para Alodia Pérez Muñoz la economía circular es la única manera de seguir avanzando y mantener nuestros estándares de calidad de vida: “La reparación es un elemento imprescindible para que la economía circular funcione, cree puestos de trabajo, no acabe con los recursos naturales y reduzca la cantidad de residuos que generamos cada día”.