Crecimiento gourmet

Nacida hace apenas cuatro años, Monper está próxima a agotar la capacidad de las instalaciones que actualmente ocupa en el Parque Empresarial Besaya, desbordadas por la acogida de un producto, el chocolate artesano, para el que especialmente complicado hacerse con un hueco en el mercado. La amplitud y originalidad de la gama, unida al compromiso con la materia prima, han sido los argumentos de la empresa para diferenciar su chocolate del que fabrican las grandes industrias, salvando así los condicionantes del precio y demostrando que se puede ser competitivo y rentable elaborando un producto exclusivo y no directamente relacionado con una materia prima de origen local.

Sara Sánchez Portilla | Febrero 2020

Para una empresa que busca diferenciarse por el producto y competir dentro del segmento ‘premium’, los premios son un espaldarazo a toda una forma de hacer las cosas, pero también un argumento competitivo de primer orden. Desde ese punto de vista, el año 2019 no pudo tener mejor final para Monper, la empresa cántabra de chocolates artesanos que vio cómo los Premios Internacionales del Chocolate (International Chocolate Awards) reconocían una de sus elaboraciones –el chocolate blanco de mojito– entre las diez mejores del mundo.  Monper es desde el año 2016 una de las industrias más singulares del sector agroalimentario de Cantabria y, en el relativamente escaso tiempo que ha pasado desde su fundación, se ha convertido en un referente en el mundo del chocolate más exclusivo y ha crecido hasta estar próxima a agotar las posibilidades de las instalaciones que ocupa actualmente, en el Parque Empresarial Besaya de Reocín.

Cuando están próximos a cumplirse sus primeros cuatro años en el mercado, Borja Pérez y Marián Montero –fundadores y directores de la empresa– han ampliado y clarificado sus objetivos para el nuevo ejercicio, para el que prevén continuar con el crecimiento y avanzar en la internacionalización. “Queremos llevar el nombre de Cantabria hasta la cima del mundo del chocolate”, señalan, un reto que parece cada vez más cercano debido a la acogida que han tenido sus originales y exclusivos productos. A corto plazo, el objetivo pasa por ampliar aun más la gama de chocolates que fabrican, como base para lograr una reputación internacional y comercializar sus productos fuera de España. Como recalca Borja Pérez, lo que quieren como empresa es “seguir creciendo y seguir siendo un referente” pero ya no solo a nivel nacional, sino aprovechando el empujón y la distinción que aportan los premios para “abrirse un hueco” en un mercado más amplio.

Instalaciones al límite

Marián Montero y Borja Pérez, fundadores de Monper

Monper tiene sus instalaciones en el Parque Empresarial Besaya, situado en Reocín, dentro del vivero empresarial gestionado por Sodercan. La nave que ocupan, de alquiler con opción a compra, cuenta con unas instalaciones habilitadas para la producción de los chocolates  artesanales que elabora la empresa y cuenta con una plantilla de seis trabajadores, incluyendo a sus fundadores. Tanto la capacidad de las instalaciones como el propio plantel de trabajadores están próximas a agotar su capacidad de fabricación. “Hicimos una especie de laboratorio para elaborar los chocolates, un espacio pequeño pero habilitado para ello. A partir de ahí, lo hemos ido adaptando según las necesidades que iban surgiendo, pero ya no da más de sí. Este año necesitamos ampliar la estructura y añadir una sala de envasado”, explica Borja Pérez. La demanda aumenta y con ella las necesidades del espacio de trabajo. Que este se quede pequeño, admite el fundador de Monper, es buena señal, aunque ello obligue ahora a acometer una nueva inversión.

Producto premium

Elaborar un producto artesanal, y para un mercado ‘premium’, marca las principales diferencias entre la oferta de Monper y la de quienes fabrican los habituales chocolates comerciales. La clave, explica Borja Pérez, está en la materia prima: mientras los grandes fabricantes emplean cacao africano y usan manteca u otras grasas, en la empresa chocolatera cántabra optaron por ser fieles al lugar de origen de las semillas de cacao, Centroamérica. Este tipo de cacao, denominado criollo, apenas supone el 10% de la producción mundial, pero continúa siendo el más preciado del mercado. “Ofrecemos un chocolate premium, seleccionamos las mejores materias primas y, según nos llega a la empresa, la transformamos sin adulterarla, añadiéndole nuestros sabores particulares. Enriquecemos el producto, buscamos la dificultad, y sabiendo que es un constante trabajo de ensayo y error”, apunta Borja Pérez, que también asegura que otros chocolates están hechos a base de manteca, es decir, rebajan la cantidad del cacao del producto haciendo que este no sea “realmente” chocolate. Todo esto tiene una incidencia directa en el precio del producto, abaratándolo en el caso del chocolate industrial, y agrandando la brecha con lo que se paga por producto de más calidad. “Nosotros vendemos chocolate a precio de chocolate. Si le hechas un poco de cacao a la manteca, este se tinta y aparenta la forma del chocolate, pero eso no es chocolate. Nosotros no lo abaratamos, ni lo adulteramos, nuestra materia prima clave es el cacao, después la manteca”.

La amplia gama con la que trabaja Monper, y la originalidad de las variedades que la componen, es uno de los factores con que cuenta la empresa para competir en un mercado en el que diferenciarse de lo que hacen otros es fundamental. La oferta de Monper está compuesta actualmente por quince tipos de chocolate, la mayor parte de ellos variedades exclusivas –como el blanco de mojito premiado en diciembre, o los chocolates con curry, picante o anchoas– que solo es posible encontrar en el catálogo de la empresa cántabra. El proceso de creación de cada una de estas variedades es, por tanto, un elemento estratégico de la máxima importancia, y un trabajo que tanto Borja como Marián califican de “paciente”, porque puede prolongarse durante todo un año. Con ello, dicen, aseguran la calidad que buscan y que sea un acierto en el mercado: “No se nos ocurre la idea y ya está. Hay que tener en cuenta que la creación del chocolate no sólo esta en la mezcla, sino que también la textura final de este depende de un ajuste de temperaturas y tiempos en los procesos de fundición y enfriado, por lo que un error puede acabar echando a perder el producto”.

Sobre estas líneas, los trabajadores de la empresa durante el proceso de elaboración y envasado de una de las quince variedades de chocolate que comercializa la empresa.

Esa labor de I+D+i se completa con el veredicto de quienes prueban el resultado final. El chocolate pasa por los paladares de cocineros, distribuidores, catadores profesionales e incluso de futuros clientes, quienes dan su opinión acerca de lo catado y esta sirve para determinar la salida al mercado del producto o no. Por ejemplo sus dos últimos creaciones, tabletas de chocolate denominadas ‘capri’ y ‘crème brûlée’ saldrán a la venta próximamente tras haber sido ya testeadas. Para Borja Pérez el feedback es “muy importante” ya que según enfatiza “puedes tener el mejor producto del mundo y que el cliente no lo conozca”.

Marcar la diferencia

Después de que el cliente conozca este producto artesano llega el momento de la elección, ¿por qué elegir un chocolate de la marca Monper? Su fundador lo tiene claro: “Lo que hacemos nosotros, no lo hace nadie”. El chocolate con sabor  a anchoa, a mojito o el chocolate sabor curry con kikos resultan ser sus variedades más llamativas y las que asumen la labor de marcar la diferencia. No obstante, la marca mantiene su línea de básicos, el chocolate con leche, el negro en diferentes proporciones o el blanco.

“En Cantabria lo vendemos por todas partes, tanto en tiendas especiales y gourmet. El precio del producto varía, intentamos mantener un precio medio de 4,20 euros la tableta. El precio de mercado es ese, pero dependiendo del establecimiento ya es cuando sufre cambios. También cabe destacar que lo tenemos repartido por diferentes partes de la península, a nivel nacional. No es un producto que solo se vende en Cantabria”. Un producto nacido en un pequeño laboratorio de Reocín, recuerdan sus fundadores, que se ha ganado ya un hueco en el mercado nacional y que promete con expandirse fuera de España.

“Sí, se puede vivir de un proyecto como este”, afirma Borja Pérez, que destaca que para ello es fundamental que el cliente perciba como diferente aquello que le estás vendiendo. “Si consigues elaborar un producto que se defienda por sí solo en el mercado, lo tienes todo hecho. A todas las personas no le van a gustar todos los chocolates, pero sí varios. Por esa razón decidimos ampliar la gama, para gustar al cliente si o sí. Si te quedas de brazos cruzados no puedes vivir de este producto ni de ningún otro, si te mueves y das con el producto que quieren los clientes, sí”. Los chocolates de Monper, aseguran los fundadores de la empresa, han captado la atención del cliente, se han hecho un hueco en el mercado con un producto aparentemente cotidiano pero que, finalmente, está muy alejado de todo lo conocido: “Vayamos a donde vayamos no tenemos competencia, debido a la exclusividad de nuestro producto. Nadie hace los chocolates que hacemos”.