De la ruleta a la escalera de color

El Gran Casino de El Sardinero ha seguido al sector del juego en una evolución cargada de símbolos: los apostantes con frac han dejado paso a jugadores de los perfiles más variados, para los que los elegantes salones del histórico edificio son una alternativa de ocio carente de connotaciones sociales. De titularidad pública pero gestionado desde 1998 por una empresa privada, el Gran Casino comienza a salir de la crisis a partir de una diversificación de la oferta, la incorporación de la electrónica y con el póker como gran aliado para atraer a nuevos públicos.

Texto de J. Carlos Arrondo @jcrlsam

El Gran Casino del Sardinero ha cumplido cien años y desde el lejano 14 de julio de 1916 en el que fue inaugurado sus salones han vivido los profundos cambios que la sociedad ha experimentado durante el siglo transcurrido. Del edificio original hoy apenas se conserva su aspecto exterior y un cierto aire ‘de época’ en las escaleras, las vidrieras, las lámparas y otros elementos decorativos de su interior. Su oferta de actividades y especialmente el tipo de visitantes que recibe hoy en día en poco recuerdan algo al casino que durante sus primeros años de existencia reunió a reyes, aristócratas y a la alta burguesía de la época. La tempestuosa relación de las autoridades españolas con el juego condujo a un amplio periodo de prohibición entre 1924 y 1977, años en los que tuvo que ir adaptándose para sobrevivir.

La legalización del juego da un nuevo giro a la vida del establecimiento, que acomete una profunda reforma en sus instalaciones antes de volver a abrir su sala de juegos en 1978. En aquel momento los casinos continuaban siendo lugares elitistas, a los que sólo acudían jugadores con alto poder adquisitivo y en los que era necesario observar unas estrictas reglas de etiqueta para su acceso. Como si el reloj se hubiese detenido, a finales de los años setenta seguían pareciéndose a lo que habían sido en los ‘felices veinte’ del siglo pasado. En el momento de su reapertura, el Gran Casino no tenía el esplendor regio de antaño, pero trataba de conservar un ambiente que, siquiera remotamente, conservara el boato de sus mejores tiempos.

Pero la historia no para y aquella exclusividad del pasado fue siendo superada por la novedad de los cambios sociales. Dos décadas de paulatina decadencia desembocaron, a finales de los noventa, en serias dificultades económicas y en la decisión del Ayuntamiento de Santander y el Gobierno de Cantabria, propietarios de la sociedad pública Gran Casino del Sardinero, de privatizar su gestión. El mundo estaba transformándose y si el viejo casino santanderino quería sobrevivir debía adaptarse a las nuevas circunstancias.

El 14 de abril de 1998 el Gran Casino, que mantiene su titularidad pública, pasa a ser gestionado por el Grupo COMAR, una empresa que posee varios establecimientos de este tipo en España y que cuenta con una gran experiencia en el sector del juego. Después de una profunda reforma en el interior del edificio, volvió a abrir sus puertas al público el 28 de junio de 2001, con un planteamiento basado en adaptar el negocio a los nuevos tiempos, en popularizar y diversificar su oferta. Su director, Luis Seoane, explica la naturaleza del cambio experimentado en el sector: “Podría decirse que los casinos se han ‘democratizado’, se han abierto a todas las clases sociales. Aunque su actividad principal es el juego; un casino ahora es un lugar de ocio, de diversión.  Hay gente que ve el edifico por fuera y tiene unas expectativas enormes de lo que puede encontrar y entra por el hall, disfruta de su magnífica decoración, pasa a la sala de juego y puede jugar o simplemente pasar una velada agradable tomando una copa con los amigos o disfrutar del ambiente de un torneo de póker”.

Además, las reformas que se han realizado en el  edificio -la última en 2012- han favorecido la diversificación del establecimiento: en el ala derecha se concentran las actividades relacionadas con el juego y en el ala izquierda se sitúa una atractiva oferta de hostelería. Los clientes tienen a su disposición una amplia sala con mesas de ruleta americana, blackjack y diversas modalidades de póker, así como otra con una treintena de modernas máquinas recreativas. Pero el Casino incluye algo más que el juego, como explica su director: “Tenemos una sala en la que durante todo el año hay programadas exposiciones de pintura, escultura o cualquier otra manifestación artística. También disponemos de una sala para conferencias y dos salones para todo tipo de eventos. Prácticamente todos los congresos que se hacen en Santander celebran aquí un cóctel de bienvenida o la cena de gala o de clausura. Mucha gente quiere celebrar aquí su boda u otro tipo de banquetes. Durante los meses de agosto hay cenas con baile con un éxito enorme. El Casino tiene vida no sólo con el juego”. El área de restauración y organización de eventos, que cuenta con dos salones, con capacidad para unas seiscientas personas y sus respectivas terrazas con vistas al Sardinero, y un restaurante para unos cincuenta comensales, está cedido por COMAR a Víctor Merino e Hijos, grupo empresarial con más de siete décadas de experiencia. La separación en la gestión de las actividades de hostelería no significa que estas sean ajenas a las del resto del Casino, como indica su director: “Nos informan de todo. Estamos al tanto de cualquier congreso que se venga a hacer, de los banquetes de  boda que se celebran. Nos pasan un programa con los eventos que tienen cada día, invitamos a los asistentes a pasar a la sala de juego y a tomar una copa. Tenemos una sinergia perfecta entre la zona de juego y la de hostelería”.

Tradición e innovación

Por mucho que los casinos hayan diversificado su oferta de ocio, el plato fuerte del negocio sigue siendo el juego. Según la Memoria Anual publicada por la Dirección General de Ordenación del Juego, las mesas de juego constituyen el mayor componente del ingreso neto total de los casinos españoles, con un 51,86% en 2015, mientras que la aportación de las máquinas recreativas fue de un 39,95% en el mismo periodo. Luis Seoane destaca que la importancia de las máquinas en el casino santanderino cada vez es mayor: “Están teniendo un crecimiento enorme. Las máquinas tradicionales están dando paso a máquinas más modernas, en 3D y muchas de ellas parecidas a las mesas de juego, incluso con croupier. La gente joven, la de la era digital, ya no tiene ningún aliciente en las antiguas máquinas de azar. Están acostumbrados a competir y demandan que los juegos no sean tan pasivos”.

Paralelamente al crecimiento de las máquinas recreativas, en las salas de juegos se está produciendo un auténtico ‘boom’ del póker, una moda que arrastra mucho público y que está siendo uno de los motores de la popularización de los casinos. “Hace unos diez años comienza a ser televisado y salen las primeras páginas para jugar online. Los casinos se sumaron a esta moda organizando torneos e introduciéndose en los circuitos. Cualquier actividad relacionada con el póker, bien organizada y publicitada, consigue que llenes la sala”, explica Seoane, que ve en el enorme seguimiento que este juego tiene en internet una oportunidad para los casinos: “Hay una sinergia entre el póker online y el presencial. A los jugadores online les gusta también probar viendo al contrincante de frente y por eso los torneos han alcanzado un auge enorme”.

El Gran Casino organiza torneos semanales de póker a un precio asequible y sin mayores pretensiones para los jugadores que pasar un buen rato en un ambiente distendido. Para quienes buscan un nivel de juego más alto y la posibilidad de ganar premios de mayor importancia se organiza cada cierto tiempo otro tipo de torneos. Este año han sido dos: el Torneo del Centenario, con una afluencia tan masiva procedente de toda España que hubo jugadores que no pudieron participar por falta de aforo, y el Torneo Ciudad de Santander, cuya primera edición se ha celebrado con mucho éxito, por lo que la dirección espera que se siga celebrando regularmente los próximos años.

A las mesas y a las máquinas recreativas, recientemente se ha añadido un aliciente más para los aficionados al juego. En asociación con Codere, empresa líder en el sector de las apuestas deportivas, el Casino dispone de unos terminales en los que se pueden hacer pequeñas apuestas sobre diversas competiciones y múltiples pantallas que permiten a los clientes seguir su desarrollo en directo, en lo que constituye una forma más de diversificar la oferta e intentar atraer un mayor número de visitas.

Luis Seoane, director de El Gran Casino de El Sardinero

Durante el año 2015 –el último con cifras cerradas– el número de visitantes en los casinos españoles ha aumentando, después de varios ejercicios en los que la asistencia de público había descendido considerablemente. “La crisis ha golpeado muy fuerte a los casinos, sobre todo en ciudades pequeñas. Descendió notablemente el número de visitantes y los ingresos cayeron por los suelos. Ha habido que ponerse las pilas y echar mucha imaginación para ir superando poco a poco un momento muy delicado”, señala Luis Seoane, quien relata la experiencia del establecimiento cántabro: “La crisis aquí también ha sido muy fuerte. En nuestro caso hay que agradecer el esfuerzo que han hecho los trabajadores al renunciar a las subidas salariales durante estos años. COMAR y el Consejo de Administración han apoyado este esfuerzo con su compromiso de mantener todos los puestos de trabajo. Ha habido una colaboración basada en el esfuerzo de todos para pasar esos años y llegar hasta este momento en que se ha empezado a notar un ligero repunte en los ingresos. Este año se firma el nuevo convenio con una pequeña subida y las jubilaciones se están cubriendo con incorporaciones que mantienen estable la plantilla”.

Más visitantes, pero menos ingreso medio por jugador

Como contraste al incremento de clientes, el ingreso neto medio por visitante, 66,90 euros de media nacional en 2015 según la Memoria Anual de la Dirección General de Ordenación del Juego, ha mantenido la dinámica descendente de los años anteriores. El director del Gran Casino del Sardinero lo constata: “Antes los ingresos se obtenían con menos clientes, pero con  un mayor poder adquisitivo. Ahora hay más visitantes, aunque la cantidad media jugada por cada uno de ellos desciende notablemente”. El tipo de jugador ha cambiado y eso se nota hasta en las propinas que se dejan en las mesas, que también siguen una tendencia descendente año a año. Atrás quedaron los años del jugador ‘fuerte’ que apostaba grandes cantidades de dinero y dejaba sustanciosas propinas. No menos significativo es que el año pasado haya aumentado un 12,90% el margen por mesa de juego, a la vez que se ha reducido en un 8,13% el número de dichas mesas en España. La pujanza de las máquinas, sobre todo las que replican digitalmente los juegos de mesa, puede explicar en parte este descenso, pero el director del Gran Casino del Sardinero apunta otras causas a considerar: “Sólo en el Impuesto sobre Actividades Económicas cada mesa  paga 60.000 euros al año. A eso hay que añadir el personal que lleva cada una de ellas. No es una persona por mesa, sino que de media son casi dos personas por cada una de ellas”. El alto coste que supone tener una plantilla amplia, porque las actividades de un casino así lo requieren, y el alto gravamen, dependiendo de cada Comunidad Autónoma, que ha tenido durante los últimos años la tasa del juego que se aplica sobre los ingresos brutos, han puesto en serias dificultades a muchos negocios en un periodo de crisis en el que su clientela cayó significativamente.

La ligera recuperación del ejercicio anterior no impide que Luis Seoane vea el futuro con cierta prudencia: “El año 2016 empezó con una tendencia ascendente hasta la Semana Santa, pero después se ha notado cierto estancamiento”. Puede parecer sorprendente que en un verano en el que se han disparado las cifras de turistas que han visitado Santander y Cantabria, el Casino no haya seguido la misma tendencia. Su director indica que, a diferencia de los negocios de ocio diurno, que han capitalizado mejor el auge turístico, “el ocio nocturno sí parece que se ha parado un poco” y cree que la explicación puede estar en que “el turismo en Santander es más bien familiar y tiene otros focos de atracción, como puede ser el parque de Cabárceno o el propio atractivo natural de Cantabria”. Su cautela ante el porvenir, sin embargo, no es señal de conformismo. Está prevista la renovación y modernización de las máquinas recreativas, con nuevos y más sofisticados juegos, y los cálculos de la dirección apuntan a que será necesario algo más de personal, para lo cual se organizará un curso de croupiers el próximo año. El futuro del Gran Casino del Sardinero pasa por su capacidad para seguir adaptándose a los tiempos, algo que nunca ha dejado de hacer en su centenaria historia.