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El centro tecnológico CTC afronta el año más ambicioso de su historia

A punto de cumplir 25 años, el centro tecnológico CTC es una de las puntas de lanza de la innovación en Cantabria. Con una actividad sostenida sobre dos líneas de negocio (los proyectos encargados por empresas y los concursos de concurrencia competitiva), el centro combina proyectos de innovación para compañías como ArcelorMittal o Hempel con iniciativas del ámbito público, como un segundo contrato con la Agencia Espacial Europea o el programa Futcan para llevar a la industria cántabra al siguiente nivel tecnológico.

Francisco Rouco | Marzo 2024

Cantabria puede presumir de contar con un conjunto de centros de innovación que son reconocidos en el resto del país y más allá de nuestras fronteras. Sucede con el centro tecnológico CTC, dedicado desde hace 24 años al desarrollo de soluciones y proyectos tecnológicos para mejorar la competitividad de las empresas y sus posibilidades de expansión en los mercados internacionales. Con la mayoría de sus laboratorios situados en el Parque Científico y Tecnológico de Cantabria (Pctcan) y un equipo formado por una treintena de personas, el CTC ha sabido adaptarse a las peticiones de sectores tan dispares como la exploración espacial, la fabricación textil, el tráfico marítimo, la siderurgia, la energía eólica offshore o la automoción eléctrica, entre otros.

“Cada vez son más las empresas que contemplan la innovación dentro de sus estrategias de negocio”, explica Beatriz Sancristobal Marcano, directora del centro, que añade que la inversión en i+d+I conlleva resultados a medio y largo plazo, no inmediatos –“debemos insistir en ello”–, pero que, cuando llegan, contribuyen a que las empresas mejoren su competitividad, afiancen su posición en el mercado e incluso crezcan.

El CTC está especializado en tres áreas de investigación: (1) materiales avanzados, (2) navegación y robótica y (3) industria y energía, aunque muchas de sus aplicaciones son transversales. Respecto a los materiales avanzados, la principal línea de investigación se centra en los compuestos a escala nanométrica (la millonésima parte de un milímetro) y cómo se pueden aprovechar las propiedades de los que ya están en el mercado. Ejemplo de ello es Nanocult, un proyecto auspiciado por el Ministerio de Ciencia e Innovación con fondos Next Generation y dirigido a mejorar la conservación del patrimonio cultural mediante recubrimientos enriquecidos con nanopartículas que protegen las obras de las severidades del entorno.

El Marine Corrosion Test Site se encuentra en los acantilados del Bocal. Foto: CTC.

Pero si hablamos de un entorno hostil y desgastante para los materiales a cualquier escala de tamaño, ese es el mar. Al estudio de sus riesgos está dedicado uno de los proyectos más ambiciosos del CTC: la colaboración, por segunda vez, con Hempel, el líder mundial en la fabricación de pinturas para los sectores industrial y naval, que quiere probar la resistencia de sus nuevos productos frente a la corrosión en un entorno real. Y si ambicioso es el proyecto, no es menos singular el laboratorio donde desarrollarlo: el Marine Corrosion Test Site El Bocal, una pared de 10 metros sobre el mar situada en la costa cercana a Santander. En este acantilado, que es una obra conjunta entre el CTC y el Instituto Español de Oceanografía (IEO), se exponen los materiales a las inclemencias del mar en todos los escenarios posibles: bajo el agua, en zona mareal, en salpicadura (donde golpean las olas) y sobre el agua (donde no alcanzan las olas pero sí el spray salino). Allí se colocan probetas con pinturas, recubrimientos, cables, trozos de cadena e incluso vigas, y se comprueba cómo se degradan los materiales durante al menos un año, para que pasen todas las estaciones.

Aunque la corrosión no solo prolifera en el entorno marino, también tierra adentro. Dentro de esta misma área de industria y energía sobresale el proyecto recientemente culminado con ArcelorMittal para desarrollar un modelo predictivo que adelanta cuándo y cómo aparecerá la corrosión en las tuberías de los sistemas de refrigeración de las plantas industriales. Gracias al modelo ideado por el CTC, es posible prever los daños en estas instalaciones con una antelación de siete días, lo que le permite a la primera siderúrgica mundial solucionar el problema antes de que las tuberías sufran ningún daño.

Este campo del mantenimiento predictivo arroja aplicaciones en varias de las líneas de investigación del CTC. También podemos verlo en los gemelos digitales, cuya virtualización de objetos físicos como motores, calderas y otras instalaciones críticas para la industria facilita someterlos a distintos escenarios de riesgo para ver su comportamiento y extraer datos, todo ello sin poner en peligro la maquinaria real. O también en los robots que cumplen funciones de inspectores autónomos y recopilan información a partir de cámaras y sensores que nutren los modelos predictivos que ponen fecha a posibles fallos y problemas.

”Una de nuestras filosofías es que no limitamos los sectores que trabajamos, porque una solución para el sector del plástico se puede aplicar al sector textil si la parte de producción es común”, explica la directora del centro tecnológico.

De iniciativa pública regional a centro privado con presencia en Europa

El CTC nació en 2000 en el ámbito público y enfocado a la automoción, en 2008 pasó a considerarse centro tecnológico por el Ministerio de Economía y Competitividad, ya con unas cuantas áreas de investigación más, como la ingeniería nuclear y la aeroespacial, y en 2011 se privatizó. Hoy su modelo de negocio se basa en dos pilares: dar solución a los retos de investigación e innovación que plantean las empresas y optar a proyectos regionales, nacionales y europeos bajo concurrencia competitiva, ya sea en solitario o formando parte de conglomerados público-privados.

En su andadura por Europa, el CTC ha logrado varios hitos. Uno de los principales fue el proyecto Life H2OLock, dirigido a reducir la evaporación del agua en balsas agrícolas utilizando módulos flotantes (parecidos a caparazones de tortugas grandes) y paneles fotovoltaicos para generar energía. Hoy se está desarrollando en Murcia. Otro ejemplo más reciente es el segundo contrato firmado con la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es acortar el tiempo de habilitación que deben pasar las baterías que acompañarán a las misiones espaciales. Hasta ahora, este periodo de habilitación es de dos años; el objetivo del CTC es comprimir las pruebas para que se puedan obtener los mismos resultados pero en menos tiempo, no más de seis meses.

Para Beatriz Sancristobal Marcano, directora del centro tecnológico cántabro, “los proyectos europeos suelen ser ambiciosos y sirven para posicionarte y acreditar tu capacidad para desarrollar proyectos y entornos de colaboración. A veces son retos que pueden parecer desfasados en el tiempo, porque a nivel europeo se piden desarrollos que las empresas no necesitan hoy, pero que sí lo harán dentro de un tiempo, y alguien tiene que hacerlos”.

Beatriz Sancristobal Marcano, directora del CTC. Foto: Nacho Cubero.

Aproximadamente el 70 % de los proyectos en los que participa el centro tecnológico CTC se reparten entre instituciones y empresas españolas (la mayoría) y europeas. El 30 % restante nace en la región, pero desde el CTC apuntan que en muchos de los proyectos nacionales se intenta formar un consorcio con empresas cántabras. “Por eso es importante que las empresas de aquí nos conozcan y nos cuenten qué están haciendo para que, si surge la oportunidad, les podamos proponer ir juntos”, explica Beatriz, que recuerda que se siguió esta misma estrategia para una iniciativa amparada en el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) del vehículo eléctrico y relacionado con la conectividad y localización de esta clase de vehículos.

Pese a no ser mayoría, también hay proyectos regionales en marcha, como el Futcan, una iniciativa para modernizar la fabricación industrial cántabra a partir de tres tecnologías que en el CTC conocen bien: los gemelos digitales, los recubrimientos con nanomateriales y los algoritmos de inteligencia artificial para mejorar la eficiencia de los controles de calidad y propulsar el mantenimiento preventivo. El plan tiene una duración de tres años y un presupuesto de 896.000 euros.

2024, un año con enormes expectativas

Para la directora del CTC, en los últimos años el centro ha hecho un esfuerzo por subir al siguiente escalón. Ha mejorado la especialización de sus equipos, reforzado su red de colaboradores y ampliado su capacidad para desarrollar proyectos nacionales y europeos. Todo ello en un entorno con sus propias dificultades intrínsecas. “El tiempo de maduración de nuestros proyectos es largo, porque desde que comienza la idea hasta que se materializa pueden pasar 10 o 12 meses, y eso hace que buscar financiación sea complicado para los proyectos que tienen más riesgo. O también puede suceder que tengas que esperar porque necesites que haya planes a nivel regional, nacional y europeo para poder llevar a cabo las investigaciones”.

Pese a todo, Beatriz Sancristobal señala que todos esos esfuerzos por mejorar se han materializado en 2024: “Hemos conseguido romper algunas barreras, incrementar el negocio y que las empresas nos vean como su socio tecnológico. 2024 va a ser un año de pleno crecimiento, con cifras de incremento del negocio por encima del 40 % y el reto de retener y sumar talento, algo que sabemos que será complicado al estar en un entorno tecnológico”.

La directora del CTC, junto al resto de mujeres que trabajan en el centro tecnológico cántabro. Foto: CTC.

Solo en 2024, el CTC se plantea superar los 2 millones de euros de facturación, lo que supondría una mejora del 42 % respecto a la cifra de 2023, que rozó los 1,4 millones de euros. En cuanto al talento, el objetivo es sumar a ocho o 10 personas más, con lo que el centro incrementaría su equipo por encima del 25 %. “Tenemos mucho que ofrecer a quien quiera tener una carrera en innovación en Cantabria: tenemos proyectos interesantes, ofrecemos un desarrollo profesional completo y compaginamos la parte profesional con la formativa. Contamos con varios doctorandos y personas que están haciendo un máster”, explica Beatriz. “Buscamos gente que se sienta a gusto trabajando aquí y que sea proactiva, ya que vivimos de ser capaces de proponer proyectos nuevos y de que las empresas los vean. Y ahí las personas son clave”.

Preguntada por qué vendrá después y cómo será el año 2025, el de los 25 años de actividad del centro tecnológico CTC, su directora responde que seguirá la misma tónica, porque la ambición de 2024 se extenderá también un año más. “El plan estratégico que nos hemos marcado es que estos dos años van a ser muy intensos para luego volver a asentarnos. No es fácil crecer en personas y en negocio, y eso tendremos que mantenerlo”.