El trabajo penitenciario también sufre la deslocalización
El trabajo penitenciario se ha convertido en una víctima colateral del proceso de internacionalización de las empresas, bien porque estas prefieren contratar fuera de España las tareas que asumían los reclusos o bien por integrarse en multinacionales de países reticentes a utilizar este recurso. Los talleres del centro penitenciario cántabro, que llegaron a emplear a más de 200 internos en tareas contratadas por empresas de todos los sectores, dan trabajo hoy a menos de la mitad, lo que deja una gran bolsa de demandantes de empleo entre quienes cumplen condena, pero también libera espacio en unas instalaciones capaces de dar respuesta a prácticamente cualquier necesidad que puedan plantear quienes estén interesados en utilizarlas.
Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga
Aunque separados del exterior por los altos muros a los que obliga su condición penitenciaria, los talleres del penal de El Dueso no se han salvado del impacto que la crisis ha provocado en el conjunto de la industria española. Los pabellones semivacíos y los puestos de trabajo desocupados reproducen un paisaje que también ha sido habitual al otro lado, fuera de la prisión, y lo hacen además debido a razones muy similares. La destrucción de tareas derivada de la automatización de procesos y la pérdida de tejido productivo en el entorno son dos de los maretazos que han saltado las barreras para llevarse por delante un buen número de empleos, pero sobre todo ha sido la globalización la responsable de que sean hoy muchos menos los internos que tienen la posibilidad de trabajar mientras cumplen su condena. A estos elementos que han afectado de forma similar al empleo a ambos lados del muro, hay que sumar otros que tradicionalmente han condicionado el trabajo penitenciario, con los prejuicios y el desconocimiento –en cierto modo dos caras de la misma moneda– a la cabeza de todos ellos.
Si atendemos solo a quienes trabajan para empresas de fuera del centro, El Dueso emplea actualmente a entre 50 y 60 de sus reclusos, una cifra muy alejada de la que era habitual no hace tanto y que también es muy inferior al número de candidatos a ocupar uno de esos puestos. Además de los talleres que operan mediante convenios con empresas, la prisión santoñesa –como el resto de las que componen la red penitenciaria española– cuenta con centros de trabajo para atender las necesidades del propio centro, que emplean a otros 130 reclusos. En esta última categoría entran los servicios de cocina y panadería y también un taller metalúrgico y otro de carpintería, ambos con capacidad para dar respuesta a pedidos puntuales que pudieran llegar de fuera. La oferta de trabajo penitenciario del Dueso se completa con el taller de confección, que tiene como principal cliente al propio sistema penitenciario, al que provee de los polos y sudaderas que utilizan los funcionarios de prisiones como uniforme. El taller de confección, que como el metalúrgico y la carpintería también atiende encargos de fuera del centro, da trabajo a entre 12 y 14 internos.
Lo variable de las cifras de trabajadores –que hace complicado hacer una foto fija de cada momento– da cuenta de una de las principales características que tiene el sistema, y también de uno de sus principales atractivos para las empresas: su flexibilidad. El modelo permite adecuar el número de trabajadores a la carga de trabajo de cada momento, y hacerlo prácticamente de un día para otro. “Este sistema es muy adecuado para las empresas que quieren abrir una nueva línea de producción, porque les permite hacerlo a un coste controlado y sin asumir riesgos”, explica Juan Lebrija, coordinador territorial de Trabajo Penitenciario y Formación Para el Empleo (TPFE) en la zona 8, en la que se integra Cantabria junto a Asturias y el País Vasco.
TPFE es la piedra angular sobre la que descansa todo el sistema, y la entidad con la que las empresas interesadas deben firmar el correspondiente convenio. En él se recogerán las tareas a realizar y el precio que la empresa abonará por las mismas, siempre resultado de una negociación que tendrá en cuanta el tipo de actividad y los gastos que conlleva. Con ello se determina la tarifa a abonar por la empresa, que será por producto terminado. TPFE cobrará la cantidad pactada y será ella quien –siempre con el salario mínimo como referencia– abone las nóminas a los trabajadores que no tendrán por tanto ninguna relación laboral con la empresa que encarga las tareas. Dependiendo de la complejidad de lo que se necesite –sobre todo lo que pueda requerir en instalaciones, formación o prevención de riesgos– el proceso para iniciar la producción puede ser más o menos largo. En todos los casos puede pactarse un periodo de prueba, para el que TPFE dará todas las facilidades: “El que viene y nos conoce, normalmente se queda”, asegura Juan Lebrija.
El desconocimiento por parte de las empresas sobre lo que puede aportarles el trabajo penitenciario es, de hecho, uno de los principales factores que menciona el coordinador de TPFE para explicar las causas por las que el trabajo penitenciario no es más utilizado, una razón que pone prácticamente al mismo nivel que la competencia de países con mano de obra más barata o la pérdida de empleos a causa de la automatización de los procesos. Buena parte de las tareas que suelen hacerse en los talleres de la prisión se corresponden precisamente con aquellas más susceptibles de ser realizadas por robots o externalizadas a otros países con costes laborales más bajos. “Pero ninguno de esos recursos ofrece la flexibilidad que aportamos nosotros”, asegura Juan Lebrija, que también cuestiona ciertos prejuicios que existen sobre el trabajo penitenciario y sobre las tareas que son capaces de asumir los internos: “Hay pocas cosas que no podamos hacer aquí”.
Los talleres de El Dueso
Actualmente los talleres de El Dueso trabajan para dos empresas, la cántabra Hisbalit, fabricante de mosaicos en vidrio, y la vizcaína Flexix, que fabrica piezas de caucho para automoción. La cántabra es, con mucho, la que lleva más tiempo realizando parte de su producción en el penal, donde tiene maquinaria propia y una experiencia de cuarenta años de relación con el trabajo penitenciario. Flexix, que realiza en El Dueso la comprobación del rebabado de sus gomas de caucho, lleva menos tiempo en el penal de Santoña, a donde llegó en 2016. Ese año todavía realizaban parte de su producción en El Dueso otras dos empresas que ya no lo hacen: Asco Numatics –la antigua Fluido Control– y Eaton Industries. De los talleres del centro penitenciario llegaron a salir entonces 13.000 automáticos eléctricos cada día, coincidiendo con el momento en que trabajaron a mayor capacidad.
Además de los convenios suscritos con Hisbalit y Flexix, en el taller de confección textil de El Dueso se elaboran también correas para perros por encargo de Oenk-9, una tienda on-line de accesorios técnicos para mascotas que está testando de esta manera la posibilidad de fabricar una parte de los productos. En este caso se utilizan los medios del propio centro de trabajo del penal, que fabrica unos 3.000 polos y forros polares al año para los uniformes de los funcionarios de prisiones de toda España, y que asume también este encargo llegado de fuera del penal. Es una tarea que ahora puede tener una condición puntual, pero que en el futuro puede derivar en una relación más estable.
A los elementos de carácter más o menos estructural que han afectado a la caída de la demanda –la globalización y la automatización– se unen otros bien directamente relacionados con la situación económica o bien en los que hay posibilidad de actuar para revertirlos, como el mencionado desconocimiento sobre lo que el trabajo penitenciario puede aportar a la estrategia de las empresas. A favor de El Dueso juega también la disponibilidad de espacio –entre 500 y 700 metros cuadrados de naves– y la bolsa de internos demandantes de empleo. En el centro penitenciario cántabro cumplen condena 450 personas, de las cuales aproximadamente 250 estarían en disposición de trabajar, una cifra que está hoy lejos de alcanzarse y que da una medida –junto con el espacio libre en los talleres– del potencial que tiene El Dueso para asumir nuevos encargos. Las condiciones del penal santoñés, ubicado en un entorno privilegiado y con los muros muy alejados de los centros de trabajo, le convierten también en un lugar particularmente apropiado para mantener una relación estable con empresas externas. Y junto a todo ello un factor que destaca especialmente Juan Nebrija, buen conocedor por su trabajo de las particularidades de cada uno de los centros que componen la red penitenciaria española: “En El Dueso hay una cultura del trabajo muy arraigada, tanto entre los internos como entre los funcionarios. Todo el personal está habituado a trabajar con empresas, y esto facilita muchos las cosas”.
Desde la última reforma del Código Penal, ya no existe la posibilidad de reducir el tiempo de condena a través del trabajo, pero eso no ha supuesto ninguna merma en el interés por parte de los internos. La formación y el trabajo –dos cuestiones ligadas estrechamente– son un elemento clave para que los centros penitenciarios cumplan con la labor de reinserción que les marca la ley, y pueden formar parte del Programa Individualizado de Tratamiento (PIT) de cada interno. El PIT determinará el disfrute de permisos o beneficios penitenciarios, por lo que para los internos en los que el trabajo forme parte de su programa, es un fuerte estímulo para querer acceder a un empleo. Y para todos, con independencia de lo anterior, el trabajo supone una aportación de dinero y una forma de aprovechar el tiempo de estancia en prisión. El resultado es que en prisión, como fuera de ella, son más quienes buscan un empleo que quienes lo obtienen. De ahí que para las empresas, y más allá de los criterios puramente económicos relacionados con el ahorro de costes y la flexibilidad, el trabajo penitenciario es también una actuación enmarcable dentro de sus políticas de responsabilidad corporativa, por las posibilidades que con ello ofrece a la población reclusa.
Es con esa combinación de atractivos para una y otra parte con los que debe contar Trabajo Penitenciario y Formación para el Empleo en su búsqueda de empresas y actividades con los que dar respuesta a los demandantes de empleo. El abanico de posibilidades es muy amplio, y basta comprobar el listado de actividades que se realizan en otros centros penitenciarios para comprobarlo: montajes eléctricos, envasado, inyección de plásticos o fabricación de muebles son algunas de los trabajos industriales que se realizan en las prisiones españolas, que también asumen tareas en el ámbito de los servicios, digitalizando documentos, en trabajos de edición y diseño gráfico o como ‘call centers’. Probablemente esta última sea una de las opciones que más sorprenda a quien tiene una visión más o menos estereotipada del trabajo penitenciario, pero es una tarea que por ejemplo realizan los internos de León y una de las posibilidades que tiene sobre la mesa Juan Lebrija para El Dueso. Por las características del penal cántabro, que tiene los talleres fuera del perímetro de seguridad, existe una limitación en los horarios de trabajo, que deben concentrarse en las horas en las que existe luz solar. “Eso imposibilita que un ‘call center’ pueda ubicarse en ellos, pero no sería un problema porque habilitaríamos otro espacio. Nuestra prioridad es siempre dar respuesta a lo que pidan las empresas”, concluye el coordinador de TPFE en Cantabria.