En manos de Bosch
El anuncio de la venta de su división de alternadores y motores de arranque por parte del grupo Robert Bosch abre un periodo de incertidumbre para su fábrica de Treto, que mantiene la condición de primera planta industrial de Cantabria. La situación tiene algunos precedentes: en 2012 el grupo alemán vendió su división de sistemas de frenado, que también contaba con una fábrica en Cantabria y lo hizo por razones similares a las que esgrime ahora. El cambio no tuvo consecuencias negativas para la planta cántabra.
Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga
Que una empresa cambie de manos es siempre motivo de incertidumbre, pero no necesariamente tiene que tener consecuencias negativas. No es fácil sustraerse al ambiente general de pesimismo cuando lo que se pone en el mercado es la primera fábrica de Cantabria, pero también hay argumentos para no caer en el desánimo. La mayor parte de estos últimos tienen que ver precisamente con ese liderazgo industrial que ostenta la planta de Robert Bosch en Treto: con una sólida posición competitiva dentro de su sector, la planta cuenta con razones de peso para defender su puesto en la estructura del hipotético comprador. También existen referencias para desmentir las visiones más apocalípticas, y para encontrarlas no es necesario salir de Cantabria ni del propio grupo Bosch, que en 2012 ya se desprendió de su división de sistemas de frenado y de la planta con que contaba en Arenas de Iguña. Hoy esta fábrica sigue funcionando con el nuevo propietario, e incluso ha reforzado su posición en el mercado.
Aunque nunca existen dos casos iguales, y lo sucedido en el pasado nunca supone una garantía de futuro, existen varios puntos en común entre el caso de Bosch Sistemas de Frenado –cuya planta cántabra opera hoy bajo la denominación de Chassis Brakes International Spain– y el que hoy se plantea con Robert Bosch Fábrica de Treto. Como entonces, el grupo industrial alemán se plantea hoy desprenderse de una de las divisiones con las que opera en el sector automovilístico, y lo hace con razones similares. Hace cuatro años fue la división de frenos y ahora es la que fabrica alternadores y motores de arranque, y el motivo esgrimido en ambos casos por Bosch es el centrarse en productos con un mayor componente tecnológico y, por tanto, más valor añadido.
Mercado maduro
Lo que Robert Bosch saca al mercado es su división de alternadores y motores de arranque, para la que busca bien un socio o bien un comprador. Como otras muchas parcelas de la industria automovilística –en realidad prácticamente todas– se trata de un mercado muy maduro, con un alto nivel de competencia y con márgenes escasos. La estrategia del grupo alemán pasa por concentrar su actividad en aquellas áreas que, sin abandonar estrictamente esta línea de fabricación, tienen que ver con la electrónica, más que con la mecánica. La revolución que suponen los sistemas de parada y arranque del motor, y otros sistemas relacionados con el ahorro de combustible, representan un área de negocio de gran atractivo para los alemanes, pero que solo afecta tangencialmente al producto que se fabrica en Treto, que es el propio motor y alternador.
De nuevo no es difícil encontrar paralelismos con lo que sucedió en el caso de la planta fabricante de frenos con la que Bosch contaba en Cantabria. En determinado momento, la estrategia de los alemanes pasaba por fabricar todo el sistema de frenado, desde los sensores electrónicos que hacen posible el funcionamiento del ABS, hasta freno que actúa sobre los discos. Con el tiempo decidió desprenderse de esta última parte para concentrarse unicamente en la electrónica. La fábrica de frenos de San Felices, junto al resto de esta división de Bosch, fue adquirida por el fondo de inversión KPS, máximo accionista de Chassis Brakes Internacional, una multinacional con plantas en varios países.
Todas las incertidumbres que se derivan del anuncio de venta de la división de alternadores de Bosch tienen que ver con el comprador y con la forma en que la planta de Cantabria encaje dentro de su estructura. El riesgo es que quien adquiera la división cuente con fábricas propias y cierre algunas en una hipotética integración de las plantas de Bosch. Esto último –la integración de dos estructuras y el posible solapamiento de fábricas– solo se daría si se produce la venta a un grupo industrial, y no si el comprador es un fondo de inversión o si Bosch encuentra un socio para su división de alternadores. En todo caso el riesgo de deslocalización es sólo un poco mayor que el que sufre cualquier planta que forma parte de un grupo multinacional, con independencia de que esté o no en venta: en el momento en que pierde la carrera de la competitividad, otra fábrica ‘hermana’ acabará por asumir sus funciones.
La planta de Robert Bosch en Treto ha sabido mantenerse en los primeros puestos de esa competencia a lo largo de su historia dentro del grupo industrial alemán, y nada hace pensar que eso vaya a cambiar con un nuevo propietario. La fábrica no sólo es un referente para la industria de Cantabria, sino que también tiene esa condición dentro de la división de la que forma parte dentro de Bosch. Con 800 trabajadores de plantilla y una facturación que se mueve en el entorno de los 300 millones de euros, Robert Bosch Treto está en condiciones de hacer valer su productividad frente a cualquier competidor, dentro y fuera del grupo. A esto hay que unir su proximidad a las grandes zonas de fabricación de automóviles en España y Francia, o la existencia de un parque de proveedores en el entorno de la planta que contribuye decisivamente a su competitividad, y que no es sencillo replicar en otro lugar.
Es cierto que nada de lo anterior anula completamente las incertidumbres, y que la propia dimensión industrial de Robert Bosch hace que el efecto de estas se multiplique. Por más ventajosa que se considere la posición de Treto dentro de esta partida, lo que están en juego son no menos de 2.000 empleos, entre directos e inducidos, una cifra que a escala cántabra adquiere una importancia capital. Esa es, de hecho, la principal diferencia con el referente de la antigua Bosch Sistemas de Frenado, una fábrica no menos competitiva y que opera en un mercado igualmente maduro, pero que lo hace con un tamaño –230 trabajadores, en torno a 65 millones de euros de facturación anual– mucho menor. Pero nada hay en esa diferencia, más allá del vértigo que producen las cifras, que suponga un condicionante para que el futuro de Treto sea muy distinto al presente de la fábrica de San Felices.