Europa sobre la mesa en el Foro Negocios

En vísperas de una elecciones europeas que inauguraban una nueva etapa en la UE, el Foro Negocios reunió a alguno de los profesionales cántabros con una trayectoria más vinculada a Europa para debatir sobre el futuro de la unión, tanto desde el punto de vista económico como político, y para hacer balance de tres décadas de historia comunitaria.

Texto de José R. Esquiaga @josesquiaga Fotos de Nacho Cubero
Publicado en junio de 2014

El encuentro tuvo lugar la antevíspera de unas elecciones europeas que iban a dar lugar a muchas lecturas políticas. No era ese el objeto con el que reunimos a Ana Carrera, profesora del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Cantabria, a Inmaculada Valencia, directora de la oficina de Cantabria en Bruselas y a Pedro Nalda, secretario general de CEOE-Cepyme de Cantabria, protagonistas de un Foro Negocios que planteamos para hablar de Europa desde una perspectiva en la que la coyuntura política tenía un peso menor, aunque no se desdeñaran las cuestiones que tenían que ver con la organización de la toma de decisiones en el seno de la UE, y con la ausencia, a juicio de los presentes, de un verdadero liderazgo europeísta, por encima de las opciones nacionales. El balance del pasado, la convulsión provocada por la crisis y las perspectivas que se abren para el futuro de la unión fueron analizadas en torno a una mesa en la que se sentaban personas de incuestionable trayectoria europeísta: Inmaculada Valencia ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en torno a la UE, los últimos años al frente de la misma oficina de Cantabria en Bruselas que dirigió en su día Pedro Nalda y que puso en marcha, antes incluso de la adhesión de España, Eduardo Zúñiga, editor de Cantabria Negocios y presente también en el encuentro. Ana Carrera, que completaba el foro, es coatura de ‘20 años de Cantabria en Europa’, un libro en el que repasa la relación entre la región y la UE deteniéndose en la catalogación de los fondos recibidos de los diferentes programas europeos entre los años 1986 y 2006. La conversación arranca precisamente con Ana Carrera y con el balance de las casi tres décadas de pertenencia de España a la UE, y con la sorpresa común de todos los intervinientes con las palabras de Miguel Ángel Revilla, que unos días antes había declarado que la entrada en la Comunidad Económica Europea había sido perjudicial para Cantabria.

Tiempo de balance

Ana Carrera, profesora el Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Cantabria.- Desde el punto de vista de las políticas de gasto, lo que ha habido es un auténtico maná. Los datos están ahí. Entre 1986 y 1999, a pesar de no ser una región Objetivo 1, llegaron 161 millones de euros, más de 800 millones en la segunda etapa, ya como Objetivo 1… En total, y hasta 2006, hemos recibido 2.200 millones de euros, el equivalente al presupuesto de Cantabria para todo un año. Ya digo, un auténtico maná que ha servido para financiar obras como el saneamiento de la bahía, la autovía del agua… En el último periodo, desde 2006, la rebaja de fondos ha sido notable, y la situación tampoco invita a cofinanciar, pero las nuevas perspectivas pueden ser favorables. El balance, en todo caso, es netamente positivo. Es cierto que por el lado del ingreso no se ha acelerado un proceso de armonización fiscal que me parece que era imprescindible, porque no se pueden tener políticas comunes sin fiscalidad común. Eso está llevando a ajustes y sacrificios, porque lo que antes eran recomendaciones de la UE ahora son mandatos. Eso puede hacer que perdamos un poco de perspectiva cuando pensamos en Europa, porque siempre es complicado hacer balance en épocas de crisis.

Inmaculada Valencia, directora de la oficina del Gobierno de Cantabria en Bruselas.- Estar en la UE ha sido bueno para España y bueno para Cantabria. Y por muchas razones. Los años en que España negocia su adhesión fueron los años dulces de la UE: había un proyecto político, un liderazgo, gobernantes que tenían un sentido de Europa y que trabajaban con esa idea. Ahora también hay gobernantes que marcan las políticas, todos sabemos quiénes son, pero tengo dudas sobre si lo están haciendo con un sentido europeísta. En aquellos años la solidaridad era un valor recogido en los tratados fundacionales de la UE y respetado por aquellos que gobernaban. Los fondos de cohesión se crean entonces y, como consecuencia de todo eso, tanto España como Portugal van a ser receptores netos de fondos año tras año, una situación que nunca se había dado. En los treinta años pasados han sucedido muchas cosas, y quizá la más importante en lo que nos afecta es la incorporación de los países del este de Europa, que está en el origen de la reducción de fondos para los países que tradicionalmente habíamos sido receptores. Eso además pone en una situación complicada a quienes aportan esos fondos, porque hay que repartir entre más y además más dinero, dado que los nuevos países llegan con niveles de renta muy inferiores a los que tenían España y Portugal en los ochenta. Eso marca un antes y un después. La crisis económica marca otro, y ya no tanto en términos económicos, que también, sino en términos políticos: qué Europa queremos. Es un tema en el que merece la pena detenerse.

Pedro Nalda, secretario general de CEOE-Cepyme de Cantabria.- Por continuar con el balance, hay que decir que los argumentos son aplastantes, como han expuesto Ana e Inma. Hay que decir que no son sólo los fondos, es que se han aplicado a infraestructuras que nunca se hubieran podido realizar sin ellos, que están ahí y de las que seguimos beneficiándonos. Se modernizó la flota pesquera, las carreteras… No es sólo la cantidad, sino la calidad. Hay también beneficios sociales, quizá más difíciles de medir, más intangibles, pero no menos importantes: la oportunidad de salir fuera de España a trabajar, a aprender, o que vengan jóvenes o profesionales europeos aquí. Todo eso no se hubiera producido si estuviésemos fuera de la UE, una opción que hoy nos resulta completamente inimaginable. Ya se ha dicho aquí, pero me gustaría insistir el ello: hemos sido receptores netos de fondos europeos durante lustros, no creo que haya existido ningún otro país que lo haya sido durante tanto tiempo. Y hemos sido una referencia del éxito de las políticas europeas. Hay que recordar cómo era la España de 1986 y ver la España de hoy, que cuenta con infraestructuras que cualquiera que viaje fuera de España sabe que no tienen países que han sido los que han puesto el dinero para hacerlas, lo que es cierto que ha podido generar tensiones. Un ejemplo del éxito de las políticas europeas de cohesión y un acierto de los gobiernos españoles, con independencia de su color político.

Crisis, moneda única y política económica

Pedro Nalda.- El sentimiento europeo no existe. Es algo que viene de arriba a abajo, de los años 50, cuando unos visionarios, Schumann, Monnet.., dieron forma a una unión económica que es el origen de lo que hoy conocemos. Estamos hablando de cambiar en 60 años las estructuras de países que tienen 300 años de historia, y eso no es fácil. Teniendo eso en cuenta, hay que valorar lo que se ha hecho y lo que hoy es el principal problema de la unión: no hay unión política, ni liderazgo. Tenemos una moneda única sin un Estado detrás, lo que es un caso único en la historia, y que agrava ese problema de la falta de liderazgo. Ahora mismo en la toma de decisiones priman los intereses de cada país, y eso es incompatible con la integración económica. La cesión de soberanía es imprescindible. Otra cuestión que ha agravado las consecuencias de la ausencia de liderazgo es la ampliación a los países del Este, que se hizo con una visión cortoplacista, sin hacer los cambios necesarios ni en las instituciones de la UE ni en las estructuras de los propios países. Al final se da un choque de intereses que no hemos sido capaces de resolver.

Inmaculada Valencia.- Decía antes que la crisis ha marcado un antes y un después. La primera reacción ante las dificultades fue cuestionar el mercado único, cerrar las fronteras, porque no existía una única política económica, sino 28. Afortunadamente el mercado único ha sobrevivido. Existía una moneda única que nos hacía corresponsables, de manera que cuando un país no hizo los deberes se tomó la decisión histórica del rescate. Sin esa decisión, la UE hoy probablemente no existiría. Quienes no hace tantos años decían que era el final del euro y que volvían las divisas nacionales, no le hicieron ningún favor a Europa, ni en términos de proyección exterior, ni política y económicamente. Ahora mismo, o es el euro o no es Europa.

Ana Carrera.- Que la moneda única iba a situarnos en un escenario complicado lo sabíamos antes de Maastricht. Recuerdo un artículo de Guillermo de la Dehesa que ya entonces decía que mientras la economía fuera bien, no iba a haber problemas, pero que cuando las cosas fueran mal, las políticas que iban a aplicar quienes ejercen el liderazgo provocarían que los países del sur sufrieran. ¿Tanto y por tanto tiempo? No, eso no podía preverlo nadie. La obsesión por la sacrosanta inflación, por ejemplo. Todo muy del gusto alemán pero, cuidado, también Alemania tendrá que cambiar. Lo que ha quedado demostrado con el paso del tiempo es que esta crisis es, sobre todo, una crisis europea. Los países emergentes crecen al 5%, Estados Unidos poco menos… Los que seguimos estancados somos nosotros. ¿El euro se ha salvado? Muy bien. Ahora necesitamos políticas de estimulo. Con disciplina, con ahorro, con ajustes y reformas, de acuerdo, pero con políticas expansivas para crecer.
Reindustrializar Europa. El futuro de los fondos europeos.

Pedro Nalda.- Las economías de la UE se van a enfrentar a un reto complicado: cómo estimular el desarrollo empresarial, y sobre todo la industria. Quizá no podamos competir en algunos campos, pero habrá que ser capaces de competir en otros, porque reindustrializar Europa es imprescindible.

Inmaculada Valencia.- La cartera estrella de la próxima Comisión Europea va a ser la de empresas e industria, y tengo mucha curiosidad por ver quién va a ocuparla. Deberá reclamar una política industrial para Europa, y además reclamarla sin esas consideraciones medioambientalistas excesivas que tal vez ha tenido la UE que han ido en detrimento de su propio desarrollo. La UE no ha sido capaz de convertir esa defensa del medio ambiente en un liderazgo mundial. En ese campo, basta recordar lo que sucedió en la cumbre de Copenhague para comprobarlo. Eso se ha traducido en que hay países que tienen una política industrial que pasa por encima de cualquier consideración, lo que va en perjuicio de las industrias europeas. Estoy de acuerdo con Pedro en que la política industrial va a ser esencial, y confío en que gran parte de los fondos europeos se reorienten hacia ese área y otro tanto sucede con las empresas. Estoy convencida de que tanto los fondos del programa Horizonte 20-20, como el programa Cosme de competitividad para la empresa, hasta los propios fondos estructurales, van a tener una clara orientación de apoyo a las empresas. Hay que entender que van a ser menos fondos que en otras etapas, y que además no se podrán utilizar en cualquier cosa. Hay un menú obligatorio: ayudas a la innovación, a la internacionalización… esos van a ser los ejes. Los países menos desarrollados van a poder seguir haciendo infraestructuras con el dinero que llegue de Europa, pero no como las hicimos nosotros, porque Europa se va a tener que centrarse allí donde hay posibilidades de generar valor añadido, y eso es la industria y el tejido empresarial. Esos son los dos pilares para crear empleo y crecimiento.

Ana Carrera.- Los proyectos en los que se inviertan los recursos europeos tendrán que tener un valor tangible, y un socio privado. No digo que no se pueda plantar maíz, por ejemplo, pero habrá que hacerlo de otra manera, aplicando tecnología a la explotación o, no sé, haciéndolo con otro planteamiento. Y por supuesto la industria tiene que ser la clave, el eje sobre el que giren las políticas de crecimiento. La innovación es básica, y basta comparar lo que se invierte en I+D+i en Estados Unidos y lo que se invierte en Europa para ver dónde está uno de nuestros problemas. Probablemente es un problema de mentalidad, de cultura empresarial, pero habrá que cambiar eso.

Parlamento Europeo frente a Consejo Europeo: el nuevo modelo político de la UE

Inmaculada Valencia.- Por primera vez en la historia se vincula el resultado de unas elecciones europeas a quién va a presidir la Comisión Europea. Es cierto que el Consejo de Europa, que era quien nombraba hasta ahora el presidente, puede hacer otras lecturas… El Tratado de Lisboa dice es que el Consejo Europeo, los jefes de Estado y de Gobierno de los países de la UE, quien tiene la prerrogativa de proponer, por mayoría cualificada, a un candidato a presidir la Comisión. Pero el tratado dice también que debe hacerlo teniendo en cuenta el resultado de las elecciones europeas. ¿Cómo se entiende eso? El Parlamento Europeo no tiene dudas: los grupos políticos que tienen representación designan sus candidatos, y el Consejo escoge entre ellos a uno, que la lógica dice que tendrá que ser quien haya conseguido más escaños. Exactamente igual que sucede en los parlamentos nacionales. Así es también como yo lo entiendo, pero hay un debate abierto. En todo caso, el candidato que se proponga tendrá que conseguir el respaldo de la mitad más uno de los diputados, por lo que no creo que el Consejo se atreva a proponer alguien a espaldas de la cámara. En términos de valor democrático, estas elecciones, y la interpretación que hace el Parlamento del Tratado de Lisboa, me parecen un gran paso adelante. ¿Quién sería un buen candidato a gobernar la UE? Insisto en lo que decía sobre el liderazgo: hace falta alguien con capacidad para sacar adelante un proyecto europeo, europeísta, no un proyecto intergubernativo. Como anécdota diré que hace años, en un curso sobre la UE celebrado en la UIMP, me preguntaron precisamente quién podía ser, a mi juicio, un buen presidente de la UE. Contesté que me parecía que Jean Claude Juncker y Guy Verhofstadt tenían el perfil adecuado. Me alegra que ambos sean dos de los candidatos que se presentan a estas elecciones.

Ana Carrera.- Sobre este asunto, más que una reflexión yo haría una pregunta: cuánto poder va a tener el presidente de la Comisión Europea. Porque es verdad que en Europa hay un déficit democrático que puede paliarse con la elección del presidente de la Comisión Europea por parte del Parlamento, pero si luego quien va continuar ejerciendo el poder es el Consejo, no habremos avanzado gran cosa.

Inmaculada Valencia.- La gran ventaja del nuevo sistema es que si el presidente, desde el primer día, cuenta con el respaldo del Parlamento, va a contar con una fuerza capaz, no digo de neutralizar al Consejo, pero sí cuanto menos de contrarrestar el efecto intergubernalista de este. El Parlamento no es ya el órgano más o menos decorativo que era hace unos años, hoy es una institución todopoderosa. El gol que ha marcado al Consejo con su interpretación del artículo del Tratado de Lisboa, es histórico, y pone un freno a la deriva intergubernamentalista que estaba tomando Europa. Es algo histórico que puede contribuir a solucionar la falta de liderazgo europeísta de la que venimos hablando.

Pedro Nalda.- En términos de paliar el déficit democrático, es positivo que el Parlamento tenga un papel más activo, pero yo quiero llamar la atención también sobre los riesgos. Podemos ir hacia un modelo que, en efecto, parecido al de los parlamentos nacionales, y sabemos lo que eso puede significar, que primen los intereses cortoplacistas y partidistas en detrimento de los proyectos a largo plazo, que son los que necesita Europa. Es cierto que todos los líderes son de un partido, o de un país, pero las grandes figuras históricas son las que han sido capaces de ir más allá de eso, de pensar más allá de las próximas elecciones, sin importarle que los frutos de su trabajo los recojan otros. Es un peligro que cada cuatro años se cambie todo en función de unos colores. Con el nuevo sistema de elección puede pasar eso. No pongo en duda que exista gente capaz, pero si el Consejo se pone de acuerdo en un nombre, y se le da un mandato de diez años, quizá se pueda evitar el riesgo de los electoralismos.

Inmaculada Valencia.- En esta etapa del Tratado de Lisboa, que casi ha coincidido en el tiempo con los actuales Consejo de Europa y Comisión Europea, se ha puesto de manifiesto la bicefalia de esta UE. Tenemos una Europa común, la de Barroso, y una Europa intergubernativa, de 28 gobiernos, con el señor Van Rompuy. Barroso y Van Rompuy acuden juntos a las cumbres, los dos, y lo hacen porque no hay una verdadera política europea. ¿Que sea la comisión intergubernativa la que proponga al candidato a presidente? No sé, me gusta más que lo haga el Parlamento.