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Medio siglo de un cambio de paradigma en la gestión de los riesgos laborales

La conmemoración del cincuentenario del Instituto Cántabro de Seguridad y Salud en el Trabajo da pie a echar la vista atrás hasta el que puede considerarse el momento fundacional del sistema con el que hoy tratan de minimizarse las posibilidades de sufrir accidentes y enfermedades profesionales en el desempeño del trabajo. La constitución en 1973 del Gabinete Técnico de Seguridad y Salud en el Trabajo, antecedente del actual Instituto Cántabro de Seguridad y Salud en el Trabajo (Icasst), situó a Cantabria a la vanguardia en una materia que hasta entonces apenas había sido objeto de atención, y que tuvo en el centro construido en la santanderina avenida del Faro un modelo para los que después fueron poniéndose en marcha en el resto de España.

El vértigo del lienzo en blanco, pero también la amplitud del horizonte que se abre a la mirada de quienes tienen la oportunidad de partir de cero. Entre esos extremos tuvieron que moverse todos cuantos tuvieron alguna intervención en la puesta en marcha del Gabinete Técnico de Seguridad y Salud en el Trabajo de Santander, un organismo nacido en el marco del plan nacional aprobado en 1971 por el Gobierno de entonces y que suponía –como la propia ley que lo hizo posible– el primer intento de enfrentarse a los riesgos laborales con algo más que el mayor o menor empeño que en ello pusieran empresas y trabajadores. La celebración este pasado 26 de abril del cincuentenario del Instituto Cántabro de Seguridad y Salud en el Trabajo (Icasst, el organismo que tiene ahí su antecedente) da la oportunidad de repasar la afortunada conjunción de circunstancias y voluntades que hizo posible que en la capital de la entonces provincia de Santander se dieran los pasos iniciales de un modelo en la gestión de los riesgos y enfermedades en el trabajo  más cercano al actual de lo que puede llevar a pensar el tiempo pasado desde entonces.

Es obligado hacer un apunte sobre las fechas que propician el aniversario, y que coinciden solo en parte con las que dan cuenta de la historia del organismo en el que hay que buscar el origen de lo que hoy es el Icasst. Quien fuera el primer director del Gabinete Técnico de Seguridad y Salud en el Trabajo, Alberto Cuartas, recuerda que este comenzó a trabajar como tal bastante antes de que se inaugurara en octubre de 1973 el edificio de Mutua Montañesa en la avenida del Faro, de Santander, el acontecimiento que propicia la efeméride del cincuentenario.

La mención a la mutua y a su sede, en principio ajenas ambas tanto a lo que fue el Gabinete Técnico de Seguridad y Salud en el Trabajo como a lo que hoy es el Icasst, revela alguna de las claves que explican que una provincia que no contaba entonces con mucho mayor peso del que hoy tiene Cantabria pasase a contar con unas instalaciones que no solo fueron las primeras de esa naturaleza habilitadas en España, sino que se convirtieron en el modelo de las que después fueron abriéndose en el resto del territorio. Antes de que se aprobara en 1971 el Plan Nacional de Seguridad e Higiene del Trabajo, explica Alberto Cuartas, todo lo que se hacía en esta materia dependía de la labor de las pocas empresas que contaban con servicio médico –solo las de más de 1.000 trabajadores tenían la obligación de tener un facultativo a tiempo completo– de los poquísimos servicios técnicos existentes –también limitados a las empresas de mayor tamaño– y de la inspección de trabajo, que sumaba esa a sus muchas otras funciones, y siempre desde un punto de vista de control y sanción de los incumplimientos normativos, no de prevención.

A esto hay que añadir a algunas mutuas que, por propia iniciativa, habían decidido poner en marcha un servicio de prevención para asesorar a sus empresas. Una de las que lo hizo, en 1970, fue Mutua Montañesa. “Para ello deciden contratar a un ingeniero industrial que acababa de terminar la carrera en Bilbao: a mí”, recuerda Cuartas.

La inauguración del centro de rehabilitación de Mutua Montañesa y del Gabinete Técnico de Seguridad y Salud en el Trabajo, recogida por El Diario Montañés del 9 de octubre de 1971.

Primeros pasos de un proyecto ilusionante

En esas funciones estaba cuando en 1971 se aprueba el Plan Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, que preveía la construcción de una red de gabinetes técnicos provinciales, dirigidos cada uno de ellos por un jefe a designar desde Madrid por el responsable del programa, el doctor José González de la Puerta. Para divulgar los contenidos y actuaciones previstas en esta iniciativa, González de la Puerta se desplazó a Santander a pronunciar una conferencia invitado por la Cámara de Comercio, un viaje que aprovecha para visitar las obras del edificio de Mutua Montañesa, con Alberto Cuartas como guía.

De ese contacto, que bien puede calificarse de fortuito, nace una propuesta que Alberto Cuartas solo aceptó tras contar para ello con el beneplácito de quienes hasta entonces eran sus jefes: la de dirigir el futuro Gabinete Provincial de Seguridad y Salud en el Trabajo de Santander. Es ahí donde arranca la conexión entre dos organismos –el gabinete técnico y la propia mutua– sin ninguna relación orgánica entre ellos pero que, al menos en lo tocante a Cantabria, iban a quedar así definitivamente emparentados. Porque los vínculos entre Cuartas, sus nuevos cometidos y su antiguo trabajo iban a hacer posible el que finalmente se convertirá en principal elemento diferenciador del organismo que estaba dando sus primeros pasos: las instalaciones que en una parte del edificio de la Avenida del Faro acogerían a partir de 1973 el Centro de Higiene y Seguridad en el Trabajo, y que son las mismas donde hoy mantiene su sede el Icasst.

Los meses que pasan desde el nombramiento de Cuartas hasta la inauguración del centro son el tiempo en que se vive más intensamente aquello del lienzo en blanco y el partir de cero: el diseño de las instalaciones, su equipamiento, la contratación del personal, el esbozo de las funciones y competencias de cada cual y, en suma, el trazo de un camino todavía por recorrer.

En el relato de Alberto Cuartas abundan las anécdotas sobre aquella etapa, algunas muy significativas sobre lo novedoso de lo que estaba haciéndose, como las consultas, sugerencias e ideas que dieron lugar al diseño del primer sistema que permitió realizar audiometrías simultáneas a varias personas, un enorme salto adelante para evitar colapsos a la hora de hacer los reconocimientos médicos. O la ayuda prestada por el doctor Manuel Arroyo, ya por entonces un químico de prestigio, para el diseño de los laboratorios del centro y para dotarles de profesionales.

Los laboratorios y la sala de audiometrías eran dotaciones clave para realizar dos de las funciones que tenía encomendadas el centro en construcción: realizar los análisis ambientales que fueran necesarios para detectar y corregir los problemas que pudieran detectarse en los centros de trabajo dentro de ese ámbito, y hacer los reconocimientos médicos a trabajadores de las pequeñas y medianas empresas, que como hoy eran mayoría dentro del conjunto de la fuerza laboral, pero que no tenían acceso a ese servicio, que solo realizaban las grandes compañías obligadas a contar con servicio médico.

El doctor Manuel Arroyo colaboró en el diseño de los laboratorios del centro. Foto: Icasst.

Referencia para todo el país

El papel pionero que iba a tener el centro del Faro, consecuencia tanto de la libertad con la que pudieron trabajar los encargados de su diseño y puesta en marcha como de las posibilidades que brindó el poder contar con un espacio como el facilitado por Mutua Montañesa, dio lugar a que las de Cantabria fueran el espejo en que se miraban las instalaciones que en los años siguientes fueron constituyendo la red prevista en el Plan Nacional de Seguridad e Higiene del Trabajo. Felizmente, y como sucede en otro ámbito sanitario con el Hospital Marqués de Valdecilla, Cantabria había pasado a contar con una dotación que excedía con mucho lo que correspondería al tamaño de la provincia, a su peso económico o al número de empresas y trabajadores a los que se daba cobertura.

Desde aquellos momentos doblemente fundacionales –por lo que suponía organizar un centro completamente nuevo, y también por la entrada en vigor de una normativa que regulaba una materia que hasta entonces había quedado fuera del foco normativo– el marco legal de la prevención de riesgos laborales ha registrado una enorme transformación, aunque siempre avanzando en una dirección que en buena medida ya se apuntaba en el plan de los años setenta del pasado siglo. A aquel documento que venía a poner el acento en el fomento de una cultura preventiva, y no en la reacción ante el hecho consumado del accidente, le siguió en 1995 la primera ley española específicamente dirigida a regular la prevención de riesgos laborales, en 1995, en la que se establecían estructuras organizativas, funciones, procedimientos y recursos para su aplicación. En ese nuevo escenario encajó sin mayor dificultad el que fuera Centro de Higiene y Salud en el Trabajo, convertido ya en Instituto Cántabro de Seguridad y Salud en el Trabajo.

En 1973, cuando echó a andar el nuevo organismo, se producían en Cantabria casi 20.000 accidentes por cada 100.000 trabajadores; el año pasado fueron poco más de 6.000.

A Alberto Cuartas, director hasta 1986, le siguieron en el cargo Pedro Obregón, Amalio Sánchez, Álvaro Plaza y Ana González Pescador, actual directora. Pero más allá de a quién cupiera en cada momento esa responsabilidad, los objetivos del organismo apenas han cambiado desde sus orígenes: promover la prevención de riesgos laborales y la mejora de las condiciones en las que desempeñan su labor los trabajadores de Cantabria. Para el cumplimiento de esos fines siguen realizándose labores de asesoramiento técnico y de promoción de la cultura preventiva y se imparten cursos de formación. El Icasst, y esto sí que marca distancias con la entidad en la que el instituto tuvo su origen, es también hoy el foro en el que a través del diálogo social se definen las estrategias de seguridad y salud en el trabajo, con la aportación de representantes de los sindicatos, la patronal y la propia Administración.

La elaboración de estadísticas y estudios convierte, hoy como ayer, la relación de tareas del Icasst en una labor que pone cifras al enorme salto que se ha dado en materia de prevención de riesgos laborales en el medio siglo pasado desde que se pusiera en marcha el antiguo gabinete técnico: en 1973, cuando echó a andar el nuevo organismo, se producían en Cantabria casi 20.000 accidentes por cada 100.000 trabajadores; el año pasado fueron poco más de 6.000. En esa evolución se resume buena parte del camino recorrido en ese tiempo.