La convivencia posible entre la protección del medio natural y la actividad socioeconómica

Liderado por el Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria, con la participación de diversos socios públicos y privados, cofinanciado con fondos europeos y tras cinco años de trabajo sobre el terreno, el proyecto Convive Life ha podido demostrar que es posible un equilibrio que integre la actividad socioeconómica y la protección del medio natural. La iniciativa se ha centrado en los estuarios de Tina Mayor, Oyambre, Joyel y la laguna de Victoria, donde ha identificado usos compatibles con la protección de los espacios y ha puesto en marcha actuaciones concretas para el desarrollo económico y la mejora medioambiental

J. Carlos Arrondo | Diciembre 2020

 En Cantabria hay veintiún ‘Lugares de Importancia Comunitaria’ (LIC) –cuya superficie total asciende a 134.214 hectáreas– y ocho ‘Zonas de Especial Protección para las Aves’ –que suman 79.110 hectáreas– integrados en la Red Natura 2000, el principal instrumento con el que cuenta la Unión Europea para la conservación de la biodiversidad en su territorio. Varias de esas áreas protegidas son terrenos litorales en los que la presencia humana, su actividad social y económica, durante décadas e incluso siglos ha supuesto un impacto sobre el ecosistema que ha llegado a poner en peligro su supervivencia. Liderado por el Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria (IHCantabria), con la participación de diversos socios públicos y privados de la comunidad y cofinanciado con fondos euro- peos, el proyecto Convive Life –recientemente clausurado, tras cinco años de trabajo en varias zonas costeras– ha podido demostrar que es posible un equilibrio que integre la actividad socioeconómica y la protección del medio natural.

“Se suele tener la concepción de que en las áreas protegidas hay una prohibición total para realizar actividades, en beneficio únicamente de la conservación de hábitats y especies. Pero en todos los países europeos la Red Natura incluye espacios en los que hay actividad económica”, aclara José Antonio Juanes, director de Formación del IHCantabria y coordinador de Convive Life. En su opinión, para comprender la iniciativa es importante interpretar el contexto de desarrollo del Pacto Verde Europeo –mediante el que se aspira a alcanzar una economía sostenible– en el que nos encontramos: “Nuestro bienestar como sociedad depende plenamente de lo que llamamos ‘servicios ecosistémicos’, que no son otra cosa que los beneficios que sacamos de la naturaleza. Lo que busca el proyecto es la mejor forma de optimizarlos”.

Convive Life ha sido promovido por el IHCantabria, centro especializado en los diversos aspectos científico- tecnológicos del ciclo del agua. Su director de Formación y responsable del área de Hidrobiología y Gestión Ambiental destaca el logro que ha supuesto poder transferir la investigación básica a una serie de trabajos específicos: “Ha sido un proyecto en el que ha participado mucha gente del Instituto: ingenieros, biólogos, etc. Lo que hemos tratado de aportar a la sociedad es un conocimiento transformado en actuaciones que permitan que la actividad socioeconómica se desarrolle de forma eficiente en convivencia con la conservación”. A esta tarea se ha sumado también la labor conjunta llevada a cabo por varios socios, tanto del ámbito público como del privado, como la Consejería de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, el Ayuntamiento de Arnuero, la Sociedad Española de Ornitología (SEO), Aves Cantábricas SL y Constructora Obras Públicas San Emeterio SA (Copsesa).

Para su puesta en marcha, el IHCantabria se apoyó en la experiencia adquirida antes en la elaboración de los planes de gestión que regulan los espacios protegidos de la Red Natura 2000, concretamente en los relativos a los diferentes estuarios cántabros. “Los planes de gestión se basan, primero, en un buen diagnóstico, que permite reconocer cuáles son los problemas, y que en nuestro caso duró mucho tiempo y fue muy

potente. La otra parte es buscar soluciones a esos problemas en un plazo de seis años para los más prioritarios”, señala José Antonio Juanes, y apunta la oportunidad que el programa LIFE –instrumento de la Unión Euro- pea para financiar la conservación del medio ambiente–ofrecía para llevar a cabo las actuaciones necesarias: “Europa nos facilita el trabajo que tendríamos que hacer en Cantabria para poner a punto esas soluciones”. Presupuestado en aproximadamente 1.325.000 euros para el periodo 2015-2019, aunque finalmente se ha extendido hasta 2020, Convive Life ha contado con una aportación de fondos europeos del 60% de dicho montante.

El proyecto ha sido desarrollado en los estuarios de Tina Mayor, Oyambre, Joyel y la laguna de Victoria, áreas –las dos primeras pertenecientes al LIC ‘Rías Occidentales y Duna de Oyambre’ y las otras dos al LIC ‘Marismas de Santoña, Victoria y Joyel’– en las que se han ejecutado actuaciones específicas conforme a las características de cada espacio. Los estuarios atesoran gran importancia biológica y contribuyen a mitigar el cambio climático, así como a la generación de valor mediante actividades de diverso tipo, como las de recreo o ecoturismo, entre otras. “Para nosotros, como científicos, son la ‘joya de la corona’. Pero también para la sociedad porque vive en torno a ellos y proporcionan beneficios”, indica el investigador de IHCantabria y coordinador de Convive Life. Sin embargo, son sistemas fuertemente presionados por la acción humana y que están amenazados por cuatro problemas principales: la proliferación de especies invasoras, las alteraciones de los flujos de marea debidas, fundamentalmente, a la presencia de diques, el vertido de aguas residuales y la eutrofización –presencia excesiva de nutrientes– en el medio.

José Antonio Juanes, director de Formación del IHCantabria y coordinador de Convive Life, en las instalaciones del Instituto de Hidráulica.

Uno de los elementos de los estuarios que requería una recuperación más urgente era la vegetación, daña- da por la chilca (baccharis halimifolia), un arbusto que crece en zonas semihundidas y que se extiende rápidamente y de manera agresiva. “Uno de nuestros objetivos era eliminarla, lo que nos ha llevado mucho tiempo. Hemos replantado vegetación autóctona y abierto barreras que evitaban que entrara la marea, una de las razones por las que ha ido invadiendo esta especie”, explica José Antonio Juanes. La existencia de diques y la retención de aguas a causa de la acción del hombre también han originado diversas actuaciones en el marco del proyecto Convive Life. Su coordinador matiza que buena parte de esas obras proceden de principios del siglo XX cuan- do se consideraban insalubres los estuarios y, para evitar enfermedades, se propició su cierre y el relleno para actividades agropecuarias, pero que esa actividad antropogénica ya no existe y es importante restaurar esos espacios: “Valoramos la recuperación por los beneficios que asociamos a esos ecosistemas: biodiversidad, protección costera y reducción de la erosión, secuestro de carbono, etc”.

Un ejemplo de este tipo de actuaciones es la que se ha llevado a cabo en la marisma de Joyel, en la laguna formada por el cerrado del molino de marea de Santa Olaja, una edificación que tuvo un uso tradicional durante cinco siglos y hoy tiene un inte- rés turístico y educativo. La combinación de unas aguas estancadas con poca profundidad y un exceso de nutrientes, con la luz y la temperatura adecuadas, ha sido el caldo de cultivo para un proceso de eutropización, de producción masiva de algas verdes que hace peligrar la supervivencia del hábitat. “Había un problema de retención del agua y lo que se ha hecho ha sido mejorar las condiciones de flujo de agua con la laguna a través de las muelas del molino. Además, esto permite a la gente ver cómo funcionaba en la antigüedad”, resume José Antonio Juanes. En el estuario de Joyel también se ha cambiado una clapeta con el fin de mantener el agua precisa para conservar las aves de la zona y poder disponer de la evacuación necesaria para evitar inundaciones en Noja.

Una de las obras más destacadas durante el desarrollo del proyecto Convive Life ha sido la mejora en la circulación de la corriente en la ría del Capitán, en Oyambre. La idea inicial era retirar completamente un dique que impedía la acción de las mareas, de manera que al liberar la entrada de agua se pudiera recuperar un hábitat natural muy dañado por la presencia de chilca. “El ayuntamiento nos planteó que quería mantener el paso a la playa y lo que hicimos fue rebajar el dique hasta la cota de terreno para que, al menos, se pudiera pasar en bajamar”, detalla el responsable del área de Hidrobiología y Gestión Ambiental del IHCantabria, que advierte de la provisionalidad de la solución: “Ya hay una brecha más grande que la que abrimos nosotros. La naturaleza, que es tozuda, al final nos lleva a lo que tendríamos que haber hecho desde el principio. Se lo estaba comiendo y, en función de las mareas, de las corrientes, se lo acabará comiendo en tres, en cinco o en diez años”.

Otra actuación relevante en el marco de Convive Life ha sido la instalación en el estuario de Tina Menor, en la zona que tiene en concesión la empresa de acuicultura Sonrionansa, de un innovador filtro verde para la depuración de aguas marinas. “No se trataba de depurar los vertidos de una empresa que tiene su autorización perfectamente en regla y depura sus aguas, sino únicamente queríamos demostrar que somos capaces de afinar un poco más”, subraya el responsable del proyecto, que a través de uno de sus socios, Aves Cantábricas, financió a la Asociación RIA, con experiencia en la fitodepuración, para diseñar esta tecnología: “Un filtro verde basado en plantas autóctonas que ha sido patentado y que supone una experiencia interesante para poder replicarlo en otros sitios donde sí puede haber un problema de depuración”. Esta intervención visibiliza la apertura a la colaboración con terceros como una característica importante del programa. Otra particularidad, distintiva de todos los proyectos Life, son las actividades de divulgación, sensibilización y participación ciudadana.

Las actividades ‘CoEduca’ han sido el instrumento para canalizar la divulgación entre la población infantil mediante talleres de educación ambiental, en colegios y en las propias zonas de estudio, tanto en oriente como en occidente. A los vecinos y usuarios se les trasladó la problemática de esas zonas y se trató de consensuar con ellos las soluciones en los talleres ‘Convive’, que José Antonio Juanes lamenta no fueran muy numero- sos: “Me hubiera gustado que hubiera más gente participando para contarle lo que el medio ambiente nos proporciona en realidad. El paisaje, la calidad del agua, cuando los perdemos nos damos cuenta del valor que tenían para nosotros”. Sin embargo, considera muy buena la colaboración con las diferentes administraciones, coordinada en las jornadas ‘Coopera’: “Todo ha sido muy fluido, tanto a nivel estatal como autonómico y local”. El hecho de que hayan participado como socios en el proyecto instituciones públicas muy alineadas con su espíritu, como la Dirección General del Medio Natural o el siempre activo en actuaciones medioambientales Ayuntamiento de Arnuero, han contribuido a su mejor desarrollo.

Concluido el programa, toca valorar el grado de cumplimiento de los objetivos iniciales. Su responsable asegura que, incluso contando con los problemas derivados de la modificación de la Ley de Contratos del Estado, que supuso alargarlo un año más sin fondos adicionales, su nivel de ejecución ha sido máximo: “Ese ha sido el único punto crítico. Un porcentaje muy pequeño de actividades no se ha podido hacer por la covid, como el acto final, pero el resto se han cumplido a rajatabla”. El director de Formación del IHCantabria recuerda que los proyectos Life son muy competitivos, como lo demuestra el hecho de haber tenido que intentarlo tres veces antes de poder acceder a este instrumento financiero europeo. Con la experiencia reciente de Convive, ahora han sido capaces de iniciar otro –con participación portuguesa y holandesa– también focalizado en los estuarios cántabros: “Estamos valorando cuánta capacidad tienen de absorber emisiones de CO2 y qué protección nos dan frente a la erosión y la inundación. Al mismo tiempo, estamos tratando de ver cómo el valor de que las propiedades estén protegidas por elementos naturales se puede incorporar a los seguros”.

Instalaciones del Instituto de Hidráulica (IH Cantabria), en el PCTCAN.

El éxito de este tipo de programas va más allá del prioritario objetivo de conservar los ecosistemas. La recuperación del entorno del molino de Santa Olaja, en el marco de Convive Life, ha permitido al Ayuntamiento de Arnuero atraer un mayor número de visitantes, lo cual es un ejemplo de cómo una actuación en un espacio natural puede ser compatible con un beneficio socioeconómico. José Antonio Juanes considera importante acercar a las empresas a la conservación ambiental y sugiere el caso de Sonrionansa, ubicada en el estuario de Tina Menor: “Ha sido muy activa en el mantenimiento del filtro verde. Además, ha desarrollado un plan de gestión de ese espacio y es consciente de que se puede utilizar también para el turismo activo de aves o de pesca en las lagunas. A corto y medio plazo, el futuro está en implicar al sector privado en la gestión de la conservación de hábitats y especies, para lo que se debe conseguir que haya un retorno económico”.