La fortaleza de la empresa familiar

El 92,1% de las compañías que operan en Cantabria son empresas familiares, las cuales representan el 82,5% del empleo generado por el sector privado y el 61,8% del valor añadido bruto. Con 33 años de antigüedad media y menores índices de endeudamiento, han demostrado mayor resistencia que las firmas no familiares ante las caídas de rentabilidad propias de toda crisis económica.

Texto de Jesús García-Bermejo @chusgbh

A día de hoy, y a pesar de la crisis, el 88,9% de las empresas de nuestro país son de carácter familiar, las cuales generan el 66,7% de los puestos de trabajo del sector privado –6,58 millones de empleos frente a los 3,28 millones del resto de firmas– y el 57,1% del valor añadido bruto. Estas son algunas de las conclusiones que se desprenden del estudio La empresa familiar en España (2015), elaborado por el Instituto de Empresa Familiar (IEF) y su red de 38 cátedras gracias al patrocinio del Banco Santander. Este análisis, surgido de la iniciativa de la Asociación Cántabra de la Empresa Familiar (Acefam) y la cátedra de la Universidad de Cantabria, es el más completo y pormenorizado de todos los realizados hasta la fecha en la materia, no en vano ha necesitado de dos años de trabajo, 80 investigadores y de una muestra que se ha elevado hasta las 142.000 compañías, lo que da una idea de su fiabilidad.

Atendiendo a los resultados obtenidos, cabría afirmarse que han sido este tipo de sociedades las que han mantenido un mayor compromiso con el empleo durante los últimos ejercicios, aunque en muchos casos ello haya supuesto un recorte a su rentabilidad y productividad. De hecho, el grueso de la destrucción de puestos de trabajo se ha concentrado en las empresas familiares que se han visto abocadas al cierre, ya que las que han seguido activas han incrementado plantilla, pasando de 4,7 empleados por cada millón de euros facturados en 2007 a 5,1 profesionales en 2013. Es más, las firmas no familiares han sobrevivido a la crisis, precisamente, mediante ajustes en el empleo, reduciendo la cifra en el mismo periodo de 3,1 trabajadores por millón de euros a 3 exactamente.

Menor tasa de supervivencia

En nuestra región el peso de la empresa familiar es mayor si cabe que en el resto del país, y el 92,1% de las compañías que operan en territorio cántabro pertenecen a este perfil. Estas representan el 61,8% del valor que aporta el sector privado a la riqueza económica de la comunidad autónoma, así como el 82,5% del empleo generado. Y todo ello sin olvidar que el estudio no ha tenido en cuenta a aquellas empresas con forma jurídica diferente a la sociedad anónima y a la sociedad limitada, o lo que es lo mismo, a los autónomos, por lo que las cifras resultantes podrían considerarse, incluso, conservadoras.

Si bien es cierto que no se profundiza en las causas de la mayor presencia de este tipo de firmas en la región, Concepción López, una de las principales autoras del análisis y directora de la Cátedra de Empresa Familiar de la Universidad de Cantabria, intuye algunos de los motivos. “A medida que el tamaño de las compañías disminuye, aumenta el número de empresas familiares, y en nuestra comunidad autónoma la gran mayoría de las firmas son pequeñas. Además, los sectores industrial y financiero tienen poco peso en la región, frente a otros como hostelería, construcción, comercio, agricultura o ganadería, en los que este tipo de organizaciones están más presentes. De cualquier forma, en unas semanas tenemos previsto iniciar un estudio más detallado a nivel de Cantabria con el que se responderían este tipo de cuestiones de forma objetiva y cuantificable”.

Lo que sí que parecen dejar claros los datos es hasta qué punto la crisis se ha cebado con las empresas familiares: casi el 92% de las firmas que se perdieron entre 2007 y 2013 correspondieron a este perfil. De hecho, la tasa de mortalidad de estas compañías para el mismo periodo ha sido del 18,3%, prácticamente el triple que la de las no familiares –6,6%–.  La menor dimensión relativa de este tipo de sociedades vuelve a ser uno de los posibles factores para encontrar explicación a las cifras, aunque el estudio no descarta otras razones de índole sectorial o de tipo organizativo. “Muchas se dedican al ladrillo, y es de sobra conocido qué sector ha sido el más castigado por la crisis –comenta Concepción López–. Por otra parte, ese compromiso con los trabajadores, por los lazos que se crean y que trascienden el ámbito puramente mercantil, da lugar a estructuras mucho más rígidas, lo que en ocasiones puede provocar dificultades para adaptarse a los vaivenes del mercado, con la consiguiente perdida de productividad”.

Así, si en 2007 las empresas familiares contaban con una rentabilidad del 6,3%, frente al 5,5% de las no familiares, a cierre de 2013 los índices se habían desplomado hasta el -0,5% en el caso de las primeras y el -0,4% en el de las segundas, lo que pone de manifiesto la resistencia de las compañías objeto de estudio. Además, los resultados confirman que aquellas que superan el umbral de los 50 trabajadores son capaces de obtener rentabilidades superiores al resto, lo que rompe con el mito de que estas son siempre más pequeñas y menos provechosas.

Un ejemplo claro de esa capacidad de supervivencia de lo encontramos en el comercio tradicional de Santander, concretamente en la calle Francisco de Quevedo. Allí cuenta con un amplio establecimiento La Conchita, firma fundada en 1908 y por cuyos mostradores han pasado ya cuatro generaciones de la familia Casuso, una trayectoria no exenta de dificultades. “Hemos vivido varias crisis económicas, dos cambios de moneda, una Guerra Civil, un incendio, el surgimiento de las grandes superficies y la llegada de las franquicias y multinacionales, aunque no recuerdo un periodo tan duro ni prolongado como el que se inició en 2008 –expone Pedro Jaime Casuso, nieto de la fundadora del negocio y director del mismo hasta 2011, fecha en la que cedió el testigo a dos de sus seis hijas–. Son muchos los comercios a los que hemos tenido que decir adiós en la ciudad durante los últimos años, y me temo que, salvo que la situación cambie radicalmente, otros tantos les acompañarán no a mucho tardar”.

El largo plazo, clave

Los distintos aspectos analizados en el estudio La empresa familiar en España (2015) ayudan a esbozar un perfil de este tipo de compañías en nuestro país: cuentan con una media de 29 empleados, el 33% de ellas apuestan por los mercados internacionales, sólo el 19% diversifican productos y prácticamente el 50% invierte en innovación, ya sea a nivel organizativo, de procesos o en marketing.

Otra característica destacable es su mayor longevidad, que se prolonga, de media, hasta los 33 años, muy por encima de la antigüedad de las empresas españolas, que el Instituto Nacional de Estadística(INE) sitúa en torno a los 12 años. Este aspecto guarda estrecha relación con su ratio de endeudamiento, que en 2007 se situaba en el 67,2%, elevándose hasta el 73% a cierre de 2013. Por su parte, las firmas no familiares lo vieron incrementado del 68,7 al 92,9% en el mismo periodo, datos que se explican por el compromiso de los propietarios familiares a la hora de mantener la financiación con sus propios recursos, como parte de una visión a largo plazo relacionada con la transmisión de la sociedad a las siguientes generaciones. “Desde 2008 las ventas han caído cerca de un 50% y, de los 18 establecimientos que nos dedicábamos al textil para el hogar y la ropa interior de señora y caballero, apenas quedamos cuatro –lamenta Pedro Jaime Casuso–. Si nosotros seguimos aquí es porque desde 2008 venimos cuadrando las pérdidas de cada ejercicio con las reservas que logramos reunir cuando las cosas iban mejor. Ya desde bien pequeño mi abuela me enseñó que, si ganaba cuatro, sólo debía gastar dos o, como mucho, tres, un consejo que bien vale la supervivencia de La Conchita. Mi jubilación y el hecho de contar con el local en propiedad también han ayudado y, sin ir más lejos, nos han permitido mantener la plantilla, formada por mis dos hijas y una dependienta que lleva ya 13 años con nosotros”.

De cara al futuro, Concepción López recomienda a las compañías familiares crecer hasta los 20 ó 25 empleados, lo que, de acuerdo a las estadísticas, les permite multiplicar su eficiencia y productividad. Además, deben caminar hacia una mayor profesionalización en la gestión para evitar que las decisiones se confundan o se subordinen a intereses que nada tienen que ver con variables económicas, aspectos que también han de tenerse en cuenta en el siempre complejo proceso de sucesión. “Es técnicamente muy laborioso y bastante traumático. De hecho, el porcentaje de compañías que pasan de la primera a la segunda generación apenas alcanza el 50%, y por motivos similares: no hay un sucesor claro, surgen problemas entre los distintos herederos, no se aborda el tema con la suficiente antelación por ser tabú, no hay una voluntad clara de transmisión… La formación y la labor de las asociaciones territoriales es fundamental para superar este tipo de obstáculos”.

En lo que respecta a La Conchita, tras un 2015 en el que la firma logró recuperar el equilibrio, cuadrando el balance sin necesidad de acudir al fondo de reservas, el comienzo de 2016 no ha sido especialmente alentador. En este sentido, desde el centenario establecimiento se confía en una pronta estabilización de la situación política del país para retomar a la senda de crecimiento iniciada en el último trimestre del pasado ejercicio. “Somos referencia, estamos especializados, dominamos el producto… Es el momento de aguantar y esperar tiempos mejores”, sentencia el padre de las actuales responsables del comercio.