La paradoja del pádel
Es el deporte de moda, crece el número de practicantes y es casi imposible encontrar pista donde jugar en algunos horarios, pero este desequilibrio entre la oferta y la demanda no se traduce en una mayor rentabilidad de las instalaciones. La fuerte inversión inicial y la apertura de pequeños centros como recurso para el autoempleo, con la consiguiente guerra de precios, son dos de las razones para que las cuentas no salgan.
Un reportaje de Jaime del Olmo
El pádel es uno de los deportes más emergentes en España. En los 27 años de vida desde que se comenzó a practicar en nuestro país, el número de jugadores federados ha crecido de manera exponencial, de 422 licencias a cerca de 45.000 y continúa en ascenso. Y a nivel amateur, el pádel en España está suponiendo año tras año una auténtica revolución: cada vez son más los que se animan a empezar a jugar. En paralelo, también son cada vez más los centros que ofrecen instalaciones para hacerlo, en una carrera que apenas es capaz de satisfacer la demanda que existe. Cualquiera podría pensar que esa es una situación envidiable para cualquier negocio, pero lo cierto es que a los emprendedores que se han animado a hacer una apuesta por el pádel no terminan de salirle las cuentas, algo que no sorprende a quienes llevan años en el sector de los centros deportivos, y que tienen ese juego como parte de su oferta. En materia deportiva, dicen, las cosas nunca son sencillas.
Hay varias claves que podrían explicar el éxito del pádel: la facilidad de la técnica, que hace que se aprenda a jugar rápidamente y se note la evolución en poco tiempo; que a nivel amateur no sea necesario tener una gran forma física (lo pueden practicar desde niños hasta gente mayor); que es un deporte muy social que permite conocer mucha gente, y que básicamente es muy divertido practicarlo. Este deporte ya se ha quitado la etiqueta que lo concebía como elitista, ligado a las clases altas, o a veteranos deportistas que ya no tenían fondo físico para aguantar la exigencia de un partido de tenis.
También en Cantabria tuvo que pasar un tiempo para asumir que el deporte de la raqueta por excelencia y pádel podían convivir, aunque el tenis va perdiendo paulatinamente en número de federados. En nuestra región hay 2.687 personas –el 70% hombres y el 30% restante de mujeres, aproximadamente– que han expedido su licencia de pádel, las cuales se aglutinan en 33 clubes –más de 130 equipos masculinos y femeninos– para jugar una liga regional de enero a junio, dividida en cinco categorías dependiendo del nivel, y una copa eliminatoria de septiembre a noviembre. En los últimos cuatro años, el número de federados en la Federación Cántabra de Pádel ha aumentado un 60%, y hoy en día Cantabria es la tercera comunidad autónoma porcentualmente en número de licencias, únicamente superada por Navarra y Melilla. A ese número de jugadores habría que añadir prácticamente el doble de practicantes del pádel que juegan simplemente por ocio entre amigos.
Así, a simple vista, pudiera parecer que cualquier empresario vería en este deporte una oportunidad de negocio clara, a la vista de que la demanda de pistas en Cantabria –sobre todo en momentos clave a partir de las 19:00 horas y fines de semana– es altísima, siendo muy complicado encontrar hueco. La demanda supera claramente a la oferta en ese tramo horario. ¿Y si el futuro pasara por la construcción de pistas de pádel en polígonos habilitados para tal efecto, o locales amplios en donde dar cabida a todos los que quieran sólo jugar al pádel, sin la necesidad de compartir protagonismo con otras modalidades deportivas en un centro deportivo o gimnasio, que es lo habitual? La respuesta es clara y contundente: no, no es un negocio rentable, máxime si la pretensión es la de conseguir un balance de cuentas favorable a corto plazo. Hay varios centros especializados en pádel en Cantabria y los números no son muy halagüeños. Los costes de la inversión inicial son muy altos y hay tres opciones: o aumentar la cuota de los socios del centro (con el riesgo de que busquen ofertas mejores en otros lugares), o subir el precio de la pista por hora –algunos cobran 30 euros, a una media de 7,5 euros por jugador– o, en sentido contrario, poner una cantidad menor, en torno a los 10-15 euros por hora, y buscar un mayor número de usuarios a costa de menores márgenes.
En lo que están de acuerdo todos los consultados en este reportaje es en que el regente de unas instalaciones exclusivas de pádel no se hará millonario, ni muchísimo menos. Quizá pueda funcionar como un recurso de autoempleo, para ganarse la vida, pero trabajando muchas horas. En la inmensa mayoría de este tipo de centros, por no decir en la totalidad, son los gerentes los que están al pie del cañón. Fuera de ellos, la generación de empleos extras es mínima, y siempre por horas trabajadas.
Inversión inicial
¿Cuál es la inversión inicial, sólo en la construcción de las pistas? Los presupuestos varían notablemente, dependiendo de la calidad de los materiales, del espesor de los cristales o la resistencia UV del filamento del césped artificial. Hay muchísimas diferencias; las estructuras son iguales, pero cambia el modelo de pista, si es panorámica (cristal transparente), o de hormigón, las más baratas. De unas a otras puede doblarse el precio, de los 11.000 a los 18.000-20.000 euros. Hay pistas individuales, para entrenar algún golpe o para jugar uno contra uno, aunque en Cantabria sólo hay una en la actualidad, en Cartes. Por cerca de 11.300 euros la puedes construir, contando toda la infraestructura necesaria. Hay que tener en cuenta que los precios varían también por el tipo de luz (alógena o LED) elegida. El LED es seis veces más caro que la alógena (un foco de 200 watios ronda los 220 euros), pero también el ahorro energético es bastante considerable, de alrededor del 50%, lo que puede compensar a largo plazo. Un alógeno tarda en calentar y arrancar, y un LED es instantáneo. Por poner un ejemplo claro, si alguien está interesado en habilitar un espacio y construir dos pistas Euroindoor, cuatro pistas panorámicas, y una individual (estructura + vidrios + césped + focos), el coste aproximado sería de 113.000 euros, con el 21% de IVA incluido.
Es cierto que el coste del mantenimiento de las mismas no es muy elevado: es algo muy básico, limpiar a fondo el cristal y el cepillado de la arena, más o menos una vez por semana. El césped, depende del uso, su cuidado, y la calidad del mismo, pero viene a durar entre tres y cinco años antes de que su deterioro obligue a cambiarlo. En ese caso, supondría unos 2.000 euros por pista. Otros gastos que hay que tener en cuenta son los alrededor de 1.000 euros al mes de luz, y unos 800-900 al mes de agua. Generalmente la vara de medir de los propietarios es de un gasto aproximado de unos 100-120 euros por pista al mes. A esto hay que sumar los costes adicionales como los alquileres de los locales, la gente que pueda trabajar de mantenimiento, etcétera…
Uno de los centros pioneros en Cantabria, entre los dedicados exclusivamente al pádel, es G6 Pádel & GYM, cuyo propietario junto a otros dos socios es Roberto Castilla. Se decidieron a afrontar la responsabilidad de liderar el proyecto porque inicialmente jugaban en esas instalaciones y les atrajo la idea: “Fue un traspaso de la anterior empresa, Cristal 4, un club con el desgaste característico de estos negocios con el paso del tiempo, principalmente en las instalaciones, que hubo que renovar en la medida de lo posible”. La inversión inicial fue de alrededor de 80.000 euros. Más tarde, Roberto y sus socios ampliaron el negocio con dos pistas más, y sustituyeron el césped de las antiguas, con otra inversión de otros 70.000 euros. “El negocio cuesta mucho sacarlo adelante. Los beneficios se sacan principalmente del alquiler de pistas, aunque hay otras fuentes de ingresos como dar clases, organizar torneos, la venta de material,…”.
Mucha gente inexperta o con poca visión empresarial se embarca en una aventura a veces poco meditada, de la que pretenden sacar una rentabilidad importante a costa de un plan de negocio precario y muy cortoplacista, basado en tener en cuenta únicamente los precios actuales de alquiler de pista. Hoy en día, ante el “boom” de este deporte, cualquiera da clases de pádel a niños y adultos e incluso monta un centro entre varios amigos, perjudicando a clubes profesionales y con un plan establecido a medio-largo plazo como G6 Pádel & GYM, que llevan muchos años poniendo en valor su producto y sus instalaciones. El abaratamiento de las pistas hace que se establezca una guerra de precios muy difícil de soportar.
Por eso siguen sobreviviendo, inalterables al paso de los años, los clubes deportivos o gimnasios cántabros que desde un primer momento ofertaron a sus clientes el pádel como una posibilidad más de practicar deporte en sus instalaciones. Un ejemplo es el Marisma Wellness Center, centro deportivo referente en Santander, con más de 10.300 metros cuadrados destinados a la práctica deportiva, incluyendo seis pistas de pádel, cuatro cubiertas y dos exteriores. Su directora, Isabel Vega, siempre tuvo claro que el pádel era una apuesta sobre seguro: “Cuando Marisma empezó en el año 2000, vimos que el pádel era un deporte que fidelizaba mucho; para nosotros eso es fundamental y valoramos incorporarlo. También el squash, pero estaba a la baja en cuanto a demanda. Pensamos en el tenis, pero para ello necesitábamos más espacio y daba cabida a menos gente. Al ver que la respuesta en otras ciudades era positiva y que era tendencia, nos decidimos. Todo tiene su riesgo, pero lo teníamos bastante claro”.
El complicado modelo del ‘solo pádel’
La inversión de Marisma en las primeras cuatro pistas cubiertas fue de 280.000 euros, cifra importante cuya reversión no se puede medir ni cuantificar, por cuanto es prácticamente imposible saber el número de socios que únicamente se unieron al club por practicar este deporte: “La rentabilidad la vemos en un conjunto, es un servicio que atrae a nuevos abonados”, valora la gerente del centro, “hay clientes que sólo vienen a jugar al pádel y pagan una cuota mensual, además del alquiler de las pistas. No se trata de un área estanca que puedas decir que haya una rentabilidad determinada…”. Por eso la convicción del centro deportivo en mejorar las instalaciones es firme: “Tenemos idea de cubrir las dos descubiertas que tenemos, porque precisamente en Santander tienen un uso mínimo por el mal tiempo. Los usuarios no se quieren arriesgar a reservar la pista por si acaso; siempre prefieren jugar bajo techo. Llegar a las seis pistas cubiertas sería lo ideal”. Como casi todo en la vida, hay obstáculos que complican llegar a ese objetivo: “Tristemente no depende de nosotros ni de nuestro presupuesto el poder acometer la obra, porque lo que nos hace falta son metros para poder cubrirlo. Ahora mismo, un espacio como una pista de pádel cubierta, pero no cerrada, computa igual que un edificio; es una pequeña lucha que tenemos en Santander”, se lamenta Isabel; “en otros sitios computa al 50%, nos permitiría cubrir algo más sin que esté cerrado del todo”.
La opinión de Isabel Vega respecto al pádel como negocio al margen de otros atractivos es desalentadora: “Como algo único, no lo veo rentable. No lo veo porque los precios están a la baja, cada vez más. Los clubes deportivos están haciendo algo erróneo, que es basar su diferenciación en el precio; unos podrán porque en un principio tienen unos costes y una inversión muy baja, y otros no podrán porque su inversión y el nivel de servicio no es el de un centro “low-cost”. Bajar los precios como se está haciendo, y no sólo ya en centros de pádel sino en todo, para mí es un error. Al final llegas a una base en la que necesitas mucho volumen de clientela, y en Cantabria no lo hay”.
La conclusión es que un club debe centrarse en lo que quiere su cliente, saber por qué ha elegido esa instalación y no otra, y centrarse en sus intereses. Debe tener una estrategia clara, una visión de lo que quiere para que ese proyecto sea rentable. Si sólo se reduce a cobrar los 60 o 90 minutos de juego, por muy buena y alta que sea la inversión en las instalaciones, el centro tenderá a fracasar. En los tiempos que corren, hay que ofrecer alternativas de ocio y de consumo para que la experiencia sea global. Por eso una cafetería anexa puede salvar una instalación de pádel. Si además cuenta con un servicio de hostelería decente, mobiliario confortable y, por ejemplo, un parque infantil con servicio de monitores para dejar a los peques jugando, mucho mejor. El futuro, apuntan quienes trabajan en esto, pasa por una instalación multidisciplinar que disponga prácticamente de todo y en el que el pádel, por extraño que parezca, sea una excusa para pasar toda una jornada en familia.