La penúltima brecha
Aunque las estadísticas empiezan a recoger una aproximación en las cifras, sigue existiendo una notable diferencia entre el número de hombres y mujeres que se lanzan a poner en marcha un negocio propio. Un déficit en el emprendimiento femenino que se explica por razones similares a las que limitan las posibilidades de las mujeres para sacar adelante sus carreras profesionales, pero también por cuestiones de índole cultural y educativa que han hecho a los hombres más tolerantes al riesgo. Buscar referentes y promover el intercambio de experiencias, claves para derribar esa barreras.
Texto de Juan Carlos Arrondo
Más allá de viejos prejuicios estancados en un pasado cada vez más remoto, carece de sentido cuestionar que el espíritu emprendedor, el talento y la capacidad para poner en marcha una empresa no dependen del género de sus promotores. Sin embargo, es un dato fehaciente que entre quienes se lanzan a desarrollar una idea de negocio hay más hombres que mujeres. Durante mucho tiempo, diversas barreras sociales, culturales, familiares y personales, han ido conformando una compleja maquinaria de frenado para las aspiraciones femeninas frente a la tradicional hegemonía empresarial masculina, pero la evolución que ha experimentado la sociedad en las últimas décadas está socavando lentamente los pilares de esta desigualdad.
Así lo refleja el ‘Informe Especial sobre Emprendimiento Femenino’ del Global Entrepreneurship Monitor (GEM) –la red mundial más importante sobre investigación en emprendimiento– al constatar que en los dos últimos años la diferencia de género se ha reducido un 5%, con un aumento de la tasa de actividad emprendedora femenina del 10% en todo el mundo. En España, la brecha ha disminuido un 6,5% entre 2014 y 2016 y, si se considera como periodo de referencia la última década, se ha estrechado un 36%. Los últimos datos disponibles parecen confirmar la tendencia también en Cantabria: mientras la tasa de actividad emprendedora masculina crecía un 12,5% entre 2014 y 2015, la femenina lo hacía un 81,5% durante el mismo periodo.
Según el GEM, el dinamismo emprendedor de las mujeres españolas es inferior al del promedio de las europeas, aunque supera al de las francesas o las italianas. Como regla general, el número de negocios iniciados por mujeres es menor cuanto mayor sea el nivel de desarrollo del país. “Nuestra sociedad tiende a entender que los hombres poseen mayor capacidad emprendedora. Y eso está sucediendo en España y en todos los países desarrollados de nuestro entorno cultural”, explica Javier González Portilla, presidente de la Fundación Mujer y Talento. En su opinión, a pesar de que sabemos que el talento y las altas capacidades se distribuyen por igual entre ambos sexos, los proyectos emprendedores liderados por mujeres reciben menos apoyo: “Los inversores tienen una percepción culturalmente distorsionada en favor de los hombres. La consecuencia es mala para la sociedad en su conjunto. Estamos renunciando a proyectos de mayor potencial porque se está evaluando erróneamente el liderazgo de las mujeres”.
La Fundación Mujer y Talento –creada recientemente por un grupo de empresas familiares y ejecutivas cántabras con el fin de desarrollar el talento femenino, principalmente en aquellas áreas donde existen diferencias de acceso e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres– trabaja para revertir una situación en la que una visión cultural desenfocada está llevando a la sociedad a desperdiciar buena parte de su potencial. “Es necesario romper la brecha para que todos podamos progresar –advierte su presidente– pero lo trágico es que en muchas ocasiones son las propias mujeres quienes participan de esa percepción cultural y no llegan a creerse sus verdaderas capacidades”.
Una autopercepción limitadora
El Informe sobre Emprendimiento Femenino del GEM constata que en los países con economías más desarrolladas, la mayoría de las mujeres no creen estar capacitadas para emprender, incluso aquellas que poseen un alto nivel formativo. La emprendedora estadounidense Ingrid Vanderveldt, líder del movimiento ‘Empowering a Billion Women by 2020’ cree que esta percepción limitadora de su propio potencial está condicionada por la necesidad femenina de tener todo bajo control antes de iniciar un nuevo negocio: “Los hombres no esperan a tener todos los recursos o la información para crear empresas, simplemente se lanzan y no se lo piensan. Por el contrario, las mujeres quieren estar totalmente preparadas y conocen al cien por cien aquello de lo que hablan”. El fracaso en la mujer está más penalizado socialmente y eso lleva a un exceso de seguridad que merma su iniciativa emprendedora. Montserrat Peña, gerente de Códice Consultores de Género, señala que esta autolimitación tiene su origen en muchos obstáculos invisibles que la mujer tiene interiorizados: “En muchos casos son culturales, como educar más para el riesgo a los hombres que a las mujeres. También son personales o familiares. La mujer sale de casa con una mochila que no lleva el hombre. Hay muchos frenos, pero para emprender o para salir a trabajar fuera de casa te tienes que liberar de las trabas mentales, por eso hablamos de las políticas de empoderamiento que te recuerdan lo válida que eres”.
Gema Guerra, agente de igualdad, cree fundamental para reducir la brecha de género que haya modelos de mujeres en los que las demás puedan fijarse: “Si no has visto nunca una mujer en puestos altos de dirección, salvo que seas una persona muy rompedora, no vas a pensar que puedes llegar ahí”. No obstante, no sólo hay que convencer a la mujer de que puede hacerlo, sino que hay que conseguir eliminar los obstáculos con los que se encuentra en el hogar. Gema Guerra considera indispensable un pacto familiar: “Más del noventa por ciento de quienes dejan su trabajo para cuidar a los niños o a los mayores son mujeres. Se hacen leyes, pero su efecto es muy lento porque cuesta romper una situación de muchos años”.
Ecosistemas de emprendimiento
Ingrid Vanderveldt considera necesario crear ‘ecosistemas de emprendimiento’ donde las mujeres emprendedoras compartan experiencias al iniciar un negocio. El GEM confirma en su informe lo acertado de esta visión al evidenciar que se produce más emprendimiento femenino cuando las mujeres mantienen contacto entre sí. La gerente de Códice Consultores de Género recalca la importancia de que empresarias con experiencia apoyen a las que están empezando, como está ocurriendo en Madrid con el programa ‘Madrinaje’. “Cuando abrí la empresa, hace 29 años, encontré bastantes apoyos en la Asociación de Mujeres Empresarias de Cantabria, que presidía Conchita Mantilla. Nos reuníamos a tomar café en el Hotel Rex y había un respaldo parecido al que están poniendo en marcha en Madrid”, recuerda Montserrat Peña, que tiene una amplia perspectiva de cómo ha evolucionado la situación: “La primera vez que entró una empresaria en la Cámara de Comercio fue noticia en el periódico y todavía hoy de treinta y tantas organizaciones territoriales de la CEOE en toda España, sólo hay dos lideradas por mujeres. Poco a poco estamos integrándonos en instituciones que siempre han estado masculinizadas, pero el techo de cristal aún es muy grande”.
Otro de los aspectos que el Informe Especial sobre Emprendimiento Femenino asocia a la reducción de la desigualdad de género es el aumento de la representación de las mujeres en las instituciones políticas y lo que esto representa para una mayor formulación de políticas de promoción de la participación femenina en la economía. Sin embargo en el caso español, y en particular en el cántabro, se echa en falta una política estable, duradera y específica de incentivo a la mujer emprendedora. Diferentes organismos públicos y privados cuentan con planes de apoyo, como pueden ser ‘Desafío Mujer Rural’ de fomento del emprendimiento femenino en el ámbito rural o ‘Innovatia 8.3’ para promocionar el espíritu empresarial de las mujeres en el ámbito científico-tecnológico, pero su principal déficit es su limitado alcance temporal. Sólo el Programa de Apoyo Empresarial a las Mujeres (Paem), promovido por el Instituto de la Mujer y las Cámaras de Comercio de España, tiene un carácter estable.
Montserrat Peña se muestra preocupada por la situación en Cantabria: “Un año sale una convocatoria de ayudas, otro año no salen. No hay una política específica estable”. Desde su perspectiva de consultora de género ve necesaria una estrategia autonómica de apoyo al emprendimiento femenino que no sea objeto de disputa: “Debe trascender al momento político y tener continuidad en el tiempo. Debe haber un pacto para que se establezca una línea clara de apoyo y elaborar un programa a diez años. Después lo evaluamos y se hace para otros diez, gobierne quien gobierne. Si no se hacen así las cosas, estamos trabajando a salto de mata”.
Estíbaliz Laya, impulsora de ‘Move on Santander’: “Si la idea es buena y se puede monetizar, da igual que seas hombre o mujer”
Estíbaliz Laya tiene 25 años, es estudiante de Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Cantabria y en unos días tiene previsto iniciar la actividad de su negocio ‘Move On Santander”, una plataforma online que pone en contacto a personas que quieran realizar las mismas actividades deportivas y que permite organizar clases colectivas en espacios al aire libre de la ciudad. Su descripción se ajusta al perfil promedio de la emprendedora española: una mujer entre 25 y 34 años, que en más de la mitad de los casos tiene un nivel educativo superior y en más del 70% emprende tras haber detectado una oportunidad en el mercado. “Llevo toda la vida metida en el mundo del deporte. He visto que Santander es una ciudad perfecta para practicarlo en sus parques, playas, carril bici, etc, pero no está aprovechada”, explica Estíbaliz Laya. Con el apoyo de su profesora Adela Sánchez, pasó a desarrollar el proyecto en el programa para emprendedores Coworking Santander: “Siempre es bueno tener un apoyo externo. Llegué con la idea cogida con pinzas, pero no tuve miedo a lanzarme e ir a por todas porque creía en ella”.
A punto de abrir su negocio, Estíbaliz Laya ya cuenta con un cliente y se dispone a contratar a cuatro o cinco monitores, acercándose a ese 13,4% de emprendedoras españolas que espera generar seis o más empleos en los próximos cinco años. Siempre ha tenido la determinación de poner en marcha su propia empresa y cuando ha tenido la oportunidad de hacerlo asegura no haberse encontrado con ninguna barrera por ser mujer. Admite que otras mujeres, más mayores y con responsabilidades familiares, con las que ha compartido la segunda edición de Coworking Santander podrían tener alguna dificultad más, pero cree que “en el emprendimiento lo que vale es la idea. Si es buena y se puede monetizar, da igual que seas hombre o mujer”.
Trabajadoras por cuenta ajena: obstáculos y barreras similares
Las trabajadoras por cuenta ajena se enfrentan a barreras y obstáculos análogos a los de las emprendedoras. Ambas están unidas por un problema de desigualdad de género que fundamentalmente es de naturaleza cultural. Durante la última década, se han venido estableciendo políticas públicas tendentes a reducir la brecha de género en las empresas españolas. “Desde 2007 la Ley de Igualdad obliga a las empresas de más de 250 empleados a implantar medidas de no discriminación por razón de sexo. Ese año también sale la primera convocatoria de ayudas para impulsar estas medidas en las que no están obligadas a hacerlo”, señala Noelia Fernández, agente de igualdad.
Dichas medidas se sustancian en los planes de igualdad, que persiguen favorecer el acceso, la permanencia y la promoción de la mujer en la empresa. Para el cumplimiento de estos objetivos se trabaja en áreas como el acceso al empleo, las retribuciones, la ordenación del tipo de trabajo o la prevención del acoso sexual y el acoso por razón de sexo, entre otras. Para Noelia Fernández: “Cuando avanzas en un plan de igualdad, vas creando algo más de conciencia. A medida que haces las primeras evaluaciones empiezas a ver pequeños cambios en esos ecosistemas que son las empresas”.
En general, las empresas adolecen de escaso interés y, lejos de considerarlo un asunto prioritario o una aportación de calidad en la organización, lo ven como una carga. Gema Guerra, agente de igualdad con experiencia en buena parte del territorio español, constata la particular dificultad de su trabajo con el empresariado cántabro: “Nos cuesta mucho. Muestra menos interés y está menos sensibilizado con este tema. La falta de sensibilización quizás sea por falta de información o quizás no se conseguido hacer atractivo para las empresas de Cantabria”.
Las comunidades autónomas deben establecer los incentivos que favorezcan que las empresas que no tienen la obligación de elaborar planes de igualdad lo hagan voluntariamente. Algunas de ellas, tal y como lleva haciendo durante una década el Instituto de la Mujer a nivel nacional, mantienen una regularidad en sus ayudas y en su asesoramiento. Otras, como es el caso de Cantabria, siguen una línea más errática y carente de periodicidad en sus políticas. La última convocatoria de ayudas para promover la igualdad de género fue publicada por el Gobierno cántabro el pasado octubre, está dirigida a pymes de más de tres empleados fijos, con subvenciones de entre 1.000 y 6.000 euros y está cofinanciada por el Fondo Social Europeo.