“No puedo creer que todavía haya que explicar a una empresa lo que puede aportarle el diseño”
Javier Mariscal es probablemente el diseñador español más conocido, si salvamos el caso particular de la alta costura y la moda, y uno de los pocos que cuenta con una imagen de marca reconocible. El creador de ‘Cobi’ pasó por Santander para asistir a la presentación de los nuevos grados de diseño que impartirá Cesine a partir del próximo curso, y charló sobre formación, la relación entre creatividad y funcionalidad y el papel del diseño en la empresa.
Texto de José R. Esquiaga @josesquiaga. Fotos de Nacho Cubero
Publicado en marzo 2014
Una entrevista con Javier Mariscal tiene un punto caótico que casa muy bien con el personaje, pero que deja una sensación no del todo cómoda en quien la realiza. El marco de la pregunta y la respuesta se queda en ocasiones muy estrecho para contener el discurso del diseñador, cuajado de onomatopeyas y digresiones que se alejan de la cuestión planteada y que no siempre es posible encajar en un texto y unas páginas. El creador de Cobi, que vino a Santander a participar en la presentación de los nuevos estudios superiores de diseño que impartirá Cesine a partir del próximo curso, habla en esta entrevista de su trabajo, del papel del diseño en el ámbito empresarial, de la formación y de su forma de entender el oficio, o incluso el país. Antes de eso, a la hora de hacer las fotos, había evitado el fondo del photocall –dedicando las peores palabras al inventor de tal dispositivo– para decantarse por el entorno del aula y los alumnos, donde se le vio más cómodo de lo que podría pensarse a tenor de su mala experiencia académica. Dice que no es un buen ejemplo para nada, pero su trabajo está en todas partes, y basta darse una vuelta por la web de su estudio para encontrar su huella en carteles, envases, interiores de hotel o cafeterías.
P.- Estoy seguro de que no es su caso, pero las agencias que trabajan aquí, en Cantabria, suelen decir que su primer trabajo cuando hablan con un cliente es convencerle de la importancia que el diseño tiene para su empresa, para su producto… para ser competitivo en suma.
R.- Cuesta creerlo. Eso podía ser así en los ochenta, en una sociedad todavía muy primitiva como era la española de entonces, tras cuarenta años de aislamiento y una situación cultural realmente nefasta. Ahí podía ser normal tener que explicar qué era y para qué servía el diseño. Hoy el diseño está presente en cualquier objeto desde que te levantas hasta que te acuestas, cualquier objeto, cualquier información… Cualquier niño que entrega un trabajo en el colegio sabe componer y sabe titular, y ordena gráficamente sus deberes. Estamos constantemente recibiendo diseño: una tarjeta, un rótulo, un periódico… está en cualquier pantalla que abres, hay todo un uso de tipografías, de colores, etc. El diseño está presente por todas partes. No puedo creer que todavía haya que explicar a una empresa lo que puede aportarle el diseño… no puede ser, no tiene ninguna razón.
P.- Pues le aseguro que pasa.
R.- No sé. Lo que sí puede ser es que un estudio pueda lograr un diseño mejor, más potente, más novedoso, y que el cliente no lo entienda así. Hablar de diseño es como decir: usted es doctor. Ah, vale, sí. Tengo dos hermanos que son médicos y no tiene nada que ver uno con el otro, son los dos muy diferentes. Diseño de producto, diseño de interiores y diseño gráfico son tres ramas muy diferentes, que tocan aspectos muy diferentes.
P.- Dentro de esa diversidad, su estudio toca todos los campos. No sé si es que la especialización no va con el diseñador o no va con el Estudio Mariscal.
R.- Eso, como muchas profesiones, depende de la persona. Tengo un gran amigo, holandés, que desde que le conocí hace cuarenta años trabaja especializadísimo, se dedica a hacer letras, y solamente sabe de eso, y le interesa eso. Está toda su vida haciendo letras, y es feliz.
P.- Y puede vivir de ello.
R.- Sí, claro. Va con el carácter de cada uno. La base de cualquier trabajo es que te paguen por divertirte. Yo, por lo que sea, debe ser una historia de psiquiatra, siempre he querido romper moldes, romper cajones… Nunca he entendido por qué en este cajón hay arquitectura, y no puedo tocarlo, por qué en este hay grafismo, por qué en este hay tipografía… Lo de la arquitectura por ejemplo: ¡cuidado, aquí necesitaremos un arquitecto! ¿Se necesita un arquitecto para hacer una casa? ¡A saber! Hemos pasado muchos miles de años sin arquitectos y fíjate en las casas de Ibiza, por decir algo, que todavía siguen vivas y funcionando, y las diseñaban los payeses. Siempre me ha apetecido mucho probar, me gusta tirarme a un precipicio y no saber si abajo va a haber agua. Busco siempre sorpresas, mantener la capacidad de curiosidad y de aprendizaje. Por ejemplo cuando visitas una fábrica y ves los procesos de fabricación: es fantástico, se abre todo un mundo… es maravilloso.
P.- Para usted, todo parte del dibujo, siempre se define como dibujante.
R.- Desde que tengo uso de razón, he dibujado y sigo dibujando y la base de todo lo que hago es el dibujo. Cuando a mi hija la dijeron que era disléxica, yo no sabía ni lo que era eso, y resulta que era lo que me pasaba a mí, y lo que explica que me agarrara al dibujo. Todavía hoy, cuando hago carteles y tipografía, escribo mal, confundo las letras y me quedo tan ancho. Lo pasé muy mal leyendo y aprendiendo a escribir y todo eso, me equivoco en las sumas y las restas y no te digo ya dividiendo… Lo que sé, lo aprendí dibujando.
P.- Su estudio diseña carteles, packaging, interiores de tiendas, de hoteles… No sé si ahí tiene cabida el arte, o hay algún tipo de parentesco entre diseño y arte.
R.- El diseño y el arte son dos mundos muy diferentes. El arte se distribuye en galerías y es una obra única, en principio, y parte de una reflexión… es un mundo muy amplio el del arte. Pero la diferencia con el diseño es que éste parte siempre de un encargo, muy pocas veces es el mismo diseñador el que se auto-hace un encargo. Hay que solucionar un problema, con unas limitaciones: si hablamos de diseño de objetos hay que tener en cuenta que luego habrá una fabricación en serie, no se trata de hacer un objeto nada más. Y tienes que cumplir.
P.- Pero el diseñador tiene su estilo, como el artista. Mire su caso, el ‘estilo Mariscal’ es muy reconocible.
R.- Pero como diseñador trabajo con límites. Te pongo un ejemplo: la semana pasada estuve presentando en Madrid unos premios que se llaman Platino, que quieren ser los Óscar del cine Iberoamericano. Me han encargado toda la imagen y toda la identidad visual, desde el logotipo a la estatuilla, el trofeo que se va a recibir. Ante un trabajo como ese te planteas: ¿hago una escultura Mariscal? Creo que les haría un muy mal favor, no se debe trabajar así. ¿Qué son los premio Platino, qué quieren lograr, y qué hay detrás de ellos? ¿Cuál es el problema que tienes que resolver? De entrada, un trofeo tiene que tener cierto peso, un tamaño máximo 30 cm, tiene que poder sostenerse bien para la foto, una imagen reconocible: ¡Mira, tiene un premio Platino en las manos! Que se pueda abrazar, dar un beso, que se pueda levantar con una mano, tiene que ser metálico porque además se llama Platino… Todo eso no puede depender de un artista. Los premios se han planteado como los Óscar del cine latinoamericano, pues vamos a hacer la novia de los Óscar, una mujer latina, muy abstracta, que ofrece el globo terráqueo con el mapa de toda América: toma, es tuyo, te lo has ganado… Pensemos en la alternativa, en haber hecho una figura muy reconocible como Mariscal… imagina que los premios cogen mucha fama, que es el objetivo. Yo me conozco, y sé que puedo empezar a hablar muy mal del presidente de El Salvador o de Argentina … Y a alguien que no está nada de acuerdo conmigo, de repente le dan un Mariscal, ¿no? ¿En qué lugar deja eso a los premios? No, no he ganado un premio Platino, he ganado un Mariscal, y a mí Mariscal me cae muy mal. Eso no es bueno para mi cliente. Mi obligación es entender cuál es la necesidad y cómo resolverla de la mejor manera posible.
P.- Pero todos conocemos arquitectos estrella que diseñan puentes por los que la gente se resbala. El conflicto entre funcionalidad y la creatividad del diseñador.
R.- Es un conflicto que no debería existir. El diseño son siempre limitaciones. Diséñame una silla: ¿una silla de qué, de interior, de exterior, apilable…? Puedes diseñar un paquete de cigarrillos estupendo, pero si no cabe en las máquinas de tabaco no sirve. En el diseño la funcionalidad ni se pregunta, se da por supuesta.
P.- Pero creo que a alguna de sus sillas fue muy contestada, por inestable.
R.- Sí, mi primer taburete, el Dúplex, que tiene tres patas con muchas curvas… Pues claro que es muy inestable, está diseñado para eso. No es un taburete para una hamburguesería de Texas donde viene un señor de 120 kilos y se sienta a tomarse una hamburguesa. No, este taburete está diseñado para gente que va a enseñarse, a vacilar, a tomar unas copas, reírse, emborracharse con los amigos y, si es posible, acabar teniendo una relación sexual con un chico o una chica. El taburete jugaba todo el rato a ese juego divertido, perverso, loco… que me caigo, que no me caigo, a la inestabilidad, la fragilidad, las risas. La funcionalidad está ahí.
P.- Estamos en una institución académica, en una Universidad, y usted, que es autodidacta, viene a presentar un curso. ¿Qué papel tiene la formación en el diseño?
R.- Yo no creo que sea ningún buen ejemplo para nada, tampoco para esto. Sigo odiando y me salen granos cuando veo cualquier colegio, como los de mis niños, las aulas, los profesores… Estuve un tiempo en la cárcel y también en un hospital y lo veo como algo más o menos parecido. Pero es un problema mío, que ya digo que no soy un buen ejemplo. No tengo ningún respeto por las palabras. Para la mayor parte de la gente, y más si son escritores o profesores, la mesa es una mesa, y tiene cuatro patas, y eso es una palabra con un significado, y con eso no se juega. No juegues a que la mesa sirve para dormir, o para cortarla y hacer fuego… Y vas tú y escribes mesa con dos eses, y la mesa se menea… y te partes de risa. No le das ningún valor a eso, tu trabajo es cuestionarlo.
P.- Perdone que insista, ¿eso se puede enseñar o no?
R.- Seguro que sí, ya digo que lo mío es una historia muy personal. Me encantaría ser ministro, tipo Rajoy o así, para hacer un ejército más profesional y pequeño, y el dinero que ahorro dárselo a las Universidades, a las escuelas. Que se organicen universidades, centros culturales, centros de enseñanza, y que se enseñe cualquier tipo de disciplina es maravilloso y es necesario. Que haya una Universidad como ésta, y que vaya a impartir estudios de diseño, es estupendo. Un milagro.