Racing: el tortuoso camino hacia la normalidad

Pasados dos años desde la ampliación de capital que cambió la propiedad de la sociedad anónima deportiva, el Racing vuelve a contar con un accionista de referencia tras hacerse Pitma con la participación que mantenía la empresa guipuzcoana Inmoarrabi. El grupo Pitma, que en conjunto ha invertido unos dos millones de euros para hacerse con el 51% de las acciones, ha habilitado una línea de crédito para dotar de liquidez al club en los pagos del día a día, y de ahí tendrán que salir también los algo más de dos millones de euros a abonar este año en el segundo plazo del convenio de acreedores. La reducción del pasivo hasta los 23 millones y el pago de parte de la deuda tributaria aportan las mejores noticias en el ámbito económico, pero militar en una categoría deportiva que apenas garantiza ingresos por valor de 2,5 millones de euros anuales sigue amenazando el futuro de la centenaria institución.

Por Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga

Por una de esas paradojas habituales en el fútbol, todos los problemas económicos que han puesto al borde de la desaparición a la sociedad Real Racing Club tienen su origen en los años en que mejor le fue al equipo. En una actividad empresarial tan inclasificable como la futbolística, que los resultados deportivos fuesen históricamente buenos y que se facturase más que nunca no sirvió más que para generar una ingente deuda que abocó al concurso de acreedores y casi a la liquidación. Es verdad que se tocó fondo algo más tarde de todo aquello, cuando los administradores concursales devolvieron la gestión a los antiguos accionistas y volvieron los incumplimientos en los pagos, el más grave de ellos con la Agencia Tributaria. Todo en medio de un enredo corporativo mareante, que solo empezó a despejarse tras la junta de accionistas que en enero de 2014 retiró la confianza al Consejo de Administración que respaldaban las fantasmales acciones de Alí Sayed.

Lo sucedido desde entonces no es sino un tortuoso e inacabado camino hacia la normalidad, que comenzó salvando varias situaciones límite y vivió un episodio decisivo el pasado mes de junio, cuando la sociedad anónima deportiva volvió a tener un accionista de referencia tras hacerse el grupo Pitma con el control del 51% del capital. Un paso decisivo para hacer frente a una situación que sigue lejos de ser sencilla, y marcada por una deuda de 23 millones de euros a la que hay que hacer frente con unos ingresos ordinarios que, hoy por hoy, se mueven solo en el entorno de los 2,6 millones de euros.

Esta última es la cantidad que el Consejo de Administración presidido por Manuel Higuera prevé incluir en el presupuesto de la temporada que acaba de comenzar, y que un año más el club jugará en la tercera categoría del fútbol español. La cifra es ligeramente superior a la ingresada en el curso 2016/2017, porque contempla un ligero incremento en lo recaudado por abonos y taquillas y porque recoge por vez primera el cobro del importe que corresponde a los clubes de la Segunda División B por la venta centralizada de derechos televisivos. Esta última partida, 180.000 euros, es la que marca las principales distancias con la actividad de un sociedad anónima deportiva que milite en la Liga de Fútbol Profesional –LFP, entidad que gestiona las dos primeras categorías del fútbol español– que percibe cantidades millonarias procedentes de los contratos televisivos.

Pedro Ortiz, a la izquierda, y Alfredo Pérez, propietarios del Grupo Pitma, flanqueando a Víctor Diego, vicepre- sidente del Racing, durante la última junta de accionistas, cuando se formalizó su incorporación al Consejo de Administración.

Los actuales gestores del club están convencidos de que el Racing sería perfectamente viable en Segunda División, y muy rentable en Primera, pero asumen que los ingresos que genera en la categoría en la que milita actualmente alcanzan para sacar adelante el día a día, pero no para asumir el pago de la deuda. Y ello pese a que en los dos últimos ejercicios –ambos disputados en Segunda B– el pasivo de la sociedad se ha reducido desde los 34 millones de euros de 2015 a los 23 millones actuales. Una aparente incongruencia, esta de reducir deuda cuando se dice que no se genera lo suficiente para hacerlo, que se explica por otra de esas particularidades del negocio futbolístico: la aportación de cantidades procedentes de traspasos y derechos de formación de futbolistas, ingresos que tienen condición extraordinaria en términos contables, pero que son recurrentes –aunque ciertamente imprevisibles– en la actividad de los clubes de fútbol.

A esa aportación de los ingresos extraordinarios se debe también la bajada en el importe de la deuda que el club mantiene con la Agencia Tributaria, que tiene embargadas sus cuentas. En el último listado de morosos con la Hacienda pública –correspondiente a  31 de diciembre de 2016–, el Racing aparece con 9,17 millones de euros pendientes de pago. Esa cantidad está hoy en el entorno de los 5,5 millones de euros tras cobrar Hacienda cantidades que el club tenía pendientes de facturar en la LFP y por traspasos de la temporada pasada. El pago de esos cerca de 4 millones de euros coincidió con el anuncio de que Pitma se hacía con el 51% de las acciones del club tras adquirir la participación de Inmoarrabi, el último gran accionista no vinculado a Cantabria que tenía presencia en el capital social de la sociedad anónima deportiva.

Accionista de referencia y pago a Hacienda

Aunque no ha trascendido la cantidad pagada por la participación de Inmoarrabi, no hay razón para pensar que sería menor que los aproximadamente 800.000 desembolsados en su día por la empresa guipuzcoana para suscribir acciones en la ampliación de capital realizada en 2015. Antes de comprarles esta participación –que se correspondía aproximadamente con el 20% del capital social– Pitma ya se había hecho con el 30% de las acciones tras compensar con nuevos títulos un crédito de 1,2 millones de euros concedido al club y ya vencido. Además de darle la condición de accionista de referencia, los aproximadamente dos millones de euros desembolsados en estas dos operaciones son el principal aval del compromiso de Pitma –un grupo empresarial propiedad de los cántabros Alfredo Pérez y Pedro Ortiz, con presencia en los sectores tecnológicos, energético, de telefonía y de recursos humanos– con el futuro de una sociedad anónima deportiva que parecía no tener ninguno cuando acabó la pasada temporada.

Frustrado entonces el ascenso de categoría, y con el Gobierno de Cantabria retirando su compromiso de utilizar los soportes publicitarios del club para sus campañas, Hacienda amenazó con dejar sin efecto el acuerdo que hasta ese momento había permitido al club salvar el día a día pese a tener embargados sus ingresos por una deuda de más de 9 millones de euros. De haberse producido el ascenso era obligado saldar la totalidad de la deuda –la LFP no permite participar en su competición a ningún club que aparezca en la lista de morosos de la Agencia Tributaria– y el camino para hacerlo pasaba por el acuerdo con el Gobierno. Ese frustrado convenio contemplaba que el Gobierno se comprometiese a contratar publicidad por valor de un millón de euros al año, durante cuatro ejercicios, en los diferentes soportes del club, que pasarían a estar gestionados por el Grupo Pitma. Previamente, Pitma habría pagado al Racing 8 millones de euros para adquirir los derechos publicitarios del club durante ocho años.

Aquella compleja operación no se llevó a cabo porque el Gobierno regional se declaró incapaz de cumplir su parte, abriéndose entonces la puerta a una posibilidad de menor complejidad operativa, habitual en cualquier empresa pero de muy difícil puesta en práctica en el caso del centenario club deportivo: que los accionistas asuman la responsabilidad de devolver el equilibrio patrimonial a la sociedad. En ese contexto es donde hay que enmarcar el paso dado por Pitma, que sirvió para volver a llevar las relaciones con Hacienda al cauce del entendimiento, a través de un acuerdo que no está plasmado en ningún convenio –es legalmente imposible hacerlo, dado que el club ya incumplió uno en tiempos de Ali Syed– pero que en la práctica está permitiendo la supervivencia del club: la Agencia Tributaria permite al club atender sus pagos, embargando solo una parte de los ingresos extraordinarios, según un mecanismo muy similar al que incluía el convenio incumplido en 2013 por el Consejo de Administración que entonces presidía Ángel Iglesias.

Tras los pagos realizados este año, la deuda con Hacienda supone poco más del 20% del total del pasivo del club, pero continúa siendo el principal condicionante económico para la sociedad. El hecho de que exista un accionista de referencia, que ha comprometido 2 millones de euros en el club, ha reforzado la posición del Racing a la hora de buscar nuevos aplazamientos en el pago, asumiendo que la única posibilidad que tiene Pitma para rentabilizar su inversión pasa por el ascenso a las ligas profesionales, y que en estas no se puede competir sin saldar antes la deuda tributaria. Sin esa garantía, la Agencia Tributaria hubiera ejecutado la deuda y abocado al Racing a la liquidación.

Además de asumir el compromiso de gestionar la deuda tributaria, Pitma ha pasado a convertirse en la principal fuente de financiación para el Racing, a través de una línea de crédito que a día de hoy está sirviendo para salvar tensiones puntuales de tesorería –adelantando cantidades para el pago de gastos ordinarios– pero que antes de que acabe el año tendrá que asumir compromisos de más calado. Tocará entonces hacer frente al pago del segundo plazo de la deuda concursal, algo más de dos millones de euros a los que el club no tiene ninguna posibilidad de hacer frente con los recursos que genera en Segunda B.

La deuda concursal y la creciente deuda con Pitma

La mayor parte de la deuda del Racing se generó en la última etapa en la que el club militó en la máxima categoría, pese a que hubo años en que llegó a facturar más de 40 millones de euros. Los desorbitados gastos en que llegó a incurrirse –hubo futbolistas con fichas cercanas a lo que hoy cuesta toda la plantilla– provocaron la declaración del concurso de acreedores. Tras la firma del correspondiente convenio, la deuda concursal quedó fijada en 19.343.000 euros, de los que la mayor parte –11.565.000– correspondía a acreedores ordinarios que aceptaron cobrar las cantidades pendientes en varios plazos. Tras la última modificación del acuerdo, los pagos se efectuarán en cinco años, pero no con cantidades idénticas en cada uno de ellos: el primero ya realizado en 2016 y los otros cuatro sucesivamente hasta 2020. Los pagos comprometidos se minoran en un 50% si el Racing milita en 2ªB –como ha sido el caso tanto el año pasado como este– repartiéndose el 50% restante en los años siguientes.

En esas condiciones, el pago del año pasado –que era el de menor importe entre los pactados, y que se quedó en 289.057,94 euros tras reducirse a la mitad– no supuso un problema insalvable para las cuentas del club, pero no puede decirse lo mismo del que tocará asumir ahora. Aun con la reducción del 50%, en octubre tocará pagar 2.059.537,80 euros, una cantidad que solo puede salir de la línea de crédito que Pitma ha puesto a disposición del Racing. En la práctica, eso no supone reducir deuda –se transforma deuda concursal en deuda con el grupo Pitma– pero al igual que sucede con Hacienda permite salvar la liquidación inmediata y ganar tiempo en espera de tiempos mejores, que llegarán en caso de conseguirse en obligado ascenso de categoría.

Hasta darse esa circunstancia, que nada garantiza que vaya a producirse en un plazo determinado, quedaría por ver la forma en que se hace frente al crédito con Pitma. Sobre la mesa está la posibilidad de firmar un acuerdo como el que se frustró tras la espantada del Gobierno, de manera que el Racing vendería sus soportes publicitarios a Pitma, a cuenta de las cantidades prestadas por esta. Lo que descarta el actual Consejo de Administración es la capitalización de esa deuda, siguiendo la fórmula que en 2016 sirvió para dar entrada al grupo cántabro en el accionariado. Manuel Higuera, presidente del Consejo de Administración, descarta esa posibilidad, así como la de recurrir a nuevas ampliaciones de capital. Con un inversor comprometido en el proyecto, y con un horizonte en el que no se contempla otra opción que el ascenso de categoría, Higuera está convencido de que dejar a cero la deuda es solo cuestión de tiempo. Un tiempo, eso sí, que dependerá de algo tan caprichoso e impredecible como el marcador final de un partido de fútbol.


 

De Segunda B a Segunda: un escalón deportivo y un abismo económico

Cuando el Racing cayó derrotado en la eliminatoria decisiva para el ascenso a Segunda División, el pasado 25 de junio, perdió la posibilidad de disputar una competición más atractiva pero, sobre todo, se dejó por el camino unos cuantos millones de euros. La distancia entre los ingresos que se generan en la tercera categoría del fútbol y en las dos primeras ha sido siempre enorme, pero tras el último reparto de derechos televisivos esa distancia se ha incrementado de forma notable, y ello pese a que este año una pequeña porción de esa tarta –180.000 euros en el caso del Racing– llegará a los clubes de 2ªB. De militar en Segunda División, el club cántabro recibiría este año en torno a 6 millones de euros, una cantidad que prácticamente triplica el total de ingresos que hoy es capaz de generar la entidad. Pero el horizonte es incluso más optimista a medio plazo, cuando toque renovar el contrato televisivo. Según las cifras que se están manejando, el Racing calcula que le corresponderían unos 10 millones de euros. De jugar en Primera, la categoría en la que el Racing ha competido 19 de los 25 últimos años, esa cifra se multiplicaría por cuatro o por cinco: “En Segunda División el club estaría saneado en cuatro o cinco años. Y no hablo de lo que en cualquier empresa se entiende por unas cuentas saneadas, que es tener un pasivo manejable, hablo de dejar la deuda a cero”, asegura Manuel Higuera. El optimismo del presidente del Racing casa mal con la historia de los clubes de fútbol, en los que cualquier crecimiento de los ingresos conllevaba uno aún mayor en los gastos. “Eso no va a sucedernos a nosotros, siempre seremos prudentes en el presupuesto, como lo estamos siendo ahora. En Primera División nuestra cuenta de explotación sería positiva en 10 o 15 millones de euros al año, no tengo ninguna duda”. Las propias características del negocio deportivo hacen imposible saber cuándo podrán ponerse a prueba esas previsiones, aunque la prudencia en las cuentas sí cuenta con la referencia de lo sucedido estos dos últimos años. El último, con las cuentas aún por cerrar, se habría saldado con un equilibrio engañoso, por cuanto incluiría un peso inusual de los ingresos y gastos extraordinarios, los primeros procedentes de traspasos y derechos de formación y los segundos por la dotación de provisiones. Sin contemplar ni unos, ni otros, el presupuesto de la temporada recién comenzada buscará idéntico equilibrio a partir de unos ingresos de 2,6 millones de euros, de los que aproximadamente el 70% llegarán vía abonados y taquillas. Una proporción muy similar a la que, dentro del capítulo de gastos, tiene la plantilla profesional y el personal del club.


 

Deuda concursal y plan de pagos

TOTAL DEUDA CONCURSAL (*): 19.343.000  De la que corresponden a acreedores ordinarios: 11.565.000

CALENDARIO DE PAGO A LOS ACREEDORES ORDINARIOS (**):

  • AÑO 2016: 289.057,94
  • AÑO 2017: 2.059.537,80
  • AÑO 2018: 3.071.240,58
  • AÑO 2019: 3.071.240,58
  • AÑO 2020: 3.071.240,58

(*) Cantidad pactada en el convenio de acreedores de 2014. Además de la correspondiente a los acreedores ordinarios incluye a los privilegiados y la deuda subordinada. Esta última, por valor de 4,5 millones, correspondía a Ali Syed y quedo anulada tras declararse la culpabilidad del concurso. Del resto, la mayor parte (2,5 millones de euros) correspondía a Inmoarrabi, con la que se acordó un plan de pagos.

(**) Los pagos correspondientes a 2016, ya realizado, y 2017 incluyen una rebaja del 50% por militar el club en 2ªB, repartiéndose las cantidades que quedan pendientes en los ejercicios siguientes. Las aquí recogidas tienen en cuenta ya esa circunstancia, de manera que el abono de 2017 incluye la rebaja, pero los siguientes contemplan el pago completo, asumiendo el supuesto de que el Racing milite en Segunda División.