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Un refrendo académico para la economía azul

Los retos y oportunidades ligados a la actividad generada en torno a los océanos fueron objeto de análisis en un curso de verano de la UIMP que, en su propio planteamiento, reflejaba ya la amplitud del escenario objeto de análisis, el alcance de las iniciativas que pueden emprenderse en la llamada economía azul y los enormes retornos que pueden generarse en términos económicos y medioambientales.

José Ramón Esquiaga |  @josesquiaga | Noviembre 2024

De acuerdo a la literalidad de su enunciado, el objetivo era analizar los desafíos y oportunidades de la economía azul pero, a tenor de su desarrollo, el curso celebrado en la UIMP el pasado mes de julio sirvió sobre todo para dar visibilidad a una materia que, probablemente por tenerla demasiado cerca, tiende a pasar desapercibida. Dirigido por Luis San Segundo, presidente del Sea of Innovation Cluster de Cantabria (SICC), y organizado en colaboración con la Fundación Chile-España y la Asociación Cultural Plaza Porticada, ya el propio planteamiento del programa académico daba muestra de lo amplio de las perspectivas con que puede contemplarse el conjunto de actividades vinculadas de una u otra forma con el mar, y su relevancia en términos económicos, medioambientales y comerciales, así como en cualquier ámbito de las relaciones internacionales. La nómina de intervinientes, las mesas redondas que tuvieron lugar en el marco del curso y el repaso a las iniciativas y proyectos presentados no hicieron sino refrendar lo anterior, con el aval académico que aporta la universidad de verano.

 

El director de Políticas Públicas de Mission Blue, Maximiliano Bello; la directora ejecutiva de Fundación Chile-España, María Ángeles Osorio; y el presidente del Cluster Sea of Innovation de Cantabria, Luis San Miguel, durante el curso. Foto: Juanma Serrano.

La definida como economía azul ampara al conjunto de actividades que se realizan en el mar, así como a las que desde tierra tienen como función el darles soporte. El concepto supera ampliamente el marco sectorial, en una heterogeneidad que puede llegar a suponer un obstáculo para el análisis. Una muestra de ello es la disparidad de las cifras con las que se quiere dar cuenta de su aportación en términos de PIB y empleo y que, de acuerdo con los datos del Gobierno de Cantabria mencionados en el curso, supondrían respectivamente el 9 y 10% del total de la comunidad autónoma.

El propio discurrir del programa académico reflejó la dificultad que entraña hacer esas mediciones, y también que con toda probabilidad la referencia que aporta el Ejecutivo cántabro se quede corta. Solo el puerto de Santander, una infraestructura cuya actividad entra en su totalidad dentro de la economía azul, aportó ya 13% del PIB y un 11,16% del empleo cántabros, según los cálculos que aportó su presidente, César Díaz, durante su intervención en el curso. A la del puerto habría que sumar actividades como la pesca, la construcción y reparación naval, la industria metalúrgica fabricante de componentes para instalaciones energéticas mar adentro, el transporte marítimo o el turismo. Por más que muchas se solapen entre ellas o con lo que pueda contabilizar el puerto, parece difícilmente cuestionable que la relevancia económica supera holgadamente esa cota del 9%.

Además del presidente de la Autoridad Portuaria de Santander, el programa del curso sobre ‘Desafíos y oportunidades de la economía azul’ contó con la presencia de Íñigo Losada, director del Instituto de Hidráulica Ambiental de Cantabria (IH Cantabria), Maximiliano Bello, director de Políticas Públicas de Mission Blue, y Alberto Bernal, director de Territorios Phygital en Minsait de Indra, y los presidentes de los dos clústeres cántabros vinculados al mar, el ya citado Luis San Segundo y Juan Luis Sánchez, del Clúster Marítimo de Cantabria. En las mesas redondas celebradas en el marco del programa, en las que se analizaron materias relacionadas con la sostenibilidad, el emprendimiento y la innovación, intervinieron entre otros Javier Remiro, de la Fundación Biodiversidad, Patricia Morales, CEO de la organización conservacionista chilena Filantropía Cortés Solari, Domingo Zarzo, director de Innovación y Proyectos de Sacyr Agua, el empresario Javier Cavada y Raquel Manzanares, directora de Prospección de Nuevos Mercados e Internacionalización de Sodercan.

Situación y perspectivas

A través de estos encuentros, moderados por el propio Luis San Segundo, por Maximilano Bello y por la directora ejecutiva de la Fundación Chile-España, María Ángeles Osorio, se repasó la situación actual y las perspectivas sobre las cuestiones de referencia, todas ellas ya de plena actualidad, pero a las que los ponentes coincidieron en conceder un desarrollo que las hará aún más relevantes en el futuro. Ese balance entre la realidad más inmediata y su traslado a plazos temporales más amplios encontró ejemplos en iniciativas concretas presentadas a lo largo de las dos jornadas del curso.

El proyecto Blue Point, que busca soluciones que permitan actuar sobre el problema de la presencia de plásticos en el mar, y el análisis de actuaciones ya emprendidas en este ámbito, como Comberplast y Atando Cabos, que desde ópticas diferentes buscan fomentar la economía circular en el uso del plástico, sirvieron como marco de la mesa redonda celebrada el segundo día, que a través de Raquel Manzanares dio voz a las implicaciones que estas iniciativas están teniendo ya en empresas de Cantabria. El objetivo último, apuntaron los intervinientes, es crear un ecosistema de múltiples agentes interesados en cooperación, innovación, emprendimiento e internacionalización que aproveche la cadena de valor del plástico marino y las oportunidades de negocio emergentes para establecer un modelo de economía circular replicable en la región atlántica.

Trabajos de construcción metálica en las instalaciones de Degima, una de las empresas cántabras que forma parte de la Plataforma Blue Economy de Cantabria. Foto: Nacho Cubero.

Economía circular, sostenibilidad y participación cántabra son características comunes también a otro de los grandes proyectos que tuvo protagonismo a lo largo del programa académico, el H2 Bahía. Impulsado por el Sea of Innovation Cantabria Cluster y ya con el respaldo que supone haber logrado financiación de los fondos europeos, H2 Bahía plantea la construcción en el mar de un sistema de generación de hidrógeno y amoniaco alimentado por energía renovable, que puede ser eólica marina, solar fotovoltaica o ambas. Con un presupuesto que se acerca a los 8 millones de euros, el proyecto ha captado 5,7 millones de euros procedentes del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la convocatoria PERTE ERHA (Energías Renovables Hidrógeno y Almacenamiento). Además de en las cifras, el alcance de una iniciativa como esta se refleja también en el número y condición de las entidades participantes, agrupadas en el Supercluster Atlantic Wind, del que además del cántabro SICC se integran el clúster gallego Galician Offshore Energy Group (GOE-Asime) y el asturiano Consorcio Tecnológico de la Energía de Asturias (Ainer).

Generación de sinergias

La capacidad para generar sinergias, tanto en la fase de investigación como en las posteriores de industrialización y explotación, es otra de las características que define a los proyectos acometidos en el amplio marco que ofrece la economía azul, y algo que en los últimos años ha dado pie a la creación de clústeres y agrupaciones empresariales que encuentran ahí el eje sobre el que articular estrategias comunes. En el caso de Cantabria, los dos que operan en la región reúnen a algo más de medio centenar de empresas, mayoritariamente industriales si atendemos a la que forman parte del SIC y sectorialmente más diversas las que componen el clúster MarCa. Ambos, que comparten alguno de sus socios, tienen igualmente un punto de encuentro en la Plataforma Blue Economy de Cantabria, una iniciativa creada por ambos clústeres que recibió un renovado impulso a comienzos de este año con la creación de un organigrama que concedió la presidencia al consejero de Industria e Innovación, Eduardo Arasti.

Entre los asistentes al curso se contaban 18 estudiantes becados por la Fundación Chile-España, y también estudiantes chilenos que cursan su master en Madrid. En relación con los estudios cursados por los asistentes, los había con formación o titulaciones en Economía, Administración de Empresas, Filosofía, Relaciones Internacionales, Ingeniería Marítima, Energías Renovables o Ciencias Ambientales, en una diversidad de procedencias y perfiles muy acorde con la naturaleza y contenidos del programa.