Solabria se abre paso en el laberinto energético

La cooperativa cántabra cumple su primer aniversario como comercializadora de electricidad de origen renovable, una condición que alcanzó cinco años después de su fundación y tras haber superado la travesía burocrática a la que obliga la normativa. Con 323 socios, la mayor parte también clientes, Solabria Renovables es una más entre las 19 cooperativas energéticas que operan en España y que, con algo más de 93.000 socios y 142.000 contratos, facturan conjuntamente más de 65 millones de euros. La idea de que la suma de pequeños gestos puede cambiar el sistema guía la actividad de la cooperativa, que actualmente promueve la adquisición de una planta solar fotovoltaica en Paterna mediante aportaciones de 100 euros por socio.

J. Carlos Arrondo | Diciembre 2019

Si, como afirma la sabiduría tradicional china, el aleteo de una mariposa puede provocar una tempestad al otro lado del mundo, un cambio en la factura de la luz contribuiría a modificar el actual modelo energético para hacerlo más sostenible. Es la idea que inspira a un movimiento que, basado en los principios de la economía social y en el consumo de energía limpia, trata de dar respuesta a un contexto global de ingentes emisiones de dióxido de carbono (CO2) y a un escenario local de precios desmesurados, con cinco grandes compañías controlando prácticamente todo el negocio eléctrico español. Coordinadas en Unión Renovables, una organización que les permite aprovechar sinergias, ya son diecinueve las cooperativas que operan en el sector. Con más de 93.000 socios, por encima de los 142.000 contratos y un volumen de negocio que supera los 65 millones de euros, representan el 0,65% del mercado. Entre ellas se encuentra Solabria, que desde hace algo más de un año es la primera cooperativa de consumidores y usuarios de Cantabria que comercializa electricidad procedente de fuentes exclusivamente renovables.

“En 2013, un grupo de personas que habíamos conocido otras cooperativas, como Som Energía o Goiener, nos animamos a dar el paso de constituir una en Cantabria”, recuerda Gabriel Moreno, vicepresidente y responsable de comunicación de Solabria. La cooperativa nace con el objetivo de propiciar un cambio en el actual modelo energético, que a la vez contribuya a luchar contra el cambio climático. Para ello trata de influir en el patrón de consumo eléctrico, tanto mediante la divulgación y el fomento de la energía limpia como de su comercialización a través de la factura de la luz. “Aunque tenemos una actividad comercial, somos una cooperativa sin ánimo de lucro”, puntualiza quien también es uno de los socios fundadores. Además, destaca el carácter totalmente horizontal y democrático de la organización: “El órgano de gobierno es la asamblea de socios, en el que todos tienen la misma capacidad de decisión. El consejo rector, en el que estamos seis personas, se encarga de la dinámica de trabajo y es un órgano de funcionamiento, no de decisión”.

La constitución de la sociedad cooperativa sólo fue el primer paso de una travesía burocrática  en la que las distintas organizaciones que controlan y regulan el funcionamiento del sector eléctrico –desde Red Eléctrica de España (REE) hasta el Operador del Mercado Ibérico de la Energía (OMIE), pasando por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC)– deben dar el visto bueno para actuar como comercializadora. El proceso culmina en 2016 con la inscripción de Solabria Renovables en el registro de empresas autorizadas por el Ministerio de Industria y Energía. “A partir de ahí –de la mano de Goiener, una cooperativa del País Vasco que en aquel momento ya superaba los 5.000 socios y que ha sido como nuestra ‘hermana mayor’– lo siguiente era empezar a comercializar. Es lo que denominamos facturar,  emitir facturas de la luz”, explica Gabriel Moreno. Pero la adquisición de energía en el mercado requiere a su vez de otros trámites, que retrasarían la puesta en marcha de la actividad en torno a un año más.

Gabriel Moreno, vicepresidente y responsable de comunicación de Solabria

A grandes rasgos, entre las empresas productoras y las comercializadoras hay un mercado en el que se vende y se compra electricidad. A él sólo pueden concurrir ciertos agentes –denominados operadores de mercado– autorizados por REE. “Para poder facturar, lo primero que se necesita es llegar a acuerdo con un operador de mercado, una figura necesaria para poder comprar energía y comercializarla”, apunta el vicepresidente de Solabria. Tras un intento inicial con uno de estos agentes que no llegó a materializarse, la cooperativa cántabra aprovechó la circunstancia de que Goiener, además de comercializadora, había dado el paso de constituirse en operador de mercado para requerir sus servicios y avanzar un poco más en un proceso al que aún le quedaba una etapa más: “Una vez firmamos con Goiener, necesitábamos una plataforma informática en la que las comercializadoras recibimos los ficheros con las lecturas de todos los clientes que mandan las distribuidoras. En este caso, en Cantabria, la distribuidora de referencia es Viesgo”.

En España sólo hay cinco empresas autorizadas para distribuir la energía eléctrica al consumidor final. Son las propietarias de las líneas de media y baja tensión, las responsables de su mantenimiento y de recopilar y enviar a las comercializadoras los datos de consumo de sus clientes. A través de una herramienta informática las comercializadoras tramitan esas lecturas diarias, el coste del kilovatio, las tarifas, etc, para acabar generando una factura. Una vez más, la estrecha relación entre Solabria y Goiener se materializó en un acuerdo para que la cooperativa cántabra pudiera utilizar la plataforma de la vasca. Solventados los últimos trámites, el salto definitivo a la comercialización se produjo en marzo de 2018. “Sales a jugar en primera división. Somos una más y estamos en el mercado con las mismas condiciones que el resto, se nos exige lo mismo: un aval financiero, un teléfono gratuito, una página web, el diseño de la factura, que está regulado por una orden ministerial y es igual para todas”, advierte Gabriel Moreno.

Cuando Solabria empezó su actividad contaba con un centenar de socios, pero no todos se incorporaron inmediatamente como clientes. Muchos, que ya estaban relacionados con la economía social, eran socios y clientes de otras cooperativas –sobre todo de Goiener– con la idea de ir cambiando a la nueva comercializadora paulatinamente. A partir de esa masa crítica el crecimiento ha sido sostenido, como indica su vicepresidente y cofundador: “Vamos por 323 socios, de los que la mayor parte son clientes. Lo normal es que cada socio sea cliente y tenga un contrato, pero también hay opciones de que un socio pueda tener más de un contrato”. El hecho de que, a requerimiento de la Ley de Cooperativas, los socios deban hacer una aportación al capital –establecida en 100 euros– les permite equilibrar la diferencia entre el número de socios y clientes: “Ese dinero lo utilizamos como aval financiero ante el mercado. Cuando empezamos, aunque sólo teníamos treinta contratos, nos exigieron un aval de 10.000 euros para cien. Hay veces que un socio, por los consumos que tiene, es capaz de avalar dos facturas”.

Su objetivo es crecer y alcanzar un volumen que les permita desarrollar mejor sus proyectos, pero no están dispuestos a hacerlo a cualquier precio. “La energía es un servicio básico. Nuestra actividad económica va dirigida a poder garantizar ese servicio y el beneficio de cada factura está ajustado al mínimo necesario para poder mantener esa actividad”, aclara el vicepresidente, que como el resto de socios no cobra por su labor en la cooperativa. Esa capacidad para estrechar el margen comercial redunda en una factura más competitiva, sobre todo porque además el cliente siempre es asesorado personalmente sobre cómo puede optimizar términos del contrato como la potencia o el tipo de tarifa. Para el miembro del órgano rector de Solabria, este asesoramiento define la idiosincrasia de su actividad comercial: “Ponemos a las personas por delante del beneficio y por eso fomentamos siempre el ahorro. Pequeños gestos que no repercuten en la forma de vida, como reducir la potencia o cambiar de tarifa, pueden suponer un ahorro de un 20 o un 30% en la factura”.

Medioambientalmente, el objetivo de alcanzar un sistema eléctrico sin emisones de CO2 hace que el planteamiento de Solabria trascienda al de una simple comercializadora de facturas de la luz. “Enseñamos a la gente una alternativa de consumo totalmente diferente y ofrecemos la oportunidad de consumir electricidad verde sin tener que montar una instalación en casa”, resume su vicepresidente. La cooperativa se compromete a vender a sus clientes electricidad procedente íntegramente de fuentes renovables, algo que viene avalado por unos certificados de origen expedidos por la CNMC. Pero los distribuidores no cuentan con diferentes líneas que discriminen por la variedad de sus fuentes, sino que suministran al consumidor el llamado ‘mix energético’. En la práctica, los diferentes productores vierten a la red aquellos kilovatios que decide REE, empresa que monopoliza en España la regulación –a través de la red de alta tensión– de la energía necesaria para satisfacer la demanda en todo momento. La idea que subyace es que cuanto mayor sea la demanda de electricidad limpia en el sistema, mayor será la proporción de la misma que debe ser vertida a la red.

Los participantes en una de las mesas organizadas con motivo de la jornada sobre cooperativismo energético organizada en Torrelavega.

Según Gabriel Moreno, un pequeño gesto del consumidor en la contratación de la luz desencadena un ‘efecto mariposa’ al otro lado del sistema eléctrico: “Con mi factura, con mi consumo, estoy aumentando la demanda de energía renovable y, aunque directamente no llegue a mi enchufe, estoy obligando a REE a garantizar el aumento de su producción, a que muchos pequeños productores puedan verter en la red. Es lo que denominamos el cambio del modelo energético”. El cofundador de la cooperativa cántabra pone el acento en la importancia que tiene la regulación en este proceso, por eso se muestra crítico con la trayectoria que ha seguido la compañía que monopoliza esta actividad en España: “Red Eléctrica nació en los años sesenta como una empresa pública, pero se privatizó en los noventa y hoy cuenta con capital bursátil mayoritariamente extranjero. Esto es algo contra lo que luchamos porque entendemos que  la empresa que regula la electricidad tiene que ser eminentemente española y pública”.

A su juicio, esta situación queda difuminada en la opacidad que envuelve al sector, fundamentalmente propiciada los grandes compañías que lo controlan: “Cinco empresas –Endesa, Ibredrola, Naturgy, EDP y Viesgo– copan prácticamente la generación, la distribución y la comercialización, una posición dominante mediante la que pueden controlar desde los precios hasta la regulación del mercado”. Además, señala, mediante la propiedad de grandes parques eólicos o plantas fotovoltaicas su fuerza también se extiende a las fuentes renovables. La reciente normativa sobre autoconsumo abre la puerta a que los consumidores monten pequeñas instalaciones para producir su propia energía. “Es lo que denominamos ‘generación distribuida’. Es energía que no demandas de la red y con ello se abarata la factura”, señala el vicepresidente de Solabria. El fomento de este concepto tiene tal importancia en el proyecto social de la cooperativa que, a través de una empresa socia, Teican, ofertan unos ‘kits de autoconsumo’. La ‘generación distribuida’, además de potenciar la soberanía del consumidor frente al llamado ‘oligopolio eléctrico’, contribuye a crear tejido productivo por todo el territorio: “De forma paralela se crea empleo verde. Cuantas más pequeñas instalaciones haya, si en cada casa hay un punto de producción, cada vez se necesitarán más técnicos para el mantenimiento y la supervisión”.

En la línea de impulsar la ‘generación distribuida’ y promover la democratización del sector, la cooperativa cántabra ha puesto en marcha el proyecto Solabria Genera 1 para socializar una planta fotovoltaica instalada sobre una nave industrial en Paterna. A través de Ecooo, empresa sin ánimo de lucro que localiza plantas en desuso o de las que sus propietarios quieren desprenderse y que analiza su viabilidad técnica, la cooperativa cántabra ofrece a sus socios la posibilidad de adquirirla mediante aportaciones de 100 euros. “Solabria no interviene en la compra de la planta: contacta con Ecoo y la pone a disposición de los socios que quieran ser copropietarios”, matiza su portavoz, que añade el atractivo económico que la operación representa para los participes: “Gracias a las primas, garantizadas por Real Decreto, van a tener un rendimiento neto anual del 4,5%. Durante los 23 años de duración del contrato se garantizan esos intereses junto con la parte de amortización del capital invertido”. La cooperativa, como intermediaria, percibe también el mismo rendimiento que los socios y que Ecooo, encargada de su mantenimiento.

La planta genera al año más de 31.000 kilovatios –aproximadamente el consumo de unos diez hogares– y su socialización, cubierta en tres meses por una cuarentena de socios de Solabria, supone también que la cooperativa pueda disponer de veinte certificados de garantía de origen que ya no tiene que adquirir de la CNMC. Pero el interés del proyecto va incluso más allá de su rentabilidad económica, es otro pequeño paso –un aleteo más de la mariposa– para alcanzar objetivos como introducir más electricidad limpia en la red, produciendo la energía que se consume, o desde otro punto de vista, consumir la energía que se produce. “Ya estamos planificando un Genera 2 para el final de este año o principio del que viene. Lo ideal sería contar con una planta en Cantabria, pero no hay ninguna opción”, desvela Gabriel Moreno, que considera crucial  divulgar que esta y otras opciones permiten a todo el mundo ser su propia empresa de la luz: “Cuando la ciudadanía dispone de esta información tiene más capacidad de decidir”.