Tirso CSA, valor de acero

Durante los años de crisis Tirso CSA ha conseguido adaptar su actividad a la caída de la demanda y a la volatilidad de los precios a partir de una decidida apuesta por dar servicios de valor añadido al acero. Sobre esa base, la empresa ha puesto en marcha un plan de expansión que incluye la apertura de cinco centros de distribución a los que se surtirá desde Cantabria, en un proyecto que supondrá una inversión cercana a los tres millones de euros. El nuevo diseño del grupo incluye potenciar la filial con que cuenta en Canarias y el traslado a una nueva planta en Marina de Cudeyo, en la que se invertirán siete millones.

Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga

Como en tantas otras actividades y productos, la crisis económica situó a quienes trabajan con el acero ante la obligación de adaptarse a una caída de la demanda que se produjo con una intensidad máxima, y casi de un día para otro. Ese es el escenario con el que ha convivido en los últimos años Tirso CSA, la empresa cántabra de productos siderúrgicos que desde una posición especialmente compleja dentro de la cadena de valor del producto –tiene como proveedores a las grandes acerías, y como cliente a todo aquel que precise de acero para sus propios procesos– ha sido capaz de adaptar su producción para evitar los números rojos incluso en los momentos de máxima atonía del mercado. Superados estos últimos, aunque con un paisaje en el que siguen abundando las incertidumbres, la empresa ha puesto un marcha un plan de expansión territorial que incluye la  apertura de cinco centros de distribución y la potenciación de su filial canaria, además de dar los primeros pasos para el traslado de las instalaciones centrales al polígono de Marina y Medio Cudeyo, donde cuenta con 50.000 metros cuadrados para construir una planta. Los planes constituyen el último capítulo de una estrategia que da el máximo protagonismo a la aportación de valor añadido al producto y que sitúa a los personas que forman el equipo profesional de la empresa ante el reto de aprovechar las oportunidades de un mercado siempre cambiante.

Tirso CSA –centro de servicios del acero– tiene previsto invertir una cantidad cercana a los tres millones de euros en la apertura de los nuevos centros, de los que ya está operativo el que funciona en Asturias. En todos los casos se trata de instalaciones relativamente sencillas –gran parte de la inversión es para circulante– a las que se servirá desde la sede central de la empresa en Cantabria, donde seguirá recayendo en cualquier caso la responsabilidad de aportar valor añadido al producto. En todos los casos los centros se ubicarán en un radio de no más de 200 kilómetros, la distancia que puede recorrer el acero –con la transformación que se realiza en la planta de Santander– sin perder competitividad. La excepción en el diseño de esa red la pone Tenerife, donde el grupo opera a través de una filial –Hierros Tirso Canarias– que replica a una escala menor el modelo de negocio con el que se opera en Cantabria, y que ha sido la seña distintiva de la empresa desde su nacimiento.

A diferencia de lo que era habitual en el sector, en el que son mayoría los almacenes que sirven el producto con una mínima transformación en una labor casi limitada a la intermediación, Tirso CSA ha buscado siempre su ventaja competitiva en el producto. La materia prima que entra en los talleres es acero en forma de chapa o vigas –producto plano y producto largo, en la terminología del sector– que se corta, dobla, taladra y se le da tratamiento en función de lo que requiere el cliente. Toda esa tarea se realiza con los niveles de complejidad y productividad que permite una maquinaria y unos niveles de automatización que resisten ventajosamente la comparación con cualquier otro que exista en España. A esto hay que sumar labores como la realización de todo tipo de proyectos de ingeniería relacionados con el acero, muy poco habituales en el sector y una de las señas diferenciadoras de la empresa cántabra. Toda esa aportación de máximo valor añadido es la que se realiza en Cantabria y, a menor escala aunque cada vez con más presencia, también en Canarias, para donde acaba de adquirirse un nuevo camión y donde se cuenta con equipos para el granallado y pintura, sierra y una pequeña máquina de oxicorte. El resto de centros se acercan más al concepto tradicional de almacén, con una función más comercial y una red diseñada con el objetivo de acercarse a los clientes.

Tirso CSA sirve sus productos a un abanico de clientes enormemente heterogéneo, tanto sectorialmente como en tamaño, lo que se traduce en una disparidad equivalente en las características y tipología de los pedidos. Entra ahí desde la reja que encarga un particular para cerrar su finca hasta la estructura completa de una nave industrial, pasando por todos los puntos intermedios que puedan pensarse. Para clientes industriales se realizan trabajos que abarcan varios campos, sobre todo para el sector de fabricantes de máquina herramienta y bienes de equipo. “Este es un negocio muy peculiar, en el que cada día es diferente y en el que hay que estar siempre preparados para aprovechar una oportunidad”, explica Roberto González Portilla, consejero delegado de Tirso CSA, que recuerda los tiempos en que todo era más estable, pero no los añora: “Nos gusta lo que hacemos precisamente por lo que tiene de variable e  imprevisible”, asegura.

Esa imprevisibilidad y dinamismo tiene influencia de forma transversal en todo el proceso, desde la enorme volatilidad del precio del acero en origen  a los cambios que se producen en los mercados a los que atiende Tirso CSA. La influencia que la crisis ha tenido en estos últimos queda patente a la vista de algunas cifras: el acero llegó a cotizarse por encima de los 1.000 euros la tonelada, cuando hoy el corrugado –las barras que se utilizan en construcción para reforzar el hormigón– cotiza en torno a los 450 euros. Las vigas más largas, que son también las más caras, se mueven en el entorno de los 700 euros/tonelada, cuando llegaron a cotizarse por encima de los 1.200.

Los cambios en la distribución de la producción dentro de los talleres no han sido menores. El máximo responsable de Tirso CSA recuerda que el corrugado que antes se vendía en unos días no se vende ahora en un año, una proporción que va en línea con la forma en que el conjunto del mercado ha evolucionado en los años de crisis. En 2008 el mercado español demandaba 3,5 millones de toneladas de vigas de acero, o 6,5 millones de corrugado, frente a las 410.000 toneladas o el millón escaso de hoy. “¿Cómo se sobrevive a eso? Adaptándose, ajustándonos a la realidad del mercado para evitar las pérdidas y buscando nuevos mercados”.

En el tiempo transcurrido desde el comienzo de la crisis, Tirso CSA ha pasado de mover más de 70.000 toneladas de acero a las 33.000 que hoy salen de la planta del grupo en Santander. Las fluctuaciones de la facturación han sido incluso más acusadas, pero este es un dato poco significativo en un sector con precios tan inestables como los comentados. La cuestión, explica el cosejero delegado de Tirso CSA, es mantener la rentabilidad en cualquier escenario.

Roberto González menciona constantemente a los profesionales de Tirso CSA como la clave que ha permitido a la empresa –que precisamente tiene ‘la fuerza de un equipo’ como lema– superar el desafío de mantener el beneficio incluso en entornos de mercado muy desfavorables. Todos los días, a primera hora de la mañana, el equipo de dirección de Tirso mantiene una reunión en la que se analizan las claves con las que se encara la jornada, tanto en lo referido a la compra de la materia prima como a las ventas. De ahí sale una planificación que puede cambiar en cualquier momento, y que de hecho suele hacerlo con relativa frecuencia, bien porque hay la posibilidad de acceder a acero en buenas condiciones o bien porque puede pujarse por un proyecto. “Todas las decisiones, incluso las más pequeñas, pueden tener incidencia en los costes. Nuestro negocio no es hacer grandes operaciones, sino muchas pequeñas y que cada una de ellas nos deje un cierto margen”, apunta Juan Carlos Herrera, director comercial.

Traslado a Medio Cudeyo

El diseño de una red de centros que permitan estar más cerca del cliente responde en gran parte a ese objetivo de optimizar recursos y aprovechar oportunidades. Otro tanto, pero aun en mayor medida, se busca con el traslado al polígono de Marina y Medio Cudeyo. La empresa cuenta allí con una parcela de 50.000 metros cuadrados –el doble, prácticamente, de la superficie que ocupa Tirso CSA en Santander– en la que tiene previsto levantar una planta dotada con los equipamientos más modernos. En conjunto, la inversión prevista se moverá entre los 6 y los 7 millones de euros, una cantidad notable que queda plenamente justificada si tenemos en cuenta el ahorro de costes que puede conseguirse, y que Roberto González sitúa en el entorno del 15% respecto a los datos actuales. Ello se derivaría tanto de la mejora de la productividad asociada a las nuevas máquinas como a la mejora del recorrido del producto por la planta que se conseguiría al diseñar esta desde cero. Parte de las instalaciones actuales, a la entrada de Santander, se destinarían a labor comercial, al estilo de los almacenes que componen la red que ha desarrollado el grupo. El resto se alquilaría. Sin fecha todavía para la mudanza, se sabe ya que los retos y desafíos con los que está habituada a lidiar la empresa –que este año celebra su 60º aniversario– se afrontarán en el futuro desde unas instalaciones completamente nuevas