Un buen año para el turismo tranquilo

El tirón nacional y la demanda de destinos que pueden percibirse como sanitariamente seguros han disparado el atractivo de la marca ‘rural’ y han convertido a los alojamientos alejados de las grandes urbes en los grandes protagonistas de una temporada veraniega que ha sido muy distinta de las anteriores, pero en la que Cantabria ha mantenido altos niveles de ocupación. Viviendas rurales, posadas, palacios y casonas han registrado cifras cercanas al lleno en agosto y se han convertido en los grandes abanderados del turismo seguro.

J. Carlos Arrondo | Septiembre 2020

Los efectos de la pandemia de coronavirus sobre el turismo español no sólo se han manifestado este verano en una sustancial caída de las cifras globales del sector, sino también en un apreciable cambio de preferencias en los destinos más demandados por los viajeros nacionales. En relación a temporadas precedentes, la llegada de turistas extranjeros y la salida de españoles han sido testimoniales, bien sea por el desincentivo que han supuesto las restricciones en terceros países como por la renuencia a elegir destinos internacionales en una situación sanitaria incierta. Esta prudencia también ha llevado a que muchos viajeros hayan optado por sustituir los habitualmente masificados destinos de las costas mediterráneas por otros en zonas rurales y, sobre todo, en el norte del país. Cantabria –junto a Asturias– ha sido una

de las pocas comunidades autónomas que en esta nueva normalidad ha logrado salvar la temporada veraniega de las caídas generalizadas, alcanzando en algunos momentos de agosto una ocupación prácticamente plena. A estos buenos resultados ha contribuido con especial fortaleza el sector de los alojamientos rurales. “En cuanto a visitantes y ocupación, hemos aprovechado una temporada que en los meses previos dábamos por perdida. Con la incertidumbre de la nueva situación, ha sido un trabajo previo muy duro y costoso para ofrecer una imagen de seguridad”, afirma Jesús Blanco, presidente de la Asociación de Turismo Rural de Cantabria. Tras el confinamiento y las sucesivas fases de la desescalada, la mayoría de los alojamientos rurales de la comunidad volvieron a abrir sus puertas entre los últimos días de junio y los primeros de julio. Si durante las primeras semanas los visitantes se concentraron fundamentalmente en los fines de semana, en la segunda

quincena de julio las pernoctaciones ya abarcaban de jueves a lunes. “Agosto ha tenido una ocupación muy buena, sobre todo la segunda mitad en que ha estado todo saturado. Todo iba muy bien, pero ha empezado a complicarse la situación sanitaria y ahora tenemos que vivir el día a día por la incertidumbre de no saber qué va a pasar mañana”, explica el representante de los establecimientos rurales cántabros.

Carteles indicadores de alojamientos de turismo rural en Cantabria. A falta de que los datos lo confirmen, los niveles de ocupación durante el mes de agosto han sido muy altos

Jesús Blanco aclara que las viviendas rurales –casas que se alquilan completas a familias u otros grupos–han estado prácticamente llenas desde la reapertura: “Es la primera opción que los turistas buscan en estos momentos, por la mayor tranquilidad y seguridad al estar más aislados”. Por su parte, la demanda de las habitaciones en posadas, casonas o palacios ha ido de menos a más durante el verano. Aunque es una opción en la que resulta más difícil mantener la seguridad, para el presidente de la Asociación de Turismo Rural los viajeros han percibido la imagen que los alojamientos cántabros estaban haciendo las cosas bien. Un ejemplo es la forma en que se han servido los desayunos: “Se han montado en los jardines o en las terrazas y, como ha acompañado el buen tiempo, la gente ha disfrutado mucho al aire libre y ha podido mantener las distancias. Hemos fomentado el disfrute del entorno de las casas y ha sido algo que ha ayudado mucho porque la naturaleza es parte de nuestra ‘marca’ en cualquier alojamiento de Cantabria”.

Los establecimientos de alojamiento turístico en el medio rural están regulados en Cantabria por el Decreto 83/2010, modificado parcialmente por el Decreto 89/2017. A modo resumen con trazo grueso, las dos modalidades de contratación son en régimen de habitaciones o en viviendas completas, y las edificaciones –cada una de ellas con una tipología constructiva y unas características concretas detalladas en la normativa autonómica– que pueden pertenecer a la categoría de ‘alojamiento rural’ son las posadas, los palacios y las casonas cántabras, las viviendas y los apartamentos rurales. “Tienen que estar en un entorno que no tenga más de mil habitantes, con una limitación de plazas en cada caso y que la edificación sea anterior a 1950”, apunta Jesús Blanco, que advierte del uso que se hace del concepto ‘rural’ a pesar de no cumplir siempre los requisitos legales que regulan este tipo de alojamientos: “No todo es ‘rural’. Muchos se han sumado a la marca ‘casa rural’, pero esa categoría no existe como tal, es una denominación genérica”.

El valor de la marca ‘rural’

El presidente de la Asociación de Turismo Rural de Cantabria es consciente de que la marca ‘rural’ vende, pero se lamenta de que mezclarlo todo adultera el producto: “Lo auténtico solamente es el alojamientos rural que está de acuerdo al decreto vigente. Todo lo demás que se llame ‘rural’, cuya comercialización se ha desbordado a través de internet, de alguna manera nos ha usurpado la marca”. No sólo considera importante disipar esta confusión, sino que cree necesario puntualizar que la oferta que representa va más allá de la explotación de una denominación con indudable atractivo comercial, especialmente dada la situación sanitaria: “La Asociación de Turismo Rural de Cantabria es la única que tiene un plan de contingencia en los establecimientos, que tiene algún alojamiento certificado con el sello de seguridad del Instituto de Calidad Turística Española (ICTE), que ha hecho un plan de formación, que ha implementado las normas y que ha trabajado en el objetivo de la seguridad sanitaria como la mejor experiencia que ahora tenemos que ofrecer”.

Desde que los portales de internet se han convertido en la mayor plataforma de venta, es habitual que convivan indiscriminadamente ofertas de alojamientos legalmente establecidos con otros que no lo están; un intrusismo que el sector del turismo rural ha venido denunciando reiteradamente. “Nos ha hecho mucho daño. Ha hecho que los precios hayan ido a la baja en algunos momentos de crisis, se ha deteriorado nuestra imagen y se ha devaluado nuestro producto”, señala Jesús Blanco, para quien es imprescindible destacar la profesionalidad de los pequeños negocios que representa: “Todos estamos registrados en la Dirección General de Turismo, estamos dados de alta en Hacienda y en la Seguridad Social, y cumplimos toda la normativa de seguridad, sanitaria, etc. La mayoría llevamos muchos años dedicados a esto y hemos hecho una inversión muy importante. Lo que hacemos no es solamente abrir una casa, subirla a una web y ahí está, sino que damos unos servicios, preparamos actividades, atendemos a todo lo que el cliente necesita o requiere desde que llega hasta que se va”.

A la asociación, que agrupa a unos trescientos profesionales del sector, se van sumando como socios colaboradores pequeños negocios que ofrecen experiencias –como la producción de queso, vino, cerveza, entre otras, así como rutas u otras actividades complementarias– a los clientes de los alojamientos. Su presidente recalca que el concepto del turismo rural trasciende al mero servicio de hospedaje: “El turista busca disfrutar de algo nuevo, que le pueda interesar o que le llame la atención; que tanto el alojamiento, los servicios, el entorno y las actividades le ofrezcan algo atractivo”. Su objetivo es estar a la altura de unas expectativas que, desde hace varios años, la Asociación de Turismo Rural de Cantabria fomenta mediante la producción y publicación de unos videos promocionales de las distintas comarcas de Cantabria: “En ese trabajo de promoción ponemos en valor nuestros alojamientos rurales y, además, todos las pequeñas empresas de esas comarcas que quieran estar con nosotros y con las que podemos ofrecer un paquete que se visualiza y se comercializa a través de la nuestra central de reservas”, destaca Jesús Blanco.

Los alojamientos rurales cántabros han centrado sus esfuerzos esta temporada en ofrecer a sus clientes seguridad sanitaria, la mejor y más apreciada experiencia en estos tiempos. Jesús Blanco cree que el buen resultado hasta el momento es fruto de una ardua labor que arranca a principios de junio cuando comienzan a preparar la reapertura: “A partir de ahí nos ponemos a trabajar intensamente: participamos en la elaboración de las normas de seguridad del ICTE; hemos hecho cursos de formación online para los asociados, para que conozcan las normas y las implementen; llegamos a acuerdos con una auditora para los que se quieran certificar y ya tenemos a dos en Cantabria; para quienes no pudieran costearse una auditoría externa creamos un sello, un compromiso de seguridad con las normas sanitarias y su implementación. Y todo esto, además de trabajo, supone un gasto próximo a los 3.000 euros, sin saber si esto iba a funcionar, sin saber qué iba a pasary después de tres meses perdidos sin ingresar nada”.

Las medidas de prevención frente a la covid-19 han obligado a los negocios de turismo rural a llevar a cabo diversos cambios en los alojamientos. Han tenido que despojarse de cortinas, cuadros y otros elementos de la decoración o el mobiliario que eventualmente pudieran favorecer la transmisión del virus. También ha sido eliminado el formato de bufet en los desayunos, se ha incrementado el uso de productos higiénicos y, en general, se han tenido que realizar modificaciones y reformas para ganar el espacio de seguridad que necesitan los clientes. Para el presidente de la Asociación de Turismo Rural todo ello ha supuesto tener que reinventarse: “Ha sido volver a abrir. No es que cierras tres meses y abres normalmente, es volver a empezar. Es una situación nueva, totalmente incierta, en la que hemos apostado por la seguridad. Ha sido un trabajo bajo una gran presión, con la duda de si era más acertado esto o no hacer nada, pero, al final, la situación nos ha dado la razón”.

Además de las normas sanitarias obligatorias y básicas, la mayor parte de los establecimientos cántabros de alojamiento rural han implementado voluntariamente las normas recomendadas por el ICTE y la Secretaría de Estado de Turismo. También han contado con la ayuda del plan de contingencia elaborado por la Asociación para facilitar a los empresarios la remodelación tanto de las habitaciones como de las viviendas completas. “Esto nos ha fortalecido mucho. Los clientes lo han ido viendo y transmitiéndolo unos a otros. El resultado es que estamos a tope de ocupación”, indica Jesús Blanco con la satisfacción de constatar que van por buen camino, aunque alerta de que no pueden bajar la guardia y deben seguir perseverando: “La covid-19 nos está dando una oportunidad nueva. La gente busca lo más auténtico, lo de más calidad, lo más agradable o lo que más seguridad ofrece y por esta situación, de alguna manera, nos está volviendo a descubrir, a disfrutar y a valorar”.

Más allá de algún video explicativo de las medidas de seguridad adoptadas, el turismo rural cántabro no ha necesitado poner en práctica promociones especiales para atraer clientela este verano, ni siquiera se han modificado los precios. “Tal vez ha habido alguna oferta inicial, pero luego se han mantenido los precios de temporada alta del año anterior y ha funcionado. La gente tenía ganas de salir y lo ha hecho cuando ha podido y cuando ha visto que había seguridad”, subraya el responsable de la asociación. En su opinión, habría incluso más razones para que las tarifas se hubieran incrementado: “Ahora hay más gastos, se necesita más personal, hay que comprar continuamente mascarillas, desinfectante, etc. Es un mayor esfuerzo, por lo que el precio no se podía bajar y no se ha bajado”. Resalta, además, que toda la inversión inicial y el mayor gasto diario a los que se han visto forzados por la situación los han afrontado sin recibir ninguna ayuda específica o finalista de dinero público.

Jesús Blanco, presidente de la Asociación de Turismo Rural de Cantabria.

El cóctel que explica el éxito del turismo rural cántabro esta temporada consta de múltiples ingredientes. El turista nacional apenas ha salido al extranjero y ha sustituido los viajes en avión por los desplazamientos en coche, siendo el norte de España un destino ideal para las vacaciones familiares lejos de la masificación de otros lugares. “Haciendo tan buen tiempo como ha hecho, siempre es más agradable y, dentro del norte, Cantabria está muy bien posicionada. Tenemos una buena imagen, una buena calidad y un buen servicio. Hay muchas ofertas de turismo rural en otros sitios que no tienen mucho servicio, la nuestra sí”, concluye Jesús Blanco. No obstante, sabe que en este momento es difícil prever si la tendencia seguirá siendo tan positiva en el futuro próximo: “Todo dependerá de cómo vaya evolucionando la situación sanitaria. Si todo va más o menos así y hace buen tiempo, la gente irá reservando sobre la marcha porque no sabe si habrá problemas de movilidad y el día a día se irá ocupando todo. Septiembre también puede ser un mes que ayude, pero es todo muy incierto”.