Un proyecto de gran premio
Un equipo de ingenieros y alumnos de la Universidad de Cantabria participará con su propia moto en la carrera que se celebrará en octubre en el circuito Motorland, en competencia con grupos de una veintena de universidades. Además de la prueba de velocidad, el prototipo será puntuado en función a parámetros específicos y deberá contar con un proyecto empresarial de fabricación y comercialización. Los promotores de la iniciativa no descartan crear una empresa para hacer realidad el proyecto.
Texto de Jose Ramón Esquiaga @josesquiaga Fotos de Nacho Cubero
Publicado en septiembre de 2014
Competir en un circuito y hacerlo en el mercado tiene escasas similitudes, por más que utilicemos el mismo verbo para describir ambas acciones, pero simultanear ese doble objetivo viene a ser el propósito del concurso en el que se ha embarcado un equipo de la Universidad de Cantabria, empeñado en diseñar una moto con la que disputar una carrera y, a la vez, sustentar un proyecto de empresa. Durante la primera semana de octubre el prototipo al que se está dando forma en el campus de Las Llamas rodará por el circuito de Motorland, en Alcañiz, con intención de conseguir la mejor clasificación entre los 25 que presentarán otros tantos equipos de universidades españolas y extranjeras. Ese será el acto central y más llamativo del certamen que organiza Dorna –la misma empresa que explota el mundial de motociclismo– pero no el único criterio para valorar los proyectos presentados, que tendrán que incluir una memoria que respalde la creación un proyecto empresarial para fabricar y comercializar una moto deportiva, una idea que parte de los integrantes del equipo cántabro no descartan convertir en realidad una vez finalizado el concurso.
La inclusión del proyecto empresarial es la principal novedad del concurso MotoStudent, que alcanza este año su tercera edición. En la primera, celebrada hace dos años, ya tomó parte un grupo de la Universidad de Cantabria, que consiguió terminar la carrera en una posición intermedia a la que los actuales integrantes del equipo cántabro adjudican el mayor de los méritos, dado el desequilibrio presupuestario con el resto de los participantes. Es una circunstancia que volverá a repetirse este año, pero que puede compensarse en parte por los puntos que se logren en el apartado emprendedor y en las pruebas técnicas que completan la valoración del proyecto, aspectos ambos donde es menos relevante la diferencia de capacidad económica entre los participantes.
“Sabemos que no vamos a ganar la carrera”, admite Eduardo Bayona que, por otro lado, está convencido de que el proyecto que presenten va a ser competitivo en cualquier otro aspecto que se valore. Ingeniero industrial de 27 años, Bayona es el ‘team leader’ de un equipo de ocho integrantes, todos ingenieros especializados en diferentes ramas y entre los que se han repartido las diferentes áreas de responsabilidad de un trabajo de estas características, que incluye tanto el diseño del prototipo como la búsqueda de fórmulas para sacar el máximo partido al exiguo presupuesto de apenas 4.000 euros con el que cuentan. La organización aporta elementos comunes a todas las motos, que no pueden modificarse. En ese capítulo entran por ejemplo el motor, llantas y frenos, y de manera optativa también la electrónica. El resto, donde se encuentran partes fundamentales del prototipo como chasis, basculantes y airbox –el conducto por el que se conduce aire al motor–, debe diseñarlo cada equipo con arreglo a sus propios medios económicos. “No hay un límite presupuestario, y eso es problema para nosotros. Nos consta que hay participantes que cuentan con 75.000 euros, y es obvio que esa diferencia de medios va a notarse, pero confío en que más en la pura competición que en el resto de apartados del concurso”, explica Eduardo Bayona.
Patrocinadores
El equipo de la UC ha conseguido el apoyo de patrocinadores que, bien con una aportación en metálico o bien colaborando con materiales o fabricación, se han implicado en la iniciativa de forma fundamental para conseguir el milagro de construir una moto de competición con los escasos medios económicos con que cuentan. Bosch, Dromedario, Serisan, Grupo Tirso y Jacinto Herrero son parte de esos colaboradores, alguno de los cuales –con Tirso y Jacinto Herrero– son fundamentales en la parte industrial del proyecto, aportando materiales en el primer caso y el mecanizado del chasis en el segundo. De esos apoyos, y del trabajo realizado sobre el papel y el ordenador, nacerá la moto destinada a correr en el circuito de Motorland a los mandos del piloto cántabro Pablo López, que se ha convertido desde su llegada en el noveno integrante del equipo. Tanto por lo ajustado del presupuesto como por lo apurado de los plazos, el equipo cántabro considera complicado poder probar el prototipo antes de la carrera, lo que obviamente no juega a favor del resultado final.
Otra cosa es lo que tiene que ver con el proyecto empresarial asociado. La organización valorará ahí la viabilidad de la iniciativa, de acuerdo a unos criterios marcados en las bases que contemplan, por ejemplo, la comercialización de 2.000 unidades al año. La moto a vender no sería el prototipo, aunque este aporte una base de trabajo. Cada equipo tendrá que aportar una memoria de costes de fabricación, de la que resultará un precio de venta y el correspondiente plan de negocio. Que este tenga mayores o menores posibilidades de ponerse en marcha será lo que valore el jurado.
Proyecto empresarial
Es aquí donde entra en juego la competencia en el sentido empresarial del término. Eduardo Bayona está convencido de que, más allá de las exigencias del concurso, el proyecto que están diseñando podría servir como base a una empresa real que se pusiera a prueba en el mercado: “Estamos dando los primeros pasos, pero lo cierto es que al menos en el norte de España no hay competencia para un producto como el que nosotros fabricaríamos, y para el que existe una demanda, pequeña pero creo que suficiente para sostener a una empresa pequeña y muy especializada, como será la nuestra”. Obviamente, explica, tendría que ser viable vendiendo muchas menos que las 2.000 motos al año que establecen las bases del concurso, en torno pero por debajo del centenar según sus cálculos.
Según el proyecto empresarial que está esbozando el equipo que lidera Bayona, se fabricaría una moto deportiva concebida para ser utilizada en circuito. En contra de lo que podría pensar un profano en la materia, existe un colectivo relativamente importante de aficionados al motociclismo que, bien mediante compra o alquiler, suele dedicar su tiempo de ocio a correr en una de estas motos sobre el trazado de un circuito de velocidad. “La idea es ofrecer una alternativa asequible a las grandes marcas, pero que mantenga el aspecto, comportamiento y prestaciones de una moto deportiva”, explica Bayona. La clave para que los números cuadren es que la prospección del mercado que tienen previsto realizar cuantifique una demanda potencial que haga posible alcanzar la cifra de ventas mínima que calcula y, muy relacionado con lo anterior, que la moto salga al mercado por un precio que se movería en el entorno de los 3.000 euros. Por encima de las incertidumbres del mercado, este segundo elemento va a ser el verdadero reto a superar para que lo que hoy es un proyecto sobre el papel termine por convertirse en una iniciativa empresarial real y viable.