Una pelea contra el desánimo
El encadenamiento de expedientes de regulación de empleo en alguna de las principales industrias de Cantabria sitúa a la región ante los temores de volver a una crisis que casi pocos habían dado por superada. Las malas perspectivas con que se encara el nuevo año, que se ven acrecentadas por una situación política que ha tenido en nuestra región una réplica inesperada y de alcance imprevisible, tienen sin embargo un respaldo relativamente débil en indicadores y previsiones económicas: aunque a un ritmo cada vez menor, el PIB español continúa creciendo, y el cántabro lo hace ligeramente por encima de la media de comunidades autónomas. Frente a ello, prevalece la impresión de que la economía no está preparada para un nuevo parón, un pesimismo que se apoya en el escaso impacto que la recuperación de los últimos años ha tenido en la recuperación del empleo y en el reequilibrio de las cuentas públicas.
José Ramón Esquiaga | @josesquiaga | Enero 2020
Desde que en 2014 la economía española dejara atrás los números rojos, la recuperación que reflejaban los distintos indicadores macroeconómicos han tenido un reflejo modesto en el estado de ánimo ciudadano, y ello pese a que el consumo de los hogares haya sido uno de los principales impulsores de ese crecimiento económico. La escasa incidencia que la recuperación ha tenido en las cifras de empleo, y sobre todo en la calidad de este, ha sido el principal alimento para un escepticismo que ha empañado la valoración de incrementos del PIB que, por momentos, se han movido en cotas más que estimables. No es de extrañar, por tanto, que la desaceleración que recogen ahora tanto los datos ya cerrados como las previsiones para el futuro inmediato se reciba con un pesimismo inmune a los matices. A la frialdad de las estadísticas hay que unir la catarata de incertidumbres políticas con las que se recibe el nuevo año, unas dudas que no son nuevas a escala internacional y en el ámbito español, pero que han tenido un corolario regional inesperado –y de alcance todavía difícil de valorar– tras el voto negativo del PRC a la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Todo lo anterior tiene un efecto desalentador contra el que poco puede la frialdad de unas cifras que siguen pronosticando crecimiento económico y de empleo, pero que se ven confrontadas con una ralentización de las inversiones y, en el caso de Cantabria, con el encadenamiento de expedientes de regulación de empleo en varias de las principales industrias de la región.
En todo caso, y por más que las previsiones sigan contradiciendo los escenarios económicos más pesimistas, el desaliento con el que se percibe el futuro más inmediato no carece tampoco de una base sólida en la que apoyarse. La principal es la que tiene que ver con el desequilibrio de las cuentas públicas, que se reflejan las dificultades de la economía española para acercar el déficit a los objetivos que se reclaman desde Bruselas, y ello en una economía en crecimiento y con los intereses de la deuda en mínimos. La posibilidad de que cualquiera de esas variables cambie –y no digamos ya si lo hace en una medida mínimamente comparable a lo que se alcanzó hace una década– cogería a la economía española en una situación mucho peor a la que tenía cuando afrontó la pasada crisis.
De acuerdo a las últimas previsiones del Banco de España, el PIB habrá cerrado el año 2019 con un crecimiento del 2%, medio punto por debajo del pronóstico que realizó hace doce meses. La revisión a la baja de las cifras está siendo una constante en los dos últimos años, y alcanza tanto a las previsiones realizadas por el banco central español como a las hechas por otros gabinetes de estudios. Ese sería el principal condicionante a la hora de valorar el adelanto de cifras que unos y otros realizan sobre el comportamiento económico del año que acaba de empezar, con una coincidencia generalizada a la hora de adjudicarle el menor crecimiento desde el final de la recesión. El Banco de España calcula que la economía crecerá en 2020 un 1,7%, y lo hará en un 1,6% durante el año 2021. La Comisión Europea rebaja en una décima el cálculo de crecimiento del año 2019 que hace el banco central español, y en dos el estimado para el presente ejercicio y el que viene. En ese tradicional baile de cifras con el que los diferentes organismos hacen sus previsiones, el servicio de estudios del BBVA coincide con el pronóstico del banco de España para el año que acabamos de dejar atrás –un 2% de crecimiento– y es algo más pesimista para el que iniciamos, en el que prevé que la economía crezca un 1,6%.
Cantabria crece menos en 2019, y más este año
A diferencia de lo que sucedió en 2018, cuando creció claramente por encima de la media del conjunto de comunidades autónomas. los indicadores adelantados reflejan que Cantabria no ha sido capaz de seguir el ritmo marcado por la economía española en 2019. BBVA Research –el citado servicio de estudios del banco– presentó el pasado noviembre en Santander sus previsiones económicas para la región, en las que le adjudicaba un crecimiento del 1,8% en su PIB, una décima por debajo de la previsión para el conjunto del país. Para el año que acaba de comenzar la situación se daría la vuelta, en idéntica proporción: Cantabria crecería una décima por encima de la media española: un 1,7 frente a un 1,6%.
En relación con el comportamiento del mercado de trabajo, y a falta de los datos definitivos del último trimestre, Cantabria habría conseguido romper en 2019 la tendencia a la destrucción de población activa que venía registrando desde 2014, si bien en una proporción muy modesta. Según los datos de la última EPA, Cantabria contaría con 1.400 trabajadores en activo más que al comienzo de 2019, un crecimiento del 0,5% que deja la tasa de actividad –el cociente entre el número de activos y la población total– en el 55,2%, 3,5 puntos por debajo de la media española. Pese al crecimiento del último año, el diferencial con el conjunto del país sigue ensanchándose, dado que el número de españoles activo creció un 1% en el último año. Ese dato, que sitúa a Cantabria solo por delante de Galicia y Asturias en esta estadística, es el principal condicionante a la hora de valorar la evolución del mercado laboral en Cantabria, y explica en buena medida que la tasa de paro de la región se sitúe entre las más bajas de España sin que ese dato permita una lectura abiertamente optimista.
De acuerdo a lo recogido en el estudio de BBVA Research, en Cantabria se generarán 2.500 nuevos puestos de trabajo en 2020, lo que dejará la tasa de paro en el 8,5%. Es un porcentaje que se sitúa todavía 1,3 puntos por encima del registro anterior a la crisis, y ello pese a que entonces la población activa de Cantabria es hoy inferior en un 4,7% a la que existía en 2008.
Por encima de las lecturas o la controversia que pueda generar la mínima distancia que recogen las diferentes previsiones, la principal cuestión a dilucidar en el arranque del año es la forma en que estos datos se concreten en la actividad de las empresas y en las decisiones de inversión y consumo de empresarios y particulares. Y es ahí, también, donde reclama su influencia todo aquello que queda al margen de las cifras, empezando por las incertidumbres de todo tipo con las que se ha vivido el tránsito entre 2019 y 2020. David Cantarero, profesor titular del área de Economía Aplicada y responsable del Grupo de I+D+I en Economía Pública de la Universidad de Cantabria, se refiere a esa dicotomía entre los datos y el ánimo cuando hace balance de pasado inmediato y planta las perspectivas con que arranca el año: “2019 acaba para Cantabria con un balance relativamente positivo en términos de empleo y actividad económica así como del control del déficit”, señala, pero advierte que esas circunstancias van a ser difíciles de repetir en 2020: “Se abren grandes interrogantes para la región, dado que estará al albur de la ralentización económica general –lo que está pasando con el sector industrial y la automoción es buen ejemplo de ello– y el lastre de no haber apostado más decididamente por un mayor nivel de inversión pública, apoyo al sector privado (empresas y hogares) y actividades de formación de capital humano (educación) e I+D+i”.
En su repaso a los objetivos que deberían tener un especial protagonismo en la nueva década, el profesor de la UC menciona el crecimiento de la productividad, que se establecieran sistemas para evaluar las políticas –poniendo las nuevas tecnologías al servicio de este propósito– y fortalecer financieramente al sector público, cuya capacidad de intervenir en la economía se ve lastrado por unos niveles de deuda que, advierte, solo son sostenibles si sus costes –hoy en mínimos– no suben. “Hará falta determinación y voluntad para gestionar recursos escasos en un contexto de nuevos cambios tecnológicos que afectarán al empleo y su temporalidad, de envejecimiento demográfico y ´economía de las canas´ (donde Cantabria puede aprovechar su ventaja comparativa en el sector sanitario y de atención a la dependencia así como en el relativo a servicios) y de posibles cambios en la financiación autonómica, que en caso de no negociarse correctamente podría afectar lesivamente los intereses de Cantabria”.
Probablemente es en este último aspecto el que más puede verse afectado por la sobrevenida incertidumbre política derivada del voto negativo del PRC a la investidura de Sánchez. Contra lo que era previsible hasta ese momento, la negociación del nuevo sistema de financiación autonómica se hará con Cantabria enfrentada al nuevo Gobierno, y con una capacidad muy mermada para hacer de contrapeso a las demandas de otras comunidades autónomas. En ese rediseño de la forma en que Madrid redistribuye los recursos captados por los tributos no cedidos a las regionales, Cantabria se juega mantener su posición como región con una mejor financiación por habitante entre las del régimen común, esto es, entre todas salvo País Vasco y Navarra. Ante ese reto pierden relevancia los posibles incumplimientos de los acuerdos de inversiones pactados con Madrid, o la ruptura del pacto PRC-PSOE, asuntos que tienen la importancia y la urgencia de lo inmediato pero a los que no es posible adjudicar la trascendencia que tendrá el diseño de un modelo que condicionará la capacidad de gasto de Cantabria durante años.
Pesimismo empresarial
El año 2020 será el del Brexit y también el de las elecciones en las que Donald Trump se jugará su reelección como presidente de Estados Unidos. Pocas sorpresas se esperan ya en lo tocante a lo primero, pero la forma en que la situación política de Estados Unidos pueda afectar a la situación económica internacional sigue presentando múltiples incógnitas, de las que la escalada de tensión en Oriente Medio es una perfecta muestra. La guerra comercial, y el efecto de las políticas medioambientales sobre el mercado del automóvil están teniendo ya consecuencias inmediatas sobre la actividad de las empresas españolas, y explican buena parte de la intranquilidad con la que se ha recibido al nuevo año. El augurio de nuevos nubarrones económico no hace sino alentar una sensación de ‘deja vu’, de vuelta a situaciones ya vividas, que Enrique Conde, presidente de CEOE-Cepyme de Cantabria, formula de manera inequívoca: “No creo que vayamos a una nueva crisis porque no creo que hayamos salido de la anterior. Es cierto que entre 2008 y 2013 la situación era peor que la que hemos vivido en los últimos años, pero lo cierto es que ahora volvemos a caer. No se trata de ser alarmista, pero lo que te transmiten muchas empresas es que mucho tienen que cambiar las cosas para que no verse obligadas a cerrar”.
El presidente de la patronal cántabra admite que la coyuntura internacional no está siendo especialmente favorable, y que las perspectivas que se abren con el nuevo Gobierno en Madrid pueden no ser favorables –”Ciertamente no parece que vaya a ayudar: tiene un matiz marcadamente político y sus prioridades tienen que ver con la agenda de los independentistas, no con la economía”– pero pone el acento en lo que puede hacerse desde Cantabria y que, a su juicio, sigue pendiente: “Hay una tendencia a echar la culpa de todo a lo que sucede fuera, pero lo cierto es que aquí no se está haciendo nada para apoyar a las empresas”, señala. Conde es especialmente crítico con la carga burocrática que implica la tramitación de cualquier expediente, y que implica el bloqueo de inversiones que pueden terminar por no realizarse: “Es un insulto al emprendimiento. Hay negocios que llevan cuatro o cinco años esperando una autorización. Y es algo que se soluciona con voluntad política, habilitando medidas como el silencio positivo –que si en un plazo determinado la Administración no contesta, se dé la solicitud por aprobada, al contrario de lo que sucede ahora– o la declaración responsable”.
El presidente de CEOE-Cepyme considera que Cantabria compite con las comunidades del entorno en una situación de inferioridad, por cuestiones como esa o por una mala captación de ayudas: “Acaban de salir las ayudas para las empresas carbointensivas y Cantabria no ha captado ni un euro”, señala Conde, que insiste en la poca agilidad de la Administración para adecuarse a los ritmos que requieren las empresas: “Hablo del Gobierno regional y de los ayuntamientos. Aquí no hay un sello que identifique a los proyectos estratégicos, como sucede en las comunidades vecinas. el resultado es que son muchas las empresas que plantean instalarse en Cantabria y terminan haciéndolo en el País Vasco o en Castilla y León. Y cada vez son más las empresas cántabras que renuncian a invertir aquí, y crecen fuera de la región”. Aunque muy crítico con la sensibilidad de las diferentes administraciones hacia el tejido productivo, Conde se esfuerza en transmitir un mensaje positivo: “Es verdad que a nivel regional hay un claro interés en hablar de todo en las mesas de diálogo social, y estamos pendientes de ver cómo se concreta todo. Por otra parte seguimos trabajando en el plan 2030, y ahí cada día vemos que en Cantabria tenemos gente que puede aportar muchas cosas, y que tiene ganas de hacerlo. Pero lo cierto es que el año no ha acabado bien, y que la sensación es que la economía va a ir a peor”.
El balance y perspectivas expresados por Enrique Conde a preguntas de esta revista tiene una correlación casi exacta en las opiniones expresadas por empresarios en otros foros. Es el caso, por ejemplo, de los representantes de la Asociación de Constructores de Cantabria, que en su reunión de fin de año expresaron su temor a enfrentarse a una nueva crisis cuando el sector todavía no ha superado la anterior.
Abriendo el foco, el Barómetro 2019 elaborado por el Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial a través de la Cátedra Internacional COGITI de Ingeniería y Política Industrial de la Universidad Católica de Murcia –que en esta edición ha contado con la colaboración del Consejo General de Economistas de España– ha recogido la opinión de los ingenieros técnicos industriales que trabajan en Cantabria. El 60% de ellos considera que la situación de la industria asentada en nuestra comunidad autónoma es “mala” o “muy mala”, frente a sólo el 7,06% que la considera “buena” o “muy buena”, en una encuesta en la que también se preguntaba por aspectos relacionados con la política industrial. “El barómetro pone de manifiesto cuatro aspectos –resume Enrique González Herbera, presidente del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Industriales de Cantabria–: que la valoración de la situación actual del sector es negativa para la mayoría de los ingenieros; que existe un descontento en lo que respecta a las medidas tomadas por la Administración para desarrollar y fomentar el sector industrial; que la situación económica de las empresas del sector continúa siendo buena y que no existen grandes expectativas en cuanto a la contratación de más personal”.
Optimismo con matices
La mayoría de los empresarios familiares de Cantabria cree que aumentarán sus ventas este año, pero la proporción de quienes confían en ello se sitúa claramente por debajo de la registrada hace un año. El estudio realizado por la Asociación Cántabra de la Empresa Familiar entre sus asociados da un suspenso a la situación política.
La Empresa Familiar de Cantabria da un suspenso a la situación política nacional, a la que ha concedido una nota media de 1,21, un dato aún menor que el exiguo 2,97 con el que la evaluaron en el año 2018. Su percepción de la situación económica del país también ha empeorado, al pasar de una nota del 4,6 el año pasado a un 4 en 2019, según la encuesta anual sobre coyuntura realizada por la Asociación Cántabra de Empresa Familiar (Acefam), en la que se refleja un aumento de la preocupación por la situación a nivel nacional pero confianza acerca de las propias posibilidades. Tal y como explicó su presidenta, Paloma Fernández, los empresarios familiares de Cantabria tienen confianza en sí mismos pero están “preocupados por la incertidumbre” a la que se sienten sometidos por agentes externos. “España necesita un gobierno estable, con unos presupuestos. La paralización que estamos sufriendo está siendo muy negativa para el país e influye, por supuesto, muy directamente en la gobernanza de Cantabria”, subrayó.
Según las previsiones de los empresarios familiares encuestados, el 39,4% espera para este 2020 un aumento de la cifra de ventas (un 16% menos que el año pasado) y el 30,3% confía en obtener un resultado similar al año anterior. Por el contrario, el número de empresarios que creen que sufrirán una reducción en sus ventas aumenta un 25% respecto al año pasado y alcanza el 30,3% de los encuestados.
Por otro lado, el 51,5% prevé mantener los niveles de empleo actuales, el 24,2% aumentar la plantilla y el 24,2% reducirla. De los resultados de la encuesta en este apartado, cabe destacar que el 87,9% de los empresarios familiares asegura que desea contratar a nuevos trabajadores pero no encuentra perfiles adecuados.
En este sentido, la gran mayoría considera que la creación de un modelo de FP dual ajustado a las necesidades actuales y futuras de las empresas es “urgente y prioritaria” y conceden a esta cuestión una importancia de 7,79, en una evaluación de 1 a 9. Además, el 100% de ellos se muestran abiertos a la posibilidad de realizar contratos formativos en su empresa.
Preguntados por cómo utilizarán los beneficios económicos que obtengan, el 63,6% afirma que reinvertirá en su empresa, el 18,2% lo utilizará para reducir deuda, el 9,1% lo empleará en la prospección de nuevos mercados y el otro 9,1% hará un reparto de beneficios entre los socios o accionistas de su empresa. Además, el 48,5% de los empresarios familiares encuestados afirmaron que prevén invertir en algún proceso de internacionalización, una cifra superior a la registrada en 2018, cuando sólo el 37% contestó afirmativamente a esta cuestión, y el 78,8% invertirá en innovación en 2019 (frente al 65,5% de 2018).
En el ámbito regional, la percepción de los empresarios familiares acerca de la situación económica de Cantabria no llega al aprobado: sólo el 12,2% la puntúa con un 5 o un 6 y el resto la califican con un suspenso, lo que genera una nota media de 2,85 frente al 4,28 cosechado el año pasado. Sin embargo, su percepción respecto a la situación política de la Comunidad ha mejorado más de medio punto, al incrementarse la nota media de 3,17 al 3,81 este año.